"¿Qué es lo que hace que la gente desee oír una historia? Contar cuentos. La vida cotidiana de la gente común, como en Simenon. No hay otra forma de decir cómo es la vida, cómo el azar o el destino trata a la gente, que contando una historia. Es general, no podemos decir más que sí, así es como sucede. (...) Es como si fuéramos incapaces de vivir sin acontecimientos; la vida se convierte en un flujo neutro y apenas podemos distinguir entre este día del siguiente. La vida misma está llena de historias. ¿Por qué han desparecido los cuentos? ¿Son acaso los hechos abrumadores ocurridos en este siglo los que transforman los acontecimientos comunes y corrientes que le sucenden a uno en algo insignificante que no merece ser contados? ¿o será esa preocupación neurótica por el yo y que el análisis ha demostrado que no tiene para contar más que variantes idénticas?"
Hannah Arendt. (Párrafo de una carta dirigida a su amiga Mary McCarthy, mayo, 1971)
(...)
El libro se titula Entre amigas, y recoge la correspondencia habida entre Hannah Arendt y Mary McCarthy durante los años 1949/1975. Esta es la lectura que ha ido a recoger el silencio de mis finales de día, la lectura que me tiene secuestrada una vez terminadas la tareas cotidianas que entretienen y gastan todo mi tiempo. Después de todas esas cosas que se hacen durante el día, en las que se emplean tantas horas que no sabes muy bien a dónde irán a parar, me dejo secuestrar por la vida de los otros. Las horas que he vivido, sé que existen, que son la razón de mi estar en el mundo, por muy simples que puedan sentirse, pero bien es cierto que las horas de los otros, para mí tienen un valor incalculable; me ayudan a seguir siendo quien exactamente soy. Diferente. Concreta. Real. Muchas veces se necesita la vida sencilla de los otros para poder seguir siendo uno mismo. Por ello, nunca dejaremos de necesitar historias. Historias normales.
Estos días pasados me me he preguntado más de una vez a dónde iría a parar el sentimiento que se pone en cada tarea cotidiana, porque lo que es su realidad y sus consecuencias, se liquidan sin más. Por ejemplo, ya nada queda de las anchoas del cantábrico fresquitas con que invité a cenar a mis padres y a mi peque una de estas tardes; el tiempo empleado en la limpieza de anchoa por anchoa (quien ha limpiado pescaditos sabe de qué hablo). Lomito tras lomito fueron preparados y colocados en una fuente. Rebozados. Fritos. Y colocados listitos para ser engullidos. Total, la mañana entera si contamos que antes fui a la pescadería, que no vinieron solas. Hoy ya no queda nada, ni tan siquiera el eco, de la mañana tranquila en que fueron preparadas. O bueno, no, me equivoco. El eco sí queda. Y también la sonrisa de diminuta y mis padres cuando las degustaron. Puede que sea cierto, que nada se pierde. Por eso me gustan las historias sencillas. Por ello pienso que siempre se necesitan.
Y sin embargo el día a día pareciera carecer de interés, hoy pudiera ser que no interesa la vida cotidiana de una persona normal. Hoy si tu vida no es grande, ¿para qué necesitaría ser contada? ¿Es que ya no necesitamos historias? ¿Es que sólo lo extraordinario ha de tener la necesidad de ser contado?
Personalmente lo dudo. Quizá por ello soy tan propensa a leer diarios, correspondencias, vidas. Me gustan las biografías, las vidas de los otros, el relato de la vida normal de personas a quienes admiro, a quienes quiero, a quienes desconozco. El relato de historias normales me acerca al otro. Suelo tener la necesidad de leer la vida de quienes por alguna razón he admirado; sea por su obra, por sus hechos o por las circunstancias en que les ha tocado vivir. Me atrae la visión de esos otros que aunque contrarios, narran los hechos de su vida, hechos que a veces se parecen a los míos. Otras no, su vida es mi antípoda. Y aún así, el interés es eje, centro, necesidad de leer.
