"Los años de la infancia son determinantes para el desarrollo intelectual, pero lo cierto es que tener hijos, también favorece ese crecimiento"
David Servan-Schreiber. Neuropsicólogo.
El otro día, mientras diminuta andaba perdida entre sus deberes, yo estaba leyendo una revista. Me encontré el párrafo anterior, y como el ánimo estaba gracioso, pensé en todas las cosas buenas que ser madre me ha aportado. Y digo gracioso, porque si cuento esa "otra" cantidad de cosas que he tenido que dejar de hacer desde que ella nació, y los "estreses" que su solita presencia le ha dado a mi tiempo, la mueca bien pudiera haber sido otra. Ese día se imponía esta; la cara de la alegría, la gratitud, la sonrisa suave, la mirada profunda y la de la presencia de paciencia infinita _bueno, esta última, bien sé yo que no es tan infinita, pero siempre se me escapa la palabreja, y oye, queda bonito decirlo_.
Desde que nacen, nos adelantamos a sus necesidades. La empatía se desarrolla a marchas forzadas; un bebé no habla, no dice jamás _mamá, me duele aquí, o mamá, que voy a vomitar_, pero tú lo intuyes. Aprendes a interpretar sonidos, gestos y miradas. Reorganizas todo tu tiempo, y si sobra algo, reorganizas también tus cosas para el tiempo libre; lees alguno de tus libros, ves un trozo de peli, y/o hasta tienes un blog, que no es muy dinámico, pero es tu espacio. Y sobretodo, aumentas la necesaria paciencia, y esto sí que lo digo con conocimiento de causa. Sé, que aunque sigo siendo el vivo retrato de la impaciencia, su contraria, a veces me habita. Hoy, la paciencia es algo que puedo reconocer en mí. Antes de diminuta, ni por asomo ocurriría.
Pero la generosidad de la maternidad no se queda ahí. Pasa el tiempo y aprendes algo esencial; a aceptar la crítica de los otros sin que se te despeine un solo pelo ni se te mueva una sola pestaña. Estás tan acostumbrada a que te pongan a prueba contínuamente, a que duden de tí, a que te quieran tumbar a la mínima de cambio, a que cuando te gires las cosas vuelvan a estar del otro lado a como las dejaste; estás tan acostumbrada a la presencia del enemigo que enfrentarte a la vida laboral y a todos sus momentos tensos y ácidos no te parece más que un simple juego en el que mueves ficha tan tranquilamente. Sabes de sobra que todo, todo, acaba siendo encauzado, solucionado y colocado en su sitio. Y que esa actividad laboral es tan sólo una faceta más de la vida. Y mientras, te dices a tí mismo que ya se verá. Estas cosas son las que tiene la paciencia, que no se inmuta.
La maternidad también es generosa, a través de sus pasos, afrentas y circunstancias aprendes a querer más y mejor. Porque esa personita respondona, desorganizada, que cree que lo sabe todo, y a la que a ratos, hasta le estás cogiendo manía; a esa lista calista, la quieres un montón, y lo haces a pesar de todas sus actitudes chulitas, respondonas y egoístas. Porque mira tú si alguna vez, no la matarías... que ya lo creo que lo harías, no literalmente, pero sí con la más absoluta de tus indiferencias. Pero no, no lo haces, pasas por encima de todo ello, y te dices siempre que es tu diminuta, y que es la mejor. Y eso lo dices sólo porque la quieres, que bien sabes que de estupenda a veces, tiene muy poco. Aprendes a amar sin la necesidad de que nadie se gane tu cariño; y te das cuenta de que eso es exactamente amar. Antes no lo tenías tan claro, porque todo lo que habías amado de cerca, lo habías elegido desde la afinidad. Y que a quienes no habías elegido, aunque no fuera afín, los necesitabas.
En el artículo explicaban que la maternidad es una revolución para el cerebro. Ya lo creo que lo es. Toda una revolución. También para los principios y valores que configurarán en adelante tu mundo. Con la maternidad todo se coloca, todo llega a tener la intensidad y el tamaño que realmente tiene. Y todo, es todo. Cualquier noticia que oigas, que te sobresalte, admire o agobie, tendrá otro cariz, otra profundidad y te llevará a otras conclusiones.
El artículo comentaba un estudio de la Universidad de Virginia _ he de decir que soy muy escéptica ante cualquier tipo de estudio, pero este me hizo gracia_. Dicho estudio viene a confirmar que ciertas hormonas como la oxitocina, hacen que aumente la resistencia al estrés, que se incremente la capacidad para formar vínculos afectivos y que se optimicen la actividades relacionadas con el aprendizaje. Explicaba cómo las ratas convertidas en madres, aprendían más rápido y se acordaban mejor de sus decisiones. El estímulo hormonal de la maternidad sobre las neuronas parece ser que produce una reorganización del cerebro. El estudio me hizo gracia porque pensaba que yo, lo único que puedo afirmar, es que la maternidad produce toda una reorganización de tu vida, y la pérdida incluso, de parte de ella. Es como si tú fueras menos tú, y más otra persona que ni esperabas ser. Todo ello para mejor, eso sí.
