EL RUIDO Y EL MUNDO.

El mundo puede cambiar en un día. En el transcurso de una semana puedes mirar a tu alrededor y no reconocer ya tu vida ni escenario alguno. Conviene no olvidarlo. No por la necesidad que tiene el pesimista de no alegrarse vaya a ser que vengan mal dadas, sino por la necesidad de ser realista, de confirmar que la vida tiene sus momentos, sus escenarios, sus devenires, en los que ni somos ajenos, ni somos incompetentes. Hemos de ser conscientes de que todo cambia, y de que en ese cambio, tenemos pasos dados o pasos por dar. Que nada ocurre al azar, al menos nada que sea relevante. Y sobretodo, hemos de recordar que siempre hay algo a lo que estamos obligados por el hecho de ser ciudadanos, personas que viven sociedad y que como tal, le preocupan sus deficiencias.

Conviene mirar a lo que nos rodea, preocuparnos por las cosas que hacen ruido a nuestro alrededor aunque tengamos la firme convicción de que no van con nosotros, incluso a pesar de que aunque quisiéramos, nada podríamos mejorar. Creo firmemente que siempre hay algo que hacer, algo que no se reduzca a nuestro inmediato radio.

El mundo late, y lo hace constantemente. Permanece en continuo cambio aunque nos parezca imperceptible, aunque tengamos esta seguridad de que siempre será así, de que lo vamos a poder manterner igual. La vida en un instante, puede dejar el escenario de tu tiempo patas arriba.

Pienso en lo que puede cambiar una vida en ese instante. También un país, la idiosincrasia de sus gentes, y el escenario al que normalmente se había dado por hecho. También pienso en lo que podemos cambiar como personas si los parámetros de nuestro escenario de repente dan la vuelta y ya no somos esas personas dignas, con un traje limpio y la barriga llena. La Historia tiene episodios lamentables que nos lo hacen evidente; todo, casi todo, se puede perder. Nosotros no nos diferenciamos de las personas que entonces lo vivieron, no somos ni mejores ni peores, nada original nos identifica como grupo. Lo digo por si creemos que vamos a ser más listos, más cultos y mejores personas en igual escenario.

Cuando observas el latido del mundo, el ritmo del escenario en el que vives, y la locura en la que nos podemos meter insensatamente, es cierto que no sabes muy bien en qué lugar posar tu grano de arena; lo que está perfectamente claro es que no te puedes quedar mirando, haciendo de tu vida un ombligo insensible a la realidad. Hoy el escenario tiene un latido en alerta, y nosotros, cada uno, somos ineludiblemente parte de ese latido. Y miedo me da... que nos quedemos mirando para un laurel. Son tantas las cosas que damos por seguras y tan rematadamente egoístas e ignorantes, que no sé. No sé si vamos a saber movernos en la próxima ronda. No es cuestión de ruido. Es más un quehacer silencioso del que pocas veces se habla. A menudo hemos visto que el  ruido casi nunca soluciona nada.