Hace tiempo que no voy a nadar. Incluso tengo un poco olvidada la sensación de flotar, el equilibrio en el que se instala mi organismo cada vez que está en contacto con el agua. Hay quien se siente ofendido por el olor del cloro. A mí no me molesta, todo lo contrario. Su presencia cercana remueve mis neurotransmisores y enseguida me trasladan a la sensación de plenitud que siempre me rodea cuando estoy nadando.
Armonía entre cada músculo, suavidad en el recorrido de cada movimiento, ritmo en la respiración, en el corazón, en la ejecución de cada brazada. Azul. Cloro. La necesaria levedad del ser. Es como si uno dejara de sentir el peso de las cosas de cada día. Sobretodo el peso de aquellas que más nos preocupan, consciente o inconscientemente. Nadar es olvido. En tu pensamiento se instala la nada. En nada piensas. Eres movimiento, agua y azul. Nada más. Tu pensamiento queda instalado en la levedad que el cuerpo nota al contacto con el agua. Ya no eres. Y no tienes prisa por ser. Lo que haya de ser, ya lo será mañana.
Sales del agua, y es como si siguieras flotando, pero por el aire. El azul se queda instalado en la retina de tu pensamiento. Todo es más fácil, tiene menos peso. Regresas a casa andando, tranquilamente. Te pones cómoda, eliges el mejor sillón, y la mejor novela. Y te olvidas para todo el día del sonido del mundo.
El día más perfecto para nadar es el sábado. Hacerlo ya de mañanita. Es cuando puedo llevar a mi peque también, no hay cole. Le gusta nadar, todo se aprende al lado de los otros, era inevitable que le gustase nadar. Ella también se llevará su parte de equilibrio, aunque aún todavía no sea capaz de nadar con plena armonía. Es un pequeño delfín juguetón. Aún así, se deja contagiar por la flotabilidad, por la levedad y por el azul. Sus ojos salen del agua aún más profundos y serenos. También su alma.
Regresamos a casa siempre paseando, tranquilamente. Cuando llegamos el sol entra a raudales por todo el salón, y nos acomodamos. Entonces es cuando ella dice:
_ Mamá, mamá… coge aire con todos los pulmones. ¿A que después de nadar son más grandes, eh?… Sí, sí… coge aire, mira, mira…
Yo le contesto aunque sé que ella ya no me presta atención, pues su mente se ha instalado ya sobre sus cosas:
_ Sí hija, después de nadar, todo es más grande y paradójicamente, pesa menos.
Y me quedo pensando que nadar es lo mismo que estar a su lado. Todo es más grande sí, y la vida me pesa menos.
Armonía entre cada músculo, suavidad en el recorrido de cada movimiento, ritmo en la respiración, en el corazón, en la ejecución de cada brazada. Azul. Cloro. La necesaria levedad del ser. Es como si uno dejara de sentir el peso de las cosas de cada día. Sobretodo el peso de aquellas que más nos preocupan, consciente o inconscientemente. Nadar es olvido. En tu pensamiento se instala la nada. En nada piensas. Eres movimiento, agua y azul. Nada más. Tu pensamiento queda instalado en la levedad que el cuerpo nota al contacto con el agua. Ya no eres. Y no tienes prisa por ser. Lo que haya de ser, ya lo será mañana.
Sales del agua, y es como si siguieras flotando, pero por el aire. El azul se queda instalado en la retina de tu pensamiento. Todo es más fácil, tiene menos peso. Regresas a casa andando, tranquilamente. Te pones cómoda, eliges el mejor sillón, y la mejor novela. Y te olvidas para todo el día del sonido del mundo.
El día más perfecto para nadar es el sábado. Hacerlo ya de mañanita. Es cuando puedo llevar a mi peque también, no hay cole. Le gusta nadar, todo se aprende al lado de los otros, era inevitable que le gustase nadar. Ella también se llevará su parte de equilibrio, aunque aún todavía no sea capaz de nadar con plena armonía. Es un pequeño delfín juguetón. Aún así, se deja contagiar por la flotabilidad, por la levedad y por el azul. Sus ojos salen del agua aún más profundos y serenos. También su alma.
Regresamos a casa siempre paseando, tranquilamente. Cuando llegamos el sol entra a raudales por todo el salón, y nos acomodamos. Entonces es cuando ella dice:
_ Mamá, mamá… coge aire con todos los pulmones. ¿A que después de nadar son más grandes, eh?… Sí, sí… coge aire, mira, mira…
Yo le contesto aunque sé que ella ya no me presta atención, pues su mente se ha instalado ya sobre sus cosas:
_ Sí hija, después de nadar, todo es más grande y paradójicamente, pesa menos.
