Hoy he estado en la presentación del libro “El método Coué”, publicado por la editorial Funambulista. Junto al autor, Javier M. Llamazares, estuvieron José Cruz Cabo, periodista, y Jaime Torcida Álvarez, librero. Ambos arroparon la novela, y con claridad expresaron la admiración que esta primera historia de Javier les provoca. La novela aún la tengo pendiente, ahí, junto a las prioridades que permanecen en mi mesilla de noche. Hoy sólo quiero comentar unas palabras del autor que se me han quedado en el pensamiento.
Hablaba de las personas, de la historia de película que puede haber detrás de una persona cercana, de una persona mayor. Historias que pasan delante de nosotros en silencio, a las que no nos interesa acercarnos sin saber por ello todo lo que perdemos. Decía, que hoy, tiempos en los que la juventud es lo que prima, podemos pasar al lado de una historia inmensa sin saber siquiera que la rozamos. Que sería necesario detenerse un poco más en esas personas que han vivido hace ya mucho tiempo cosas diferentes, hablaba de ese saber mirarlas, escucharlas… aunque jamás entendamos su biografía, su sentir, allá en aquella juventud que se jugó el todo por unas ideas, por un pensamiento, por aquello que consideraba verdad.
Se podía leer la emoción en su semblante, ahí, emoción detenida en la persona que le provocó toda esta historia, la persona que motivó esas cuatrocientas páginas de historia, todo a raíz de una foto que era ya presencia en la infancia. Es la historia de un sueño que ya desde niño cautivara al autor. Historia que él quiso reinventar para hacer un regalo. Palabras que conforman la historia que le hubiera gustado escribir a su madre, historia que él, con perseverancia y obstinación, ha salvado del olvido. A estas alturas, ya es irremediable evitar leerla. Sería imposible dejarla pasar por alto.
Hablaba de las personas, de la historia de película que puede haber detrás de una persona cercana, de una persona mayor. Historias que pasan delante de nosotros en silencio, a las que no nos interesa acercarnos sin saber por ello todo lo que perdemos. Decía, que hoy, tiempos en los que la juventud es lo que prima, podemos pasar al lado de una historia inmensa sin saber siquiera que la rozamos. Que sería necesario detenerse un poco más en esas personas que han vivido hace ya mucho tiempo cosas diferentes, hablaba de ese saber mirarlas, escucharlas… aunque jamás entendamos su biografía, su sentir, allá en aquella juventud que se jugó el todo por unas ideas, por un pensamiento, por aquello que consideraba verdad.
Se podía leer la emoción en su semblante, ahí, emoción detenida en la persona que le provocó toda esta historia, la persona que motivó esas cuatrocientas páginas de historia, todo a raíz de una foto que era ya presencia en la infancia. Es la historia de un sueño que ya desde niño cautivara al autor. Historia que él quiso reinventar para hacer un regalo. Palabras que conforman la historia que le hubiera gustado escribir a su madre, historia que él, con perseverancia y obstinación, ha salvado del olvido. A estas alturas, ya es irremediable evitar leerla. Sería imposible dejarla pasar por alto.
_ Yo conozco un poco León, estuve allí durante la guerra_ continuaba el general_; porque usted es de León, no puede negarlo. ¿Con ese apellido? Dígame, ¿a qué rama de los Llamazares pertenece usted? Porque seguro que conozco a algún familiar suyo; ¿es usted de los Llamazares-Pallarés? ¿De los Llamazares-Fierro? ¿O quizá de los Quiñones -Llamazares?
_ De los Llamazares del Curueño, señor_ respondió Manuel.
_ ¿Curuqué?
_ Curueño, mi general. Mi padre es alguacil de Santa Colomba, y mi madre, que en paz descanse, era maestra nacional de Instrucción Pública en el mismo municipio.
Javier M. Llamazares en su presentación nos ha demostrado la sencillez extraordinaria con la que se viste, el semblante tranquilo con el que camina, y la compañia siempre de palabras emocionantes y emocionadas.
_ De los Llamazares del Curueño, señor_ respondió Manuel.
_ ¿Curuqué?
_ Curueño, mi general. Mi padre es alguacil de Santa Colomba, y mi madre, que en paz descanse, era maestra nacional de Instrucción Pública en el mismo municipio.
Javier M. Llamazares en su presentación nos ha demostrado la sencillez extraordinaria con la que se viste, el semblante tranquilo con el que camina, y la compañia siempre de palabras emocionantes y emocionadas.
No conocía el libro, pero parece interesante. Lo anotaré en la extensa lista que estoy escribiendo a base de leer blogs... :-)
ResponderEliminarEn cuanto al tema de los mayores, nuestros mayores... Qué triste una sociedad que ignora por sistema el bagaje, la sabiduría, el conocimiento, que sus mayores acumulan. Esos "trastos viejos" han conformado nuestra existencia, qué pena que lo olvidemos con tanta frecuencia...
... y cuánto nos perdemos!
ResponderEliminarQué coja se queda nuestra presencia sin las palabras de su tiempo vivido!
Un buen vídeo. Me ha encandilado... La novela fijo que también lo es. Me la apunto, Ana. Me pasa como a Rocío. Me apunto tantos... a ver si al final termino por no leer ninguno...
ResponderEliminarDel tema de los mayores y de la sociedad que parece montada para que con nuestras prisas ellos no tengan un lugar... Lo pensaba el día de San Juan, mirando a mi padre. Un nudo en la garganta, Ana. Con lo que han sido y vivido... y de repente quedan con pocas fuerzas. O no ven, no oyen, no caminan.
Besiños... Mejor no sigo
Hemos de ser sólo presente. Si no... adelantaremos circunstancias que quizá nunca ocurran.
ResponderEliminarHabremos de llorar. Pero eso hoy es futuro. Ya lloraremos. Hoy podemos estar, ser, sonreir, rezar, hablar e incluso discurtir a su lado. Nada más debe ocupar nuestro presente, somos. Aún somos.
Ana, que interesante ... He llegado a su blog, por medio del tuyo y me ha encantado su personalidad.
ResponderEliminarVoy a intentar leer el libro, que parece que destila interés por los "mayores" .És un tema que me apasiona.
Un beso y gracias por compartír