Vamos avanzando, sin parar, llenos de proyectos, de objetivos que cumplir. Y de repente una madrugada se nos queda inmóvil, pétrea, enquistada en el alma. No se nota el latido del tiempo. Todo se ha parado, sólo el silencio tiene ruido. Y de repente el sonido de esa noche, en su desolación, nos regala resonancias de antiguas palabras. Una noche que nos deja sin luz, en la sombra, sólo el sonido de otro tiempo. Y la percepción certera de que el tiempo se va, que no hemos sido como imaginamos un día. Noche certera en la que asoman los restos de aquel alba que un día vimos comenzar, que quisimos modelar, a nuestro modo. Nunca fue así. Vivificados por ese dolor, este nuevo alba que nos sorprende, se recoge de otro modo, como si se tratase a la vez de una pequeña ofrenda. Dar y recibir. Y te quedas mirando tus manos. Y eres consciente de captar ese instante del día, cuando todo aún está por poder ser nombrado. Vulnerabilidad y soledad. Llanto infinito. Consuelo en esa nueva luz que quiere comenzar. El alba, es la luz del alba. Y empiezas de nuevo, a caminar, mientras de tus labios sale una oración que nunca antes había sido entonada.
Gracias Adolfo, muchas gracias. Que comiences un estupendo fin de semana.
ResponderEliminar¿No te pasa que, a veces, necesitas una nueva madrugada? Que termine ya el día, que mañana será otro día...
ResponderEliminarEscribes prcioso
Besos, Ana.
Sí, se necesita que pase pronto... y sin embargo son un tiempo de reflexión, de enfrentarse a uno mismo, a la soledad de nuestro yo. Necesitas que llegue pronto el alba, a modo de esperanza. Y llega, ya lo creo que llega.
ResponderEliminarUn abrazo Sunsi.