PAUSAS

De vez en cuando hay que hacer
una pausa
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana
examinar el pasado
rubro por rubro
etapa por etapa
baldosa por baldosa
y no llorarse las mentiras
sino cantarse las verdades.
(Mario Benedetti)


Necesidad de mirarse, de volverse hacia los adentros. Mirar lo cercano detenidamente. Esto que ahora toco, esto que en algunas ocasiones, pasa tan desapercibido. Tiempos de pausa. Pausas de tiempo. Y silencio. Siempre esa necesidad de un tiempo para el silencio.

VAGABUNDEAR ...

... eso quisiera. Llegar a la rosa de los vientos, buscar entre cielo y mar ese rostro que habite la paz. Irme a los montes, los ríos, y el mar. Llegar a quienes me enseñaron a amar. No ser extranjero, y no olvidar. Irme sin despedirme, sabiendo que siempre se va a estar. Eso son los amigos. Y no lloro porque no te quedes más, sonrío simplemente porque estás. Es hermoso partir así, sin decir adiós. Firme la mirada, serena la voz. Dando siempre la vuelta a las palabras, aquí y allá. Y da igual. Estamos. Estás. Y el mundo sigue girando, y a mí, también me gustaría vagabundear.


Harto ya de estar harto... ya me cansé,
de preguntarle al mundo por qué y por qué...

** gracias mqm

DESEMBOCADURA

Seguir en nuestra tarea,
en esa cotidianeidad,
ver cómo se derrama la vida... en agua.
En un suspiro regalado al infinito misterio
de nuestra presencia rutinaria,
de esa melodía cansina, que se repite
hoy, y mañana.
Somos corriente.
Y desembocadura.

UN LUNES DE NOVIEMBRE


Se ha levantado el día con una espesa niebla... ¡qué terrible parece entonces noviembre nada más comenzar el día! Y sin embargo, a pesar de lo evidente, ahí estaba esa diminuta intuición; el sol saldría esplendoroso. Mañana de niebla, tarde de paseo... oigo el eco de una voz. La voz de mi padre. Y efectivamente, poco a poco el sol ha ido inundando la mañana.

Y con el sol, las ganas de ir poniendo orden al otoño; una estación que en mi cabeza es lenta, triste y sin horizonte. En noviembre, se van dejando de lado las cosas, importantes o no. Se olvidan. El alma cae irremediablemente en un tiempo basal. Supervivencia. El más mínimo movimiento. La actividad normal necesita de un mayor esfuerzo, todo se hace cuesta arriba en noviembre. Y sin embargo hoy no... hoy el sol ha roto con todo, ha rasgado la inapetencia y la ha convertido en polvo brillante . Y de repente, toca colocar armarios. Y es curioso como al ir recolocando cada cosa en su sitio, la armonía se hace sentir. Retirar lo que ya no nos sirve. Adecentar aquello que necesitamos y que está un poco olvidado, metido en cualquier rincón. Se necesita tranquilidad para poder reorganizar los armarios. Silencio y soledad. Lo mismo ocurre con el alma, tan pesarosa en este mes, alma jadeante que no recuerda consuelo alguno, que se siente pesarosa, sin rumbo y atolondrada. Noviembre, lunes; toca recolocar los armarios. Revisar las estancias de este pequeño espacio que habito: los huecos de los armarios, los del alma. Voy a ir abriendo cada caja, a desdoblar cada jersey, a seleccionar proyectos, a crear espacio.

Y a lo tonto, he recordado una pequeña candela; la relectura. Volver a aquellos párrafos que un día me hicieron sentir. Volver a lo ya sido, y mientras doblo jerséis me digo que quizá para eso sirva noviembre. Para volver a ser. Para colocar armarios, para ir colocando las intuiciones del alma, para dejarse llevar de nuevo por aquellas historias con las que una vez levantamos la mirada. Noviembre, el tiempo de los espacios nuevos, el mes creador de estancias vacías. Noviembre; tiempo de espera, intuición de eso que no se sabe pero que ha de llegar, que se anhela. Noviembre; presentimiento del porvenir.

