PAUSA ...

... SILENCIO Y LECTURA.


Let it be.
A veces es mejor dejarlo estar. A veces uno no sabe qué contar. A veces, mejor el silencio.

(...)

Y SI PUDIERA?...

... eh?

¿Por qué no podré yo decir lo mismo? Justo en ese momento de rabietas, de chulerías chinescas, de afrentas que aplastan cualquier paciencia... en ese momento en que notas que se siente la reina de Saba.

_ Francamente, diminuta, me importa un bledo.

Y poder cerrar la puerta. Plom... crash... glups...

_ ¡¡¡¡!!!!

Y su cara con la perplejidad incrustada. Enterita la perplejidad. Porque mira que es chulita, la princesa.

En fin, ni siquiere puedo decir:

_ Ya me lo pensaré mañana.

Ni siquiera eso.

Hasta eso ha dejado de ser mío ya. Yo, que a estas alturas de la película, lo dejo todo pensado para ayer... que ya nada dejo nada para mañana. Quién me ha visto... y quién me ve...

VIVIENDO

A veces es el cansancio, otras es el olvido, otras la rutina de todos los días. A veces no se puede más. Y todos, todos intentamos responder a lo mismo. A las mismas cuestiones. Y nos enfrentamos a las mismas penas. A los mismos deseos. A los mismos desencuentros. Lo único diferente son los ojos. Lo demás es tan igual... tan exactamente igual. Quieto o en movimiento, el dolor es el mismo. Ni estás mejor ni peor. Con la gente con la que tropiezas, es tan igual, ese dolor. Y hoy, hoy... la mirada se ha dejado vencer. Sólo es una pequeña derrota. No importa su pequeñez, es cierto, pero ha vencido. Y hoy decido caer profunda en el sueño, envuelta en mi derrota, en la de hoy. En mi laberinto. En el laberinto que es también de todos. Y se también, que me levantaré con mi canto. Viviendo, estamos.

THE RIVER


Sonidos de recuerdo ante todo lo que esa corriente, entre mansa y brava, se ha ido llevando. Y sin embargo, sabes que todo está que ahí permanece, en el río. Esa esencia que se respira cuando llegas a aquel lugar, aquel que te vio llorar, reír, y que cobijó tus miedos. Y piensas en todos tus pasos. Y en todas las miradas que te han observado mirar. Y en aquellas a las que más tú has mirado; de lejos, de cerca. Aquellas que un día decidieron pasar de largo y esas otras que se quedaron para siempre. Y te ves grande y pequeño a la vez, allí, en esa orilla. Allí, donde alguna vez moriste, donde tantas veces volviste a alzar el vuelo. Aún hoy subes a lo alto para poder observar el agua traspasando el tiempo de tu mirada. Te gusta el sonido del agua. Aunque bien sabes que con su sonido, te dice adiós el tiempo. Allí, en el río. Donde nacimos, donde por primera vez nos vimos, donde el ruido era vida. Y te gusta recordar aquel puente, aquel que te acercaba a la corriente, aquel que te dejaba atónito ante el agua cuando se desbordaba. Y siempre el agua, en multitud de amaneceres. Silencio. Sólo el silencio en ese momento en que nada en el pueblo había amanecido. Nada había dado su cara aún a la luz. Y allí estabas tú, solo, en aquel río, en el agua que ya no volvería más.

Y hoy recuerdas con emoción aquel tiempo, aquel sonido, aquellos días. E incluso te es posible agarrarte al recuerdo de aquella tu infancia, y de todas las primeras aventuras de ese tiempo inacabado. Y ocurre siempre. Ante cualquier sonido de la vida, ocurre. Siempre quieres regresar. Poder tocar aquella orilla; de agua entre brava y mansa. Aquella orilla, en aquel río.

¿Aún lo puedes sentir?


* imposible el no abandono a esta melodía.

PRESENCIAS

Aún estamos aprendiendo de su generosidad, de su valentía, de su risa. Nos sabemos adultos, pero aún queda tanto por aprehender. A pesar de nuestras carreras maratonianas, a pesar de querer abarcarlo todo, al final son de nuevo ellos, ese punto de referencia. Esa presencia que aún nos sigue diciendo "no corras, que te vas a caer"... esa presencia de ojos infinitamente pacientes. Ahora, las más de las veces, todo lo dicen desde sus silencios. Y si te caes, ahí van, a donde tú estás. Siempre desde su presencia poco sonora, pues pasan despacito a nuestro lado, para no molestar. Y es que nos ven siempre así, tan atareados, tan a lo nuestro, siempre de aquí para allá, ahora esto, luego lo otro. Y ellos en su silencio, se quedan esperando siempre, y siempre con una sonrisa. Y nos siguen con su mirada, y siempre en silencio. Y tendiendo una mano, que aún hoy si son algo es para que nosotros podamos seguir siendo. Para que podamos ir viviendo si cabe, mejor.

Decir padre y decir madre es pensar en un SIEMPRE.

SIEMPRE ESTÁN. SIEMPRE HAN ESTADO.

Decía Madre Teresa de Calcuta que lo más necesario será siempre haber tenido unos padres. Y qué verdad tan enorme es. Así que demos gracias por este par de héroes que nos han sido dados, mis queridas carmelitas, y porque aún están ahí... prestos y raudos siempre para tender la mano. Sus manos. Sean como sean son el más puro símbolo de generosidad. Aunque con el tiempo lleguen a ser unas manos más torpes, siempre serán las manos que nos ayudaron a seguir, a levantarnos después de cada caída, a no rendirnos. Nunca.

* tres son las carmelitas, tres son. Y ahí estamos.
*la canción de fondo está dedicada a mi querida Sunsi. Compañera de fatigas emocionales.

