EL RITMO DEL MUNDO

Vuelvo, no quiero perder la necesidad de la escritura. Y si no se escribe, se vuelve a perder. Falta de tiempo. Cómo se nos escurre el tiempo entre las manos, levemente, sin percibir que se nos escapa a raudales. Y se nos va, todo ese tiempo del que disponemos se vuelve escaso, se vive simple, y de repente nos encontramos en senderos tan densos y largos, que cuántas veces nos hemos perdido y nos volveremos a perder; y con qué facilidad. Somos entonces como niños desorientados, solos y hasta enfurruñados.

Nos mantenemos entonces fuera del mundo-verdad, sufrimos la pérdida de nuestrade vitalidad. La discordancia de ritmos se hace consciente en ese mismo instante en que se mira a un otro. No acompasamos nuestro tiempo. Nos quedamos aislados, solos, egoístas. Cuánto se nos exige, de lo importante, y qué traicionero es ese correr en el tiempo. Se nos olvida lo fundamental, lo esencial, la permanencia, mientras desesperadamente perseguimos lo efímero. Eso que no valdrá nada cuando en el futuro miremos hacia el recuerdo que seremos.

Quisiera frenar el ritmo de mi vida, este ir y venir cumpliendo horarios y actividades que me dejan exhausta y me hacen sentir tan pequeña. Muy pequeña. Sobretodo cuando veo su grandeza, la de mis padres. Y yo tan perdida entre las obligaciones de este mundo, y ellos tan serenos, viendo como voy y vengo; adaptándose a mis carreras y siempre sonriendo a mi falta de tiempo, a mi ritmo rápido, turbulento. Cuántas veces me he perdido y desconcertada, vuelvo a empezar mi lucha contra ese tsunami que a veces es la vida.

Es un privilegio dejarse empapar por el ritmo pausado de la sabiduría, por sus alegrías sencillas, por su mirada brillante y serena. Regreso a casa con mis carreras de toda la mañana, mi indescriptible ritmo laboral que se me queda pegado en cada músculo, en cada fibra nerviosa, y de repente, el choque. Toda esa energía se estrella cada día con la mirada-verdad del mundo. 

No es fácil ese choque, me deja como una niña perdida, una niña que se pregunta sorprendida a dónde quiere llegar así, tan rápido. Llegarás a Ítaca... se dice, pero por favor, primero respira tu viaje, disfrútalo, tócalo con las manos en estos momentos en los que la presencia de tus padres es aún el todo. 

Descolocada, ubico mi cansancio, respiro hondo, y me digo: es tiempo de ritmo lento. Ritmo lento. Cuando logro imponer la cordura en la realidad que vivo, me convierto en un alma más del mundo, al lado de otra, y de otra... Ritmo lento. Ritmos acompasados entre personas donde la palabra se queda serena, atemperada, acompañada de un café, un bizcocho y muchos recuerdos y no pocos silencios de los que hablan, de los que gritan cariño. Habitas entonces, el ritmo del mundo. Ese que determinará para siempre la melodía de tu vida.Tu fortaleza. Lo que nunca dejará que te pierdas del todo.



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