How many roads must a man walk down... before you call him a man?

How many times must a man look up... before he can see the sky?
How many years can a mountain exist... before it's washed to the sea?

The answer, my friend, is blowin' in the wind...


PIECE BY PIECE

Pieza a pieza, nos vamos encontrando. Vamos colocándolas en los huecos de nuestra presencia. Intentamos que no nos falten las más necesarias. Recomponemos la presencia de nuestra soledad paso a paso. Encontrar el espacio adecuado. También el tiempo. Y el ritmo. Compases desencontrados en la canción de este día. Pieza a pieza busco el descanso. Incertidumbres que han de ser colocadas en pequeños espacios, al lado de piezas que confirman certezas; y así no caer del todo. Piezas que buscan el ritmo exacto de mi camino. Piezas que quieren llenar el hueco del sonido no reencontrado. Una pieza falta, otra sobra. A pasos, recomponemos el puzzle de nuestro tiempo creador. Pieza a pieza. Y luego... el descanso. Necesitamos mirar nuestro tiempo, nuestras manos, y esas piezas que se quedan así, como bailando entre los dedos. Esas piezas de brillo sin consuelo, no sé si por haberlas tenido, o por no haberlas podido encontrar aún el hueco exacto. Nadie que falta sobra. Bailan en mis manos, cual lágrima sustentada en la sonrisa. No saben el lugar que ocupan, aún no saben la pieza que son, aún no tienen ritmo, ni espacio. Y sin embargo está ahí, la melodía, la intuición de la melodía.

Descanso. Silencio. Espacio. Música.

I´ll shed like skin,
our memories of lazy days,
and fade away the shadow of your face
Piece by piece,
is how I´ll let go of you.
Kiss by kiss,
will leave my mind one at a time
... One at a time
... One at a time

... One at a time

MADRIGUERAS

Yo también, curiosa de mí, entré en una madriguera... aún hoy, estoy en el intento de poder salir de ella con el anhelo de reposar de nuevo en el halda de mi hermana. Sé que así será. Pero mientras, ahí sigo, curioseando entre llantos y alegrías. Y por encima, la mirada divertida de mi hermana.

_Loca Alicia de mirada lunera es ésta_ se dice a sí misma.

Y me pierdo de nuevo entre lágrimas y risas, y a momentos, entre algún que otro recuerdo. Aún siento su eco. Aún el motivo. Aún el espacio y aquel olor. Y sigo entretenida, entre llantos y risas, hasta que encuentre la salida. Todos somos Alicia.

MADRUGADA

Vamos avanzando, sin parar, llenos de proyectos, de objetivos que cumplir. Y de repente una madrugada se nos queda inmóvil, pétrea, enquistada en el alma. No se nota el latido del tiempo. Todo se ha parado, sólo el silencio tiene ruido. Y de repente el sonido de esa noche, en su desolación, nos regala resonancias de antiguas palabras. Una noche que nos deja sin luz, en la sombra, sólo el sonido de otro tiempo. Y la percepción certera de que el tiempo se va, que no hemos sido como imaginamos un día. Noche certera en la que asoman los restos de aquel alba que un día vimos comenzar, que quisimos modelar, a nuestro modo. Nunca fue así. Vivificados por ese dolor, este nuevo alba que nos sorprende, se recoge de otro modo, como si se tratase a la vez de una pequeña ofrenda. Dar y recibir. Y te quedas mirando tus manos. Y eres consciente de captar ese instante del día, cuando todo aún está por poder ser nombrado. Vulnerabilidad y soledad. Llanto infinito. Consuelo en esa nueva luz que quiere comenzar. El alba, es la luz del alba. Y empiezas de nuevo, a caminar, mientras de tus labios sale una oración que nunca antes había sido entonada.

