TARDE DE DOMINGO


La tarde del domingo acaba siendo siempre una tarde melancólica, a veces sosegada, otras no tanto, sobretodo si estamos en invierno. Las tardes de domingo son una especie de tiempo ausente, se diría que pasan sobre nosotros como desasistiéndonos; como si nos dejasen huérfanos de algo que no sabemos muy bien qué es. El tiempo no tiene objetivo, meta, y transcurre en un ir haciendo las cosas que se dejaron pendientes, para las que no hemos encontrado tiempo, por lo general son aquellas que nos da más pereza acometer. En mi caso, los domingos, en su mayor parte, acaban con una tarde de limpieza. Y no siempre acaban tan ausentes como empezaron.

Y no es siempre aburrido, poner la casa en orden es una especie de poner al orden también los pensamientos. No acometemos las tareas rígidamente, con obsesión de ser totalmente exhaustivo, empeñados en reflejarnos en cualquier superficie. Son tareas que se van haciendo a salto de mata. Y entre salto y salto hay pausas, tiempos de parada en los que te quedas mirando un libro que leíste hace tiempo, un jersey que nunca tiras porque tiene mucho sentido, te encuentras unos apuntes que andabas buscando… aparecen las cosas desaparecidas como por arte de magia. Y así, entre cosa y cosa, saltas de pensamiento en pensamiento.


Recuerdas muchas cosas que te han sucedido, también, a personas que conociste y que por el discurrir de la vida están en diferente escenario, a algunas especialmente las echas de menos. Y poco a poco te instalas en el presente. En los silencios que le suceden en el día a día de tu vida. En las veces que has tendido la mirada al otro y no encontraste el eco de ningún sonido. Muchas veces te preguntas por ese silencio. Cómo es posible negarse a alguien que ha salido a tu mismo camino, cómo es posible no percibir su mirada; y si la percibes, renegar de ella sin tan siquiera ofrecerle la oportunidad de darse a conocer. Nos lo han hecho, y probablemente, también lo hicimos. Muchas veces me pregunto por qué no estamos interesados en el otro, en ese otro igual que nos encontramos y al que preferimos obviar. Es sorprendente.

Hoy, con buen ritmo de fondo, también he recordado a las personas que hace veinte años comenzábamos un periplo; la universidad. El tan criticado facebook ha sido un estupendo regalo de enero. Los Reyes Magos efectivamente existen. Abrí una cuenta en dicha red social por curiosidad y ¡voilé!... ahí estaban muchos de los de entonces. Y esta tarde, a ritmo de balleta, he recordado a muchos de ellos. Ha sido formidable poder volver a estar en contacto… y saber que está la posibilidad de ese reencuentro. A ritmo de balleta, he rememorado las personas que entonces conocí. Y me alegra infinito haber vuelto a saber de su vida, de saber instalado en mi ordenador la posibilidad de saber, de enviar un salido, y de hacerles saber que se está, que aún se está en la batalla.

Entre lo uno y lo otro, se ha ido acabando la tarde. Y como aún me queda por hacer la cena, a saber qué retahíla le saldrá a mi pensamiento, por qué enredaderas del recuerdo se quedará amarrado. Porque a mí, la mente, se me desabrocha especialmente si cocino con tranquilidad. Así que… a saber por dónde acabarán rondando estos pensamientos de domingo, en esta tarde lluviosa y como olvidadiza del domingo. Eso sí, la hemos pasado con muy buen ritmo. Os dejo una pequeña muestra de lo que sonaba entre balleta, mopa, trapo del polvo y limpiacristales.


4 comentarios:

  1. Me gusta tu descripción de los domingos. De hecho, en este momento me disponía a limpiar mi departamento. Supongo que todos los domingos son iguales.
    Saludos

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  2. Supongo que sí... que todos los domingos del mundo se parecen. Sin embargo, cada domingo puede que nos lleven a conclusiones distintas. Afortunadamente. A ver si así... se le quita un poco el tedio del que están siempre contagiadas las tardes del domingo.

    Marco, gracias por tu visita. Saludos. Y que mañana la semana comience muy bien.

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  3. Mi tarde del domingo, la que esperaba anhelosa para tener tiempo de empezar a elaborar mis pastelitos de tela y poner así orden a mis pensamientos, se convirtió en una tarde de teatro para niños. No estuvo tan mal. De todos modos tenía que hacer los preparativos de lavar las telas y hacer los patrones.
    Yo sigo frotándome los ojos ante la alucinación del retorno al pasado por arte de magia del Facebook. Y encontrar a personas que, como tú, me aportaron mucho y había perdido totalmente de vista.

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  4. Ana, está genial ¿verdad?... ¡nos hemos encontrado!... jajajaja.

    Un abrazo. Y sí, en una tarde de domingo, ya se sabe... y más con lluvia.

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