NO PIERDAS NUNCA ESE HILO.




Nos hemos saltado el ritmo, ya no vamos con la sintonía del mundo. Nuestro tiempo es lento, es de ganchillo e hilos. Como tú misma dices, estamos metidas en la labores de los antiguos. Incluso a mis dedos les cuesta hoy escribir al ritmo que tenían memorizado porque se sienten en otro tiempo; tan pegado tienen hoy el paso del hilo y el giro de su ganchillo. 

Nos hemos saltado la rutina de los días. Hemos dormido a pierna suelta, nos hemos levantado, desayunado y recogido el pelo en una coleta; caminamos descalzas por la casa con la camisola arrugada, el gesto fresco y hemos decidido que el tiempo le pertenece a este nuevo ritmo. Yo me hago café, tú preparas tus cereales. Entre pequeños gestos y miradas acompasadas, esa verdad que siempre se esconde en el alma se ha negado a ser asaltada por la rapidez de las idas y venidas. Ha sido precisamente ella, el alma,  la que se ha impuesto. Tiempo de pausa. Tú enciendes la radio. Hoy toca enhebrar los hilos antiguos, buscar los nuevos y reconocer cada uno de los cabos sueltos que se olvidaron por el sendero de la prisa, la eficacia y la rentabilidad. Estos días todo puede esperar. Así de simple.

Nada de lo que es importante será tenido en cuenta en este tiempo de exilio. Eso no le resta importancia, pero la necesidad apremia. Y la necesidad va por otros derroteros. Nos hemos bajado del mundo; bueno, más bien yo he bajado, a ella la he agarrado de la mano y la he obligado a bajar conmigo. No lo ha hecho del todo conforme, pero ha comprendido que no le queda otra opción más que acompañarme en una nueva rutina que a priori no ha buscado conscientemente. Lo cierto es que tampoco yo se la he explicado, pero ahí estamos. No hay ordenador, teléfonos, televisión ni videojuegos. Se acabó la desconexión conectada. Hoy, comeremos lo que salga. Nada está previsto. Y... voilá!!!! La magia no se ha hecho esperar.

Todo ha cambiado; el escenario y las circunstancias. No hay quejas, riñas, idas, venidas, sube, baja, tira, afloja, ahora corre... ahora más, más deprisa. No, ya no hay carreras. Lo que importa ya no es tan necesario. Se impone la calma; era eso. Era eso lo que más necesitábamos, la calma. Ya no hay lugar para los malentendidos, contradicciones y rechazos.

Ahora es el  tiempo de lo lento, de lo aparentemente intranscendente: tiempo de labores de ganchillo al son de la conversación, de alguna que otra risa, y de mucha concentración. Se concentra el alma al rozar el hilo, en cada giro del ganchillo, en cada palito y cadeneta, al ritmo de la cadencia con que el alma se embelesa mirando cómo va el hilo. Entonces, ¡cómo viaja el alma! Era eso lo que nos faltaba; la calma, la pausa acompañada de quien concentrado, hila hilos y habla.

_Tres cadenetas, cuatro palitos, le doy la vuelta... _ Ahí estás, pensando en alto. Y luego paras, y te quedas pensando, y vuelves a hablar _ Oye mamá, ¿y a tí también te enseñaba así la abuela?... Ay, mira, ya se ve el dibujo... sí mamá, ya se ve, y la flor...Y oye, y si ponemos una tienda como la que dices que tenía la abuela, ¿eh?, sí, sí, sí, porfa... este verano. Y hacemos muchas labores._ Me explicas tus proyectos, tus ilusiones y tus amores mientras charlas y yo me dejo contagiar por todos los pequeños tesoros de los que está hecha tu vida. Me haga consciente de cada una de tus necesidades no intuídas, de tus querencias y carencias; de los deseos de tu mirada no tan niña, pero aún niña. _¡Sería genial!, ¿verdad? _ te contesto. Y al son de los hilos nos dejamos llevar a mundos inventados, aprendemos a sacar la cosas del ahora, las de adentro y las de fuera; aprendemos a parar el tiempo, para que sea nuestro, sólo nuestro. Porque necesitamos esa pertenencia genuina para poder respirar acompasadamente, sin retortijones, sin retorcimientos. Necesitamos respirar hondamente, ser un yo concreto, preciso. Un  yo-verdad que se perfila y descubre mientras vas de hilo en hilo, de pensamiento en pensamiento, de sueño en sueño...

Comemos alegremente y regresamos a la sala. Toca un rato de lectura, también de mirar el techo, así, tal como estás, ausente y patas arriba; observo sin que te des cuenta todos tus movimientos, pues me piensas concentrada totalmente en mis hilos, pero no, mi pensamiento está en ti. La labor sale mágicamente sola. Luego nos animamos a dar un paseo, nos hemos acordado de comprar una lechuga y el pan, también unos hilos de colores y hasta  nos hemos regalado unos cuadernos de dibujo y unos bolígrafos de colores insólitos.

