¡Cómo me he reído, Ana! Me recuerda a alguien... "Sí, sí... tengo tantas amigas. Soy el amigo perfecto. Me llaman a todas horas, que la acompañe a la estación, que tengo un problema y si podemos hablar..." Se lo voy pasar. Él también se reirá un buen rato. Es mi hermano pequeño... Que de pequeño nada, que ya tiene 41.
Pero bueno... ¿tu hermano aún sigue soltero? ¿No tenía esa novia...? Ya no, cortaron. Te aseguro que es interesante, inteligente, simpático, atractivo... No acabamos de entender... y él tampoco.
Entre el cielo y la tierra, entre tus brazos y los míos, sólo quedará el polvo. Mas será polvo enamorado.
María, su amiga Sonsoles, Driver y el Gordo se encajaron en el Ford Fiesta de Sonsoles y se dirigieron a la Plaza de Felipe II. Madrid era un torbellino de viernes noche, donde cuatro millones de ciudanos buscaban un lugar donde cenar. Las avenidas eran más anchas los viernes, los baretos estaban mejor iluminados y las caras dibujaban rasgos relajados. El fin de semana empezaba.
Entre las olas del mar, entre las entrañas de las cuevas más profundas, sobre el tapete del verde, bajo la umbría de tu luna. Polvo enamorado.
Vas buscando el sitio ideal, el amigo ideal, la mujer ideal, el hijo ideal, el trabajo ideal. Y al final acabas en el Bar Manolo.
Cenaron los cuatro de bocatas en el Bar Manolo. De pié, en la barra. Codeándose con lo mejor del barrio. Al Driver le hubiese gustado decirle a María que quería tener un hijo con ella, pero no se atrevió. A María le hubiese gustado decirle al Driver que se iría con él en la puta cabina a Italia. La Sonsoles, cansada de estudiantes, divorciados y malos rollos, estaba dispuesta a explicarles que hombres como ellos ya no existían. Los tres tenían una carga teórica que impedía una comunicación fluída. El Gordo no, el Gordo no era el caso.
Así y todo te miré como el que mira un cuadro. Y viéndote salir de la bruma Te leí como el que se empapa un buen libro Y me recreé con tu figura y tu sonrisa Y pensé que aquellos veranos eran tiempos de fertilidad Y sobre la tierra mojada tus pasos dejaron la huella marcada Viví entonces la recreación del Génesis Sentí el reto de la Odisea Oí el sonido de tu silencio profundo.
Después de la segunda caña, el Gordo se fué a mear. Al doblar la esquina de la barra, se tropezó con un llamativo cartel.
Palacio de los Deportes : viernes 21. MARTA SANCHEZ.
El Gordo meó rápidamente, con la prisa que se mea cuando tienes que hacer algo importante. Volvió a la barra, pagó las consumiciones. “ Nos vamos. Nos vamos ahora. Nos vamos ya”
Tal vez, si la velada hubiese sido larga y tranquila, se hubiesen dicho más cosas entre ellos. Pero no. Los ciento veinte kilos del Gordo habían tomado una decisión irrevocable. Y tomando al Driver del brazo le arrastró con energía a través de la Plaza de FelipeII. El Driver a su vez agarró como pudo a María y ésta sujetó a su vez a Sonsoles. Parecían un tren de mercancías con una potente locomotora al frente. Una locomotora de Corral de Almaguer.
El Gordo compró cuatro entradas. El Gordo atravesó el vestíbulo del Palacio de los Deportes de Madrid con la misma energía con la que su Volvo subía las rampas de los puertos. El Gordo analizó rápidamente cual era el mejor sitio para ver el concierto. El Gordo era el puto amo.
El Driver, la Maria y la Sonsoles se limitaron a observar.
A observar que el Gordo ni les oía ni les sentía. Que el Gordo estaba abstraído, con una concentración plena e intensa.
