Os dejo la presencia de Ana María Matute; su palabra. Si lo pienso, incluso diría que ella me las ha robado, pero sé que ella es más sabia que yo, así que me quedo en silencio, la escucho, y las comparto con vosotros. Su palabra es mi pensamiento, especialmente esta temporada.
Durante estos días de ausencia, os agradezco a cada uno de vosotros los comentarios que me habéis dejado. Aunque parezca perdida, no lo estoy; en absoluto. Sigo aquí, en silencio, al otro lado. Necesito la pausa, el no-ruido de las palabras, la no escritura. Quiero embarcarme de nuevo en la lectura, en la mirada que busca hacia fuera, también hacia dentro, pero desde lo de fuera, desde lo que se toca con los sentidos. Estoy en la mirada que escucha la esencia de la vida en el ruido de la calle, en ese ruido que cada día me sorprende por inesperado, certero y apremiante.
La vida me tiene muy ocupadilla; me ha regalado presencias inesperadas, momentos de conversación entrañable, miradas silenciosas, gestos espontáneos, y muchas, muchas cosas por hacer. Me quedo amarrada en el ruido de lo sencillo, en el ir y venir de lo cotidiano, y en lo sorprendente de mi tiempo. Lo complejo se me presenta siempre como un absurdo. No me atraen las personas complicadas. Por el contrario, me dejo llevar siempre de la mano de lo que no se complica, de lo que no se interpreta, de lo que sale sin más; sin análisis, sin pormenores, sin juicios.
Mi tiempo es sencillo, he estado al lado de personas que sé que de una manera u otra permanecerán. No sé por qué lo sé, pero es una certeza. La amistad es ese reconocimiento. Un regalo. Y quiero dejar mis palabras de gratitud aquí. Esas presencias son de aquí, fueron posibles desde este mundo que es la aldea global; este mundo de palabras y conversaciones diferidas que suele ser calificado injustamente como un medio superficial. Cuando oigo un calificativo así me digo a mi misma: eso es que lo han probado poco.
Las palabras al final, siempre se quedan cortas, porque siempre se quiere más. Uno quiere estar al lado de quien nos va regalando su pensamiento, sus dudas, sus emociones. A través de esas palabras intuyes un algo que late visiblemente y que no encuentra reposo hasta que no das con la presencia de las personas. Las palabras, desde su avidez, nos enlazan al deseo de poder estar al lado de quien las habita. Buscan el reconocimiento que es siempre la amistad.
Es emocionante, y divertido, ponerle cara a las palabras. Y entonces ocurre: algo se traba, algo nos enlaza, algo que es más grande que este mundo de bitácoras. Las palabras son ávidas, sí, siempre nos empujan a querer mucho más, nos llevan de la mano hacia ese reconocimiento del otro, en el otro.
Así son las palabras; nos llevan siempre de viaje, nos enfrentan al reconocimiento que a veces es la mirada de los otros. Miradas que una vez enfrentadas, sostenidas, sabes que siempre echarás de menos. Y te quedas pensando entonces, en todo lo que aún queda por descubrir. Es un estupendo viaje la vida…
Te invito a escucharla un poco más detenidamente:
Ana María Matute
Durante estos días de ausencia, os agradezco a cada uno de vosotros los comentarios que me habéis dejado. Aunque parezca perdida, no lo estoy; en absoluto. Sigo aquí, en silencio, al otro lado. Necesito la pausa, el no-ruido de las palabras, la no escritura. Quiero embarcarme de nuevo en la lectura, en la mirada que busca hacia fuera, también hacia dentro, pero desde lo de fuera, desde lo que se toca con los sentidos. Estoy en la mirada que escucha la esencia de la vida en el ruido de la calle, en ese ruido que cada día me sorprende por inesperado, certero y apremiante.
La vida me tiene muy ocupadilla; me ha regalado presencias inesperadas, momentos de conversación entrañable, miradas silenciosas, gestos espontáneos, y muchas, muchas cosas por hacer. Me quedo amarrada en el ruido de lo sencillo, en el ir y venir de lo cotidiano, y en lo sorprendente de mi tiempo. Lo complejo se me presenta siempre como un absurdo. No me atraen las personas complicadas. Por el contrario, me dejo llevar siempre de la mano de lo que no se complica, de lo que no se interpreta, de lo que sale sin más; sin análisis, sin pormenores, sin juicios.