SOLEDAD INFINITA

Ellos nos están siempre esperando, siempre. Encuentran mil maneras diferentes para poder estar cuando llegamos al final de nuestra jornada, para vernos, para tocarnos, incluso, para hacernos rabiar un poco. Siempre se les olvida algo, se quedan como a medio camino. Lo han intentado, pero son niños. Ellos, que nos han echado de menos tan en silencio toda esa tarde que se nos pasó tan rápido. No dejemos que les reciba una mala cara por un mal día, o un mal gesto porque no han hecho las cosas como esperábamos que las hicieran. Están aprendiendo a hacerse mayores. No es fácil estar todo el día sin alguien que esté detrás, empujando. Y nosotros, nosotros hemos de saber sonreír; sus aciertos, sus errores. A su lado, y sonreír. No le dejemos al silencio las riendas de nuestra mirada. Nunca. Que sea siempre el hilo de nuestra voz cuando sonríe. Siempre una infinita sonrisa como protagonista. Incluso en ese momento, en el que se les está repasando la cartilla, bien leída... esa que su egoísmo de niños no les dejó terminar.

Se intuyen, a veces, niños tan solos... tan olvidados.

Videojuegos, televisión, teléfono móvil y soledad... El 27% de los niños de España se sienten solos al llegar a casa tras la jornada el escolar y echan mano de la tele o el ordenador para pasar el rato, según destaca la Encuesta de Infancia en España 2008. Es significativo el alto porcentaje de chavales entre los 6 y 11 años que disponen de teléfono móvil, un 43%. El móvil es el aparato por el que unos niños que se sienten solos consiguen comunicarse con sus padres. Un 17% de los menores encuestados, tras pasar la mañana en el colegio, no ve a sus progenitores en toda la tarde. Este estudio, realizado por los investigadores Fernando Vidal y Rosalía Mota, muestra que el 74% de los niños de 6 a 11 años y el 52% de los preadolescentes cuentan con alguien de la familia que les ayuda en los deberes escolares. Mientras que hay un 1.250.000 niños que no tienen quien a los ayude en sus estudios. El estudio señala además que los niños que viven en pueblos son más felices que los de ciudad...
Fuente: El País.

TÚ, DIMINUTA...

... QUE TAMBIÉN ERES LO QUE YO SOY.

Tú, que eres tantas cosas, que miras tantas cosas nuevas y las aprendes, las recoges, y me las regalas. Que las espolvoreas y les das la vuelta. Que giras y giras sobre tu mundo de lunas. Tú, enanita, que habitas en mi tiempo, que aún permaneces a mi lado. Te quiero. A tí, que eres además de tí misma, eso otro que yo también soy.

Y pienso en cada una de las veces en que tu mirada dibujó la mía, en que tu voz tuvo el sonido de mi voz, en que tu risa se parecía al sonido de la mía. También en cada momento en que tus rabietas eran exactitas, tan igualitas a las mías. Ay, ese genio y su figura, hija mía. A menudo me veo en tí, así, en diminuto. ¿Sabes?, ya no me he vuelto a preguntar de dónde te salió esa luna. Esa maravillosa luna, mi diminuta ana. Muy bien sé de dónde ha salido... y de su libertad irremediable.

Así son los niños, un pequeño reflejo de lo que nosostros cada día le regalamos al mundo. De lo que nosotros somos.

EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN LA CASA DE JUEGOS.




Quisiera saber cuál es el camino certero. Aquel que le de alas a nuestros hijos. Las alas que ellos necesitan. La vida nos marca un camino. En cierto sentido nos dicen quçe es lo que tienen que asumir, aprehender, memorizar. Y nosotros lo juzgamos necesario para qu epuedan alcanzar su manera propia de mirar el mundo. Lo intuimos bueno y lo aceptamos. Además pensamos que tiene que ser así. Pero a veces ocurre, a veces, nuestros hijos se pierden, parecen no estar en lo que han de estar, en ese proyecto que es bueno, y permanecen metidos en su propio laberinto. Parecieran no caminar. Y creemos que están perdidos, incluso llegamos a pensar que de seguir así, se perderán del todo.

Y sin embargo, ocurre, lo sabemos, sabemos que hay algo que nos dice que no, que da igual eso de ahí afuera, eso en que los demás sacan sobresaliente. Que nuestro hijo es diferente. Lo sabemos. Y lo queremos tal cual es. Y nos encontramos ante una disyuntiva; o forzar las expectativas rutinarias, o dejar que éstas se diluyan detrás de esa otra mirada que parece querer salir al mundo. Y no sabes muy bien, aunque en el fondo sí, sí lo sabes.

Cuando nos encontramos ante tal afrenta, las dudas son enormes. Por un lado la intuición, ese saber que él solito sabrá salir de lo enrevesado de su tiempo, del laberinto de sus emociones. Que necesita de ese tiempo. El de su juego ilimitado, creador, de colores y canciones. Que ellos al final, a nada que les empujemos, saldrán a flote. Que cumplirán las expectativas. Esas que nosotros, adultos responsables les hemos establecido. Son muchas las veces en que me pierdo entre cuestiones no sé si enfrentadas, probablemente sólo sean paralelas, pero el timepo es escaso.

¿Qué le quiero yo exigir a mi hijo? ¿Para qué le estoy educando?

(…)

Es entonces cuando doy paso a la certidumbre. A esa consciencia que me dice que he de vivir con esperanza ese miedo a no saber de los instantes de su vida. Que he de confiar en la mirada de mi hija, esa que me puede parecer a veces perdida, como en desencuentro ante un laberinto, pero que asimila cada una de las emociones a las que mira cada día. A cada una de las emociones que son desconocidas por mí, porque es su laberinto, su tiempo creador, de soledad y silencio, y es sólo de ella, que en él que no puedo entrar. Que he de dejarla a su manera. A veces olvidamos ese lado. Y es tan importante como ese otro lado de expectativas curriculares que hemos establecido. Y que a veces, éstas han de quedar en segundo plano, porque cobra mayor vitalidad esa mirada emocional que está madurando para poder sostener el mundo. Y cuesta parar, ralentizar todos esos objetivos de sobresalientes y notables.

Y es que ella necesita estar perdida, aparentemente perdida, mientras permanece en la casa de juegos. Esa casa que le brindará perspectiva y altura a su mirada. No lo perdamos de vista. Intuyo que pueden ser años irrecuperables para esa, su madurez emocional.