MIRADAS

Ahí está el mundo, en esos ojos, en ese brillo, en la profundidad, en esa presencia que sonríe. Miradas en busca de un espejo que las pueda sostener, siquiera un ratito. Qué poco solemos mirar de frente a los ojos que nos hablan, sobretodo, a aquellos que sabemos esperan algo de nosotros. Una parte de lo que somos se esconde ante unos ojos así. Miedo a que los otros sepan de nuestra insignificancia, por eso no miramos. Ojos que miran, que nos interrogan. Ojos a los que ignoramos. Mirada huidiza, no profunda, lejana. Mirada cobarde la nuestra, esa que se entorna para no tener que responder, que se recoge en sí misma sostenida sola, en la soberbia. Miradas sin punto fijo, escondidas en el abismo.

Ojos inocentes. Para mirar así, con ese brillo, se necesita mucha presencia escondida. Se necesita reconocerse pequeño. Sólo los ojos que miran desde lo insignificante son así de grandes. Ojos de infancia. Ese saberse sin grandezas, ser uno más, sin más brillo que la dignidad de lo que es humilde. Belleza. Ese mirar que no es otra cosa más que una llamada al el otro, una sencilla invitación a la sonrisa. Pero a nosotros, de no saber mirar de frente, se nos ha encojido el alma. Y no, no nos brillan así los ojos. Y ya a veces, ni siquiera recordamos sonreir. Sólo los niños pueden. Así son esos ojos. los de quienes sabiéndose nada, son capaces de
darlo todo.

Y sólo la sabiduría es capaz de mirar así.


INVISIBILIDAD

Siempre imperceptible, vas y vienes, te quedas un rato, y te vas. Nada importa que no haya realidad al otro lado, nada. Sólo el latido de unos minutos y su recuerdo son verdad. Un día, te enfrentas a lo incomprendio, a lo inasible, a aquello que nunca hubiera querido mirar. Y de repente, ante la pérdida de todo lo querido, aparece tu sonido. Esa presencia que los demás no pueden ver, ese lado que no te sale dar. El lado amorfo de los momentos inesperados. Ese que tu soberbia no puede habitar. Tú, tan poco comprendido. Nosotros, en nada parecidos.

Incomprensión. Invisibilidad. Percepción no presentida.

Cómo podrían si no han latido en la misma risa, en el mismo sonido, en el mismo llanto. No han habitado la frontera del abismo. Esa frontera imbatible que nos hace caer, en la oscuridad, sin remedio. Profundo, profundo y sin asidero. Acantilado imprevisto. Tú y yo, caminantes de pasos lentos y dormidos, sin destino. Eso hemos sido. Tú, el sonido de una voz que se para, que no tiene prisa y se queda. Permanencia insonora. Una voz que no deja de querer, que no olvida, ahí, desde la nada de mi presencia, en esa nada de lo que mi mirada reflejaba. Y tú te quedaste en ella, a pesar de tu abismo, y sostenías el sonido de mi risa. Instantes amorfos de soledades percibidas. Dos abismos confrontados a la resonancia de la risa. Eso somos. Eso seremos.

Y hoy es noviembre, y hoy ha amanecido un día triste; gris y silencioso. Y yo sólo sé ser lo que soy. Recuerdo. Despedida. Memoria. Eso late hoy en el silencio de este gris. Sin final, te ataré con todas mis fuerzas…

Permite que te explique, que no tengo prisa,
no importa que tengas algo mejor que hacer,
así nos podemos quedar toda la vida,
así si me dejas, no te dejare de querer .
..y al final,
te ataré con todas mis fuerzas,
mis brazos serán cuerdas al bailar este vals
... y al final,
quiero verte de nuevo contenta,
sigue dando vueltas
... si aguantas de pie.


Y UN DÍA...

... En sus notas, un punto de inflexión inesperado, y allí, delante de mí, el futuro, mi futuro, mi tiempo... En esos acordes estaba la magia, aquella que hablaba de comienzos, que me ponía delante de una idea: ahora comienzas. Final de duelo. Principio y libertad. Aún hoy, cuando la oigo, resuena aquel sentimiento en mi memoria: una especie de ilusión que despliega las alas, y que consiguió que aquel invierno, no fuera un invierno tan frío.

