Hoy en día, para casi todo, para cada circunstancia o momento se podría encontrar un concepto. Y yo estoy en una especie de circunstancia entrometida y respondona de la que desconozco el nombre, desde la que quiero organizar los nuevos propósitos del trimestre, y que no sé muy bien por dónde empezar a deshilar. No encuentro el cabo para poder ir tirando del hilo. Y lo más sorprendente es que no me importa demasiado. El sentimiento es reposado, alegre, y con tendencia a la pausa en todo aquello que me hoy propongo como realidad. No hay prisa.
Septiembre; inicio y fin de algo.
Me encuentro ante los primeros pasos del cambio, ante esa necesidad de mudar la mirada, la presencia, los espacios y los retos que nos proponemos. Comienzo a preparar el escenario, la perspectiva. Necesito dar a toda la casa la vuelta para que siendo diferente, todo pueda permanecer. Necesito rehabilitar el espacio, la respiración, la resonancia de mi casa. Comienzo un nuevo periodo y en medio de todo, me encuentro ante este ir al encuentro de otras cosas, de otros espacios, de otro orden, dejar la realidad en que me muevo a medio terminar. Todo se mezcla, lo necesario y lo en absoluto necesario. O sea, que no sé muy bien por dónde comenzar ni dónde estoy. Me sobra todo y la realidad es que no hay casi nada. Quiero colocar cada esquina de mi pensamiento, cada estancia, y mi pensamiento permanece ausente. Estoy y no estoy. De repente la agilidad se hace evidente para desaparecer en dos minutos y volver a la pausa, al elogio de le lentitud. Y en medio de todo las risas, el juego, y un qué más da… todo se irá andando. Todo se irá viendo. Todo.
Y me pregunto… qué concepto será el que pudiera reflejar todo esto, todo este momento que no sé muy bien cómo recoger con palabras, ni como colocarlo ante la perspectiva de mi mundo consciente. Así somos de complejos. Y de inconscientes. Quizá todos los finales y todos los principios sean algo así… lentos y ágiles, hondos y superficiales, violentos desde su propia calma, y en cierto modo, también inconscientes desde su plena consciencia.
Septiembre; algo está cambiando, las rutinas son otras, la mirada permanece en su reverso, y a la vez, todo sigue igual. Ahí permance, intacto, el desorden de mi orden. Y ante ello avanzo.
Septiembre; inicio y fin de algo.
Me encuentro ante los primeros pasos del cambio, ante esa necesidad de mudar la mirada, la presencia, los espacios y los retos que nos proponemos. Comienzo a preparar el escenario, la perspectiva. Necesito dar a toda la casa la vuelta para que siendo diferente, todo pueda permanecer. Necesito rehabilitar el espacio, la respiración, la resonancia de mi casa. Comienzo un nuevo periodo y en medio de todo, me encuentro ante este ir al encuentro de otras cosas, de otros espacios, de otro orden, dejar la realidad en que me muevo a medio terminar. Todo se mezcla, lo necesario y lo en absoluto necesario. O sea, que no sé muy bien por dónde comenzar ni dónde estoy. Me sobra todo y la realidad es que no hay casi nada. Quiero colocar cada esquina de mi pensamiento, cada estancia, y mi pensamiento permanece ausente. Estoy y no estoy. De repente la agilidad se hace evidente para desaparecer en dos minutos y volver a la pausa, al elogio de le lentitud. Y en medio de todo las risas, el juego, y un qué más da… todo se irá andando. Todo se irá viendo. Todo.
Y me pregunto… qué concepto será el que pudiera reflejar todo esto, todo este momento que no sé muy bien cómo recoger con palabras, ni como colocarlo ante la perspectiva de mi mundo consciente. Así somos de complejos. Y de inconscientes. Quizá todos los finales y todos los principios sean algo así… lentos y ágiles, hondos y superficiales, violentos desde su propia calma, y en cierto modo, también inconscientes desde su plena consciencia.
Septiembre; algo está cambiando, las rutinas son otras, la mirada permanece en su reverso, y a la vez, todo sigue igual. Ahí permance, intacto, el desorden de mi orden. Y ante ello avanzo.
(...)
Imagen: pintura de Iman Maleki.
Ay Ana! Esos momentos de confusión. En que uno no sabe si tirar pa´lante o recular... En que uno siente que haga lo que haga da igual, porque cualquier cosa estará bien... o estará mal.
ResponderEliminarPero si es una confusión reposada no es tan malo... Lo malo es cuando la confusión duele, cuando se enmaraña y angustia... Parece que no es el caso, ¿no?
Besos!
Eso es Rocío... en cierto modo es una manera de disfrutar el presente sin ser muy consciente de ello... así, como sin sentir, pero sabiendo que caminas. Y no duele, no... ;))
ResponderEliminarSaludos.
Pues me alegra que no duela. Besos
ResponderEliminarHola Ana,
ResponderEliminarAyer escribi, pero no ha aparecido nada.
Solo le deseaba Ana mucha suerte en su nuevo curso.
Un beso para las dos Anas.
Alindo... muchas gracias. Y sí, de momento todo va bien, muy bien.
ResponderEliminarAmaba ese momento.
ResponderEliminarEl principio del viaje.
...
Un instante. Intenso.
Todo era posible.
...
Antes de arrancar se repantigaba en el asiento.
Estiraba la espalda.
Los brazos.
Se colocaba el cuello y el alma.
Trac, troc.
...
Lo amaba.
El principio del viaje.
Es la inquietud de la esperanza.
ResponderEliminarDriver, como siempre, con la palabra en el bolsillo. Tú sí que sabes... Un abrazo.
ResponderEliminarLa inquietud de la esperanza... eso es muy bonito Lumroc. Gracias.
ResponderEliminarY me quedo sonriendo... ahí... ante esa inquietud que lo espera todo. Todo.
;))
Es un concepto hermoso, gracias de nuevo Lumroc.
Un impás, Ana. Estrenando todavía no se sabe muy bien qué... Todo un panorama que te hace cosquillas en el alma. Con los pies en el suelo y la espranza en este horizonte nuevo.
ResponderEliminarTodo irá... iba a decir bien. Pero no. Todo irá como tenga que ir. Al fin y al cabo...lo que tú dices "No sabemos adonde vamos, no. Nunca. En cualquier caso será un sitio extraño, y será nuestro lugar."
Besos, Ana
Sunsi... y será nuestro lugar, aunque inesperado y no sospechado, será elnuestro.
ResponderEliminarBesos.