** para mi loca no tan bajita. Ella, que parece despistada, perdida, con toda una luna en sus ojos. Y que esa es su manera. Te quiero, diminuta.

DESPERTAR

Hoy he despertado antes que el sol. He subido las persianas de la casa, para que cuando salga reluciente, ese sol que ya se presiente en el color de la mañana, las encuentre todas abiertas, todas y cada una de ellas. El olor a café ha inundado toda la casa. Comienza a entrar el sol a raudales. Y voy despertando, va abriendo la mirada el alma, cada uno de los sentidos que la habitan. Se tornan lo ojos a la melodía de este nuevo sol. Busco algo de música suave, desayuno lentamente, sorbo a sorbo, este café mañanero. Tengo un despertar muy lento, y además, echo de menos el sonido de mi hija, aunque sé que puedo sentr aún el eco de su voz. Es una casa sin vacíos. Resonancias de las casas y de las cosasque se saben habitadas. Hogar aprehendido, sostenido siempre por un alma. Mañana regresarán las risas certeras de mi peque, hoy su sola resonancia me reconforta. Y me digo... suerte de vida... suerte de vida. Me tomo sorbo a sorbo el café mientras planeo un rato de lectura en este silencio matinal.

Hoy es sábado. 17 de octubre. Y descanso, puedo descansar. Puedo rodearme de las cosas que equilibran la mirada, que reposan el cansancio en un trocito de silencio, en una respiración sin desencuentros. Silencio interior, música y palabras. Y voy atravesando lentamente aquel tiempo que nos fue dado aveces en sonidos, a veces en palabras. Repaso y toco algunos de los libros que son el pequeño mundo de mi mundo. Descanso, en esta mañana de sol, a través de todas esas palabras que un día tanto me consolaron, que me hicieron mirar alto. Y me dejo llevar por nuevas palabras, las de Andrés Trapiello. Hoy es el regreso a ese tiempo de duelo, aquel que se quedó doliente
Al morir D. Quijote... mientras me tumbo en un sillón solariego, calado por la luz matinal.

Mañana de café y palabras, de sol y silencio. Sonoridad de esta mañana. Luz sin minutos. Palabras y voces de otro tiempo, eternas. Un presente de silencio, me espera, en la voz de los que antes fueron. Y me preparo en silencio, otro café, y sé que siempre recordaré este día. 17 octubre. Que en mis pasos nunca habitará el arrepentimiento. Nunca ocurre, si se ha querido tanto.


LA VISIÓN, LA MEMORIA Y EL SUEÑO.


Un día me preguntaban por esta voz: Carmen Martín Gaite. La obra de Carmiña. Y yo no sabría muy bien expresar cómo es el eco de esta voz en el sonido de mi vida. Oír esta voz a mí me deja sin ella. Si intento hablar de Carmiña, no encuentro nunca la palabra exacta. No encuentraría jamás el párrafo necesario para describir con exactitud lo que su palabra le dio de refugio a mi mirada.

Y ahora, en este momento en que oigo su voz, en que intento descifrar la mirada de su rostro, mientras pienso en ese tren que descarrila... sólo oigo el silencio profundo de lo que ella dejó en mi alma. En mis ojos. Y retorno a cada momento de mi vida que fue atravesado por la esencia de sus historias, que fue salvado por ese mirar la vida como medio dormido, entre despistado y ausente. Y recuerdo la mirada valiente que a mi tiempo le dejó la voz de Carmen Martín Gaite.

Su palabra es un estado de ánimo, una ensoñación, es ese quedarse en el reverso de las cosas. Para mí sus historias eran la verdad. Ir cosiendo poco a poco las palabras. Ir siendo. Vivir. Como si se tratase de un tiempo de costura, ese, en el que puntada a puntada, se va construyendo la vida. Tiempo de ensamblaje. Tiempo de superación ante las ruinas de lo vivido. Ella con sus palabras conseguía que yo fuera elevándome por encima de la realidad. Ella y su sonido. Su voz. Su dolor siempre ausente, y siempre presentido. Su mirada doliente, reconocida en el eco de cada uno de sus silencios, en cada uno de los sonidos que sus palabras no dicen.

A su lado, el estancamiento de lo cotidiano dejaba de existir. Sus palabras eran el hilo de la cometa que yo quería hacer bailar. Y ya lo creo que volaba. Libre. Absolutamente libre. Allí, desde mi ventana, desde ese mundo interior que a veces nos amordaza, yo era libre. Libre a través de sus palabras. Libre porque detrás de su eco yo era capaz de enmendar la vela de mi barco. Entonces el tiempo era mío. Mi tiempo. Mi silencio creador. Existía mi mirada, mi respiración. Ella supo darle alas a mi soledad. Ella me enseñó a ser dueña de mi tiempo; a ser consciente del tejido que se iba creando con cada trocito de tela, con cada puntada, con cada paso, con cada una de las miradas que dejamos descansar en las cosas, en cada una de las cosas que te encuentras, las grandes, las pequeñas.

Ella es la visión, el escenario interior, la mirada distanciada, la memoria, cada uno de esos objetos de la memoria, lo evocado por el sueño, la realidad punzante, la certidumbre de un paso vacilante. Ese es su legado. Y cuando me acerco a su biografía, es la valentía. Y yo... yo estuve a un paso de conocerla... pero me lo impidió la duda. La traición de la duda. Fue entonces cuando aprendí a no dudar. No volví a dudar. Deseché la duda para siempre, ya no habitó jamás a mi lado. Tantas cosas hay en mí que son de ella. Y miro sus ojos, e intuyo los míos. Siempre.

Un día, un día supe de su silencio. Fui aún más consciente de mi realidad, de todo lo que en mi realidad había de ella. Releo muchas veces sus historias, y es imposible su olvido. Y también sé que me resulta muy difícil, recogerla en un párrafo, ni en dos. Ni siquiera en infinitos párrafos. Lo infinito nunca es delimitado. Y ella era así. Más allá incluso.