Y en el teatro griego Los músicos y los cómicos empezaron su actuación Y los Dioses se sentaron en las primeras filas Y vieron que la vida se representaba ante ellos La vida que ellos mismos habían creado Entre polvo eterno Entre polvo enamorado.
Al principio silencio y oscuridad. A la hora en punto los músicos empezaron a ganarse su pan. Un compás. Luego otro compás. Se arma poco a poco la música. Se construye y se eleva como una catedral gótica. Sobre las cabezas de los infieles. Sobre la vida que se representa a ella misma.
Y tras unas girnaldas musicales, se encienden los focos rojos y sale la chica del barrio de Lucero.
Tal vez el representante de Marta Sánchez leyera el espectáculo de forma diferente, así como los de la prensa rosa pudieran interpretar una vida como un espectáculo. Tal vez.
Pero el Gordo del Corral de Almaguer estaba allí. Estaba vivo. Estaba convencido que la del barrio del Lucero cantaba para él. Fundamentalmente para él.
Se concentró en paladear cada una de sus frases. Sintió como la música entraba en su cerebro como un latido límpio. Dejó penetrar las vibraciones, que atravesaron todos y cada uno de sus órganos vitales.
Y allí estaba ella. Aquella mañana había discutido con su noviete de turno. Tenía problemas con su representante por unos temas de Derechos de autor. La prensa rosa le perseguía cada dos por tres. Y cada vez que salía a la calle se tenía que poner las gafas oscuras para intentar pasar desapercibida.
El precio de la fama. El puñetero precio de su propia cabina. Como cada cual.
Y por la noche el miedo. La gente que se agolpa en el concierto. Los músicos. La sala. Los imprevistos. Así que se concentró. Se concentró profundamente. Pensó que en aquel Palacio había gente que trabajaba duro, que había pagado por verla cantar. Se concentró, se sintió guapa por ellos, se sintió hembra salvaje y apasionada. Y se dijo: a por ellos.
Y en el Olimpo las musas se recreaban en componer odas al amor y se pasaban las noches pensando en nuevas letras para cantar las historias de sus abuelos para contar los cuentos de sus hijos
El Driver observó al Gordo y a María. Había algo en común en ellos esa noche. El Gordo había subido al cielo, y entre las letras de Marta Sanchez y el efecto alucinógeno de la música, se encontraba lejos, muy lejos.
María estaba allí. Tatareaba alguna canción. Llenando el espacio. Llenando el espacio con su esencia.
Así que el Driver supo en ese momento que algo tendría que hacer al respecto.
Marta Sáncuez interrumpió sus pensamientos:
“ En la carretera te encontré y seguir tu estela fué mi perdición no creas que podrás comerte mi amor no creas que podrás alcanzar mi corazón”
Hubo un momento en el que Driver no supo distinguir entre sus pensamientos y lo que decía la Martita. Lo olía claramente. Era el perfume que habia envelesado a los hombres durante siglos. Era la llamada de la tierra. Era esencia de mujer.
¡Oheeeeé, socia! Par que veas que me estoy tomando nuestro proyecto con calma y equilibrio, te diré que estoy estudiando de nuevo la gramática. No te diré que ya sé dónde está el registro de la propiedad intelectual, ni que tengo el móvil de un jefazo de Santillana. Esto último no te lo cuento para que no me digas lo de ¿¿dónde vas tan deprisa!!! De este fin de semana no pasa que rehago el capítulo primero. Si nadie me pide un cuento, claro. Eso me pierde, lo reconozco. Un abrazo casto, elegante y literario.:))
Sí... todo bien, Sunsi. Voy y vengo. Esa es mi tradición en verano. Me comunico y desaparezco unos días... y vuelta a empezar. Así es el verano. A trocitos.
Driver... hoy me quedo con esta frase:
"...tenían una carga teórica que impedía una comunicación fluída".
Hoy, afortunadamente... ya no quedan teorías... ;))
¡Cómo me he reído, Ana! Me recuerda a alguien... "Sí, sí... tengo tantas amigas. Soy el amigo perfecto. Me llaman a todas horas, que la acompañe a la estación, que tengo un problema y si podemos hablar..." Se lo voy pasar. Él también se reirá un buen rato. Es mi hermano pequeño... Que de pequeño nada, que ya tiene 41.
