Un día, cuando menos te los esperas, salta la liebre. Caminas en tu ir y venir de los días rutinarios, vas embebido de tu realidad constante. Esa realidad que está hecha de gestos pequeños, de actividades cotidianas, de miles de situaciones con poco sonido, a veces también de esfuerzos titánicos, y sin embargo, inevitablemente sucede: te encuentras con el no olvido. Te encuentras de frente con un armario invisible, intemporal, eterno. El armario donde fuiste colocando cada uno de los recodos de tu imaginación. Y mientras, la vida iba fluyendo, avanzando, dándote aquello de lo que jamás hubieras podido prescindir mientras ibas colocando en el estante de silencio aquello que te hubiera gustado ser, y que ahora aún permanece ahí, latiendo con su silencio. Eso que late, eso que ahora te es dado poder sentir.
Ahora, frente a ti, todo el recuerdo de lo que un día quisiste, la nitidez de todos aquellos proyectos que inventaste, ideas que ibas recreando en los inicios de cada sueño, de cada noche. Y más que nunca eres consciente de que en aqquel tiempo, sólo estabas aprendiendo a jugar con las palabras, y sabes (entonces también lo sabías) que ellas te elevaban muy alto, por encima de horizontes infinitos, de cimas ensoñadas, y ahí, en ellas, todo tu querer ser sin un perfil concreto, sin concretar. Ilusión, posibilidad, proyecto, futuro. Estabas esperando el porvenir.
Y ahora, sin haberlo pensado, te encuentras frente a ti esos instantes infinitos en que te haces consciente del silencio de la vida, de su inteligencia, del valor que en el presente tiene el armario de las posibilidades, cada una de ellas, en su reposo sin sonido, sin estridencias, reposo sereno. Hoy, abres ese armario en que estante a estante fuiste colocando tantas cosas que has ido dejando porque la vida, en su devenir, se iba complicando. Visión inesperada la de cada instante de todo aquello que parecía olvido, pero era eso, solo lo parecía. Y no sabes qué hacer con tantos sentimientos reencontrados, con tantas posibilidades, con tantos silencios que aún están para ser sonido… así, todo ello tan desordenado y a la vez tan colocadito. Armarios de silencio.
El reencuentro ha sido un estupendo regalo de este año 2010. Es cierto, una vez más, llegaron los Reyes Magos; sólo que me ha tocado abrir los regalos un poquillo más tarde. Esta vida es sorprendente. Y me quedo pensando en el reencuentro de todo aquello que se guardó en cada una de esas estanterías. Y observo con emoción su silencio, su permanencia, su no olvido, mientras me sujeto firmemente a todo ese silencio que lo sostiene, a la certeza de que aún es posible ser aquello que aún no somos.
Ahora, frente a ti, todo el recuerdo de lo que un día quisiste, la nitidez de todos aquellos proyectos que inventaste, ideas que ibas recreando en los inicios de cada sueño, de cada noche. Y más que nunca eres consciente de que en aqquel tiempo, sólo estabas aprendiendo a jugar con las palabras, y sabes (entonces también lo sabías) que ellas te elevaban muy alto, por encima de horizontes infinitos, de cimas ensoñadas, y ahí, en ellas, todo tu querer ser sin un perfil concreto, sin concretar. Ilusión, posibilidad, proyecto, futuro. Estabas esperando el porvenir.
Y ahora, sin haberlo pensado, te encuentras frente a ti esos instantes infinitos en que te haces consciente del silencio de la vida, de su inteligencia, del valor que en el presente tiene el armario de las posibilidades, cada una de ellas, en su reposo sin sonido, sin estridencias, reposo sereno. Hoy, abres ese armario en que estante a estante fuiste colocando tantas cosas que has ido dejando porque la vida, en su devenir, se iba complicando. Visión inesperada la de cada instante de todo aquello que parecía olvido, pero era eso, solo lo parecía. Y no sabes qué hacer con tantos sentimientos reencontrados, con tantas posibilidades, con tantos silencios que aún están para ser sonido… así, todo ello tan desordenado y a la vez tan colocadito. Armarios de silencio.
El reencuentro ha sido un estupendo regalo de este año 2010. Es cierto, una vez más, llegaron los Reyes Magos; sólo que me ha tocado abrir los regalos un poquillo más tarde. Esta vida es sorprendente. Y me quedo pensando en el reencuentro de todo aquello que se guardó en cada una de esas estanterías. Y observo con emoción su silencio, su permanencia, su no olvido, mientras me sujeto firmemente a todo ese silencio que lo sostiene, a la certeza de que aún es posible ser aquello que aún no somos.
... It's in this room right now
and you've got to fight to
make what's right.
You've got to fight to
make what's right.
You've got to fight to keep
your legendary love...
Esperanzador post, Ana. Mientras haya armario y no-olvido... puedes pensar que algún día no habrá tanto urgente que quite tanto espacio. Y retomaremos..."como decíamos ayer".
ResponderEliminarUn beso.
Encontrarme con tus post es ,maravilloso siempre..
ResponderEliminarUn abrazo
Saludos fraternos..
Retomar... y ojalá salga, con esfuerzo o sin él. Ahí está aún ese porvenir incierto. Un abrazo Sunsi.
ResponderEliminarAdolfo, muchísimas gracias por tu constancia. Encomiable. Muchas gracias.
Interesante metáfora la de los armarios de silencio. Aunque, particularmente, prefiero creer, pensar, sentir, que esos no olvidos de lo que quisimos ser-hacer están guardados en nosotros mismos. Son parte de nuestro modo de ser...y algún día se manifestarán externamente. Cobrarán realidad. Y, si no es así, tal vez haya que asumir que sólo son proyectos...para ayudarnos a seguir viviendo.
ResponderEliminarNo somos tanto lo que nos gustaría ser, como lo que podemos ser. Poder ser, he ahí la cuestión.
Saludos en el silencio.
La cuestión... sí.
ResponderEliminarTodo nos sostiene, lo que fuimos, lo que somos, lo que quisimos ser, lo que quisiéramos ser hoy... todo eso somos. Aunque no se vea. La palabra posibilidad es necesaria.
Que tengas un estupendo día Javier.
Todos tenemos nuestros armarios; el problema es que a veces los recuerdos te provocan frustración, desengaño, ... Pero en tu post ayudas a enfocar estas cosas de una manera mucho más positiva.
ResponderEliminarTodos tenemos nuestro equipaje.
Qué maravilla de refugio te has construido, tocaya. Guárdame un rinconcito, que este año mío también está siendo el de los reencuentros. De hecho, hace algunos días te encontré a ti. Ya me gustó caminar a tu lado en aquellos tiempos, estoy segura de que tu vera sigue siendo un buen árbol al que arrimarse. Besos grandes
ResponderEliminarModestino, es cierto, en esos armarios de silencio también estantes de desengaño, pero bueno... estos pueden quedar ahí colocaditos ya para siempre, y sin olvido, pues los desengaños, si losmiras bien, tienen su hilo. Tira de él. Y ya me dirás...
ResponderEliminarY es cierto, cada uno con su equipaje, sin perder la perspectiva. Tampoco la esperanza.
Ana!... Aúpa Navarra!...
ResponderEliminarjajajajaja
No se olvidan ¿eh?... jajajajaja. Fueron estupendos tiempos. A mi me reconforta saber que cuando nos de el Alzheimer... puede que nos quedemos emocionalmente recaladas en aquellos tiempos. Que los creamos reales aún. Será un estupendo recuerdo en el que instalarse y no salir.
No dejes de pasar por aquí... a segunditos. Que la vida se ha ido complicando ¿eh?.
Un besazo.