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DECIR MADRE.





 Fuente de la fotografía; @NatGeoSpa

Este niño iraquí perdió a su madre. La dibujó en el suelo y duerme por la noche junto a ella. Hablar de ser madre es un infinito inalcanzable. Qué misterio tan enorme se encuentra en cada uno de los momentos de la  vida en los que hemos gritado: ¡mamá! Y la seguirás llamando aun cuando ella ya no te pueda contestar. Gracias madre, por todo eso tan grande que has metido en tan sólo cuatro palabras; MAMÁ..

Feliz día a todas las madres que son presencia, que han llenado la vida de sus hijos con su silueta, su mirada, sus gestos; que han llenado de contenido el tiempo cuando ni siquiera ese tiempo existía. ORACION  también por las madres que no tuvieron oportunidad de llenar esa palabras que son pura presencia. También por sus hijos.

Decir madre es un misterio, se mire por donde se mire. Se intuye aunque te pases por su presencia o no-presencia durante tan sólo un segundo. GRACIAS MAMÁ.





Este es mi escondite de niño. 
Aquí puedo decirte mamá, que me he encontrado con la mano asiendo el aire y mirando hacia arriba sin ver más que nubes. 
Aquí te quiero decir mamá, que el adorarte no era obedecerte sin más. 
Aquí puedo decirte, mamá, que me arrepiento del tiempo que no te di. 
Aquí te confieso mamá, que soy como tú me hiciste. 
Aquí te suplico mamá que vivas para siempre. 
Aquí te juro mamá que siempre te he amado. 
Aquí te agradezco mamá tu alejamiento tan cercano a mi. 
Aquí te aseguro mamá, que siempre me has ayudado. 
No te pido que vuelvas, porque nunca te has ido. 
No te dibujaré a ti para que nadie sepa nuestro secreto. 
Señalaré tu esencia en el aire, y te besaré. 
Acurrucaré lo que soy en tu pecho. 
Dúrame siempre aunque parezcas ausente. 
Yo haré que sientas el amor de esta pequeñita obra tuya. 
(Juanpe) 


(Y esta magnífica canción la dejó Sese cuando pasó por aquí.)


GRACIAS :))))

DE REGRESO.











El hombre se inventa un programa de vida, una figura estática de ser, que responde satisfactoriamente a las dificultades que la circunstancia le plantea. Ensaya esa figura de vida, intenta realizar ese personaje imaginario que ha resuelto ser. Se embarca ilusionado en ese ensayo y hace a fondo la experiencia de él. Esto quiere decir que llega a creer profundamente que ese personaje es su verdadero ser. ORTEGA Y GASSET.

Es el momento, ya no queda otra que volver a tocar el suelo de la realidad; admitir el kilómetro cero que es una nueva andadura, una nueva programación, un diferente caminar aunque en esencia se camine igual. El otoño siempre es inicio de año en mi tiempo, pero este actual lo es de manera especial. Se cierra un ciclo y se abre otro. Comienza una nueva etapa que tiene la emoción de las cosas que están por estrenar y la incertidumbre que es poner el pie en un camino desconocido. Toca sentarse a diseccionar la realidad. A repensar los proyectos, a no divagar.

Se termina permanecer en el aire, en lecturas y sonidos que nos elevaban por encima de lo cotidiano aunque lo cotidiano haya seguido siendo labor. La inconsistencia no habitaba tanto en los hechos como en el pensamiento; ese dejarse volar sin afrontar lo rotundo que tiene el alma cuando se siente de vacaciones. El dejarse acunar por una rutina amable, de sonido cascabelero y con reminiscencias sólo de presente, risas, idas y venidas, sin más objeto que disfrutar. Hoy ya toca regresar. Se acabaron las vacaciones.

Hoy _por fin_ me coloco firme pies en tierra. Mi presente ha de conjugarse y obligarse a mirar al futuro. He de proyectar mi mirada en pilares que construyan lo no habitado aún. Se acaba la levedad del ser, la no rentabilidad de los hechos y la necesidad de no despertar.

... Y parece que lo he hecho animadamente. Con ganas de participar en un presente activo que me haga dar pasos con un futuro posible. Todo ello sin perder la conciencia de que de mi no todo dependerá, aunque es bien cierto que ello no le quite pizca a la seguridad que me inunda. Al final todo sale como tiene que salir, aunque no siempre coincide con lo que se tenía pensado.

