INICIO.

Deseo que el año que viene esté lleno, pero llenito de justicia. Y que tanto en el escenario personal como en el profesional encontremos lo que esperamos y deseamos. 

¡FELIZ AÑO NUEVO! 



MILAGROS.




Hacía muchos años que no veía un recién nacido. Son impresionantes, con esos ojos tan profundos, llenos de misterio, y esa quietud que transmiten cuando los observas así, como perdidos y afrontando un mundo que desconocen por completo. Qué valientes son en su indefensión. Coloqué mi dedo índice en el hueco de su manita diminuta y su tacto me colocó ante tu presencia. Te recordé tal cual eras la primera vez que te vi. A lo largo de la mañana no tuve otra cosa en la mente que tus ojos oscuros, su apertura emocionada y la tranquilidad infinita que transmitieron cuando oíste de nuevo mi voz y se cerraron pausadamente. _Hola ratoncito_, dije entonces. Y caíste en un sueño profundo, totalmente sereno. Era la primera vez que me veías, que me oías desde fuera. Y era la primera vez que te veía yo. Nunca he podido olvidar ese cruce de miradas y tu tranquilidad al sentirte de nuevo al lado de la voz de siempre. Ojalá pueda seguir siendo así, que mi presencia te consuele, ahora que sé que no siempre tendré una solución para todo lo que sea problema en tu vida, y que hay cosas que yo no te podré enseñar.

Hoy volví a tocar de nuevo a un recién nacido. En ese roce se hacían presentes todos los momentos vividos a tu lado durante estos doce años que se han pasado tan rápido. He de confesar que casi lloro de alegría. Una a una, a esa emoción primera, le han seguido las que vinieron después. Tus primeros pasos, tu flotabilidad en el agua _nada era tan divertido como ver tu juego de piernas y brazos desde lo profundo de la piscina_ tus primeros giros y desastres con la bici, la rotabilidad de tus piernas con los patines mientras te sujetaban firmes mis brazos, las primeras palabras, el primer día que viste el mar, el primer día de guardería, el primer día de colegio, las primeras lecturas, la primera película de cine _desde ahora en adelante me llamo Nemo, dijiste después_ tu primer viaje en tren... han sido tantas las primeras cosas las que has vivido a mi lado. Pero ahora ya te sueltas. Ahora habrá muchísimas cosas que verás tú sola por primera vez, y.. me cuesta. Somos así algunas madres.

Hoy no me he podido olvidar de tu presencia a mi lado, de todas las cosas buenas que a tu lado he podido conquistar. Me he sentido la persona más afortunada del universo, y al llegar a casa, al verte tan formal, mayor y risueña, no he podido por menos que darte esos achuchones que te han hecho reír a carcajadas, achuchones que no sabías a cuento de qué venían. No he podido evitar agarrar tus manos, tan grandes como las mías ya, apretarlas fuerte, mientras pensaba en el milagro de la vida; ese milagro que convierte las manitas diminutas en otras capaces de sostener todo un universo. Cuánto te quiero, Diminuta. Y qué enormemente impresionante eres ya. Parece mentira.



** Este blog nació como posibilidad de comunicar tantas cosas... pero al final tu presencia lo está ocupando casi todo. Así también es la vida real. Te quiero.

LA PALABRA QUE SE GUARDA.



Y observarás que en aquellos seres humanos que guardan Su palabra, esa Palabra no se ve. Pasa inadvertida. Pero ha llegado a asirles como una lámpara que por sí sola se enciende o que está siempre encendida, sin combustión. Sólo en la oscuridad total puede ser sentida. Esa, la Palabra que se guarda. Una Palabra que a todo suceso transciende. 

 NAVIDAD. 
«Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. » (Jn 3, 16-17).






 _Os deseo a unos felices días rodeados de las personas que más queréis. Y que la Luz de Esa Palabra envuelva vuestros días, la podáis sentir o no_.

PUENTES.



Hay personas que aparecen en tu escenario y se quedan para siempre. Poco importa el tiempo que estuvieron, lo que hicieron, si se equivocan o no; se quedan y punto. En tu alma, en tu sonrisa cuando las recuerdas, en esos trozos de conversación en los que aparecen, en tus palabras cuando deseas que sean felices, en muchos segundo espontáneos, se quedan. Sin remedio. Sabes además que deseas que sigan caminando con la misma sonrisa e inteligencia que un día pusieron a tu lado. Que puedan estar en el mundo regalando lo que son, aunque ahora ya no te toque a ti. Esto último sí, duele un poco.


Yo también deseo que seas MUY MUY MUY FELIZ, SIEMPRE. Porque tienes el don de aparecer precisamente en esos minutos en que se necesita perspectiva. Eres el puente que me lleva de una orilla a otra. Ha sido siempre así, pero claro, eso tú no lo crees.

APATÍA INNECESARIA.

