"La elección de la lana tiene unas posibilidades de vértigo; las oleadas de colores y texturas tientan con visiones de un jersey o un gorro (y de todos los cumplidos adicionales que esperas recibir), pero no revelan el duro trabajo requerido. Lo más importante es la paciencia y la atención a los detalles. También la buena disposición. El hecho de que suponga un desafío mantiene el interés, pero no elijas una muestra que esté totalmente fuera de tus posibilidades. Escoge siempre el mejor hilo que puedas permitirte y utiliza el tipo de agujas con el que tus manos se sientan más cómodas; yo siempre uso agujas de bambú. Incluso ahora me sigue pareciendo increíble que reuniendo una serie de cosas heterogéneas _ el hilo suave, las agujas puntiagudas, las instrucciones, el ganchillo para pulir la labor, los elementos intangibles de la creatividad, la humanidad y la imaginación_ puedas crear algo que contendrá un pedazo de tu alma. Pero sí puedes."
WALKER E HIJA: LABORES DE PUNTO.
Abierto de martes a sábado.
De 10 de la mañana a 8 de la tarde.
¡Sin excepciones!
Hoy ha caído la primera nevada en mi ciudad. Es una nevada suave. Llegó el invierno, aunque aún no sea 21 de diciembre. Esto lo sabe el alma; también los sentidos, el sentimiento y la mirada. Ya no es otoño, su luz se ha apagado. Es tiempo de recogerse, de encontrar remanso. Hibernamos. Se acabaron las carreras y ese no saber muy bien a dónde se va. Ayer fue un día demoledor, en todos los sentidos. Sólo hubo un momento de paz, el resto del día fue una continua zozobra. Pero hubo un instante de sonrisa pausada, ese instante en que dos libros se quedaron en mis manos: "La puerta de la luna", de Ana María Matute _ :)))) _ y un libro de bolsillo que se me quedó pegado precisamente porque hablaba de hilos, lanas y posibilidad; "El club de los viernes" de Kate Jacobs. El primer párrafo hizo que ya no lo soltase, así que me lo llevé a casa.
He recordado de nuevo esa emoción al reunir el material necesario antes de comenzar una labor. La emoción pausada que ello siempre suscita en el alma, y que se transmite a todo lo que nos rodea; con una labor entre las manos, sin duda, se respira mejor. Recordé aquella tienda de mi infancia. La tienda de mi madre; con todos aquellos hilos, colores, texturas que representaban un millón de posibilidades. Las lanas entonces eran como la vida; era el tiempo en que se esperaba el porvenir. Un tiempo en que aún estábamos en el prólogo de la vida. Ese momento entre la infancia y adolescencia en que vamos reuniendo el material. Tiempo de espera amable y sonriente. Lleno de colores aún por llegar. Y de posibilidades que habrían de ser estrenadas. Alegría y seguridad.
He recordado de nuevo esa emoción al reunir el material necesario antes de comenzar una labor. La emoción pausada que ello siempre suscita en el alma, y que se transmite a todo lo que nos rodea; con una labor entre las manos, sin duda, se respira mejor. Recordé aquella tienda de mi infancia. La tienda de mi madre; con todos aquellos hilos, colores, texturas que representaban un millón de posibilidades. Las lanas entonces eran como la vida; era el tiempo en que se esperaba el porvenir. Un tiempo en que aún estábamos en el prólogo de la vida. Ese momento entre la infancia y adolescencia en que vamos reuniendo el material. Tiempo de espera amable y sonriente. Lleno de colores aún por llegar. Y de posibilidades que habrían de ser estrenadas. Alegría y seguridad.
Hoy, con toda esta nieve alrededor, y una vez terminadas las carreras de la mañana, me he sentado en la sala y he sacado el punto. Volví a tejer y a rememorar todas las horas que acompañé a mi madre en aquella pequeña tienda rodeada de colores. Recostada en el recuerdo, volví a pensar en todas las horas de antaño en que siendo aún una niña, empezaba a dar mis primeros pasos con el punto de aguja y el ganchillo. Si recuerdo mi infancia, es inevitable no pensar en ratos de silencio con las agujas entre las manos. Recuerdo especialmente a mi madre con sus labores, el pensamiento en pausa de lo cotidiano, y a saber, pensaba yo entonces, a qué lugares se habría ido a posar la mirada de mi madre mientras se movían sus manos al ritmo de las agujas, punto tras punto. Es un poco hipnotizante este ir y venir de las agujas mientras cada poco acaricias el trozo de ese algo nuevo que va saliendo de tus manos, algo que no dejas de tocar y que te mantiene atada a la esperanza de ese algo nuevo que se crea; unas veces para tí, la mayoría de las veces, para los demás. La esperanza siempre está ahí, de la mano de la costura, espera una estupenda sonrisa. Punto a punto va surgiendo algo nuevo; un pensamiento, una mirada, una sonrisa... Y todo el rato sigue ahí esa pequeña esperanza que está en lo nuevo que está por venir, por ser creado, y que sin duda, acabará en satisfacción. Puntada a puntada, en aquella infancia, iba tejiendo la vida; era inevitable que el pensamiento se fuera lejos, alto, inalcanzable. Y esto, lo podías notar.
Al final, cuando menos te lo esperas, la vida tiene regalos sencillos que de repente simplifican todo nuestro ir y venir. Que son capaces de anular todos esos momentos desaboridos con que la vida a veces nos acecha. De repente, unida a este hilo y con las agujas entre las manos, las cuitas de ayer me parecieron extrañas; esa desazón no pertenecía a mi mundo. Se han alejado tanto de mi pensamiento, que incluso pienso que no, que ese día de ayer existió, que no me sucedió a mí. Con las agujas en las manos, me he levantado, he mirado por la ventana, todo permanecía aún blanco, la nieve no se ha deshecho, pero esta vez no ha conseguido dejar en mi un estado de tristeza profundo. Quizá porque aún se oye el ruido de la calle; esta vez no se ha paralizado la ciudad. Hoy la nieve no es triste. He dejado el punto en la cesta, he ido a buscar los libros que me compré ayer, y en un ratillo, me dispondré a disfrutar de su lectura.
Es tiempo de invierno ya; de lectura, de labores y de ventanas que encuadran la nieve. En la calle hace frío, pero dentro, en el alma, se queda el calor de la lana, la textura de su cuerpo y las posibilidades que siempre alberga. Y pienso que la vida es así, como un ovillo de lana. Una lana suave que va pasando entre los dedos y se convierte lentamente en una bufanda inesperada. Y este hilo que ahora toco, se entrelaza con otros hilos, que me llevan a la lectura. La vida hoy es así; suave, pausada, sencilla y larga. De labores, lectura y nieve. Hoy es invierno.