ResponderEliminarPero bueno... ¿tu hermano aún sigue soltero? ¿No tenía esa novia...? Ya no, cortaron. Te aseguro que es interesante, inteligente, simpático, atractivo... No acabamos de entender... y él tampoco.
Muy bueno, Ana.
Entre el cielo y la tierra, entre tus brazos y los míos, sólo quedará el polvo.
ResponderEliminarMas será polvo enamorado.
María, su amiga Sonsoles, Driver y el Gordo se encajaron en el Ford Fiesta de Sonsoles y se dirigieron a la Plaza de Felipe II.
Madrid era un torbellino de viernes noche, donde cuatro millones de ciudanos buscaban un lugar donde cenar.
Las avenidas eran más anchas los viernes, los baretos estaban mejor iluminados y las caras dibujaban rasgos relajados.
El fin de semana empezaba.
Entre las olas del mar, entre las entrañas de las cuevas más profundas, sobre el tapete del verde, bajo la umbría de tu luna.
Polvo enamorado.
Vas buscando el sitio ideal, el amigo ideal, la mujer ideal, el hijo ideal, el trabajo ideal.
Y al final acabas en el Bar Manolo.
Cenaron los cuatro de bocatas en el Bar Manolo. De pié, en la barra. Codeándose con lo mejor del barrio.
Al Driver le hubiese gustado decirle a María que quería tener un hijo con ella, pero no se atrevió.
A María le hubiese gustado decirle al Driver que se iría con él en la puta cabina a Italia.
La Sonsoles, cansada de estudiantes, divorciados y malos rollos, estaba dispuesta a explicarles que hombres como ellos ya no existían.
Los tres tenían una carga teórica que impedía una comunicación fluída.
El Gordo no, el Gordo no era el caso.
Así y todo te miré como el que mira un cuadro.
Y viéndote salir de la bruma
Te leí como el que se empapa un buen libro
Y me recreé con tu figura y tu sonrisa
Y pensé que aquellos veranos eran tiempos de fertilidad
Y sobre la tierra mojada tus pasos dejaron la huella marcada
Viví entonces la recreación del Génesis
Sentí el reto de la Odisea
Oí el sonido de tu silencio profundo.
Después de la segunda caña, el Gordo se fué a mear. Al doblar la esquina de la barra, se tropezó con un llamativo cartel.
Palacio de los Deportes : viernes 21. MARTA SANCHEZ.
El Gordo meó rápidamente, con la prisa que se mea cuando tienes que hacer algo importante.
Volvió a la barra, pagó las consumiciones.
“ Nos vamos. Nos vamos ahora. Nos vamos ya”
Tal vez, si la velada hubiese sido larga y tranquila, se hubiesen dicho más cosas entre ellos.
Pero no.
Los ciento veinte kilos del Gordo habían tomado una decisión irrevocable. Y tomando al Driver del brazo le arrastró con energía a través de la Plaza de FelipeII. El Driver a su vez agarró como pudo a María y ésta sujetó a su vez a Sonsoles.
Parecían un tren de mercancías con una potente locomotora al frente.
Una locomotora de Corral de Almaguer.
El Gordo compró cuatro entradas. El Gordo atravesó el vestíbulo del Palacio de los Deportes de Madrid con la misma energía con la que su Volvo subía las rampas de los puertos. El Gordo analizó rápidamente cual era el mejor sitio para ver el concierto. El Gordo era el puto amo.
El Driver, la Maria y la Sonsoles se limitaron a observar.
A observar que el Gordo ni les oía ni les sentía. Que el Gordo estaba abstraído, con una concentración plena e intensa.
Y en el teatro griego
Los músicos y los cómicos empezaron su actuación
Y los Dioses se sentaron en las primeras filas
Y vieron que la vida se representaba ante ellos
La vida que ellos mismos habían creado
Entre polvo eterno
Entre polvo enamorado.
