EL ORIGEN


Siempre vivimos preocupados por el final, por el lugar al que queremos llegar, el proyecto que queremos ver cumplido, siempre preocupados por llegar a la meta. A ese lugar que creemos nos va a hacer mejores y más íntegros. Ese objetivo lo dibujamos, lo imaginamos mil veces, en cada uno de los proyectos que racionalmente nos proponemos; buscamos aquello que creemos nos va a hacer mejores y más grandes.


Soberbia; en cada uno de los esfuerzos que hacemos al superar el bache con que la vida tantas veces nos sorprende. Buscamos el prestigio de una vida más perfecta. Con nuestras proyecciones intentamos ponerle un traje impecable a nuestra presencia. Buscamos insistentemente a ese "yo" que imaginamos necesario, y que muchas veces nada tiene que ver con el "yo" que certeramente somos. Proyectamos hacia el futuro y queremos encontrar una vida que nos haga grandes a los ojos de los demás, queremos ser ese "yo" imaginado; más perfecto, y también más perplejo. Contradicción. Y pocas veces pensamos que el traje, lo tenemos ya; que lo que somos, lo llevamos puesto desde el inicio.


Quizá, quizá no esté en el futuro aquello que nos dé la chispa de la integridad. Quizá ya seamos íntegramente; incluso en este traje desvencijado que a veces nos toca llevar. Quizá lo que nos dé equilibrio no sea ese lugar al que queremos llegar, ni la persona que quisiéramos ser. Quizá, lo que nos llene la mirada, surja de lo que ya somos; de ese traje que unas veces nos queda pequeño, otras grandes, y otras, sencillamente impecable. Quizá todo esté ya desde el origen ahí, en lo recibido. En el espacio que fue testigo de tu primera presencia. En todas esas miradas que nos antecedieron y nos dejaron la medida de ese traje. Ése quizá es el que debemos aprender a llevar bien, y no tanto todo lo que después nos hemos ido encontrando.


Yo quisiera no olvidar que vayamos dónde vayamos, nos trate como nos trate la vida, siempre seremos ese primer traje. Y que siempre habrá un lugar al que regresar. Que es allí donde debiera encontrar la esencia de lo que soy, y no en ese proyecto que anhelante persigo sin saber muy bien qué es lo que me empuja.


(...)


Todo esto me ha salido al hilo de una pequeña conversación inesperada con la diminuta ana. Yo iba conduciendo, la mente en la carretera, y me encontré sorprendida por una sencilla pregunta:

_ Mamá, ¿por qué siempre, cuando llegamos a la entrada del pueblo te pones a cantar?... _ Me lo preguntó intrigada, y como asegurando que siempre ocurría así, que siempre cantaba al llegar al puente, desde donde se divisa perfectamente el perfil del castillo. Yo en ese momento fui consciente de que iba tarareando una canción.

Y no sabía qué contestarle, no sabía decirle por qué cantaba, no tenía la menor idea de por qué lo hacía. Sólo ante su voz me hice consciente de mi presencia cantarina. Mi pensamiento dio varios rodeos antes de que mi voz fuera capaz de contestar. Entonces le dije:

_ Pues ni me había dado cuenta de que estaba cantando.

_ Estabas cantando mamá, y siempre lo haces cuando llegamos al puente. Cuando vemos el castillo... te pones a cantar.

_ Pues no sé… quizá sea porque sé que aquí están los abuelos, porque éste es mi pueblo, y porque aquí yo jugaba de pequeña, y me lo pasaba muy bien por todas estas calles, porque mira que íbamos por todos los sitios habidos e inventados... y no sé, no sé por qué cantaba, pero me gusta mucho venir, eso sí lo sé. Y me pone muy contenta, eso también lo sabes tú. Y a que a ti también te gusta mucho venir ¿eh?...


Y ella contesta muy alegre que sí, que mipueblo es también su pueblo.
_ Porque las madres les dejan su pueblo a las hijas... a que sí ¿eh, mami? El pueblo de las madres es el pueblo de las hijas._ Y lo dice como explicándose a sí misma, como para creérselo del todo.

Y pensé que en el origen siempre está el equilibrio. Que eres más grande, en el lugar en el que has sido más pequeño. Y que es en mi pueblo donde sigo siendo íntegramente yo; allí la presencia que ahora soy se mezcla con la de aquella niña de entonces. Quizá detrás de toda esta retahila sólo esté la presencia del sol, de los campos amarillos y verdes, de los paseos en bicicleta y las excursiones al río; el peso liviano de unos recuerdos. Pero también son la certeza de que existe un lugar que es origen, un espacio que sigue siendo equilibrio, y un escenario al que siempre quiero regresar.


Al que querré que me regresen cuando mi nombre sea la finitud exacta de un sonido sencillo; el eco silencioso de una presencia que se supo habitada por la luz de lo que fue origen.

14 comentarios:

  1. Es curioso, porque mi inicio no es mi infancia. Mi origen está en el momento en que comprendí que la vida que me había tocado podía y debía cmbiar, que sólo era cuestión de mi esfuerzo de mi tesón y de, por qué no reconocerlo, mi sacrificio. En el camino me dejé la infancia esa que reconozco por el nombre pero no por un color o un sentimiento. Mi vida comenzó cuando me amaron por lo que no sabía que era, por encontrar a alguien que vio algo que no sabía que poseía. Ahora sé que no quiero volver a ningún sitio: sólo quiero ser. Que el tiempo se detenga en estos instantes en los que amo, me aman y disfruto amando, a mi amor, a mis hijos, mis amigos, a mi pasión por escribir...
    Gracias Ana, gracias por tus ecritos tan magníficos, tan intensos y sencillos. Tan bellos. Besos miles

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  2. Me ha encantado toda esa tesis del "primer traje" ... aspiramos muchas veces a lo que tal vez ni nos conviene aspirar, y nos olvidamos de agradecer lo que ya nos vino dado.