Yo aún puedo sentir aquella magia. Aún... la alegría de aquella magia, tan infantil, tan fuera de la realidad. Y mis manos, tan llenas de tiempo. De un tiempo que latía impaciente ante esa senda jamás imaginada.

Gracias mqm.

AGRADECIMIENTOS Y POSIBILIDADES


Primer agradecimiento y una matrícula de honor, para Isabel. Mil gracias. Por abrirnos la puerta de tu casa y también la de tu olla a quienes no se sabía muy bien de dónde habíamos salido... Mi casa es tu casa. Os espera. Siempre.

Driver; prestidigitador, ilusionista, mago... estratega insuperable. Gracias por el espacio, por la posibilidad de conocer a Sunsi. Por todos tus desvelos para que las cosas salieran tan sorpresivamente. Me encantó ser la indigente que te encontraste de camino a casa...

Luis; mi absoluto reconocimiento, si me lo permites. No te diré un igual, porque no tuvimos mucho tiempo... pero algo intuyo. Tan pronto como nos pusimos a hablar del camino, vamos, de toda la vida nos conocíamos ya... Sé que nos diferencian unos añitos de nada, pero te diré que ví ese "igual" que a la vez es muy diferente, y que sí, hemos visto lo mismo (esto que te lo explique Sunsi). Así que fuera preocupación. Y por cierto... nos encontramos en el camino, en ese, en el de Santiago... o quién sabe, quizá mucho antes... ojalá... dándole el gusto a la Sarracena con las morcillas de Matachana.

Sarracena, sin algodones, alto y claro: no tienes nada de sarracena. Se te nota la geografía, hija mía. Sólo el palabrerío que te sale por aquí es sarraceno, porque tu mirada y tu presencia no lo son. Lo siento. Y eso... te digo lo ya dicho... que nos encontraremos algún día en ese camino. Sarracenamente (las dos). O comiendo morcillas... tan ricamente.

Sunsi... ¿y qué te digo yo que ya no sepas?... ¿eh?... ¿eh?... ¿eh?... Dejémosle al silencio, por lo menos aquí, que si no las almas sarracenas se nos alteran, y cabe la posibilidad de colapso cerebral...

Y por último, gracias a Miguel, taxista insuperable... sarraceno incomprendido... gracias, hasta más allá del infinito... pero que mucho más allá (mira que le sale la bordería... ainssss... es el norte, que lo tiene metido en la sangre).

Y también mil gracias a Juan, que aunque no sale en esta historia, porque su historia es otra, hizo de estupendo guía buena parte de la tarde del domingo, hasta dejarnos colocaditas en el bus... a las dos.

La verdad es que regresa uno ligeramente agotado... pero inmensamente feliz. Así, tan contenta, como con zapatos nuevos. Ha sido un estupendo fin de semana. Sí. De Madrid, además del cielo, vosotros. Y mi tierra, que os espera ya, os busca.



DUENDES Y PRINCESAS

Yo sé cómo es ese campo, dónde habitan sus duendes, sé del sonido de sus trasgos, en qué aguas se esconden sus ondinas... y recuerdo aún el calor de esas viejas casas de barro y paja. Jamás se me olvidó cómo se mira un horizonte de esos, con olor a paja, a cigarras y a cielo inmensamente azul. Recuedo la verdad en aquellas historias interminables. Y el olor de aquella infancia.

Siempre es emocionante recibir una canción. Gracias anónimo, cual duende desde el silencio. Trasgo de música. O quizá misteriosa ondina de melodías preciosas.

PARADOJAS

No pensé que complicarse la vida, y cuando digo complicarse la vida, digo exactamente, tener la vida apergollada, totalmente apergollada... pues bien, jamás pensé que complicarse la vida así, fuera a ser algo tan genial. Ahogadita y feliz. Paradójicamente.


Y vamos creciendo. Las dos.