Me gusta el latido rutinario del alma en las palabras, quizá porque es lo que más nos me acerca al otro. Si hay algo que me parece extraordinario, es la vida sencilla de las horas. Las del día a día. La narración de una tarea que aparentemente insignicante, es el orden de todo un mundo. Me gustan esas cuestiones que una vez lanzadas al aire, engarzadas en una pequeña trama, muestran la relevancia de unos valores. En esos hechos está la exacta medida del amor que sentimos hacia las personas que queremos, por ello me gusta la rutina de los días, mi rutina, la de los otros. La vida de los otros, por sencilla que sea, es siempre un misterio más.
Me gusta el latido rutinario del alma en las palabras, quizá porque es lo que más nos me acerca al otro. Si hay algo que me parece extraordinario, es la vida sencilla de las horas. Las del día a día. La narración de una tarea que aparentemente insignicante, es el orden de todo un mundo. Me gustan esas cuestiones que una vez lanzadas al aire, engarzadas en una pequeña trama, muestran la relevancia de unos valores. En esos hechos está la exacta medida del amor que sentimos hacia las personas que queremos, por ello me gusta la rutina de los días, mi rutina, la de los otros. La vida de los otros, por sencilla que sea, es siempre un misterio más.
Pienso que quizá por eso mismo, los blogs más personales, esos en que puedes tocar un alma, son los que tienen tantos lectores. En ellos habita la vida, la vida normal. La de ellos, y puede que también la propia. Historias normales de horas sencillas vividas y contadas con extraordinaria viveza. Quizá ese sea hoy, el camino de la literatura. Esa necesidad de escribir que no tiene como acicate la economía, sino la simple necesidad de no perderse del todo.
"Vendrá la hora
en que las viejas heridas,
tanto tiempo olvidadas,
amenacen con abrirse.
Vendrá el día
en que ningún balance
de la vida, del dolor,
contará.
Transcurren las horas,
Pasan los días.
Un logro queda:
simplemente estar viva."
H.Arendt
Queridísima Ana...cuantas ganas de leerte...¿existen las casualidades? Ayer paseaba por una librería...y en la sección "historia" ojeaba varios textos...todos ellos sobre historia de la vida cotidiana...es la que más me interesa...porque en ella están todas esas horas que hacen posible que la vida y la humanidad avance.Son las vidas de los auténticos protagonistas de la Historia.
ResponderEliminarGracias, me ha encantado.
No leo muchas biografías, si acaso la de personajes que admiro. Claro que me siento un poco extraño, como invasor de una privacidad a la que no sé si tengo derecho a acceder. Dónde está esa línea. Leer para aprender o para recrearse en las miserias de lo ajeno.
ResponderEliminarAún así prepara una anchoas no es sólo el hecho físico sino el sentimental, pensar en los futuros comensales, esforzarse para que sean un poco más felices...
Un abrazo
Todas esas horas anónimas que tienen tanto contenido de silencio. Y de significado.
ResponderEliminarUn abrazo Mariapi.
Sese, yo también he sentido ese sentimiento de extrañeza al entrar en la vida de una persona, en su tiempo pasado y en sus recuerdos. Pero luego pienso que está bien que su vida esté en mi cabeza. Es una forma de no olvido.
ResponderEliminarLeer otras vidas siempre para crecer; jamás para recrearse en las miserias de los otros, porque siempre el dolor de otro, nos ayudará a entender quizá algo mejor, el propio. Creo que el encuentro con un otro siempre es necesario, a través de los otros, llegamos a nosotros mismos. A nuestro mismito centro.
Un abrazo Sese.
(Las anchoítas del Cantábrico supieron llevar a buen puerto su cometido... vamos que si se disfrutaron... jajajajaja. Yo doblemente.)
Querida Anita... Tarde pero llego. Me he emocionado con la lectura de tu post. Es que no hay otra, leonesa. El día a día de una vida concreta es "anchoítas del Cantábrico" y la sonrisa del que las aprecia...aunque no quede ni rastro de ellas. Es... los deberes de diminuta, el fregao de mi cocina con mil turnos, el silencio previo al amanecer que provoca el insomnio... y casi se agradece, la caída del día con un libro, "ese" libro en concreto que tú, leonesa, has elegido... La belleza de lo concreto si no queremos perder la felicidad a costa de soñar lo inasequible.
ResponderEliminarGracias, amiga. Siempre es una delicia leerte.
Un beso.