Hoy, mientras esperaba a que regresara diminuta de su asueto dominical, he pensado en la poca cultura que tenemos de la ilusión. En la incapacidad de las personas para imaginar un proyecto que ambicione, entendiendo la ambición como esa ilusión por generar algo que vaya más allá de la propia idea de lo económico, incluso que va más allá de uno mismo. Ese algo que se crea, proyecta, y que transforma la realidad y se queda en ella. Que nos hace grandes y a la vez pequeños, porque seguirá cuando nosotros ya no estemos. El ser humano tiene la capacidad de desear, proyectar, imaginar... de ir a la búsqueda de un sueño. La apropiación debida de nuestro tiempo creador. De ese sueño que se desenmascara en la medida en que se mira el mundo, se anota y se subraya en el pensamiento. En la medida en que mi yo se me rebela, y me acerca verdaderamente a ese yo que soy y quiero ser. A la proyección de todo aquello que mi alma quiere llegar a hacer. Vivimos en una sociedad que es incapaz de enseñar la ilusión, de transmitirla, de acariciarla siquiera. Esto lo puedes ver en los niños, claro que de todo hay, esa es la verdad, y siempre vas a encontrarte con alguno que te sorprenda. Que te ilusiona con su ilusión pequeña, constante y valiente. Así todo, siento que vivimos en una sociedad que no es capaz enseñar a permanecer en la espera; en esa latencia de lo que imaginado, aún está por venir. Y la espera es creativa, imaginativa y optimista. Si fuéramos capaces de ello, estoy convencida además, de que el índice de depresiones que no están asociadas a ningún sustrato biológico en nuestra sociedad no tendrían la prevalencia que actualmente tienen.
Me emocionan las personas que tienen una ilusión en su vida; un proyecto. Sea grande o pequeño. Sea un huerto, o una editorial. Me alegra esa capacidad que tienen de permanecer en la espera, en la no-ganancia, en la expectación que supone esperar a ver realizado su proyecto mientras al quitar de aquí ponen un poco allá, en ese proyecto que no está diseñado para ser beneficio material, pero sí personal. Aunque sea un proyecto sin rentabilidad, que no deja más que deudas y cierta desilusión por el no reconocimiento de los demás, aún así, el proyecto le sigue ilusionando al autor. Es la persistencia de la ilusión; de aquello que se espera a pesar de las mala racha o el desencuentro de intereses.
Hoy lo único que impulsa a mover ficha es precisamente ese; el dinero. Y eso es lo que les hemos transmitido a nuestros hijos. Hoy el dinero lo es todo. Comprar y vender. La ley del mercado se ha instalado incluso en aquellos espacios del ser humano que simplemente obedecían al juego; al ensimismamiento que es hacer algo por el simple placer de hacerlo. Hoy, con nuestra ambición materialista, hemos acotado el espacio de la libertad. Y con ello, queda reducida a una bana esperanza la posibilidad de la imaginación. También, la posibilidad de transcender a nuestros actos. Quizá por eso nos hemos convertido en seres presurosos. Agobiados con la rentabilidad de nuestro tiempo, sin saber muy bien en qué querríamos gastar el producto de esa rentabilidad. Y sin embargo, no hay mayor experiencia de libertad que la que se siente al lado de la ilusión; al lado del juego. Ese tiempo en el que realizas algo sin sentir el peso de lo que vale, o de lo que por ello te van a dar. Lo haces porque simplemente te gusta, porque la sóla presencia de lo creado, es ya de por sí, un enorme tanto a recibir. Si perdemos la capacidad de proyectarnos, de mantener latente una ilusión, ¿hasta cuándo podremos aguantar sin rompernos?
... Everybody's got a hungry heart.
Lay down your money and you play your part.
Everybody's got a hungry heart...
La juventud se conserva mientras se es capaz de mantener una ilusión; que no se nos oxide el alma¡¡¡¡
ResponderEliminarMe encanta la foto que has puesto, habla sola. Besos
ResponderEliminarLa cultura del dinero, lo que debiera servir para "comprar" tiempo libre y hacer más llevadero el tiempo de ocio se ha convertido en el objetivo de esta sociedad, enseñamos que lo importante es el dinero porque la sociedad nos ha enseñado ello y no es fácil salirse de este bucle. Tanto es así que a veces hemos minimizado esa ilusión a la cotidianidad, saber disfrutar de las pequeñas cosas cosa a falta de otras ILUSIONES (con mayúsculas).
ResponderEliminarBesos (y me encanta comentar mientras suena Bruce de fondo, aunque imagino que ya lo sabes)
Estoy con Modestino: se es joven por la ilusión que se conserva indistintamente de la edad, por hacer cosas nuevas, por aprender, por seguir viviendo... Bella entrada como es habitual en ti. Besos miles
ResponderEliminarEso se resume en el consabido por todos en esta casa "Con Dios me acuesto, con Dios me levanto". Saben que si dan la vara, piden y piden, lo consiguen, y de verdad amiga, nos perdimos.
ResponderEliminarHOy no existe la ilusión por conseguir algo con esfuerzo
¿No?
Un abrazo
Se ha perdido el significado de la palabra economía; esa que define el qué, el cómo y el para quién producir. Ese sentido de utilización de los recursos (escasos y limitados). Hoy sólo tiene significado la palabra tener, sin ahondar más sobre a qué lugar quieres llegar con lo que tienes. Vales lo que tienes, y no encontramos ninguna perspectiva que vaya más allá.
ResponderEliminarLas decisiones económicas son tan comunes, tan propias de cada uno de nosotros, que a menudo no nos damos cuenta de que las tomamos cada día. Por ejemplo; cada día decidimos cómo utilizar nuestro tiempo escaso. Y no siempre elegimos lo mejor.
Los niños lo único que hacen es imitarnos. Nada más.
Saludos.
Mi marido y yo, andamos en una nueva aventura empresarial. Nuestra segunda aventura juntos para ser exactos. La primera tardó 4 años en dar el primer beneficio, la segunda, bueno, la segunda nos ha pillado en esta época que ya no sé cómo describir, total que nuestro proyecto, éste que nos hace tanta ilusión, lo tenemos ahí, seguimos a pesar de las decepciones, pero finalmente hemos tenido que buscar otros trabajos para compaginarlos con ese proyecto porque sencillamente necesitamos el dichoso dinero. No sé, a veces las ilusiones sencillamente tienen un precio que no podemos pagar, mientras tenemos que tocar el suelo mientras seguimos persiguiendo esos sueños, pero lo importante es no dejar de soñar. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por cada uno de vuestros comentarios. La vida, últimente me tiene exiliada de mi ventana. ¡Hay tantas cosas por hacer! ¡Y tantas otras que nos arrastran! Sobra poco tiempo, y como dice Colombine, el tiempo es un bien que a nuestra capacidad de hacer, le parece escaso siempre... jajajajaja.
ResponderEliminarSaludos.