Somos aquello que no hemos olvidado. Todo lo que un día nos invadió, que arrasó nuestra mirada, está con nosotros. Somos también todo aquello que un día perdimos. Sostenemos todavía aquel pensamiento que se nos quedó a medias, como sin sentido. Todos los errores que cometimos, las despedidas que no protagonizamos, el anhelo que dejamos escapar porque no supimos que lo deseábamos tanto, todo eso, aún lo somos. Un día el silencio de nuestros paso pareció cubrirlo todo con su manto insonoro. Parece todo abandonado, y no somos conscientes de que todo, todo eso, queda latente.
Hemos seguido caminando, nos hemos dejado llevar por otros ruidos, por otras presencias, por otros caminos... pero un buen día te topas con un cuadro, con un paisaje, con el mar o con un cuento. Y descubres que todo está ahí. Que eres un ser poliédrico, de mil caras, luciendo al sol intermitentemente. Descubres tus mil lados. Todo sigue ahí, latente, en la espera de ser contado, a tener forma y sentido cuando lo conviertas en un cuento.
Y hoy descubro que todo está ahí, como en un cuento, en sus palabras de profundidades que parecían olvidadas, palabras que destilan perfectamente en mi alma la hondura de ese azul que siempre es abismo e intensidad; el azul marino.
EL CAPITAN
Había navegado por los mares del sur y entre las grandes olas del norte.
Atravesar el ecuador, simple rutina.
El Trópico de Cáncer, cuatro veces por año.
El Océano Glaciar Ártico, un paseo dominical.
La quilla de su velero cortaba el mar de Alborán.
Madagascar, una mancha verde a sotavento.
Cabo de Hornos, un día de lluvia.
El Bósforo, una cerilla encendida en la noche.
Para orientarse, con las estrellas basta y sobra.
El anemómetro, el batir de sus cabellos al viento.
La latitud, una sombra sexagesimal.
La longitud, una triangulación con un reloj en la mano.
Había dado varias veces la vuelta al Mundo.
Unas veces embarcado y otras en tierra virgen.
... Era un Capitán de la Marina. Por eso sus pies se mantenían firmes en la cubierta. Agarrados como lapas. Su mirada escrutaba el viento y las olas. Sabía perfectamente, que en la mar el camino más corto a las estrellas, nunca es la línea recta. Que la línea del horizonte se curva. Que la luz se refracta. Y que aquel olor a salitre, respirado al aire libre, era el perfume de las sirenas.
... Por eso, cuando se tenía que despedir de algún miembro de la tripulación, no sentía dolor. Sabía que entre la mar y las estrellas, siempre queda una emoción; la de haber navegado junto a la gente querida. Y eso, al Capitán, no se lo podía quitar nadie. Porque su tripulación era parte de su propio rumbo. Navegando entre las olas y las estrellas. Hacia poniente.
** Gracias Driver.
“Todos los errores que cometimos, las despedidas que no protagonizamos, el anhelo que dejamos escapar porque no supimos que lo deseábamos tanto, todo eso, aún lo somos”.
ResponderEliminarEl ser humano es pasado y presente a la vez. Cuando reflexiona, le invade el asombro al pensar que los hechos que sucedieron y las decisiones que tomó en su pasado, de una u otra forma, han sido determinantes de que él sea tal y como es ahora, al igual que, en la navegación, la llegada a puerto sólo es la consecuencia del viaje previo. Y si se navega hacia poniente, siguiendo la carrera del sol fugitivo, siempre se llegará a buen puerto.
Un abrazo.
Belas palabras, Ana. Y ciertas, muy ciertas. Besos miles
ResponderEliminarMe ha encantado. Lo volveré a leer despacio, porque vale la pena.
ResponderEliminarQué linda imagen la del poliedro. Como las facetas del diamante, que se iluminan o no en función de cómo les entra la luz. A veces la luz entra por una de ellas y refleja sobre otras, y entonces las que quedan en azul marino son las que no brillan. Me gusta.
ResponderEliminarDespués de tanto navegar descubres que ninguna puesta de sol es igual...
ResponderEliminarQue por la noche, al mirar al cielo, las estrellas sonrien a los que se arriesgan a navegar...
Un beso
Ramiro, qué bien voverte a leer en mi casa. Y ahí estamos; ... navegando hacia poniente. Un abrazo.
ResponderEliminarLola, hoy día de la mujer trabajadora, dejo algo sobre Florence. Tenemos muchas horas invertidas... esas que nos sacan lo mejor (y a veces, lo peor, que yo me llevo cada rebote últimamente...) Un abrazo. ;)
Modestino, eso de que volverás sobre mis palabras, es un premio. Gracias. Un abrazo.
Guisantilla, un abrazo. Ainssss... pero cómo te echo de menos... jajaja. Si pensarán que te pago y todo... jajajaja. Un abrazo poliédrica compañera de rutinas!!!
Santa... sigamos navegando pues... un abrazo fuerte.
Me gusta mucho comparar ideas en las que coincidimos.
ResponderEliminarSiempre suelo decir que somos lo que recordamos, que estamos hechos de recuerdos, y tú lo expresas de otra forma, más intensa: Somos aquello que no hemos olvidado.
La razón a oriente, y el corazón a poniente.
Muy hermoso. Y Azul.