TOCA FIN DE SEMANA GILMORE...

MI PEQUEÑA ALDEA GLOBAL


Hoy brindo por un imposible. Quisiera alzar mi alegría por todos estos hilos internautas que entrelazan palabras, que nos regalan encuentros en la imaginación, que nos hacen intuir manos extendidas, que nos acercan a ese otro desconocido que habita el otro lado de nuestras palabras. Palabras y amistad. Presencia no imaginada, la amistad, que nacida como un imposible en este espacio, ya se sabe, "no te fíes, que hay cada pájaro en internet... en fin... lo mejor de cada casa", un día se nos presenta real, sorpresiva, inesperadamente. Un día ocurre; la amistad nace con toda su vitalidad, titánica, ilimitada. Imposible de borrar ya su intuición, su huella. Es presencia. Y te dices, vaya que sí... ya lo creo que está lo mejor de cada casa en este mundo. Y yo tuve la suerte de dar con ellos. Porque yo, yo al menos, no hubiera imaginado jamás unos lazos así. Que mi presencia se sintiera tan cerca de alguien que vive a kilómetros de distancia, que mi oído necesitara tanto de una voz que viene de tan lejos y de la que no conozco el caminar de su color. Jamás pensé que unas palabras me unieran tanto a una persona. Que unas palabras fueran capaces de ponerle fuerza a mi presencia, vitalidad, consuelo. Amistad que había nacido como un imposible, porque lo real, la vida, parecía ser de otra manera, y parecía lo único, y sin embargo ahí estaba ese otro desconocido.

Y de fondo, un sueño, ese que quiere poder compartir algún día el espejo de las miradas; mirar frente a frente a es personas que de un modo diferente a lo conocido, han sostenido nuestro mundo. Hoy brindo especialmente por los ojos que leen al otro lado de este blog; los conocidos y los que aún me quedan por conocer. Y también, por todas esas presencias de mesenguer, tan necesarias. Por la risa, por las lágrimas y por los sueños que han sido compartidos. Y por los que aún nos quedan por vivir. Y alzo mi copa especialmente por toda esta aldea global, a veces, tan poco reconocida. Y pienso una y mil veces... que ocurrirá, que algún día, podremos decirnos con los ojos lo que las palabras ahora ya saben. Y que nos quedan en el tintero aún muchas, muchas palabras por compartir.


p.d.1: Sunsi... algún día será...
p.d.2: MQM... coge aire y suéltalo despacio, no te vaya a dar la urticaria invalidante... ;))
p.d.3; Javier, Islas Galapagar, gracias por enviarme un día la canción de J.Taylor..
p.d.4: Driver, gratitud por todas tus palabras volanderas, y por muchísimas cosas más.

AL MORIR DON QUIJOTE


Es una historia esencialmente sencilla. Así la he percibido, y sin embargo, ahí estaba la vida. He ahí las cuestiones fundamentales; la libertad, la justicia, los sueños, las aventuras, la permanencia, la eternidad. A través de la ausencia de D. Alonso Quijano podemos sentir la verdad de una locura, la valentía de saberse loco. Ausencia que es presencia, y es que nunca se muere del todo. También nos acercamos al vacío que habita en toda cordura, vacío por la no presencia de los sueños, de las ilusiones, vacío por no poder ser el yo que presiento en mí. Y en el fondo siempre una realidad; esa certeza sentida, ese conocimiento de la honda locura como sabiduría impoluta, la locura que surge ante los grandes dilemas de la vida, la única que es además, capaz de afrontarlos. Vivir loco y morir cuerdo. Sabiduría, esa risa loca que nos hace mirar al futuro con alegría, a pesar de la tragedia. Porque es cierto, hay momentos en que sólo la locura sería capaz de ponernos de nuevo en el camino. En ese camino de la vida, ese que nos acercó a la tragedia, y que sólo a través de la locura sabremos dar por vencida. Tener arrestos suficientes para ese regreso al la hora del alba de nuestra vida, a esa hora en que todo está aún por nacer. Abismo. Todo ha de ser comenzado de nuevo cuando la finitud dice su última palabra. He ahí la responsabilidad, el ser humano. La locura. Vivir.