Bienvenido sea este otoño, y también el kilómetro cero en el que me he ido a colocar. Estamos de regreso y hago mi propuesta... que luego la Vida dirá.

UN VERANO MEMORABLE Y OTRAS HISTORIAS.



Ed. menoscuarto.






"Algo excepcional sucede siempre, en un abrir y cerrar de ojos, algo que casi no da tiempo a presenciar o que permanece invisible..." Antonio Muñoz Molina.


¡Qué sería de nosotros si no nos saliesen al paso las pequeñas cosas! En esas temporadas de prisas, agobios, desorden y poco concierto de vez en cuando hay que parar. Pero no siempre sabemos. Sólo somos capaces de sentir la desorientación, el mundo vertiginoso, sin saber en qué terminará todo ese desencuentro; como si ese escenario que habitas fuera un barco inestable en plena tormenta al que no le queda más alternativa que naufragar. Hasta que en un momento dado das con una diminuta realidad, una historia, un detalle que te hace parar en seco. Si yo tuviera que definir este libro lo haría así; la narración de aquello que siendo parte de ti no alcanzarías jamás a contarte. Ese algo que parece no existir aun cuando es tu sombra a lo largo de las horas de tu vida. Todo está aunque tú no lo sepas nombrar.

El universo del relato corto es sólo el brillo de lo que está por ser identificado. Todo aquello que te habita pero que no puede decirse es siempre un pequeño relato; eso que no puede ser sacado a la luz nada más que como un brillo. Narraciones de silencios, de verdad, íntimos; escondidos sentimientos que no encuentran la palabra exacta porque en verdad no existe palabra que los sostenga. La palabra perdida... ¡Qué sería de nosotros sin las  pequeñas historias!

Hacía tiempo que lo había leído. Su profundidad y la huella que han dejado en mi esos relatos no son fáciles de acotar, de limitar, de describir con un "esto era aquello". El otro día, reordenando libros, lo volví a tocar. Hay libros que son el inicio de un mundo, de una comunicación inesperada que reordenará tu mirada. Así son estos relatos de Mario Lacruz; el silencio que encuentra la palabra exacta para decir aquello que tú jamás sabrías nombrar. Y al lado de las palabras, el mundo se hace siempre más habitable. El discurrir de los días vuelve de nuevo a estar mejor dibujado.

ETERNIDAD.








 "Escribir es prolongar el tiempo, dividirlo en partículas de segundos, dando a cada una de ellas una vida insustituible." Clarice Lispector.




Toca entonces recogerse en el silencio. Me pregunto qué es cercano, qué es lejano. A dónde van a parar los sentimientos, las palabras, los trozos de verdad que no tuvieron lugar. El silencio a veces es demasiado evocador, pero claro, cuando sucede no sabes. Como tampoco sabes que esa será la última conversación, y luego cuando la recuerdas, crees que ahi había algo. Algo esencial que no fuiste capaz de ver, aunque eso sí, te quedaste con los ojos. No puedes olvidar los ojos. Ni el gesto. Pero no tienes ni idea,  no sabíass que el tiempo podía caer así, tan de golpe. Que podía no existir ya más el tiempo. Claro, necesariamente ha de ser así, de lo contrario, sería imposible vivir. Pero la imagen vuelve una y otra vez a tu recuerdo. Te quedas entonces en ese silencio, y en la oración. Esa oración, la que es Verdad, la que necesitas dejar alta y clara para no caer del todo. Porque te caes, eso lo sabes bien aunque no se note, te caes cuando un golpe certero se lleva los ojos de los amigos que habitaron tu infancia y te haces consciente de que la vida a partir de hoy, será ya diferente, que ya nadie recordará... Yo sí, lo recuerdo. Aún hoy me acuerdo. No puedo imaginar tus ojos cerrados y es en ese instante en que me dicen que tu ojos rozan la eternidad, cuando los míos no saben muy bien en donde posarse, y el corazón late incrédulo. Tendría que haber sido sólo una confusión, pero no, era verdad. Hoy mi palabra te recuerda. Descansa en Paz.