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  3. Dices algo hermonos Lola; "Mi vida comenzó cuando me amaron por lo que no sabía que era".

    Ese es el origen. No tiene por qué tener sonoridad de infancia, lo necesario es que ocurra. Y a cada uno, la vida, le coloca en el contexto exacto, en la cuadratura necesaria, ante ese momento en que de repente nos regalan un traje único. El nuestro.

    Y cada uno lo encuentra en el lugar, personas y tiempo necesario. También en mi vida hay periodos como tú defines sin color, y con un sentimiento indeterminado, un sentimiento de desencuentro e inestabilidad.

    Nos ocurre a todos; el origen y el desencuentro.

    Un abrazo muyyy fuerte.

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  4. Modestino, a mí últimamente me viene siempre a la cabeza ese traje que es sólo mío. Creo que descubrirlo, vestirte lentamente con él y saberse impecable, es el gran reto.

    Y creo que en cierto modo, yo ya voy sabiendo cómo es ese permanecer impecable con el yo. Aunque esto pueda sonar un poco soberbio; pero a mí me gusta mucho mi traje. Aunque bien sé que no está en los cánones de moda. Eso bien que lo sé... ;))

    Un abrazo.

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  5. Ana, es curiosísimo. Yo también empiezo a cantar al llegar a la primera curva desde donde se ve el Valle en el que pasé mi infancia. No tanto por el lugar, es acercarme a ese regazo en el que nos sabemos queridos simplemente por ser. Ahora que contemplo cómo mi madre se va perdiendo en ese viaje hacia el olvido, lo que le va quedando son precisamente ese tipo de vivencias. Su infancia, las cosas y personas de ese momento.
    Me ha encantado. Un abrazo.

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  6. Anita... Hay existencias rectilíneas...existencias como montañas rusas... existencias de tíovivo de feria. Me ha dado mucho que pensar este post. Es como si me preguntara..."Y tú, ¿cuándo empezaste... pero de verdad? ¿Cuál es realmente tu origen?" Y la respuesta ahora queda en el aire. No lo sé, Anita. De veras que no lo sé. (...) Espera... ¿Quizá cuando descubrí que me pertenecía? ¿Cuando supe qué diablos era eso de la libertad y que detrá de mis actos yo era la única responsable...? Por ahí andará...

    Gracias, Ana.

    Un beso para ti y para tu súper diminuta.

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  7. Nuestro traje es ya impecable y nuestra vida perfeccta. Yo creo en los sueños, pero si éstos nos arrebatan el presente, que es lo único que tenemos, viviremos una fantasía. El aquí y el ahora.

    ¡Quiero conocer tu pueblo!

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  8. Mariapi, aunque esa música blanca que hoy es tu madre tiene un mucho de dolor para los que la cuidáis, también tiene un mucho de esperanza, porque se ancla en el valle de tu infancia... en ese sonido que es capaz de sostenernos ante cualquier tempestad.

    Si la mirada de tu madre reposa en ese valle, no estará pasándolo mal, estará muchas veces al lado de su madre... :))

    Un abrazo afectuoso, de mirada a mirada cantarina... jajajaja.

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  9. Yo, Sunsi, ese abismo de la libertad... lo descubrí muy pronto. Ese abismo está sostenido en la soledad, pero tiene un horizonte sereno e interminable. Y siempre es así; se camina solo. Aunque nos haya sido dada la mejor de las compañías...

    Un abrazo.

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  10. Zambullida... que no nos arrebaten jamás el presente. El mío, últimamente, está lleno de infancia. Dicen que al lado de tus hijos vuelves a vivir la tuya; creo que es una gran verdad. Eso me sucede. Siempre regreso a la infancia cuando estoy al lado de la diminuta. Es inevitable. Y sew puede comprobar en muchas de mis entradas. Me gusta mucho este hoy; el de las prisas, los deberes, y las canciones a su lado. Presente de infancia.

    Un abrazo enorme. Y por supuesto, mi pueblo está. Siempre.

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  11. Preciosa canción Ana, me trae tantos recuerdos...
    Y, sobre tu reflexión, es curioso, pero hoy leí una frase que se me quedó grabada:
    "Para subir una escalera, no es necesario ver el final, con ver el peldaño siguiente, basta"
    ¿Relacción?
    ;)
    Quizás...
    besos

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  12. Importante, ese ir subiendo peldaño a peldaño sin mirar constantemente el final de la escalera... me recuerda al poema de Kavafis, Ítaca...

    Un abrazo.

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  13. Yo lo flipo... ayer escribí un comentario. En fin, creo que decía que ahora me sorprende comprobar que llego a mi pueblo y, como no hay nadie de los de antes, nada es como era. Pero también es verdad que me gusta enseñarles a mis hijos cuáles fueron las calles de mi infancia.
    Besines

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  14. Hola Pesolet... algunos comentarios, a saber a dónde irán... a mí también me ha ocurrido. Nunca llegan a su destino.

    Los pueblos y las personas que lo habitan cambia. Es cierto. Pero a veces, por ejemplo en verano, volvemos a coincidir cada uno con sus hijos... y es muy divertido. Y cuando observamos a la generación de renacuajos... es como volverse a ver en pequeño. El verano pasado coincidimos un grupo de entonces con los peques que tenemos ahora. Fue una auténtica gozada. Y espero que este verano, vuelva a suceder.

    Hablo de verano... y no veo cuándo llegará el momento de la necesidad que tengo de respirarlo.

    Un abrazo gordote, Pesolet.

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