Confieso que mientras lo leía, lo asumía como cierto. Yo muchas veces me he preguntado cómo es que ahora tengo esta capacidad de hacer tantísimas cosas a la vez, con tanta concentración y con semejante ilusión. Muchas veces he pensado que si esta capacidad la hubiera tenido a los veinte, me hubiera comido el mundo. Porque yo antes no era ni mucho menos tan flexible, ágil y concentrada. Hoy, a la hora de cambiar de escenario y emociones soy toda una experta; mi semblante es capaz de cambiar en minutos con absoluta normalidad. Soy capaz de llegar al trabajo sonriente, animada y tranquila aunque en casa haya habido una polka además de intensa y emocionante, ácida y acelerante. Esa capacidad para hacer ahora esto, luego lo otro y a la vez organizar aquello que está aún pendiente, y hacerlo manteniendo el tono y el sentimiento que se precisa en cada momento. Esto es toda una conquista para mi persona. Hoy soy menos vulnerable, más precisa, menos tímida y más eficaz.
A menudo se oye hablar de que las mujeres tenemos esa capacidad multitarea que se les atribuye a los ordenadores. Yo no sé si se debe a la maternidad o no. Desconozco si la responsabilidad que se tiene ante un ser dependiente que un día hace presencia en nuestras vidas, es la consecuencia de ser más rentable con tu tiempo, pero lo que sí sé es que el modo y la manera en cómo te afectan es considerable. Yo, en el tiempo antes de diminuta, no era como soy, y sé que la culpa culpita de mucho de lo bueno de hoy la tiene diminuta. No, yo antes no era así; incansable, firme, tenaz. También es verdad que desconocía lo que era ponerse literalmente en el disparadero.
Son muchas las cosas buenas que diminuta le ha aportado a mi carácter; la paciencia, la generosidad y el tesón que hoy tiene mi tiempo. También la extraordinaria dimensión que hoy tiene mi sentido del humor. Todo ello, además de su risa, sus ojos, su sonido, sus peloteras, y el modo trepidante en cómo ha ido a imponer su presencia, porque ella vale un potosí, eso lo ha dejado claro. Lo veo toditos los días. Y aunque mira que la niña es puñetera a veces, cuánto, cuánto, cuánto la quiero. A estas alturas, decir diminuta, es decir mucho. Es sacar a la palestra todo ese tipo de cosas que para mí son necesarias en la vida, y que quizá antes, ni tan siquiera presentía.
Hacía tiempo que no lo soltaba, ¿verdad? Y eso que mira que me tiene "jjjaarrrrrtaaaaaaaá". Pues eso, que te quiero, diminuta, mucho.
Son muchas las cosas buenas que diminuta le ha aportado a mi carácter; la paciencia, la generosidad y el tesón que hoy tiene mi tiempo. También la extraordinaria dimensión que hoy tiene mi sentido del humor. Todo ello, además de su risa, sus ojos, su sonido, sus peloteras, y el modo trepidante en cómo ha ido a imponer su presencia, porque ella vale un potosí, eso lo ha dejado claro. Lo veo toditos los días. Y aunque mira que la niña es puñetera a veces, cuánto, cuánto, cuánto la quiero. A estas alturas, decir diminuta, es decir mucho. Es sacar a la palestra todo ese tipo de cosas que para mí son necesarias en la vida, y que quizá antes, ni tan siquiera presentía.
Hacía tiempo que no lo soltaba, ¿verdad? Y eso que mira que me tiene "jjjaarrrrrtaaaaaaaá". Pues eso, que te quiero, diminuta, mucho.
Siempre reapareces con post llenos de contenido ... lo volveré a leer despacio: calidad¡¡¡.
ResponderEliminarUn abrazo, Ana.
Los niños tienen esa capacidad desbordante de volvernos locos de ira y de amor a partes iguales. Afortunadamente cuando nos dan a la criatura nos regalan una tonelada de paciencia (ese es también el aspecto de mi carácter que desconocía por completo) Un besín, desaparecida
ResponderEliminarVaya, Anita... Cómo te ha dado de sí el artículo que has leído. Si va a ser verdad que no es un tópico incluso eso de que la maternidad rejuvenece...
ResponderEliminarSi todo eso es así... ¡¡¡Diminuta al poderrrrrrrrr!!!
Un beso, Ana, bienhallada
Qué gusto leerte Ana. Tus letras están cargadas de palabras especialmente necesarias para mí estos días, generosidad, amor, paciencia, tesón, sentido del humor... ay, gracias. Cuando he terminado de leerte me he dado cuenta de que mi respiración era profunda (es una tontería, pero no lo es). Besos.
ResponderEliminarSi me dijeran qué es lo más bello de la creación, respondería sin dudar que LA MATERNIDAD.
ResponderEliminar...
Un abrazo y, gracias por compartir tus pensamientos.
Desde que tengo hijos... soy otra. Creo que les aporto algo bueno, o eso espero, pero de ellos recibo mucho más de lo que doy. Mi vida es otra, mucho mejor, gracias a ellos... aunque también curro más... jajajaja!!!
ResponderEliminarBesos miles
..y que me dices, cuando tienes que explicarlo todo! todo todo..eh? sin trampas ni cartones... es un verdadero ejercicio de aprendizaje mutuo!!!
ResponderEliminar...Por su puesto, lo del amor incondicional es toda una experiencia!
Un abrazo Ana! recuerdos a Diminuta...
Gracias chicos, por estar. Y por tomaros la molestia de contestar cuando ando tan ausente.
ResponderEliminarUn abrazo cafetero; es decir, intenso.