La niña que iba correteando detrás de una pelota, observa a su amiguito hacer un agujero en la tierra. Se para a su lado y le pregunta.
_ ¿Por qué haces un agujero en la tierra tan grande?
_ Porque estoy haciendo una trampa gigantesca para que se caigan las niñas_ Le contesta, mientras con sus manitas no deja de sacar tierra de un agujero.
_ ¿Y a dónde iremos por ese agujero?
_ No lo sé, se caerán en ella todas las niñas, pero tú no te caerás.
_ Ah...
Y la niña vuelve a sus carreras detrás de la pelota sin preguntarse nada y con ganas de jugar, se sube al tiovivo.

**Conversación entre un niño y una niña de 4 años.

PRIMERA PARADA

La necesidad de lo eterno. Saber que nada se pierde; que esto que puedes tocar con tus manos hoy no será perdido para siempre. Ocurrió en la primera curva del camino, poco después de haber puesto en marcha el coche. Aparqué en un recodo de la carretera protegido por un árbol. Toqué la corteza rugosa de su presencia, y la quise firme en cada uno de mis días. Me apoyé sobre el coche, y su tacto me dio la seguridad de que todo se queda siempre. Que hay presencias eternas que te rozarán siempre el alma cada vez que el aire venga a mover tu pelo. Nada se pierde nunca, nada. Nunca la vida se pierde, nunca el tiempo es perdido; hay presencias que estarán siempre a tu lado.
* Para Lisset.


QUERER.

No sabría por dónde empezar, no sabría como agradecer todo lo que me ha sido dado de la mano de mis padres. Su presencia, cada uno de sus gestos ha ido a convertir mi mundo en un escenario más habitable, más cómodo, más feliz y sonriente. Lo han hecho cuando estaban delante y, sorprendentemente, también cuando no na estado. Esto último es lo que me desborda; que hasta cuando no se nota su presencia física, sabes que te siguen cuidando. De ello he sido consciente muchas veces ya, y me he preguntado cuántas veces más me habrán cuidado sin sentir yo que eran ellos los que estaban sujetándolo todo, como pilares indestructibles detrás de muchas de las cosas buenas que mi vida ha tenido. Porque son muchas cosas siempre, las que se quedan sin saber cuando una persona te quiere de verdad. Te quiere y está. Y de la mayoría de lo que hace por ti, ni te enteras ni quizá te enteres jamás.

El otro día en unos aparcamientos mi coche se petó. Sonaba la cosa a que pudiera haber fallado la batería, peeeeero... mis conocimientos mecánicos son nulos. Como quedaba muy bien aparcado, decidí que lo mejor era dejarlo allí. Nos bajamos del coche y fuimos a avisar a seguridad por si había algún problema en dejarlo hasta mañana por la tarde en que yo ya podría llamar al taller. Me dijeron que no había problema, así que nos volvimos a casa dando un paseo; hacía una tarde-noche preciosa. Por la noche, antes de ir a la cama, llamé a mis padres, y claro, salió a la palestra el suceso, porque de primeras estaba un poco agobiada por si se petaba para siempre, pero no, mi padre me dijo que por lo que contaba, podría ser de la batería casi seguro. Y así quedó la cosa; que yo llamaría al garage al día siguiente, y que quizá se acercaran ellos a pasar la tarde con nosotras. Mis padres no viven en mi misma ciudad.

Por la mañana, mientras estaba en mi trabajo, recibí una llamada, era de nuevo mi padre. Me decía que ya tenía el coche en el garaje. Pregunté si en el de siempre. Me dijo_ No, no, en el garaje de tu casa. Así que no te preocupes, era la batería, un cable_ dijo. _Ahora ya lo tienes listo_ .

A mí se me puso un nudo en la garganta porque sentí todo, TODO, lo que han hecho por mí a lo largo de todita, TODITA mi vida. Y pensé en todo esto que pienso ahora, en la invisibilidad del cariño, en cómo alguien cuando te quiere, te está queriendo. Que no hay más. Que dan igual tus desvaríos, tus desencuentros o tus fracasos. Para ellos eres y punto. Y claro, al colgar casi me pongo a llorar, porque sí, soy un excelente emoticono. Incluso un compañero me preguntó si ocurría algo al ver mi gesto por culpa de un nudísimo que sentía en las mismita garganta.

Y si miro y remiro a lo largo de mi vida las cosas buenas que tengo, esas que hacen de mi mundo una vida más fácil y alegre, si las analizo bien, incluso en la más alejada de la presencia de mis padres, encuentro un rastro de esa sombra que es su sombra de gigantes.