Me ha encantado este paseo por las vidas ajenas, por el tiempo de los que echan de menos la locura de un hombre, D. Alonso Quijano, el Bueno. La perspectiva de su mirada, de cómo observan esa locura que hizo posible la libertad, la mirada honda, la tragedia de encaminarse al alba de su tiempo. Porque era esa… la del alba. Esa seria lo hora, aproximada, de su libertad. Y saber que nunca, nunca, se muere del todo. Quizá la eternidad sea eso: el eco que dejaron los pasos de mi locura después de haber finalizado el tiempo que me fue dado.

Leí un día, no recuerdo dónde, que Trapiello consideraba fácil equivocarse con una novela de alto riesgo como la suya, pero que intuía, que Cervantes sería generoso misericordioso on él, que le disculparía sus muchos errores. Yo estoy convencida de que es así, que si ha habido error, será minimizado. Y me quedo recordando el eco, el eco de aquel que aceptó su tragedia como bandera y la hizó a lo más alto desde su locura. Una locura de ecos, de infinitos espacios. Una ausencia de cordura que fue la historia más ingeniosa jamás contada.



“… porque así como en las armas el que estoquea, estoquea; el que mata, mata; y el que vence, vence; en esto de las letras nunca son suficientes los buenos propósitos, y no se sabe si un libro fue o no discreto, digno de elogio, o lo ocntrario, hasta pasados muchos, muchos años. Para entonces uno ya ha muerto, y no puede disfrutar de esos laureles. Y no digo censuras y vituperios, porque nadie, puestos a soñar, sueña catástrofes ni cosecha chiflas. Al contrario, le gusta imaginar los futuros aplausos que no oirá y mil coronas de laurel que habrían de coronar su calavera. Así es el hombre de ilusorio. Si fuese por los elogios y vituperios del día ni un solo hombre se molestaría, no siendo un necio, en mojar la pluma.” Andrés Trapiello.

NIÑA

Niña de ojos profundos, de brillos infinitos reposados en la luz del sol. Tú, pequeña princesa; la niña que empieza a abrir su mirada a ese azul de mundo abierto, tan inmenso. Ese mundo que hoy empiezas a mirar con dolor, con valentía a pesar del temblor. Tú, mi niña. De azules inciertos y resonancia infinita. Tú así, tan valiente.

Niña, princesa de sueños y nubes, de sonrisa bailarina. Tú, la dueña de todos esos sueños de espirales infinitas y sonoridades rotundas. Tú, mi niña azul, para tí mis silencios, y mi sonrisa. Y esta cálida paciencia que siento nacer ante el sonido de tu tiempo. Para tí también, las canciones nacidas en sueños de infancia. Tú, mi princesa de ensueños, de sonidos y silencios, de ojos infinitos. Tú, las nubes y el viento. Y esta vida que no cesa, tu alegría. Esta que hoy descubres. También ahí la tristeza. Hoy. Ahí, en los albores de tu mirada de incomprensión. Ahí, a pesar de todo, una esperanza.

Mírame princesa; sólo tienes que darle la vuelta. Ya sabes. Sube a tu luna, y observa desde allí, lo podrás mirar todo mejor. Mi niña azul, de mirada en desconcierto, y así todo, azul. Siempre azul. Y dame un beso, desde allí, desde tu luna. Tu beso, ese que siempre espero; el que siempre recuerdo.



Oh sit there, ah go on, go on and count your fingers.
I don’t know what else, what else honey have you got to do. And I know how you feel, and I know you ain’t got no reason to go on and I know you feel that you must be through. Oh honey, go on and sit right back down, I want you to count, oh count your fingers, ah my unhappy, my unlucky and my little, oh, girl blue. I know you’re unhappy, ooh ah, honey I know, baby I know just how you feel.