CERTEZA
Habéis empujado hacia mí esas piedras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
por aquella ranura de poniente.
Carmen Martín Gaite


* gracias, Rocío, por el impulso.

LOS CONFINES





Acabo de leer la última novela de Andrés Trapiello, Los confines. Es una historia sorprendente; su lectura me ha regalado una sensación en la que se mezclan el desencuentro, el escepticismo y la irrealidad. La historia trabaja con personajes aparentemente bien encadenados a la realidad que viven, en armonía con ella. Pero la realidad no es siempre como se prevee. Y ahí está el giro, la certeza de la historia. La realidad a veces nos regala dentelladas, instantes certeros, confusos también, a pesar de su evidencia. Sucesos, miradas, gestos que harán que lo que hoy es comience a ser ya para el olvido. Nada volverá a ser lo que ha sido. La historia dibuja la vida, sus certezas, ese tipo de certezas ante las que no cabe pararse a pensar pues ya están ocurriendo. No puedes creerte muy bien lo que lees, necesitas ya desde el inicio un desenlace, ese que le dé a tu mirada escéptica la certeza que la historia quiere contar, una auténtica certeza, esa que la haga narrativamente posible.


Me ha sorprendido el desencuentro que para mí es la historia; en ella la desilusión, pero también la magia. Esa historia imprevisible y escéptica que con su mirada encontrada, nos regala una evidencia; la infinita vibración que el encuentro con la verdad y la belleza siempre nos provoca.


No sé si es posible un hecho así. No sé si una historia así es posible. Su realidad era lo que a mi me mantenía perpleja. Lo que sí sé es que los sentimientos que modelaron la vida de esos personajes eran certezas punzantes. ¿Qué hacer cuando algo te supera, cuando algo no imaginado es una certeza en tu tiempo? ¿Qué ahcer cuando algo así te ocurre a tí?

Hay vidas que para ser realmente vividas, sentidas, han de ser sostenidas conscientemente por un cambio de guión, superadas por una nueva estrucutración. Surge la inevitable necesidad de un nuevo ensamblaje, atravesar primero la incertidumbre, ese desencuentro vital que conlleva saberse un yo tan complejo, tan diferente, tan lejano de lo pensado. Es el principio, y también es un final. El final del yo que se creía ser. Y ahí comienza el dolor, la andadura de ese dolor, y la culpa. La culpa por el dolor de los otros, el dolor que tu nueva estructura supone en la vida de los otros, de esos otros a quienes quieres tanto. Se necesita ser valiente para asumir una nueva vida colocando cada cosa, cada persona, en su nuevo lugar sin culpas... sin abismos... sin temblar.

Y a mis ojos ha venido el personaje de Cathy, esa ardilla pelirroja de ojos vivarachos. Su dolor, su generosidad. Un personaje tan silencioso como perfecto. Ella posee las coordenadas de la libertad, esa libertad que me salía al hilo de mis idas y venidas en otro post. Cathy es ese ser capaz de llegar a entender el vuelo libre de las personas que más queremos, ese desencuentro vital que es a veces mi libertad al lado de la libertad del otro. Un desencuentro que por doloroso, infinito e insondable, nos obliga a nacer de nuevo. Porque al igual que Max y Clau, Cathy también tendrá que volver a nacer de nuevo, desde su dolor de inocente. El dolor de los terceros. Ella, sin culpa. Ella, inocente. Ella... la mirada infinita en la que al final se sostiene la historia.

Ha sido una historia inimaginada. En ella la libertad, la belleza y la verdad. Escepticismo y silencio. Mirada hacia el interior del silencio, mi silencio que se sabe perdido, ese que nos provoca el rechazo de lo desconocido, de lo no aprendido. Y por encima de esa realidad, la sonoridad de ese silencio, una sonoridad hecha de belleza y verdad. Y te quedas callado, y ya no, ya no podrías juzgar.


AÑO 2000

Fue entonces cuando empecé a tener referencias de ese quien que verdaderamente soy. Ahí comenzó la medida de mí misma, de lo que yo soy capaz de dar. Desde entonces he valorado aún más lo que me dieron, y soy consciente de lo que doy. Mi tiempo, ese que es de los demás, eso es lo que más me hace sentir alguien. Gracias, Sunsi, por esta pequeña mirada con perspectiva que da alas a la imaginación. Y porque has sido capaz de ver los adentros de ese paso de silencio que cada día avanza un poco más, pasos que tú también das. Pasos sin sonido. Tú también sabes de silencios.

Y... si por un casual imagino a mi diminuta ana haciendo repaso de mis referencias... pues eso, emoción contenida. Es bueno dejar así de libre la imaginación a veces, pues no es fácil el camino. E imagino s
u voz como un engranaje más de la vida, de la rueda de la vida. Y en su voz, mi tiempo. El que le supe regalar... Ahí están de nuevo los adentros, aquello que nos mueve, que nos hace avanzar. Esos adentros que empujan nuestros pasos de silencio, con los que caminamos a pesar de la incertidumbre, con los que avanzamos libres. Sabemos que nada nos es debido. Que caminamos a ese lado porque nos da la gana, la real gana. Y entonces, entonces es cuando más recuerdo la presencia de mis padres.


* a todas ellas, a todas y cada una, únicas.

TE QUIERO LIBRE

Qué difícil es a veces la libertad. No sólo la propia, esa que cargamos en los hombros y que los que bien la conocemos sabemos que va acompañada de incertidumbre, miedo y responsabilidad. Infinita es también la libertad del otro, su comprensión, su realidad, quererla.

Te quiero libre... y qué nada fácil es.

La mirada que se sabe libre no se escuda ante nada. Camina sola. Mira de frente a pesar del miedo, a pesar de la incertidumbre con la que se dan esos pasos seguros. Mirada infinita también, clara y transparente. Mirada que vuela, altiva, con resortes invisibles. Mirada a veces asusente, esa, la de la libertad. Mirada tantas veces incomprendida. Y tan mal juzgado a veces ese respeto a la libertad; a la mía, a la del otro.