De esto ya he hablado muchas veces, sé que me repito, pero hoy me apetece volverlo a traer aquí. Con gratitud  por la magia de su presencia cada vez que los veo llegar a mi casa, habitarla, llegar a ella con esa confianza casi como de niños; sonrientes y cascabeleros. Me gusta su mirada alegre cada vez que me encuentro con ellos. Me contagia su presencia sonora cuando asoman por la puerta, cuando se presentan por sorpresa; es entonces cuando mejor sientes que aún  tienes la fortuna de ser hija, y lo sientes con deleite infantil, dando gracias porque aún late con fuerza la niña que todavía eres. Ante su presencia sabes que no se ha perdido nada, nada, aún. Sale entonces la gratitud a borbotones, tanta, que tu semblante cambia porque no aguanta tanta. Y lloras... sí, lloras. Lloras porque al lado de todo esto está tu miedo infantil, tu miedo a perder aquello que es todo tu mundo. Eso que te ha dado alas, eso que aún te sostiene. Y te sabes entonces esa niña que reconoces cuando tienes miedo, cuando estás alegre, cuando lloras... esa niña que lo único que quiere es ir a casa, a la casa de sus padres.

Cuidar, querer, gastar el tiempo en las cosas de otros, estar atento, dejar lo tuyo por lo de los demás, atender sonriente cualquier contrariedad; eso SON mis padres. Y no podía por menos que contarlo aquí... y allí, y en el otro lado, cual niña saltarina y alegre, mientras pienso en las cosas ricas que voy a hacer porque van a venir a pasar el fin de semana...

INVISIBILIDAD.






Ese minuto de consciencia en el que no sabes muy bien a dónde ir a recostarte,
en el que tu alma habita sola y no sabe cómo acariciar lo percibido.
Luz y dolor.
Un instante de incertidumbre, de soledad, de silencio.
Allí tu alma invisible.
Y el azul del universo, todo en silencio.

TAN SOLO UNA TARDE.

Y si estuvieras aquí conmigo esta noche, yo sería feliz y tú lo sabes. Estaría mejor también la luna, ahora más pequeña que nunca. Se quedaría a un lado también la nostalgia que desde lejos regresa para llevarme. De nuestro amor sólo queda  un rastro que el tiempo borrará. Nada sobrevivirá. No te olvides de cada una de mis costumbres,de mis gestos, de la forma de mis manos. Estuvimos juntos y no es un pequeño detalle. No te olvides nunca de mi, de esta historia que no ha sido escrita. A veces todo se consuma un poco, y sin preaviso se vá. No te olvides nunca de mí... mañana.

HILOS INVISIBLES

... esos que nadie ve. Ni siquiera uno mismo. Y sin embargo están, ahí, firmes, inquebrantables, y afianzando nuestra vida.



*gracias Lisset.

PARADOJA



A veces, no rendirse es necesariamente eso: una bandera blanca.
Y seguir con todas tus naves hundidas, una manera de triunfar.
El ruido que te rodea, es la paradoja.


SIGUE SIENDO VERANO...

No tengo un plan trazado, ni he imaginado nunca una trayectoria con una meta. A veces creo que necesito la inseguridad y la indecisión, como otros precisan de seguridad y certidumbres. Y por eso espero. Espero.
Javier Marías.

(...)

Nada tenqo que contar, aunque sé que me queda todo por decir. Ha sido un año de blog, ha sido estupendo. Hoy, mi mente está en blanco. Mi mirada perdida, aún está por ser encontrada. Ya se verá. A la vuelta, ya se verá, en qué ha ido a posarse este tiempo de verano. De momento, me recojo en mi tiempo, descanso en el olvido, y también, en todos los sonidos que sostienen mis recuerdos. A la vera de un río, sin destino, me he ido a quedar. Y espero... mientras me pierdo en el sonido del agua y me dejo arrastrar por la infinitud de su cauce.

Os dejo una sonrisa.





** Gracias NoSurrender.

EL JARDINERO FIEL

... SI ESTÁS AL LADO DE ALGUIEN QUE NO TE HACE MEJOR PERSONA, ESTÁS AMANDO A LA PERSONA EQUIVOCADA.
 

