A veces uno permanece desconectado de sí mismo. Nada de lo tuyo está en el ránking de lo importante. Lo necesario se ha puesto por delante, y demasiadas veces lo necesario no tiene nada que ver con tu propia persona. Pasas a segundo plano, y lo curioso es que permaneces ahí el tiempo que jamás habías imaginado ibas a estar. Ni siquiera el límite del tiempo te pone en sobreaviso. Lo desconoces. Sólo vives en presente; en lo que necesita hoy ser vivido, realizado o sentido. El tiempo carece de ruido. Y ese silencio, te devuelve la medida de tu mirada, y también, la de quienes te rodean. Te das cuenta de que algunas personas han desaparecido sin el menor ruido, y que otras se han colocado a tu lado sin haberse sentido. Lo curioso es no echar de menos a quienes se fueron y saber que los que están, es como si hubieran estado siempre. A veces sientes un pequeño aviso, a modo de añoranza, por los que ya no están, y agradeces tu pequeño rodaje a su lado. Sabes certeramente que la vida sigue, trepidante y sorprendente, y que tú, con la plenitud de la consciencia, te has dejado arrastrar en tu propio olvido. Mira que es inesperada la vida, también en sus olvidos.
AUSENCIA DEL YO.
A veces uno permanece desconectado de sí mismo. Nada de lo tuyo está en el ránking de lo importante. Lo necesario se ha puesto por delante, y demasiadas veces lo necesario no tiene nada que ver con tu propia persona. Pasas a segundo plano, y lo curioso es que permaneces ahí el tiempo que jamás habías imaginado ibas a estar. Ni siquiera el límite del tiempo te pone en sobreaviso. Lo desconoces. Sólo vives en presente; en lo que necesita hoy ser vivido, realizado o sentido. El tiempo carece de ruido. Y ese silencio, te devuelve la medida de tu mirada, y también, la de quienes te rodean. Te das cuenta de que algunas personas han desaparecido sin el menor ruido, y que otras se han colocado a tu lado sin haberse sentido. Lo curioso es no echar de menos a quienes se fueron y saber que los que están, es como si hubieran estado siempre. A veces sientes un pequeño aviso, a modo de añoranza, por los que ya no están, y agradeces tu pequeño rodaje a su lado. Sabes certeramente que la vida sigue, trepidante y sorprendente, y que tú, con la plenitud de la consciencia, te has dejado arrastrar en tu propio olvido. Mira que es inesperada la vida, también en sus olvidos.
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Y queramos o no debemos adaptarnos a tales circunstancias, a esos olvidos, a esos descubrimientos, a esas pérdidas... y no siempre es fácil. Hay días que incluso me siento incapaz de seguirle el ritmo a la vida.
ResponderEliminarUn abrazo (por cierto Tirando del Hilo también es el título del tercer capítulo, libro de Retorno a Brideshead, simplemente me preguntaba si había alguna relación)
Sesé, Mi pequeño Tirando del hilo tiene que ver con Carmen Martín Gaite, claro que poco que ver con su tirar del hilo a lo grande.
ResponderEliminarAhí estamos, en pleno adopte de circunstancias.... jajajaja.
Gracias. Besos.
Gracias por tu comentario en mi blog. Quisiera que por los que se fueron, hubieran venido otros, pero me temo que no es el caso. Un beso.
ResponderEliminarLa vida exige paciencia para las cosas importantes Susana. Y la amistad es una de ellas. Un abrazo.
ResponderEliminarMe pregunto qué parte de nuestro yo se encargará de hacer la selección de lo que "guardamos" y lo que "desdeñamos". ¿SErá el corazón? ¿Será la mente?o ¿será el alma?
ResponderEliminarUn abrazo, Ana
Sí, la vida sigue siempre, y a veces se nos olvida que para moverse en ella hay que caminar, un pie delante del otro. Besos
ResponderEliminarMontse, yo creo que el que guarda, siempre es el corazón. También es el órgano decisor, aunque a veces le dé el relevo a la cabeza, en situaciones en las que se precisa frialdad. Aún así, siempre está decidiendo... besos.
ResponderEliminarAna, la vida sigue, sí, y da un poco de rabia, la verdad. Porque anda que no hubiéramos compartido momentos... ¿verdad? Luego hay personas que estuvieron, y en las que no vuelves a pensar más. Supongo que sí, que es así. Que hay que caminar. Un abrazo enorme.
A mí me entra a veces un sudor frío, zozobra... por los que han estado y no están y no sé por qué... Tal vez es que tenía que ser así, Ana. Pero siempre queda una punzada y un regusto de culpabilidad...
ResponderEliminarHoy ha nevado en Tarraco. No quiero ni pensar el frío que debe de hacer en León. Un beso gordo, querida leonesa.
¿Culpabilidad Sunsi? Habría que ver qué hay detrás de esa culpa que a veces sentimos, hay tantas culpas falsas que nos inventamos... casi tantas como obligaciones que nos imponemos. Y bueno, vivir es un proceso, ir y venir, caer y levantarse, recibir y despedirse, crecer y hacerse pequeño de nuevo. Son los ciclos de la vida. Y cómo cuestan algunos.
ResponderEliminarUn beso enorme. Aquí hace muuucho frío, pero luce el sol. Las nevadas nos caeran en el momento en que empiecen a subir las temperaturas. De momento hiela. :)
Ana:
ResponderEliminarMagnífico apunte. Me identifico con esa sensación de verse apremiado por lo necesario, por las obligaciones cotidianas, que a menudo impiden ser uno mismo y detenerse a reflexionar un rato. Así me sucede con los estudios, que en muchas ocasiones casi no me dejan resquicios de tiempo libre para dedicarme a mis intereses personales. Y, en efecto, en algún momento dado, de repente, uno se percata de cómo su propia vida ha cambiado con el tiempo, muchas veces sin que fuera consciente de ello.
Saludos. Espero que la ola de frío remita pronto.
Sí, vienen ráfagas. Creo que hay que aprender a soltar. Y a recordar con gratitud. Los ritmos son diferentes para cada uno. Hay que aprender a esperar.
ResponderEliminarRamiro, ánimo con todos tus estudios. Ya llegará la cosecha, y con ella... todos esos espacios para la reflexión. Un abrazo. Gracias por sacar un ratito y dejar un comentario. ;)
ResponderEliminarLolo, y qué ráfagas. Hija mía, si yo lo que hago es soltarrrrr la cuerda... pero nadie recoge el cabo... jajajajaja. Fuera de bromas, los ritmos... cada uno el propio, y a esperar. Confianza. :))))))) Gracias, muchas gracias por venir. Saludines.