Es complicada la libertad, y sin embargo, es la única manera de poder respirarlo todo, de asirlo, de hacerlo nuestro. La libertad como medida para saber de nuestro yo, de ese mí mismo que habito. Y necesitamos hacerlo. Es preciso. Debe ser imperiosa la libertad; se trata de respirar o morir. Morir en el ahogo de la cobardía o reinventarse en el abismo de la libertad, esa es la realidad. A estas ideas me ha llevado la melodía que me dejó el otro día Alfonso. Sobretodo a la idea de la libertad del otro, de ese otro a quien tanto queremos.

Creo que el amor más grande que se puede dar es ese, el que reconoce la libertad del otro, el que busca al otro en su infinito vuelo. Amar es saber que por encima de uno está la respiración del otro; amar es ese y sólo ese "te quiero libre". Amar así se transforma en una afrenta vital. Aquella que me otorgará la medida de mí mismo, eso que realmente yo soy cuando estoy diciendo "te quiero".

Pensar en la libertad me ha llevado a querer mirar las cosas que realmente vivimos, no lo que decimos vivir, sino aquello que sentimos, también lo que presentimos. Observar atentamente lo que percibimos ante nuestros pasos por la vida, y también ante los pasos que los otros dan. Y querer posar la mirada por los desencuentros que la vida nos regala, por esos escenarios falsos que se consideran equivocadamente aciertos, y también por esos otros verdaderos pero no percibidos. Vivir es un enigma. Son muchas las incógnitas que en esta vida han de ser descubiertas. Y querer saber de ese pasear en aras de la inteligencia que es el verdadero vivir, el vivir en libertad. Saber si es posible. Pensar en aquello que nuestra mirada es capaz de dar o no dar, de ser o no ser...

¿Se podría medir el verdadero amor, eso que late en nuestra mirada cuando decimos al otro "te quiero"?

Necesitamos la libertad para poder saber de nosotros mismos, necesitamos vivirla, temblarla, asirla. Y también necesitamos la libertad el otro, saberla, amarla, poder mirar su vuelo. Estemos o no estemos en ese vuelo.... ¿podemos mirarla sin odio? Complicado a veces, ese amor. Ese saber mirar el desencuentro que es casi siempre amar la libertad del amado. Quererlo libre. Toda una afrenta la vida cuando nos hace amantes, ese quererte a mi lado con toda tu respiración, con tu vuelo, con tu mirada altiva. Sólo ahí se halla la medida de lo que yo siento que soy. Tu libertad es mi presencia, tu vuelo, la esencia de lo que yo quiero cuando te miro. Y veo mi amor incombustible, enorme y alegre. A pesar de esa aparente derrota. Deberíamos aprender a mirarnos mejor. Y ahí, en tu vuelo, está la medida de lo que soy, la exacta medida que hoy me hace grande, y libre. Libre también.

Y espero que no se rompa nunca, sea cual sea tu vuelo. Me
gustas así, con ese enigma que la libertad le da al brillo de tus ojos. Yo siempre, siempre, te querré libre.

* ... esto es lo que tienen las melodías, las de cada día, y cada una con su retahila. Gracias Alfonso.
** mqm
... GRACIAS.
Juraría que he sido feliz
una vez en la tierra.
Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.

No sé el día, el año tampoco,
ni el siglo siquiera,
ni si fue de mañana o de tarde
o noche serena.
Pero yo juraría que un día
fue la paz de la guerra.

Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.

No sé quién estaba conmigo,
si era blanca o morena,
ni si era de amor o del solo
temblor de la hierba.
Pero yo juraría que fue
verdad verdadera.

Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.

Yo de cierto no sé si fui yo
o fue otro cualquiera:
sólo que era feliz y que toda
la vida lo era.

Pero tú no lo sepas, mi alma,
pero tú no lo sepas.
(Agustín García Calvo)

ALLA PRIMA

Me he quedado escuchando las voces que dieron alas a muchas de aquellas palabras por las que he paseado en algún momento de mi tiempo. También me he quedado en silencio mirando sus ojos. Algunos autores aún no han sido descubiertos. Sus palabras habitarán un espacio futuro, aún no sé de su resonancia. Escuchándoles, me ha apetecido hacer un poco de patria chica, traerlos a cuento. Recoger su voz en mi pequeño escenario, en este blog. Reencontrar las miradas de mi tierra en mi pequeña ventana, que no es sino un reflejo de algunas de esas voces, esas que a ratos han dado sonido a mi tiempo. Hoy les toca a ellos un trocito de mi espacio. A ellos, y a su posibilidad de transformar nuestra realidad, de dibujar nuestra presencia de otra manera. Haciendo patria chica, sí. Esta patria de silencio y de frío, de hondas y sonoras voces, de semblantes recios. Patria de miradas profundas y rostros serios. Patria chica, sí, esa que acogió a esos ojos que tan bien ha sabido plasmar el pintor Félix de la Concha. Y me quedo con las palabras de Jose María Merino; con ese gran valor que tiene la rutina, así, como escondido. Y con esa idea tan arraigada de que nunca, nunca, dejas de aprender.




Mi manera de amarte es sencilla;
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo no te la pudiera dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo solo aspiro
a estar contigo en paz y estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
Antonio Gamoneda


Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
Antonio Gamoneda

COSMOS

Todo puede ser posible si la pasión no se deja arrastrar.
Enhorabuena Diego, d
esde el recuerdo de hace quince años.

(...)

Diego Fandos – director.


Cosmos es una película que trata diferentes historias entrelazadas: una es de la de Oihana, la propietaria de un café, una chica muy jovencita; otra es la de Javier Uranga, un señor de cierta edad que es cliente habitual de este café y por otra parte la historia de Iñaki Larrea, que es un empresario que ha estado secuestrado durante 9 meses y luego vuelve a casa. Todos estos personajes son diferentes entre si, pero tienen en común el rasgo de la soledad y esta soledad se va a ir resquebrajando, va a perder cierta solidez bajo el prisma de la mirada de un cosmonauta soviético que está perdido en el espacio.