El jardinero fiel narra la historia de Justin Quayle, un diplomático británico enamorado de las plantas por encima de su trabajo. Justin es un hombre un tanto retraído pero complaciente que a pesar de creer mucho en sus ideales, poco hace por revelarse contra su monótona e hipócrita vida laboral. A lo largo del film el personaje evoluciona de una manera espectacular. Rompe con toda su vida y con toda su cobardía para descubrir quién es el autor del asesinato de su querida mujer Tessa. 


Es una historia de amor inmensa, pero por encima de ella, está el dolor de Africa: el continente de silencio. Para mí África es algo especial. Nunca la he pisado, pero cuando veo sus paisajes en el cine, o en cualquier reportaje, siento que en cada uno de sus colores, en su cielo y en su tierra, hay algo que me emociona visiblemente. Y sin embargo, nunca, nunca, mis pies han estado en suelo africano. Y si por unos instantes, a lo que se enfrenta mi mirada es a unos ojos de infancia africana, entonces el silencio se queda en nada y el alma llora. Inevitablemente. Qué poco valen tantas vidas inocentes. Este es el duro transfondo de la película; denunciar la idea de que para proteger nuestro cómodo mundo hemos de pasar por la compra de muchos seres inocentes a un precio irrisorio. No es la primera vez que hablo de esta película, y supongo que tampoco será la última. Me encantan los colores de África, el modo en como la cámara va a posarse sobre cada una de ellos, y también, en cómo es capaz de recoger la complicidad que existe entre Tessa y Justin; una Tessa apasionada y vital al lado de la diplomacia y ensimismamiento que es Justin. Y de fondo, el sonido de África, su latido, que convertirá una historia de amor, en una razón de justicia para la humanidad. La humanidad doliente que es África; esa gran desconocida.


La película se rodó en los poblados de chabolas de Kibera y Loiyangalani, en Kenia. Las condiciones de pobreza del lugar llegaron a afectar de tal modo a los participantes en el filme que estos crearon una organización llamada, Constant Gardener Trust, para ofrecer educación básica en esos poblados. Weisz, Fiennes y Le Carré son patronos de la fundación. La novela estaría inspirada en unos hechos reales: unos ensayos ilegales llevados a cabo en niños nigerianos por empresas farmacéuticas en 1996. África no es una invención, y tampoco puede ser considerada un laboratorio. África es el dolor y la miseria de muchos millones de seres humanos.

** Esta entrada es un recuerdo hacia las personas que como Blanca (Malí), permanecen en el continente negro y dejan allí la esperanza que su sola presencia ya es. Personas que en en el futuro de su recuerdo, serán siempre la candela de luz que hoy son. Lo que tú has dejado allí, Blanca, crecerá, continuará, y en ello habitará la mirada infinita de tus ojos. Al lado de personas como tú, uno se siente bastante insignificante, esa es la verdad, pero también orgulloso de haber coincidido contigo. Y uno piensa también, en cuántas veces hemos permanecido perdidos, con nuestra comodidad a cuestas. A veces lloramos por auténticas ridiculeces, y eso, tarde o temprano, se sabe. Y pesa, pesa mucho. Gracias por tu candela.

MEMORIA HABITADA


Hay canciones que en cada frase tienen la fotografía de un recuerdo. No tienen orden cronológico. Surgen y se van sin orden ni concierto. La cronología de tu vida permanece en esas notas, en la letra de esa canción que suena: permanece desordenada, en instantes y momentos sin relación. Y con ellos, vibra el alma; eso que late rotundamente en el recuerdo, que se convierte en fotografía.

A veces, ante una canción te encuentras los ojos de aquella joven que todavía siguen siendo los tuyos; no están perdidos. Y sabes que aún miran con la insistencia que en otro tiempo los habitaba día sí y día también. Ojos intemperantes a pesar de que la vida ha tenido sus pausas, sus guiones desafortunados, y más de un desencuentro inesperado. Así todo, tu pasado está atrás, tu tiempo sigue siendo presente. Guardas muchas cosas en lo profundo de tu recuerdo, en el pensamiento, en la mirada. Recuerdos que se transforman en fotografía, en trozos de realidad, cuando oyes algunas canciones. A veces sucede.

Y lo sabes. Sabes que nunca vas a cambiar. Que siempre es tarde para cambiar. Sabes bien que lo que empieza se nos escapa, pero que nunca, nunca, habitará el olvido. Sabes que tu mirada siempre se recuesta en el recuerdo cuando quiere descansar. Eres muy consciente de que todo tiene su principio y su final, por eso el presente se te queda tan pegado a los ojos. Persistencia de la memoria. Todo, todo tiene principio y final.

