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"El abogado pensó que saberlo no importaba, la mayoría sabía que cualquier medida realmente nueva que imaginara un presidente sería cercenada por bancos, medios, directivas europeas, grandes empresas. La pregunta que solía hacer la gente era por qué aun conociendo el mal no reaccionamos. Pero algunos sí reaccionan, algunos se rebelan. La pregunta no es siquiera por qué tan pocos, sino más bien qué han visto esos pocos o qué les mueve." Belen Gopegui.




Leer a Belén Gopegui siempre es acceder a algo inesperado. Siempre me encuentro que hay más en sus libros de lo que esperaba encontrar, y eso que  siempre espero mucho de esta autora. Y siempre, siempre me encuentro más. Encontrar el verdadero acierto en sus personajes, en los espacios que habitan, en la trama que conjugan, es siempre un reto. Llevaba leído más de la mitad, y ya no pude dejar de leer. Me dieron las tres de la madrugada. Los personajes aún no han dejado de vagar por mi pensamiento. Su vulnerabilidad y su valentía, aún están en mi cabeza. Lo cierto es que no pude evitar llorar, llorar con una avidez que no iba a encontrar consuelo. Aún no lo hay, para esta historia no, esto es también cierto.

Es lo que tienen algunos personajes, que se te meten muy adentro, que los llevas contigo y de vez en cuando los interrogas mientras vas dando pasos en tu escenario. Sí, claro, por eso a veces estoy así, como en la luna... Hablas con ellos, y les cuestionas su historia, el por qué de sus sentimientos, el cómo de sus acciones, y el fin de su trayecto por la historia. También lloras su dolor, su soledad. Yo aún converso con Eduardo, el abogado... No he conseguido desprenderme de su carisma, la verdad, tampoco de su dolor. Y me confieso totalmente vulnerable ante su valentía. Eres mucho, esa es la verdad, Eduardo, pero eso tú ya lo sabes porque te lo he dicho ya muchas veces... _Sí, la lectura nos quita un poco de cordura, lo sé_.

Los escenarios de la soledad son infinitos, y también su presencia. La historia de Gopegui es la narración y el encuentro de diferentes soledades. Quizá sea la soledad la que consigue esa confianza tan plena que se da entre los personajes, personajes que sin conocerse, confían plenamente entre sí. Cada uno habita su soledad, su vulnerabilidad, su silencio. La soledad del desarraigo; esa necesidad de quedarse sólo para no preocupar a los demás. Soledad que es miedo sin consuelo. También, la soledad silenciosa del que ama, del que está dispuesto a dar sin poner un balance a sus sentimientos, sin esperar nada, porque de lo contrario, desaparecería el pulso de lo único que tiene verdadero sentido; el otro. También, la soledad de la víctima que no sabe desasirse de su verdugo, que es impotente ante quien está dispuesto a convertir sus días en angustia. Y envolviendo todo, la soledad más absoluta, esa tan magna que siempre acompaña a quien tiene poder. 

Todas esas soledades van a encontrar un punto de encuentro, y ese punto de encuentro, será lo que haga moverse a los personajes, que avance la historia. Una historia que habla de inconformismo, de la confianza que surge entre unos desconocidos, de las soledad del poder, de la traición, y por encima de todo, del factor humano. La clave de toda historia está siempre en los personajes que la tejen, en su disponibilidad a dejar su vulnerabilidad en las manos del otro. Una historia que entre la realidad política y los escenarios de la informática, habla de lo cómodos que somos, y del miedo exhacerbado que tenemos a sentirnos vulnerables. Es lo que tiene la vida cómoda, que nos silencia comos sujetos para convertirnos en simples espectadores. Pero siempre hay historias que nos hacen despertar. Esta, sin duda, es una de ellas.

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