QUERER.

No sabría por dónde empezar, no sabría como agradecer todo lo que me ha sido dado de la mano de mis padres. Su presencia, cada uno de sus gestos ha ido a convertir mi mundo en un escenario más habitable, más cómodo, más feliz y sonriente. Lo han hecho cuando estaban delante y, sorprendentemente, también cuando no na estado. Esto último es lo que me desborda; que hasta cuando no se nota su presencia física, sabes que te siguen cuidando. De ello he sido consciente muchas veces ya, y me he preguntado cuántas veces más me habrán cuidado sin sentir yo que eran ellos los que estaban sujetándolo todo, como pilares indestructibles detrás de muchas de las cosas buenas que mi vida ha tenido. Porque son muchas cosas siempre, las que se quedan sin saber cuando una persona te quiere de verdad. Te quiere y está. Y de la mayoría de lo que hace por ti, ni te enteras ni quizá te enteres jamás.

El otro día en unos aparcamientos mi coche se petó. Sonaba la cosa a que pudiera haber fallado la batería, peeeeero... mis conocimientos mecánicos son nulos. Como quedaba muy bien aparcado, decidí que lo mejor era dejarlo allí. Nos bajamos del coche y fuimos a avisar a seguridad por si había algún problema en dejarlo hasta mañana por la tarde en que yo ya podría llamar al taller. Me dijeron que no había problema, así que nos volvimos a casa dando un paseo; hacía una tarde-noche preciosa. Por la noche, antes de ir a la cama, llamé a mis padres, y claro, salió a la palestra el suceso, porque de primeras estaba un poco agobiada por si se petaba para siempre, pero no, mi padre me dijo que por lo que contaba, podría ser de la batería casi seguro. Y así quedó la cosa; que yo llamaría al garage al día siguiente, y que quizá se acercaran ellos a pasar la tarde con nosotras. Mis padres no viven en mi misma ciudad.

Por la mañana, mientras estaba en mi trabajo, recibí una llamada, era de nuevo mi padre. Me decía que ya tenía el coche en el garaje. Pregunté si en el de siempre. Me dijo_ No, no, en el garaje de tu casa. Así que no te preocupes, era la batería, un cable_ dijo. _Ahora ya lo tienes listo_ .

A mí se me puso un nudo en la garganta porque sentí todo, TODO, lo que han hecho por mí a lo largo de todita, TODITA mi vida. Y pensé en todo esto que pienso ahora, en la invisibilidad del cariño, en cómo alguien cuando te quiere, te está queriendo. Que no hay más. Que dan igual tus desvaríos, tus desencuentros o tus fracasos. Para ellos eres y punto. Y claro, al colgar casi me pongo a llorar, porque sí, soy un excelente emoticono. Incluso un compañero me preguntó si ocurría algo al ver mi gesto por culpa de un nudísimo que sentía en las mismita garganta.

Y si miro y remiro a lo largo de mi vida las cosas buenas que tengo, esas que hacen de mi mundo una vida más fácil y alegre, si las analizo bien, incluso en la más alejada de la presencia de mis padres, encuentro un rastro de esa sombra que es su sombra de gigantes.

De esto ya he hablado muchas veces, sé que me repito, pero hoy me apetece volverlo a traer aquí. Con gratitud  por la magia de su presencia cada vez que los veo llegar a mi casa, habitarla, llegar a ella con esa confianza casi como de niños; sonrientes y cascabeleros. Me gusta su mirada alegre cada vez que me encuentro con ellos. Me contagia su presencia sonora cuando asoman por la puerta, cuando se presentan por sorpresa; es entonces cuando mejor sientes que aún  tienes la fortuna de ser hija, y lo sientes con deleite infantil, dando gracias porque aún late con fuerza la niña que todavía eres. Ante su presencia sabes que no se ha perdido nada, nada, aún. Sale entonces la gratitud a borbotones, tanta, que tu semblante cambia porque no aguanta tanta. Y lloras... sí, lloras. Lloras porque al lado de todo esto está tu miedo infantil, tu miedo a perder aquello que es todo tu mundo. Eso que te ha dado alas, eso que aún te sostiene. Y te sabes entonces esa niña que reconoces cuando tienes miedo, cuando estás alegre, cuando lloras... esa niña que lo único que quiere es ir a casa, a la casa de sus padres.

Cuidar, querer, gastar el tiempo en las cosas de otros, estar atento, dejar lo tuyo por lo de los demás, atender sonriente cualquier contrariedad; eso SON mis padres. Y no podía por menos que contarlo aquí... y allí, y en el otro lado, cual niña saltarina y alegre, mientras pienso en las cosas ricas que voy a hacer porque van a venir a pasar el fin de semana...

9 comentarios:

  1. ...siempre pensé que tenía que empezar aquel curso de mecánica, bueno aún me quedan algunos años quizá para entonces igual sirve la batería del móvil.

    Un abrazo Ana!

    ResponderEliminar
  2. Ana, me das mucha envidia. No le hago ascos a nada de lo que yo tengo, que es mucho, pero esto tan hermoso que tienes en tu familia... disfrútales. En serio. Un beso

    ResponderEliminar
  3. Puessssss si que has tirado del hilo hoy ehh, simplemente darte toda la razón y mi mami lo es todo, sólo de pensarlo se me hace un nudo.

    Besines utópicos Irma.-

    ResponderEliminar
  4. Disfruta de tu familia que es lo mas grande.
    un abrazo!!

    ResponderEliminar
  5. Ya eres afortunada sólo por tenerlos aquí, vivos, para ayudarte. No desperdicies ni un sólo minuto y disfruta con ellos.

    ResponderEliminar
  6. Qué pocas veces les decimos que les queremos.
    Sabes que me he emocionado de leerte?
    Hay que disfrutar de ellos al máximo.

    ResponderEliminar
  7. Es admirable tener esa enorme piedra a la que agarrarse, llena de calor y de fuerza, Ana. Enhorabuena, no sólo por tenerlo, sino por apreciarlo.

    ResponderEliminar
  8. Gracias por acompañar a mis palabras, por no dejar que se queden solas... Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Tienes suerte,Ana.
    Yo los tengo a los dos aún, pero viven lejos, los veo tan poco...
    Ahora vienen a pasar un tiempo por aquí y me resarciré.
    Recordaré tus palabras.
    Un abrazo

    ResponderEliminar