Mi tiempo es sencillo, he estado al lado de personas que sé que de una manera u otra permanecerán. No sé por qué lo sé, pero es una certeza. La amistad es ese reconocimiento. Un regalo. Y quiero dejar mis palabras de gratitud aquí. Esas presencias son de aquí, fueron posibles desde este mundo que es la aldea global; este mundo de palabras y conversaciones diferidas que suele ser calificado injustamente como un medio superficial. Cuando oigo un calificativo así me digo a mi misma: eso es que lo han probado poco.
Las palabras al final, siempre se quedan cortas, porque siempre se quiere más. Uno quiere estar al lado de quien nos va regalando su pensamiento, sus dudas, sus emociones. A través de esas palabras intuyes un algo que late visiblemente y que no encuentra reposo hasta que no das con la presencia de las personas. Las palabras, desde su avidez, nos enlazan al deseo de poder estar al lado de quien las habita. Buscan el reconocimiento que es siempre la amistad.
Es emocionante, y divertido, ponerle cara a las palabras. Y entonces ocurre: algo se traba, algo nos enlaza, algo que es más grande que este mundo de bitácoras. Las palabras son ávidas, sí, siempre nos empujan a querer mucho más, nos llevan de la mano hacia ese reconocimiento del otro, en el otro.
Así son las palabras; nos llevan siempre de viaje, nos enfrentan al reconocimiento que a veces es la mirada de los otros. Miradas que una vez enfrentadas, sostenidas, sabes que siempre echarás de menos. Y te quedas pensando entonces, en todo lo que aún queda por descubrir. Es un estupendo viaje la vida…
Te invito a escucharla un poco más detenidamente:
Ana María Matute
... Qué cierto, la vida es intensa. Inesperada. De anchura y largura sin medida. Con altos y bajos impresionantes; angustiosos y vitales. La vida así, inteligente; sola y en compañía. Y siempre habitada.
*Quiero dejar aquí una sonrisa enorme para Diego y su familia; conversadores, alegres, abiertos al mundo, dispuestos a recoger la mirada de los otros, a abrirles las puertas de su casa. Lazos invisibles nacen al lado de su conversación; te encuentras de frente con ese fondo desde el que te dices a ti mismo que tu casa es su casa. Que tu casa siempre les estará esperando.
*A Javier un abrazo muy largo; por toda una tarde de palabras y caminatas, por ese Madrid que me puso en las manos en tan sólo una tarde, así, sin avisar. Siento ser tan así, tan sin agenda. Es una tarde de recuerdo ya, y para siempre. Conversación tranquila, de palabras y pasos, porque mira que nos caminamos tu Madrid. Ahora toca trotar León, pero no te preocupes, lo hacemos enterito en la mitad de cualquier tarde… en un suspiro y con la milésima parte de cansancio... jajaja.
*A Freia, mi reconocimiento intenso. Alegre, vital y espontánea se dejó sorprender por mi invitación intemperante; así, sin avisar y a la que salta. Conversación estupenda. Cuántas cosas en dos horas. Gracias Paz; las cervecillas al lado de tu conversación hicieron de la mañana del domingo un regalo inesperado.
* Y una canción para Lagarto, que sin querer, hizo posible esta entrada.
(Y con vuestro permiso... sigo en mi ausencia primaveral.)
Querida tocaya, te ha venido bien ese silencio. Siempre te viene bien, porque en el fondo, es el tiempo que se toman tus sentidos para aprehender todo aquello que necesitas. ¡Hola preciosa!
ResponderEliminarAna!sumar, añadir.... así ensanchamos la vida y el corazón. Me alegran esos días tuyos. un abrazo
ResponderEliminarHas vuelto con un escrito maravilloso. Es bueno recomponerse, encontrar aire, buscar el reposo exterior.
ResponderEliminarY que grande Ana María Matute¡¡¡
Ana, gracias por la hermosura de estas palabras.Un abrazo cariñoso, que no por ser "cibernético" y entre "desconocidas" deja de ser real.