Han sido horas de desconexión en las que invisiblemente se han ido cosiendo los remiendos deshilachados del alma, de cada una de nuestras almas. ¡Qué necesaria es esa pausa que parece no tener objeto! Vuela el alma, vuela, en esa nada hecha giros en la mirada, seas alma adulta o niña. En ese ir y venir de los hilos encontrarás un horizonte qu eviene del pasado, que va hacia el futuro, un alma que se reinventa. Calma. Es el remiendo de lo olvidado, de los agujeros por los que se escapaba el tiempo sin apenas percibir que era por ahí por donde se estaba perdiendo el propio sonido.

Queda aún mucho camino por recorrer, quedarán aún muchos remiendos por descubrir, tendrás que aprender a hilar sola... porque no se puede vivir con trozos de alma, con el alma rota en pedazos inconexos. Los adolescentes habitan un alma así, entre rota y soberbia; sin la cohesión del equilibrio. Y no hay proyecto que se salve sin él. Algo me susurraba que en tu pequeña madurez, tú, estabas como así...  perdiendo el hilo. Porque ya no eres tan niña, y porque has de encontrar en tu tiempo tus propios hilos. Ahora empiezas. Ahora ya sé que era verdad lo que tan solo parecía intuición, esa necesidad tuya de esta soledad tuya y mía, única, que el año nos había robado. Mi cansancio, mis carreras y mi día a día no te oían. Lo siento, Diminuta, lo siento mucho.

_Nuestros hijos llevan en su alma los remiendos no atendidos de la nuestra. Nuestra imperfección les construye. Habremos de ser cautos para saber frenar el ritmo de los días y descubrir qué hilos hemos perdido, qué hilo no les hemos acercado y encontrarlo, sujetar con ellos firme la esperanza, la seguridad, la sonrisa..._ Pienso y y me digo mientras los hilos se mueven entre mis manos

Te quiero Diminuta; no me juzgues nunca por los descosidos de mi imperfección, si no por los hilos que busqué en la esperanza de poder remendar aquello que no me salió bien. Y si algo que a tí no te salió, buscaremos el hilo perdido. No lo dudes.  En mi mano siempre habrá un hilo que te espera, un hilo que nunca será invisible. Será como el que has descubierto estos días; alegre, chispeante e irrompible. No pierdas nunca ese hilo.

PAUSA



Imaginación. Yo también la quise, en la mirada, en todo aquello que me dolía, en el segundo de mi tiempo en que la caída ya se percibía inevitable. Hubiera querido imaginar que todo lo que se intuía era una invención, que nada era real, que lo que se le estaba imponiendo a mi alma al final no sucedería. Pero sucedió. Y lo hizo con estrépito emocional, a pesar de ese semblante tranquilo, suave y silencioso. El dolor siempre es un contenido íntimo. Entonces busqué otra melodía en la que entretenerme, pero mi canción seguía viva ahí; tremendamente sonora y real. La barca que nunca naufraga no habría de ser la mía. Yo era un Titanic lleno de ilusión, magnanimidad, sentimiento y presencia de futuro. El futuro nunca llegó. La imaginación hubiera sido la posibilidad de poder volar lejos de ese tiempo propio, de los segundos que componían un todo de dolor. Pero la vida es así; y ese todo no podía ser apartado. Terca, inteligente y misteriosa, la vida se impuso con su realidad. No me concedió ni un instante de evasión, esa vía de escape que a ratos sería consuelo; la imaginación.

Tiempo. Segundos, minutos horas y días. Hoy ha regresado. Me siento a reposar las heridas y a mecerme en mi reencuentro. Estoy a mil estaciones de distancia de aquella otra que me vio partir. Me pesan aún los que se quedaron atrás, lo que se hundió con estruendo; pero mi temperamento no me permite quedarme a un lado, parar, apartarme o lamentarme. Acepto que cada cual es responsable del cada qué de su tiempo. Y el mío... el mío ha devenido irremediablemente hasta aquí. Y hoy por fin, ya puedo imaginar. Proyectar, Saldar mis deudas.

Qué incomprensible es la vida, me digo, y en ciertos segundos, incluso dudo de mi presencia. Pero es lo que hay. No me voy a engañar. Pongo y propongo todo mi empeño en nuevos proyectos. Mientras, aprovecho para que el viento de hoy me despeine un rato, me dé en toda la cara y me haga sonreir mientras invento lo que aún está por llegar. Hoy sí; imaginación. Y futuro; si Dios quiere.