De niños lo que más deseamos es crecer, llegar a ser adultos. Nos imaginamos de adultos como seres muy libres; para salir, para experimentar, para caminar. El mundo de los adultos se nos antoja enorme, atractivo, libre. Y un día, sin apenas percepción, ocurre; somo adultos.
Yo, ahora que soy adulta, me doy cuenta que a quiénes más admiro es a los niños. No tienen fronteras. No le ponen límite a sus sentimientos. Mentalmente nos ganan en generosidad. En esfuerzo. En imaginación. Carecen de fronteras mentales, de miedos inventados. Connstatan la realidad como una cámara fotográfica, sin interpretaciones. Las interpretaciones se las regalamos nosotros. Están dispuestos al esfuerzo, a saltar sobre aquello que les limita. Están en el aquí, en el ahora. Son presente. Me admira su espíritu aventurero. Son intrépidos; si se caen se levantan. Si están incómodos con algo intentan cambiarlo, buscan a su alrededor, no se conforman. Perdonan y olvidan. Son valientes. Hay quien confunde la valentía con la imprudencia. Yo no, yo pienso que incluso ese punto de imprudencia es valentía. Decir no a la comodidad. Arriesgar. Mirarse frente a uno mismo y decidirse por fin a tener el coraje de querer cambiar. Así son los niños.
Y me pregunto; ¿en qué parte del camino nos hemos perdido?...
Yo, ahora que soy adulta, me doy cuenta que a quiénes más admiro es a los niños. No tienen fronteras. No le ponen límite a sus sentimientos. Mentalmente nos ganan en generosidad. En esfuerzo. En imaginación. Carecen de fronteras mentales, de miedos inventados. Connstatan la realidad como una cámara fotográfica, sin interpretaciones. Las interpretaciones se las regalamos nosotros. Están dispuestos al esfuerzo, a saltar sobre aquello que les limita. Están en el aquí, en el ahora. Son presente. Me admira su espíritu aventurero. Son intrépidos; si se caen se levantan. Si están incómodos con algo intentan cambiarlo, buscan a su alrededor, no se conforman. Perdonan y olvidan. Son valientes. Hay quien confunde la valentía con la imprudencia. Yo no, yo pienso que incluso ese punto de imprudencia es valentía. Decir no a la comodidad. Arriesgar. Mirarse frente a uno mismo y decidirse por fin a tener el coraje de querer cambiar. Así son los niños.
Y me pregunto; ¿en qué parte del camino nos hemos perdido?...
** Y un día te das cuenta de todo esto, y te percatas de que una mirada de infancia se ha colado en tu vida; tu hija. Unos ojos te miran, y te enseñan de nuevo la vida. Y te obligan a ser mejor persona, y a sacar la valentía que siempre has poseído, que ni sabías que tenías.
Gracias, diminuta ana.
Ana,
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con lo que dices, y lo bonito que lo dices...
Se nota como eres madre y como miras a través de los ojos de tu-s? niña-s?, yo soy padre de dos niñas y es un placer observar el mundo a través de ellas...
Una de las cosas que bien recuerdo de mi niñez, es cuando mi padre me decía, sobre todo si me pillaba en una fechoria, ¡yo también he sido niño!...y no me lo podia creer,¡imposible que mi padre haya sido un niño!
Desde siempre he pensado en ello, y más cuando he sido padre, esta reflexión me ha ayudado a convivir con el niño que llevo dentro... y aveces ¡me ayuda! otras pienso que no tanto. Supongo que lo bueno sería controlar al niño que llevamos dentro y crecer con él, para madurar y no olvidarlo.
A mis hijas también les digo de vez en cuando que yo también fui un niño...y me encanta observar la gracia que les hace.
¿ tienes claro lo de Booba y Kiki?
Tomae, lo de Kiki y Booba, lo tuve claro nada más que las vi... jajajaja.
ResponderEliminarYo tengo una peque que ya no es tan peque... es una señorita casi. Al lado de ella he recordado muchas cosas, y otras, me las ha enseñado directamente.
Así son de magníficos los enanos.
Saludos.
...pues siguiendo en la linea de tu post...y tal como he expuesto en el el de lolo, pienso enseñar a mis niñas a Booba y Kiki, para ver que opinan; ¿igual hay gato encerrado y los "adultos" nos guiamos por ciertas evidencias?
ResponderEliminarok Tomae, yo también le diré a mi hija que me dé pistas... :))
ResponderEliminarEntre otras, cosas el amor de los niños es el más absoluto y sincero, el más inmenso e incondicional... Yo me sumerjo a diario en el amor que me dan mis dos hijos y me emborracho de ellos; ya llegarán tiempo peores!!! :D
ResponderEliminarBesos miles.
Esa pregunta me la he hecho muchas veces, y me la sigo haciendo; pero siempre estamos a tiempo de recuperar la infancia, de simplificar nuestros planetamientos, de descubrir que nos hemos complicado innecesariamente la vida.
ResponderEliminarQue post tan maravilloso, Ana.
Ana, tú debes tener un ejemplar de criatura de gremio de los valientes y luchadores. Mi hijo sí es cómodo, no arriesga, no pregunta por miedo a que le diga que no. Es el mayor, el pequeño no es así.
ResponderEliminarMírala bien, es un espejo tuyo... no has perdido nada por el camino. Tal vez no es solo un espejo, sino una ventana que refleja tu propia imagen en su cristal y te permite mirar hacia un horizonte nuevo.
Lola... yo mantengo la esperanza de que si ahora son buenos tiempos... los futuros serán mejores. Quedará un mucho del día a día actual... ya lo verás. ;))
ResponderEliminarModestino, siempre, siempre estamos a tiempo. Ahí está el sonido de nuestra libertad; en ese saber que siempre es posible dar la vuelta. Un fuerte abrazo.
Pesolet... a día de hoy, creo que sí puedo decir que tengo una hija valiente y luchadora. Con una inteligencia emocional considerable. La otra inteligencia, dicen, es alta... pero a mi me tiene totalmente despistada... jajajajaja.
Ella me ha regaladao estupendas lecciones de entereza.La he visto caerse y levantarse con una sonrisa (aunque las cosas le afectasen más allá de las entretelas), la he visto aguantar el tipo sin que se le caiga el mundo, y lo hacía sonriendo... la he visto aceptar las derrotas sin que ello supusiese la caída del mundo. He visto unos ojos luchadores. Sí. Los de esa peque que es hoy mi hija. En fin... que se me cae la babaaaaa.... ainsss... no lo puedo evitar!!!
Cierto Ana,
ResponderEliminarqué no daríamos por ser niños de nuevo, pero ahora, eso sí, conservando algo de la madurez que nos dio la edad adulta. ¿No te parece?
Nos conformaremos con sacar a pasear de vez en cuando el niño que llevamos dentro.
Besos
Si conseguimos sacar de paseo, a raticos, el niño que aún somos... si lo conseguimos, seremos casi perfectos... jajajaja.
ResponderEliminarUn abrazo Montse.