Y ocurre, a veces ocurre que un instante que parecía ya perdido, al sonido de una canción, se convierte en fotografía, en latido acuciante de realidad. Eso que late, aún lo eres. La memoria se convierte entonces en ese rincón tranquilo donde aún reposa aquello que nos inundó, que reflejó nuestra mirada y la acarició; aunque ya no sea ni principio ni final.

Y ocurre, ocurre a veces. Algunas canciones son así, de memoria habitada. Era todo tan hermoso...


PASEO

Es un cansancio sereno; rota la tensión del cuerpo, en un rato descansará el alma. Ha sido una serena tarde con las horas de azul. Silencio a cada paso ante ese trayecto mil veces pateado. La luz en el horizonte. El agua en su cauce. Aún así, lo único que yo oigo es el silencio. Ella va delante, agitada por su alegría. Resbala sobre sus patines sin rozar apenas el aire. Parece que lo sobrepasara, que ella fuera quien crea el aliento de ese viento. La brisa es como una presencia de infancia; es su movimiento, me digo.

Se acerca un perro hermoso, de color canela. La sigue a su mismo ritmo, con el mismo color de su alegría. Azul. Yo tengo miedo de que la tire, pero no digo nada. Me quedo observando la estampa: son iguales. Juegos. Risas. Aire. Espacio. Infinitud. Una tarde encadenada a la memoria. Unas horas que se han ido sin sentirlas, que han sobrevolado nuestras cabezas desde su liviandad. Es un regalo ver pasar la tarde. Sin más. A su lado. El mundo flotando en esta tarde de silencio. Se sostiene por ella. Una tarde. Sentir cada hora en su significado exacto.

_ Mira mamá, mira qué bonito está todo hoy, mira el río… si parece que tiene hasta cataratas_ Lo dice alegre al observar un cambio de nivel del agua. _ Vamos, vamos al puente, vamos a ver cómo brillan los peces desde el puente._

Nos dirigimos al puente, y nos dejamos llevar la mirada por la corriente, absorta en ese discurrir ansioso del agua. No se ven tan claramente los peces hoy. Ella sigue hablando.

_ Un día la profesora nos preguntó que qué es lo que más desearíamos en el mundo. Marcos dijo que el quería cambiar de familia._ Casi me atraganto. Dejé de discurrir por el agua, esa es la verdad. Hay que ve cómo son los niños a veces.

_ ¿Y tú, a ti, qué es lo que más te gustaría?_ Y me quedo totalmente a la espera, insegura, incluso con miedo a cual pudiera ser su respuesta.

_ Yo… yo dije que lo que más me gustaría es saber a qué saben los helados. Los bolas de color rosa y blanco. Y nadar así, rápido, muy rápido, como los peces. Eso es lo que más me gustaría. ¿A ti mamá?_

Mis ojos se vuelven a quedar perdidos en la corriente del agua, y le contesto que sí, que yo también querría ser un pez así, brillante y veloz. Y nadar rápido, muy rápido a su lado, hasta llegar al mar. Y que lo que más me gustaría también, es tener sus mismos ojos; ese modo que tienen de posarse sobre las cosas.

AL ENCUENTRO




Ayer encontré un libro que me acompañó durante lo que fue un espléndido verano, aquel verano de adolescencia y egoísmo anclado. Recuerdo su intensidad, lo que me enganchó, qué embebida estaba en la historia, y cómo permitió que mi desencuentro saliera por fin convertido en un sentimiento de serenidad. Me recuerdo llorando en la terraza soleada del ático de las casa de mis padres, sola, soltando todo ese lastre que nos ata en ese tiempo de nuestra primera juventud. La vida entonces salía a mi encuentro entre sentimientos de rebeldía, soledad, tristeza, en la avidez por vivirlo todo. Ansiedad sin control. Y justo en ese verano, fui a dar con esa historia que me regaló la quietud, la reflexión y la templanza. Luego leí otros títulos del mismo autor, pero ninguno me llegó tan necesariamente como ese primer encuentro.

En aquellas palabras encontré el latido de mi exacta percepción. Latía la necesidad de que todo ha de ser atemperado; reposar esa querencia de salir al camino sin saber muy bien por qué salíamos, ni a qué. Captar la templanza en aquella historia que se me regalaba. Mi adolescencia comenzó a tener mansedumbre. Aquel tiempo en el que nada era concreto y en el que se quería tener todo empezó a captar el ritmo de la espera. A saber de la necesidad de vivir en la espera.