INTEMPERANCIA

Quizá la inquietud sea más inteligente que la mansedumbre, y sin embargo, esto, no nos lo ha dicho nadie. Todo nos indica siempre que lo correcto está en la mansedumbre, en la quietud, en no ser revoltoso. ¡Niño, estate quieto! ¡Deja de revolotear por ahi! Y un día, se descubre. La intemperancia como forma de ser inteligente. Esa falta de templanza, esa incapacidad de asumir las cosas tal cual son, se torna vida. Esa ausencia en la moderación que nos obliga a no permanecer en la conformidad, en la quietud, así, sin dar un paso más, ese paso diferente, ese que un día surge sorpresiva e irremediablemente. Que ya está bien... Y sin quererlo se descubre. Ahí está. Y se camina: se da un paso y luego otro. Y es cuando nos acercamos un poco más a nosotros mismos, es cuando descubres tu propio yo, así, de la mano de esa intemperancia tan poco valorada. De esa inquietud, esa, que siemrpe es mirada desde la desconfianza por el rabillo de los ojos del otro. ¡Que es que no te sabes amoldar, no, no sabes!... dicen, dicen y dicen...

Pero es sorprendente el otro lado de las cosas. Siempre. Cuánta gratitud por la intemperancia sentida.

REALISTA QUINO


Hombre moderno del Siglo XXI
Con el paso de los siglos el ser humano ha incorporado nuevo valores que se ajustan a los tiempos que corren.

OTOÑO Y PALABRAS

Era ya un otoño maduro, conservaba esos últimos rayos de sol que sin ser cálidos, dan vida a la apariencia de las cosas cuando su luz se posa sobre ellas. Otoño de colores ocres, rojizos y luz clara. Salió del café con ganas de llorar. Aquel cafetín era como una casita en un bosque. Se dirigió caminando hacia la salida del parque, y sin ser consciente, su movimiento se hizo muy lento. Como si ningún lugar concreto fuera posible como destino. Ir a la nada por ningún camino, ese quizá fuera el palpable destino. Esa era quizá su certeza más acuciante. Caminó despacio golpeando suavemente las hojas secas, observándolas una a una en su forma, en su movimiento, en cómo se quedaban después si el aire les daba reposo. Caminar lento, pausado, que hacía retroceder más y más a su alma. Alma perdida. Eran pasos de silencio, ausentes y de una melancolía que casi se podría tocar. Alma añorada.

Sin rumbo, sin palabras, con la necesidad de aquéllas que jamás fueron encontradas y con la consciencia de esa certeza, la de su necesidad de palabras, siguió dando pequeños pasos. Uno detrás de otro, en orden, con armonía, sin perder el ritmo. A la vez seguía observando las hojas que se alborotaban con el movimiento de sus pies. Se dirigió sin ser consciente de ello a la pequeña biblioteca. Cuando se quiso dar cuenta, ya la tenía enfrente. Esa recóndita biblioteca que había en su pueblo; un espacio habitado tantas veces por su inquiera imaginación de niña. Entonces fue consciente de algunos de los momentos de su infancia habitada, de los latidos de su juventud intemperante, de las pequeñas y grandes derrotas de su madurez. Su memoria se deslizó sobre cada uno de esos instantes cuidadosamente, como sin querer ser sorprendida. Y sonrió.

El viejo edificio de la biblioteca era sólido, y decidió que sería un buen espacio para seguir respirando todos esos recuerdos. Para poder habitarlos siquiera un ratito. Para poder madurarlos, que algunos se había quedado así, como en el aire. Para poder sentir que se ha vivido, y sobretodo, que se ha de seguir viviendo. No había mejor lugar, esta era otra certeza, no hay mejor lugar para reposar la mirada del recuerdo que esa biblioteca de infancia habitada, de juventud expectante. La madurez ya no: no tuvo ee espacio, no tuvo tiempo. Quizá por eso se quedó como habitada por una cortina gris. Infinitamente gris. Que se permaneció bailando y batida por mil vientos.

