Ocurre de repente, miras a tu alrededor, y la vida ha dado un giro sin que tú sepas muy bien cuándo ni dónde ha ido a cambiar. Lo admites amablemente, pero eres consciente de que te deja instalada en la perplejidad, y ante la absoluta consciencia de tu más cierta ignorancia; eres madre, sí, y además, una auténtica pardilla.
Sólo ha pasado un verano y ahí la tenía, hecha toda una mujercita ante mis ojos. Esa es mi diminuta hoy; compleja y sencilla, vehemente y tranquila, mujer y niña, risa y llanto.
Consciente de que te escapas, de que empieza tu vuelo, la emoción llena mi alma, pero también me hace consciente de que mis manos, siempre prestas a achucharte y a sujetarte con fuerza, se han quedado pequeñas. Nos hemos movido juntas en la certeza de lo físico; en la consistencia de unos cuidados que evitaban que te rompieras la crisma, que te intoxicaras, que te aburrieras; que buscaban te sintieras muy querida, mimada o que simplemente durmieras. Y de repente te miro, y sé que todo eso, todo eso por lo que yo antes velaba, ya lo sabes hacer sola.
Eres una mujercita, mi diminuta. Y pienso en las veces en que no sabré entender tu mundo y me empeñaré en que obres desde mi perspectiva sin saber que me equivoco rotundamente. Porque me equivocaré, eso no lo dudo. Y tú entonces tendrás que saber poner perdón, generosidad e inteligencia. Tendrás que regalarme el perdón con una sonrisa, permanecer al lado de la generosidad para saber que detrás de mi empeño sólo hay cariño y pasión por tu tiempo y lo más necesario, que seas capaz de estar del lado de la inteligencia para conseguir que mi error no te lleve a un puerto que no te corresponde.
Diminuta, te miro cuando no te enteras, cuando no te percatas de mis cuitas, cuando permaneces con las tuyas ausente. Observo tu perfil serio cuando estás ahí al lado; de copiloto, leyendo, estudiando, jugando o durmiendo. No te haces idea de las veces que te miro cuando tú no te enteras. Y me quedo punteando la línea de ese perfil que me sé de memoria. Y dibujo en mi retina mil veces la profundidad de tus ojos. Eres una mujercita. Y bien sé que mis manos se quedan pequeñas. Pero, ¡ah el corazón!... ese es tan enorme, que no se gastará en mil años; ni aún traspasado el infinito se quedará pequeño.
Hoy te has quedado especialmente en mi pensamiento, hoy que no estás, estás más que nunca. Es cierto que siendo diminuta, ya eras enorme para mí, pero hoy, hoy te has hecho grande. Puedo descubrir las semillas que hoy tiene tu presencia, esas que serán la raíz de la mujer valiente que un día serás. Y constante, muy constante… porque mira que eres tenaz (esto ya te lo digo con sorna, que mira que eres tenaz). Te quiero, diminuta. Hoy en las paredes de casa ha quedado la resonancia de tu ruido. Hoy, la casa permanece en silencio y yo a solas con mi alma, me he hecho más consciente aún de ese hilo infinito que me une a ti. Y es que tú tienes el sonido del mundo; del inmenso mundo que aún te queda por descubrir. ¿Lo puedes sentir tú también?
Me siento total y absolutamente identificada con cada una de tus palabras.
ResponderEliminarAlzan el vuelo, se despegan, se nos escapan como agua entre los dedos... y sólo podemos observar nostálgicas, esperando que todo vaya bien...
Ley de vida lo llaman algunos.
Un abrazo!!!
Asusta la cuesta arriba que les espera... son tan jóvenes. Me han gustado mucho tus palabras, lo harás, lo haremos lo mejor que sepamos, y nos equivocaremos. Y ellos nos querrán. Somos sus mamás.
ResponderEliminarUn beso, querida.
Llegará a su puerto, al que la corresponde. Estate tranquila.
ResponderEliminarBesos.
Un paso inesperado ante tu espacio, me doblego y acaricio así tu presencia escrita…
ResponderEliminarPido disculpas por mi ausencia y por este pequeño mensaje, que publico en la mayoría de los blog que visito.