Hoy tocaba escenario nuevo. Allí fui. Encontré que en él habría dos personas más, que aunque no pertenecían a mi área, eran enfermeras como yo. Dije buenos días. Un hola seco respondió _una de las personas ni se molestó en contestarme_. Después de alguna pregunta concreta, observé que la intención por responder era nula. Cuando pregunté dónde podía encontrar un contenedor amarillo, la contestación literal fue "ahí", _sin dirigir la mirada hacia ningún lado... dentro de una sala que bien podía ser como mi casa sin tabiques_. "Ellas no van a mover un sólo dedo para despejar tus dudas, no te van a ayudar", me dije, así que decidí no preguntar nada más. Sonreí, me las arreglé durante toda la mañana para acometer mis funciones sin preguntarles nada y por supuesto encontré el contenedor amarillo, también encontré todo lo demás, eso sí, unos minutos más tarde que en el ratio normal. :P

Luego me dirigí a las otras salas para presentarme y preguntar si había algo que pudiera desconocer, pues siendo nueva, no sabía muy bien qué registros constatar, dónde encontrar los listados, las pegatinas, etc. La amabilidad subió un punto, pero vamos, tampoco hubo mucha predisposición que digamos _no pude lanzar cuetes por la emoción, eso no_ aun así, sonrieron, ya no eran las caras de palo que me recibieron en la sala anterior. Me informaron y me dijeron que estuviera tranquila, que estuviera en la sala, que ellas irían solventando las cosillas pendientes. Esto a pesar de su poca disponibilidad, hizo que las identificara como compañeras _en ese minuto ya empecé a considerar lo de los cuetes, dada la hostilidad sentida nada más llegar, esto era la panacea_. Así lo hice, _lo de los cuetes no, lo de volver a mi lugar de trabajo_. 

Recibí a los pacientes que tenía que atender. Esto, desde el punto de vista emocional, empezó entonces a ser otra cosa; aquí ya había interacción. Caras amables, manos confiadas, sonrisas claras, conversación serena; ánimo que ya es nada, mira pon la mano así, de dónde es usted, respire hondo, no se me duerma, risas... etc, etc, etc. Ya en mi salsa, sabiendo que podía defender su estabilidad, que entendía perfectamente los monitores, que sabía qué papeles habría de rellenar, qué listado confeccionar y que ya conocía la mayoría de datos que habían de ser consignados; el tiempo se me pasó volando mientras sentía ese feed-back comunicativo entre cuidadora y y persona cuidada que alienta lo que somos; personas. Maravilla de las maravillas... y la mañana quedó solventada. Recibí una dosis humana de cariño grande por parte de las personas a las que atendí. Y cuando terminé la labor, sin decir apenas adiós a las personas con las que había compartido escenario _no se fuera a quebrar el silencio patológico de su lado_ , me fui. Así, como muy "pisando huevos". Que no está ya una para ir dando lecciones a la gente rancia.

De camino a casa, pensaba en aquello que decía un profesor, en la absoluta verdad de sus palabras. Nos hablaba con total convicción sobre el escenario de la enfermerdad; afirmaba una y otra vez que si en él  la enfermería es alegre, los pacientes estarán alegres, pasen por lo que estén pasando; pero que  si la enfermería está sin ganas, el paciente reflejará también esa abulia, miedo y sequedad. Y en esta mañana sorprendente, la sala en la que trabajé se dividió claramente en dos secciones; la seca y la COMUNICATIVA. La conversación tranquila iba y venía, sonrisas, ánimos, alguna que otra bromilla... en la mitad de la sala.

La mañana quedó resuelta, aun así, me quedó un mal sabor... de alma, así como de dolor por una sociabilidad asesinada. No puedo imaginar qué le puede llevar a una persona a ser así, tan adusta, tan distante, tan mala compañera, y tan insensible a las personas que se sienten en situaciones cuanto menos, no elegidas _un hospital no es un hotel al que eliges ir_. No sé si hay razones de suficiente peso para disculpar semejante apatía, pero desde luego si las hay, sentí que el peso de esa circunstancia tenía que ser inimaginable. Y si al inicio de la mañana lo que pillé fue una especie de pequeño rebote emocional _que dio lugar a una ironía interior ciertamente afilada, no lo voy a negar, pues para santa no he nacido... y hubiera sacado mi vena sarcástica gustosamente a diestra y siniestra_  lo cierto es que me quedé en silencio _inteligencia espacial diría yo que es, no era cuestión_. Y ahora que lo pienso, que lo escribo y lo descargo en mi pequeña ventana, lo único que siento es pena. Compasión por esas dos compañeras que se pasaron toda la mañana en animadversión con una desconocida que lo único que había hecho era saludar en el comienzo de su jornada. Y tremendísima compasión por las personas a las que atendieron. Afortunadamente estos patios son escasos... afortunadamente, me digo. Pero para un total desahogo, no podía por menos... que dejarlo aquí. ¡¡¡Qué impotencia, oiga!!! Aún la puedo sentir.