ResponderEliminarGracias. He disfrutado mucho leyéndote; como mujer sabia que también eres sabes transmitir un sinfín de imágenes.
ResponderEliminarMe alegro que las vacaciones te hayan ido tan bien.
Un saludo,
Ana... hedbana diminuta. La voz, la mirada...la presencia. Obstáculos que fueron superados. Gracias por tu amistad. Es el "milagro" del ciberespacio.
ResponderEliminarBssssssssssssss
Descansa
Me alegra que estés feliz, por encima de todo, incluso si aún no he podido darte un abrazo de verdad, de esos que me gusta regalar. Gracias por tu ventana abierta. Disfruta de todo eso que ha venido de pronto y sin notificación previa, eso, la vida. Besos mil.
ResponderEliminarFue un placer compartir mañana de sol, camino, charla y cañas clareadas.
ResponderEliminarEspero la próxima entrega.
Un abrazo, Ana.
¿Quien ha dicho que pareces perdida?
ResponderEliminarPocas personas tienen tan claro el camino que lleva a la felicidad; a tu Felicidad!
Y eso se nota...
Besos
¡Anatirandodelhilo!
ResponderEliminarYo personalmente me he añadido por aquí, y te confieso que no se si es por el hilo o los virus pero me encuento enredado en estos muhdos de blog; reconozco la capacidad de contagio de este virus, pero me encanta, aunque reconozco que se ha de ir poco a poco.
Comentas:
"Las palabras, desde su avidez, nos enlazan al deseo de poder estar al lado de quien las habita"
Desde luego, tienen un poder (las palabras), que atraviesan los prejucios de los sentidos...continuará.
ah, qué canción más sobrecogedora, sí. En realidad, Darlington se parece mucho a Madrid y a León ¿verdad? Bruce sabe alimentar el alma. También tiene canciones más optimistas, eh. Vale para toda una psicoterapia :)
ResponderEliminarMe alegro de que mi ciudad te tratara bien y encontraras calor en ella.
Besos!
Si después de cada silencio, nos regalas palabrs como estas... Tómate todos los descansos que te apetezcan, que te enriquecen, que nos enriquecen a los que desde el otro lado, seguimos tus pensamientos en voz alta.
ResponderEliminarUn abrazo
Tus palabras me han dejado en silencio.
ResponderEliminarTu silencio, deja sin palabras...pero arropa con envolvente tranquilidad de ánimo.
Saludos, Ana.
Besos, Ana. Te sigo leyendo y me sigues envolviendo con tus palabras, con tu sensibilidad, con tu inteligencia.
ResponderEliminarBello texto el tuyo y muy, muy envolvente. Un consejo ( sé que no debería dar consejos, y mucho menos cuando no son requeridos; no lo puedo evitar, lo siento): No idealices tanto a las palabras. Detrás de ellas se pueden esconder almas bellas, pero también, almas mezquinas y egoístas. Muchas veces es mejor quedarnos con las palabras e ignorar a sus autores. Contrariamente a lo que se piensa, no siempre somos lo que escribimos. Tengo una larga retahíla de experiencias a las espaldas.
ResponderEliminarMe alegra volver a leerte. Disfruta del fin de semana, de tus charlas, de tu hija, de tus lecturas y de este mayo florido y lluvioso.
Os agradezco muchísimo vuestra presencia aquí.
ResponderEliminarLos días cada vez cunden menos... o las cosas cada vez llevan más tiempo y libre queda muy poquito o nada. no sabría muy bien decir qué es. Pero así estamos... en volandas!!
Lo dicho; GRACIAS.
Ana, vete a dormir y descansa.... Disfruta tus vacaciones blogeras primaverales, que hay que cargar las pilas para el constante desgaste natural que supone la vida... ¡Ay, la vida...! Hecha de tiempo... material tan fugaz y de posos tan intensos, en lo bueno y en lo malo...
ResponderEliminarOjalá en las nuestras haya mucho de lo primero...
Buenas noches. Yo sí me acuesto ya.
Elenitaaaa... que no te había visto... entras tan silenciosa...
ResponderEliminar... y yo que ya estaba durmiendo...
Un beso enorrrrrrme.
:))))))))))))))))