DE LIBROS Y LECTURAS

(... ante mi personal perspectiva.)

A veces es complicado recomendar un libro, uno en concreto, pero recomendar literatura eso ya es otro cantar. Te sale casi sin querer. No puedes evitarlo. Recomendar a Dostoyevski, Tolstoi, Chéjov, Balzac, Faulkner, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Ana María Matute... sus novelas, sus historias, siempre es inconsciente. Sale aunque no quieras. Ahí están, son los grandes.

El otro día leí cómo alguien comentaba que recomendar como primera lectura una de las novelas de Dostoyevski, Los hermanos Karamazov, era demasiado duro. Y me sorprendió. Yo empecé a ser lectora empedernida a mis 17 años de vida, y comencé precisamente por los rusos. En concreto esa fué mi primera novela. Y ya no pude parar de leer. De querer encontrar entre esas palabras la vida, la comprensión de la vida, esa que empezaba a ser tan dura de roer. No creo que sean novelas difíciles, en absoluto, y en ellas palpita una atracción inevitable. En Ana Karenina, en Crimen y Castigo, en Guerra y Paz... en esas historias está esa posibilidad infinita de ser, la de ser alma. Me dejé atrapar por la vida allí presentida. Por las palabras escritas que hablablan de dolor, de desesperanza, de desencuentros, de la infinita mirada de la soledad y de la incomprensión cuando queremos analizar los hechos del otro. El otro, siempre habitado por el misterio. Eso era la vida, esa humanidad doliente. Y eso sigue siendo aún. También dí con la esperanza, el equilibrio, la mirada serena, la transcendencia y la capacidad para rezar. Me enamoré perdidamente de Constantin Levin. Y aún mantengo la esperanza de encontrarño un día... Quedé para siempre atrapada en la tragedia vivificante de los escritores rusos. Aquella dureza de los acontecimientos que siempre transciende por encima de su valor material, de lo que las cosas en su simple apariencia son. Ahí estaba la vida. La profundidad de cada vida. Esa vida que yo a mis 17 años comenzaba a vislumbrar, a sentir, con toda su infinitud. Con todo su misterio. Y se me daba la posibilidad de la esperanza.

Me sorprendió y me decepcionó este comentario. Y me hice esta pregunta: ¿Es demasiado fuerte para un adolescente la literatura rusa? ¿Ese chico que habita el mundo de hoy? El mundo de hoy es violento, ellos lo ven cada día, pero nosotros nos empeñamos en seguir con algodones. Les estamos negando la capacidad de transcender. A raíz de esto, recuerdo una entrevista de Ana María Matute, en la que decía que hoy a los niños se les ha suprimido la posibilidad de pensar, de atajar por sus propios medios, de buscar salidas. Se les niega la imaginación en aras de unos algodones que harán de ellos unos peleles. Decía algo así como que Walt Disney se había cargado la esencia del cuento, esa capacidad de generar recursos en el niño ante la crueldad, lo inesperado, la incertidumbre y el dolor. Vivir en la incertidumbre es empujar a aprehender la paciencia. Como ahora son todo finales felices, y rapiditos, lo único que les regalamos es la sonrisa tontuna, aquella que no necesita aprehender, asumir, mirar el dolor de frente. Y con ello, les evitamos la dolorosa trayectoria de la transcendencia de las cosas. Les dejamos sin salida, sin el recurso de la riqueza emocional, y ésta, sólo es veraz si ha sido construída por ellos.

Pienso en qué les daremos a leer a nuestros jóvenes, estos que serán los hombres del futuro. Qué es lo que queremos transmitirles. Les estamos negando la realidad , ese saber de la vida como lo que es, una tragedia con tintes de comedia. Se ha de aprender a reir en ella, pero con la risa profunda de quien ha sabido mirar desde lo alto. Para poder reír de veras, quizá se necesite haber caído muy hondo antes, superarse en ese dolor y elevarse por encima de todas esas contrariedades que nos salen al camino. A los desencuentros es mejor mirarlos de frente. De ahí el alto valor que le concedo a la literatura, a todas esas palabras que nos perfilan la miseria humana, y que con su nitidez, hacen posible que podamos elevarnos por encima de ellas. No podemos desestimar su valor, y menos hoy. En un mundo en que los chavales asumen unos contenidos de violencia sin alma, violencia por violencia, aquella que no es capaz de generar compasión, caridad o solidaridad. Simplemente con observar el panorama del cine, los juegos electrónicos y series de TV, podemos ver que los ojos de nuestros hijos pueden estar saturados de una violencia que en sí misma no transciende, que no elabora ninguna alternativa, que no es base para la constucción de ninguna virtud, de ningua mirada elevadora del ser humano. Violencia que no da lugar a las alas de la mirada que se supera, que transciende.

Si creemos que la violencia de los argumentos de algunas novelas son fuertes, tanto como para desaconsejarlas a un chaval, es que no hemos sabido mirar muy bien el mundo de nuestros hijos. Dostoyevsky puede ser un encuentro sorprendente para ellos, sus palabras elevan la mirada por encima del kaos que nos propone. Sus palabras son la humanidad doliente, esa esperanza que no se limita a morir, sin más. Y que es capaz de elevar nuestra mirada por encima de lo vivido, por encima de las mil miradas derrotadas que la vida puede presentar.

La literatura, a ella le debo muchísimo de lo bueno que ahora soy. A ella, y a mis padres. Todo lo bueno que hay en mí me lo prestaron, nada me es propio. La gran literatura sigue ahí, esperando a ser aprehendida por nuestra mirada. Y hacia esos autores, siempre, mi mayor gratitud.

Sólo ellos han podido llegar al nivel de mis padres; esa capacidad de saber ser constructores de mirada.