Volví a mi adolescencia. El tiempo en el que se mezcla todo. La confusión casi se podría tocar: sentimientos desencontrados, realidad y ficción mezcladas, ese necesario egoísmo del yo porque si no uno se sentía ahogar, esa necesidad de asirse a algo, de salir, de ser. Instantes en que queríamos necesariamente ser, pero que vivíamos sin querer reconocer que la posibilidad no es realizable sólo con la intención, que es necesario el esfuerzo, la paciencia, la espera. Lo queríamos todo sin esperar, sin quere esforzarnos. Y más aún, desconocíamos que no todo se puede conseguir a pesar de la paciencia. Que la Vida es inteligente, que nos dá exactamente nuestro lugar, y que éste algunas veces, no es el que probablemente deseamos. Eso, eso se aprende después. Entre desencuentros aprendíamos a priorizar. No teníamos datos, pasado; solo esperábamos el porvenir. Ahí estaba todo un carácter, sin atemperar, imperfecto, exigiendo a cada paso la perfección. Y aquel verano sucedió. En una puñado de palabras, metida en una historia que no era la mía, la vida salía a mi encuentro.

Toco este libro, sus tapas, sus hojas ya amarillas, y ese olor a viejo de los libros usados y guardados desde hace tiempo. Y me pregunto qué verdad sabrá encontrar en él mi hija. Si hallará la percepción que yo toqué, que yo lloré con mi alma. Quizá hoy en día no sea fácil comenzar este camino de adolescente, quizá este tiempo sea aún más egoísta, quizá no consigan tanta soltura para enfrentar el precipicio. No lo sé. De lo que sí soy consciente es de que el reto es el mismo, que han de ser valientes para dar el salto, que han de querer darlo, más grande o más pequeño, que han de asumir que su intemperancia se verá modelada por las lágrimas, por todo ese desencuentro que es esperar algo que no te va a ser concedido. Y saber que no es porque sí, que nada es por nada. Que ese dolor por lo no hallado les regalará la exacta medida de su presencia.
Hoy, el salto lo han de dar muy pronto. Ni siquiera sé si están preparados, pienso que probablemente les hemos protegido demasiado. La vida se ha adelantado, y como siempre, nos sigue sorprendiendo. No sé si para mejor. Lo cierto es que ahí está. Y ellos se habrán de preparar para saber que sus ojos tristes tendrán que acoplar cada minuto intenso con que la vida les salga al encuentro. Que sus ojos rebeldes sabrán encontrar su camino. Que darán con la exacta medida del yo que los sostiene.

Ayer me encontré con un buen amigo; sus palabras volvieron a recordarme quién soy. O más exactamente, lo que nunca, nunca, he dejado de ser. Cuanto reposas los ojos sobre las historias que te atraparon irremediablemente vuelves a recordar esa parte escondida del yo que eres. El reencuentro con tus libros más queridos es vivir de nuevo en aquella mirada que tenías cuando lo leíste por primera vez. Y piensas que es como si nada hubiera cambiado, que tú sigues ahí, en ese instante sostenido por una frase. Reconoces de nuevo la joven que fuiste, y sabes firmemente que aún permanece. Que aunque sea cierto que todo ha cambiado, que has cambiado, sigues siendo aquello que te dolió, aquello que te hizo llorar, aquello que de alguna manera te tocó. Que tus ojos siguen siendo aquellos ojos, y que aún, lo sigues esperando todo.


INFINITUD

Os propongo un rato de silencio ante estas imágenes. Que dejéis latir sólo al ruido de vuestro pensamiento acompasado por los sentimientos que la infinitud provoca en vuestra alma. Y yo me pregunto... ¿estaremos solos ahí? Siempre, siempre late en mi pensamiento esa esencia de la búsqueda. Ese saber si hay un otro que también nos busca. Y me quedo pensando en lo necesario que es siempre el regreso, más aún ante viajes que son como el infinito: insondables.

Es preciosa esa pequeña bola, vista así, desde ese espacio que sobrecoge. Esa redondez que tiene un latido tan impactante que habita el dolor y la alegría a la vez.

¿Y tú, qué sientes ante semejante infinitud?