Un abrazo
Saludos fraternos a todos…
A veces es aterrador darnos cuenta que cada día nos necesitan menos, pero en realidad, no nos importa. Estaremos ahí, siempre que nos necesiten. Y porque queramos o no, tendrán muchos días buenos, tendrán algunos días malos o muy malos y los demás serán normales y tendremos cabida en todos ellos. Podemos ser madres y amigas y eso nos hace cómplices en el hurto de tiempo que le haremos a otros que estén a su alrededor, porque estaremos para compartir secretitos y dar consejos inútiles o previsibles, que no serán menos ciertos por ello. Tengo la firme esperanza de que por muy mayor que se haga, siga queriendo, al igual que aún lo quiero yo, sentarme durante 2 horas seguidas al teléfono con mi madre y contarle mil detalles de mi vida y que me aconseje qué debo hacer cuando siento que se me acaban las ideas para sobrevivir otro día. Allí estaremos, amiga, junto a esas mujeres maravillosas en las que se convertirán nuestras hijas. Besos.
ResponderEliminarDisfruta con la sabiduría de la naturaleza y el saber aprender de los niños.
ResponderEliminarAna. Creo que nos necesitan siempre. Yo aún necesito a mi madre. Pero la necesidad es distinta.
ResponderEliminarVer crecer...observar de soslayo sin ser descubierta. Cómo me suena eso... Ya no es tan diminuta, ¿verdad? Y cuando te quedas sola, siguen sonando sus risas o sus lamentos. No están porque ya inician una vida propia. Una sensación agridulce... ¡Las madres...!
Un beso leonesa
Creo, Ana, que tú creces con ella, evolucionas con ella... y me imagino que, con el tiempo, ella se hará las mismas preguntas que tú te haces hoy, si es que no se las hace ya. Por ello, con respecto a mis hijos, me hago la siguiente reflexión: cada día es nuevo, cada cosa distinta. Según se presente cada cosa, así la afrontaré.
ResponderEliminarPreciosa entrada, como todas las que desgranas. Besos miles
Verles volar felices es tan bonito! Cuando percibes que sufren y no estás cerca es ¿desgarrador?..quisiéramos estar siempre que nos necesiten; si saben ésto con certeza, les basta!. Amor incondicional. Besos.
ResponderEliminarSylvia, gracias por tu presencia, sobretodo porque yo aún no he recalado en tu ventana como debiera. Gracias por no darle importancia. Un abrazo.
ResponderEliminarPesolet... respira hondo... y a por la cuesta. Podemos!!!!
Un abrazo inmenso.
Zambullida, estoy tranquila. Sé que llegará. A su puerto. Saludos.
Adolfo, gracias por descansar tu mirada en mi presencia escrita. Yo lo suelo hacer también, aunque últimamente más, descanso en tus colores. Un abrazo desde la distancia.
Lisset... crecen!!! Las princesas crecen!!! ...jajajaja.
Y estaremos!!!! Siempre!!!! Y espero que para entonces, nos lo podamos seguir contando nosotras dos. Besos.
Modestino, eso intento... disfrutar de su sabiduría... pero he de confesar que también me enrabieto... jajajaja. Mira que son tenaces... jajajaja. Un fortísimo abrazo. Sigo estando aunque no esté.
Sunsi... lo que me queda aún por rodar... menos mal que tú permaneces siempre presta a mis rabietas de madre diminuta... jajajaja. Un beso.
Lola... ahí estamos. Lo intentamos lo mejor que sabemos... y como sabiamente dices... cosa a cosa. Paso a paso. Un abrazo.
Marta... incondicionales. Así somos. Así estamos. Con ellos siempre!!! Un beso.
Mi hija pequeña cumple ahora 12...
ResponderEliminar¡¡Como te entiendo!!
Es hermoso, intenso, emocionante...
ResponderEliminarUn abrazo Montse.
ME GA GUSTADO MUCHISIMO, ES GENIAL Y ES LA VIDA
ResponderEliminarLa vida se impone hermosa, grande, generosa. Es emocionante verlos crecer; se hacen grandes y uno en silencio, se va haciendo pequeño. Gracias Lambertus. :)
ResponderEliminar