*Constantin Levin, esta canción es para ti. Sólo la bailaría contigo

CERCANÍA


Me pregunto cuántas veces dejamos sin respuesta a nuestros hijos. Vivimos a carreras, obnuvilados por nuestros intereses más apremiantes, por situaciones que se nos complican, que realmente nos absorven porque son duras y difíciles, y que no han de tener demora para ser resueltas. Y a nuestro lado ellos, en silencio, o haciendo ruido, aunque ya no les oigamos. En medio de todo, están ahí, aunque a veces no podamos sentirlos, de tan embebidos que nos tiene la realidad. Ellos, observadores pertinaces de la realidad, que con su mirada sondean tan bien los adentros de nuestra existencia, quizá quieran preguntar y no lo hacen por miedo a molestar, o porque ya... ya no se sienten cercanos para hacerlo. Total, nadie los va a oír. Hemos dejado que los arrastre el silencio, ese vivir en la no necesidad de preguntar en casa. Abosrovidos por el silencio de casa, se dejan arrastrar por el ruido de la calle.

Me lo he preguntado a mí misma, y querría conocer cuántas veces te dejé sin respuesta, cuantas mi presencia fue de silencio, por la distracción, por el ruido de mi mundo de carreras. Cuántas veces no te oí, atareada como estaba en cosas que, quizá, o casi seguro, no eran tan importantes como tú. Y pienso en los silencios de tu mirada. En cómo se quedarán tus ojos si de nuevo, vuelvo a estar distraída.

Quiero que no me pase, que no me ocurra, que tengas la insistencia suficiente para tirar de mi manga, las veces que sea. Que si un día me preguntas, mi respuesta se quede revoloteando a tu alrededor. Puede que no sea la mejor respuesta, y puede que tampoco esté muy acertada, pero tiene voz. La voz de tu madre; que lo sepas, y que no lo olvides.


PERSPECTIVA



Mirando al futuro encuentro un cambio de perspectiva; te miro y te siento enorme. La soledad convertida en sonido. Y en el fondo de esa mirada, la ilusión del nuevo periodo que comienza, de esas cosas que están por llegar. Algunos proyectos empiezan a tener hueco en el tiempo. Sonrisa espectante. Proyectamos tantas cosas con la mirada, aquí, en este presente. Calibramos el tiempo que nos queda por vivir, lo sentimos nuestro y recolocamos cada una de las horas que nos van a ser dadas.

Hoy ha sido un día completo. Conciliación familiar y profesional; cada vez que oigo esa idea tan utópica sonrío, procuro no dejar de sonreir. Yo sé que otros hilos invisibles la sostienen. A veces, hay coincidencias mágicas: ese enfermar de la peque cuando estoy de descansos, o cuando tengo días libres y le coincide un cumpleaños, o que toca día de no cole en esas tardes que yo me voy al trabajo y llego tan tarde a casa, cuando la peque ya está en los prolegómenos del sueño. Días mágicos. Hilos invisibles. Y toda una carrera de fondo que aún no ha hecho más que comenzar.

Miro al futuro y cambio de perspectiva. La soledad para siempre será sonido. Hoy comienza una nueva andadura en casa de las Gilmore; chicas fantásticas ellas donde las haya. Y sigo proyectando con la mirada, aquí en presente, tus cosas, las mías, y recoloco en medio de la magia todo lo que aún nos queda por vivir. Y me digo a mi misma, bien... bien... nos está saliendo bastante bien. Eres una chica estupenda.




GILMORE SONG
... palabras de Driver.

Hoy , lo he visto. A través de tus largos cabellos lo he visto. En un guiño, tu guiño. Tu escorzo me lo insinuó a la hora del desayuno. Tu falda voló al ir a la escuela. Y voló un buen rato.... Y luego, cuando volvistes, cómo volvistes. Lo rápido que ya te vistes.... Y te adivino sin hablar; hasta calladas nos reímos. A trocitos no me entero, pero si lo junto todo... cabellos, guiños, escorzos, faldas y risas... Entonces sé, que por fin, lo que suena al fondo, es una canción verdadera....
Nuestra canción, hija.

TU PALABRA

Miradas y silencios sostenidos
que no encuentran reposo
en ninguna mirada
ni en palabra inhabitada.

Risas que no nos dicen nada,
extraño en nosotros
esos sonidos que retumban
sin ser entendidos por el alma.

Mi casa habitada por el silencio
y por la sencillez de tu palabra
que sigue teniendo el mismo eco
desde el día en que fue pronunciada.

Silencios que son miradas,
miradas que son silencio.
Y detrás, tan sólo una palabra,
de sencillez arrolladora.

Me gusta tu silencio,
ese, el que habitas con tu mirada.
(...)

WHERE DO THE CHILDREN PLAY?


Cuánto han cambiado los escenarios de nuestra infancia. En los días en que regreso a mi pueblo con la peque, siempre tengo la necesidad de contarle anécdotas en las que le describo ese pueblo en mi infancia. Si me paro a pensar, el cambio ha sido esencial, es otro escenario completamente distinto al que recuerda mi infancia. En aquel entonces, las calles eran nuestras, también los alrededores. Los niños lo habitaban en total libertad, el pueblo entero, cada esquinazo. Horas de bicicleta, de carreras, de juegos por las calles, cualquier calle. Todo él podía ser explorado por los niños en cualquier momento. Libertad. Infancia. Tiempo de infinitos caminos. Imaginación desbordada. Escenario de muchas conquistas y derrotas. Aquel tiempo de la infancia late aún hoy, en cada una de sus aceras, aunque ya no sea la misma acera. Todo ha cambiado, es cierto, pero no lo es menos, que también todo permanece. Aún así, cuando regreso a aunque sé que sigue siendo el mismo pueblo, algo en el alma late y me dice que no, que ha cambiado quizá demasiado. Que ya no se lo puedes regalar a tu hija del mismo modo en que lo viviste, que aquel escenario ya no existe. Ya no es lo mismo, sólo tu puedes sentir la resonancia de aquel tiempo, tú, y tus amigos de la infancia. Quizá tenga que ser así, pero ya no puedes hacer ese regalo. La libertad de las infancias de ahora ya no tiene la infinitud de las de antes. Y esa libertad, esa infinitud del pueblo, quienes lo habitamos, lo sabemos. Y se echa de menos, porque esa libertad, se la quisieras regalar, ya, ahora, a tus hijos.