Y me quedo pensando que nadar es lo mismo que estar a su lado. Todo es más grande sí, y la vida me pesa menos.
DELFINES EN EL OCÉANO.
(Palabras nadadoras de Driver)
Según los científicos, el desarrollo del cerebro de un delfín se encuentra en ciertos niveles por encima del cerebro humano. Y yo me lo creo. Saben comunicarse a través de los ultrasonidos, son cariñosos y familiares y juegan mucho. A pesar de estas cualidades que, parecen propias de seres débiles, son los reyes del mar. Un entorno bello y difícil a un tiempo... Y yo digo, ¿algún motivo para no ser como los delfines?. Si lo pensamos un poco, nos comunicamos sin palabras con la gente que queremos (a veces con simples miradas), una buena manera deenseñar a nuestras crías es jugar con ellas, (un simple rompecabezas hecho entre dos, da lugar a mucha comunicación), y un montón de cosas más que dejo para que te las pienses. Lo que no se puede decir con las palabras, se puede decir con otras formas de expresión. Seamos delfines.
La ilustración pertenece al libro: El gusto del cloro.
Autor: Bastian Vivés.
Según los científicos, el desarrollo del cerebro de un delfín se encuentra en ciertos niveles por encima del cerebro humano. Y yo me lo creo. Saben comunicarse a través de los ultrasonidos, son cariñosos y familiares y juegan mucho. A pesar de estas cualidades que, parecen propias de seres débiles, son los reyes del mar. Un entorno bello y difícil a un tiempo... Y yo digo, ¿algún motivo para no ser como los delfines?. Si lo pensamos un poco, nos comunicamos sin palabras con la gente que queremos (a veces con simples miradas), una buena manera deenseñar a nuestras crías es jugar con ellas, (un simple rompecabezas hecho entre dos, da lugar a mucha comunicación), y un montón de cosas más que dejo para que te las pienses. Lo que no se puede decir con las palabras, se puede decir con otras formas de expresión. Seamos delfines.
La ilustración pertenece al libro: El gusto del cloro.
Autor: Bastian Vivés.
Este... Driver, yo sí tengo un motivo para no querer ser delfín: no podría tocar a mis hijos con mis manos. Respecto a lo demás, estoy de acuerdo. Besos, a Ana, a su pequeña delfinita y a ti, Driver.
ResponderEliminarAna
Perdona... les tocarías con los hociquillos... con tooooda la piel... jugueteando... vamos que si tocaríamos a los delfinillos. ¡¡¡¡Hasta desgastarlos!!!!
ResponderEliminarjajajaja
Buenos días princesa!!!
Que lo que tu digas, pero si algo envidian los delfines de las personas son sus manos. De hecho, a veces ellas dicen más que las palabras. Es que a mí el agua me gusta menos que a ti :-P
ResponderEliminarPues puede que sí. Vale. Me rindo. Me has ganado exactamente con lo de las manos. Las manos. Infinitas.
ResponderEliminarY sí, aquí el agua es lo nuestro. Somos como delfines en ella... jajajaja. Un beso.
Yo la verdad es que soy poco de nadar. Ya sabes que me vas más bien hundirme, dejarme hundir... Pero la sensación después del buceo es como la describes... Después de bucear, todo, todo, todo, pesa menos...
ResponderEliminarBesos y gracias (tú ya sabes por qué)
Un abrazo enorme, Rocío. Qué bien leerteeeee!!!!
ResponderEliminarVoy corriendo a tu casa... a ver si nos has dejado algo... ;))
Gracias por ese maravilloso vídeo...
ResponderEliminarA mi me gusta nadar en las playas; el cloro me reseca el cuerpo. Y me deja como adormecido.
El lenguaje no verbal, es el que captan nuestros hijos... Yo procuro que sientan que les quiero tocándoles y jugando con la dichosa Wii..
Un abrazo
A mí la playa... me queda lejos. Por eso me es tan entrañable la presencia del cloro... jajajaja... por el hábito. Dónde vas tu a comparar, el salitre con el cloro... mil veces mejor el mar!
ResponderEliminarSí, afortunadamente los niños saben captar lo esencial por encima de nuestras carencias...
Un abrazo Santa.