Al principio silencio y oscuridad.
ResponderEliminarA la hora en punto los músicos empezaron a ganarse su pan.
Un compás. Luego otro compás.
Se arma poco a poco la música.
Se construye y se eleva como una catedral gótica.
Sobre las cabezas de los infieles.
Sobre la vida que se representa a ella misma.
Y tras unas girnaldas musicales, se encienden los focos rojos y sale la chica del barrio de Lucero.
Tal vez el representante de Marta Sánchez leyera el espectáculo de forma diferente, así como los de la prensa rosa pudieran interpretar una vida como un espectáculo. Tal vez.
Pero el Gordo del Corral de Almaguer estaba allí. Estaba vivo. Estaba convencido que la del barrio del Lucero cantaba para él. Fundamentalmente para él.
Se concentró en paladear cada una de sus frases.
Sintió como la música entraba en su cerebro como un latido límpio.
Dejó penetrar las vibraciones, que atravesaron todos y cada uno de sus órganos vitales.
Y allí estaba ella. Aquella mañana había discutido con su noviete de turno. Tenía problemas con su representante por unos temas de Derechos de autor. La prensa rosa le perseguía cada dos por tres. Y cada vez que salía a la calle se tenía que poner las gafas oscuras para intentar pasar desapercibida.
El precio de la fama. El puñetero precio de su propia cabina. Como cada cual.
Y por la noche el miedo. La gente que se agolpa en el concierto. Los músicos. La sala. Los imprevistos.
Así que se concentró. Se concentró profundamente. Pensó que en aquel Palacio había gente que trabajaba duro, que había pagado por verla cantar.
Se concentró, se sintió guapa por ellos, se sintió hembra salvaje y apasionada.
Y se dijo: a por ellos.
Y en el Olimpo
las musas se recreaban en componer odas al amor
y se pasaban las noches pensando en nuevas letras
para cantar las historias de sus abuelos
para contar los cuentos de sus hijos
El Driver observó al Gordo y a María.
Había algo en común en ellos esa noche.
El Gordo había subido al cielo, y entre las letras de Marta Sanchez y el efecto alucinógeno de la música, se encontraba lejos, muy lejos.
María estaba allí.
Tatareaba alguna canción.
Llenando el espacio.
Llenando el espacio con su esencia.
Así que el Driver supo en ese momento que algo tendría que hacer al respecto.
Marta Sáncuez interrumpió sus pensamientos:
“ En la carretera te encontré
y seguir tu estela fué mi perdición
no creas que podrás comerte mi amor
no creas que podrás alcanzar mi corazón”
Hubo un momento en el que Driver no supo distinguir entre sus pensamientos y lo que decía la Martita.
Lo olía claramente. Era el perfume que habia envelesado a los hombres durante siglos.
Era la llamada de la tierra.
Era esencia de mujer.
Anita...¿todo bien? ¿sigues viva...?
ResponderEliminarBesos...
¡Oheeeeé, socia!
ResponderEliminarPar que veas que me estoy tomando nuestro proyecto con calma y equilibrio, te diré que estoy estudiando de nuevo la gramática.
No te diré que ya sé dónde está el registro de la propiedad intelectual, ni que tengo el móvil de un jefazo de Santillana.
Esto último no te lo cuento para que no me digas lo de ¿¿dónde vas tan deprisa!!!
De este fin de semana no pasa que rehago el capítulo primero.
Si nadie me pide un cuento, claro.
Eso me pierde, lo reconozco.
Un abrazo casto, elegante y literario.:))
Sí... todo bien, Sunsi. Voy y vengo. Esa es mi tradición en verano. Me comunico y desaparezco unos días... y vuelta a empezar. Así es el verano. A trocitos.
ResponderEliminarDriver... hoy me quedo con esta frase:
"...tenían una carga teórica que impedía una comunicación fluída".
Hoy, afortunadamente... ya no quedan teorías... ;))