Siguió descansando la mirada por las diferentes estanterías y observó el orden de los libros. Recorrió las especialidades, las materias: biografías, matemáticas, filosofía… Y como siempre recaló en la literatura. El mundo de las historias, de las personas. La tragedia y la comedia. Miraba lentamente los títulos, el nombre de los autores, la editorial. Y pensó mientras sostenía una leve sonrisa que eran lugares especiales estos donde se guardan los libros, que tienen un olor especial, como
a eternidad.

Así lo podía sentir ella. Olor a lo de siempre, a todo aquello que necesita ser contestado, a lo que necesita ser aprehendido, a la incógnita que para siempre nos vapuleará el alma. Y se quedó perdida en ese olor que tienen los libros almacenados. Pensó que entre todas ellos podían estar las palabras no encontradas. Esas que harían de trampolín para sus sentimientos, que serían precipicio en su mirada, afrenta para esa perspectiva, hoy, tan desconcertada. Siguió mirando cada título, cada autor, y acariciando los lomos. Y pensó en cada uno de los abismos que en esos lomos podía estar sostenido.

Cambió de pasillo, y despacio se iba acercando a la letra K: tan sonora y rotunda. La K, a veces tan huidiza. Y fue entonces cuando sus ojos se abrieron rotundamente. Allí estaban, en aquella sorprendente biblioteca, dos obras que tanto había buscado; descatalogadas y ya olvidadas. Obras ya de silencio que ahí estaban, delante de sus ojos. Recuerda el tesoro de aquel instante, la luz de aquel momento en que se encontró de frente con ellas. Recuerda cómo su respiración se hizo honda, profunda, llena. Los pidió en préstamo y decidió salir a dar un paseo antes de comenzar su lectura. Necesitaba reposar el descubrimiento.

Ya no había lentitud, ni melancolía, ni rastro del gris en su mirada. Era como si esa tenue luz del otoño se hubiera posado en su alma. Y pensó para sí que quizá, sí, quizá, aún quedara una posibilidad. Reposo para un alma en ausencia, que se hacía ya sentir en ese desconocido y en ese regreso, en el sonido de esas palabras que estaban por leer. El Regreso. El desconocido. Los había encontrado después de tanto buscar. Y era lo mismo, lo mismo, que haber encontrado a un viejo amigo. Y penso que era sorprendente la biblioteca de su pueblo. Y se la imaginó como un arca que cobija pequeños tesoros.

Salió de nuevo al otoño de la calle. Ya sólo latían los rayos débiles de la última hora de la tarde. Un aire frío se posó sobre su frente y ella respiró sin pausa. Con pasos ágiles, nerviosos y desencontrados se dirigió a su casa. Y mientras, pensaba en los latidos de las palabras que aún estaban por encontrar al lado de esos dos viejos amigos. Y supo que en ese minuto de su tiempo, todo estaba por empezar. Que aún quedaban arrestos en su alma: sueño y destino.


* a Javier, que sabe de otoños:

* a Carmen Kurtz: que sabe de palabras. In memorian.

(Barcelona, 1911- id., 1999) Novelista española. Autora de cuentos infantiles, ha simultaneado una obra narrativa para adultos: Duermen bajo las aguas (1954), El desconocido (1956, premio Planeta), Detrás de la piedra (1958), El becerro de oro (1964), Entre dos oscuridades (1970), Cándidas palomas (1975).


Duermen bajo las agua (fragmento):

" Allá en el fondo, todas las palabras que dijimos y de las cuales ya no guardamos recuerdo, duermen bajo las aguas. Duermen aquellas que no supimos decir y esperan su turno para salir a flote. Las cartas que hemos roto, las no recibidas y las veces que hemos dicho adiós. La pena que sentimos y que ahora, al recordarla, nos parece pequeña. La risa o el llanto que no llegó a brotar. La amistad que buscamos en el momento dificil y que resultó más débil que nosotros, más falta de ayuda. La persona a quien quisimos consolar y nos sirvió de consuelo... Todo duerme allí, en ese fondo. "