Libertad para saber de cunetas, callejas y atajos; de lugares misteriosos, historietas y leyendas; de caídas, golpes y heridas. Caídas que nunca contabas. Escenario infinito para saber enfrentarnos al camino. Para saber de nuestro orgullo y volvernos a levantar, así, heridos pero chulitos. Aquella libertad del aire que se respiraba en esa sensación de velocidad, esa que sentías en la cara cuando a volandas casi te dejabas caer por las afueras, allá, en aquella carretera de antaño tan mágica, con tu bicicleta nueva.

(...)

Oh, I know we've come a long way,
We're changing day to day,
But tell me, where do the children play? ...



* Imagen: dibujo de Picasso.

INTUICIÓN

"Nunca se fíen de un hombre o mujer que no tenga imaginación o que no quiera beber".
Ana María Matute.


Y así es. La ausencia de imaginación empobrece cualquier paso. La mirada es opaca, y el camino supongo que muy largo. Peligrosa andadura la de aquella mente férrea, estricta, escrupulosa, firme y poco habitada por la luna. La luna, lunera, cascabelera. O que al menos, sepa sonreir ante ella, aunque no la lleve en la mirada. Ojos de luna. Imaginación, inocencia, restos de infancia. Siempre al lado de todos esos trasgos que viven entre uvas, a lado de esas ondinas infinitas, que nos remueven la mirada, nos la envelesan, hasta hacernos dar con los pies en las nubes. Y el olor del vino. Nunca olvidé a ese Trasgo del Sur. Ni su mirada perdida ante el olor a vino. Ni a esa princesa tontina. Y siempre que estoy en buena compañía, en una terraza, con una cerveza, o un buen vino, y una alegre conversación, profundamente brindo por tí. Y por mis amigos.

Recuerdo un día en una entrevista en que oí que lo que más te hubiera gustado es ver a esa gente que lee en el metro leyendo un libro tuyo. Y yo pensaba, pensaba para mí, lo estupendo que sería conocerte, poderte hacer saber que yo iba a todos los sitios con tu querido Olvidado Rey Gudú, ese que no es tan pequeño... subir y bajar con él en los brazos, en uno de eso veranos de calor, piscina y risas. Y yo quería que me pudieras ver así, con tu libro a todas partes.

Sí, nunca me acercaré a nadie que no tenga imaginación, y que tampoco sepa dejar llevar por las ondulaciones de los Trasgos del Sur. Ni por el olor infinito del vino. Ay, si yo te lo puediera contar...


... Y no, no, jamás nos fiaremos.





De MUÑOZ ROJAS


Hoy, en el blog de Suso, he sabido de la existencia de un nuevo poeta; Jose Antonio Muños Rojas. Suso hacía incapié en su libro “Las cosas del campo”: Curiosa he ido a internet, y he hallado esto. No he podido dejarlo pasar. Y aquí lo cuelgo. Desde aquí, gracias a Suso. No había oído hablar de este autor. Cuánta gente de silencio puede llegar a ser tan inmensa. Espero ya emocionada poder navegar la mirada en su prosa.


Y por mi parte, ahora, voy a seguir buscando las gafas... toda la santa vida buscando las gafas, y así, sin ver.

MAL DÍA

Pues va a ser que sí, que un mal día lo tiene cualquiera, así, sin ton ni son, sin esperarlo, en cualquier parte, en cualquier situación. Cuando menos lo imaginas, zas, va y salta. Así que será mejor dormirlo si es que no puede uno reirlo. Bueno, eso si te dejan dormir... Pero sé que éste no será insalvable. Eso seguro. Siempre que medie la risa. Y es así, contigo. Ya ves. Al final siempre ocurre, resulta que el mérito es de otro, nunca de uno, y sí, el día es malo, pero te veo, y sé que ya sonrío. Y claro que lo sé, claro, que hay días peores, incluso en Africa.

(ainssss)

*el inesperado efecto de una sonrisa (mqm)

Sometimes the system goes on the blink
and the whole thing it turns out.
You might not make it back
and you know that you could be well oh that.
... I'm not wrong


* gracias Alfonso.

MUNDO MARAVILLOSO

El día se termina, punto y final, y ahora por fin puedes escuchar el silencio de una melodía, el infinito de una canción. Hay canciones de silencio, aquellas que te susurran al oído el mérito de lo que hoy te ha tenido tan exhausta. De aquello que hoy has navegado brazada a brazada, sin parar, sabiéndote en armonía con el azul del agua que abrazas. Hoy ha sido un día de esfuerzos, también de contención, y de olvido. En algún instante del día te has dicho a ti misma que ya no puedes más, hasta que por fin, con empeño, has podido llegar a la meta, a esta noche en la que ahora descansas. Y luego ya es el silencio. Y es ausencia. Y permaneces en esa música que te mece el alma. Sabiéndote en ti, como si tú mismas fueras esos acordes, ese ritmo, esa certeza. Todo un mundo. Ese que te habita a escondidas, ese que se queda tan certero, solo, que es posible en instantes como éste que ahora mismo respiras. Tiempo diminuto en el que tu alma late al lado de esa melodía. Melodía de idas y venidas, de contrastes y armonías, de luces y sombras. Y supongo que así es, que así debe ser, que como dice un buen blog, quizá, cada día tenga su melodía. Sólo tienes que salir a su encuentro.
(...)

I see skies of blue and clouds of white
the bright blessed day, the dark sacred night
and I think to myself:
What a wonderful world.



* Sunsi, para ti también esta canción.

(palabras volanderas de Driver)

"Rosas azules,
hoy es el día,
puedes encontrar una rosa azul.
Maravilloso día.


No me hagas preguntas,
no por favor,
sólo veo colores,
hoy no tengo ni una respuesta
para tí, para mí.
Sé que tienes tus sueños, sí.
Unos sueños claros que se elevan.


Rosas azules,
hoy es el día,
puedes encontrar una rosa azul.
Maravilloso día.


... y escuchar una canción."