Es una historia esencialmente sencilla. Así la he percibido, y sin embargo, ahí estaba la vida. He ahí las cuestiones fundamentales; la libertad, la justicia, los sueños, las aventuras, la permanencia, la eternidad. A través de la ausencia de D. Alonso Quijano podemos sentir la verdad de una locura, la valentía de saberse loco. Ausencia que es presencia, y es que nunca se muere del todo. También nos acercamos al vacío que habita en toda cordura, vacío por la no presencia de los sueños, de las ilusiones, vacío por no poder ser el yo que presiento en mí. Y en el fondo siempre una realidad; esa certeza sentida, ese conocimiento de la honda locura como sabiduría impoluta, la locura que surge ante los grandes dilemas de la vida, la única que es además, capaz de afrontarlos. Vivir loco y morir cuerdo. Sabiduría, esa risa loca que nos hace mirar al futuro con alegría, a pesar de la tragedia. Porque es cierto, hay momentos en que sólo la locura sería capaz de ponernos de nuevo en el camino. En ese camino de la vida, ese que nos acercó a la tragedia, y que sólo a través de la locura sabremos dar por vencida. Tener arrestos suficientes para ese regreso al la hora del alba de nuestra vida, a esa hora en que todo está aún por nacer. Abismo. Todo ha de ser comenzado de nuevo cuando la finitud dice su última palabra. He ahí la responsabilidad, el ser humano. La locura. Vivir.
Me ha encantado este paseo por las vidas ajenas, por el tiempo de los que echan de menos la locura de un hombre, D. Alonso Quijano, el Bueno. La perspectiva de su mirada, de cómo observan esa locura que hizo posible la libertad, la mirada honda, la tragedia de encaminarse al alba de su tiempo. Porque era esa… la del alba. Esa seria lo hora, aproximada, de su libertad. Y saber que nunca, nunca, se muere del todo. Quizá la eternidad sea eso: el eco que dejaron los pasos de mi locura después de haber finalizado el tiempo que me fue dado.
Leí un día, no recuerdo dónde, que Trapiello consideraba fácil equivocarse con una novela de alto riesgo como la suya, pero que intuía, que Cervantes sería generoso misericordioso on él, que le disculparía sus muchos errores. Yo estoy convencida de que es así, que si ha habido error, será minimizado. Y me quedo recordando el eco, el eco de aquel que aceptó su tragedia como bandera y la hizó a lo más alto desde su locura. Una locura de ecos, de infinitos espacios. Una ausencia de cordura que fue la historia más ingeniosa jamás contada.
Me ha encantado este paseo por las vidas ajenas, por el tiempo de los que echan de menos la locura de un hombre, D. Alonso Quijano, el Bueno. La perspectiva de su mirada, de cómo observan esa locura que hizo posible la libertad, la mirada honda, la tragedia de encaminarse al alba de su tiempo. Porque era esa… la del alba. Esa seria lo hora, aproximada, de su libertad. Y saber que nunca, nunca, se muere del todo. Quizá la eternidad sea eso: el eco que dejaron los pasos de mi locura después de haber finalizado el tiempo que me fue dado.
Leí un día, no recuerdo dónde, que Trapiello consideraba fácil equivocarse con una novela de alto riesgo como la suya, pero que intuía, que Cervantes sería generoso misericordioso on él, que le disculparía sus muchos errores. Yo estoy convencida de que es así, que si ha habido error, será minimizado. Y me quedo recordando el eco, el eco de aquel que aceptó su tragedia como bandera y la hizó a lo más alto desde su locura. Una locura de ecos, de infinitos espacios. Una ausencia de cordura que fue la historia más ingeniosa jamás contada.
“… porque así como en las armas el que estoquea, estoquea; el que mata, mata; y el que vence, vence; en esto de las letras nunca son suficientes los buenos propósitos, y no se sabe si un libro fue o no discreto, digno de elogio, o lo ocntrario, hasta pasados muchos, muchos años. Para entonces uno ya ha muerto, y no puede disfrutar de esos laureles. Y no digo censuras y vituperios, porque nadie, puestos a soñar, sueña catástrofes ni cosecha chiflas. Al contrario, le gusta imaginar los futuros aplausos que no oirá y mil coronas de laurel que habrían de coronar su calavera. Así es el hombre de ilusorio. Si fuese por los elogios y vituperios del día ni un solo hombre se molestaría, no siendo un necio, en mojar la pluma.” Andrés Trapiello.
"Escucha bien, Sancho amigo.
ResponderEliminarSi muero por las heridas de algún entuerto amoroso, si me descalabro en alguna batalla perdida a los vientos, o si mi destino es despedirme de mis seres queridos en la comodidad de mi casa..., nunca alcanzaré la gloria por hechos o pensamientos acaecidos en la hora de mi muerte.
Recuerda simplemente que hubo un día que, llevados por la locura o la cordura, nunca lo sabré, cabalgamos raudos en busca de la madre de todos los males.
Con lanza en ristre y a pecho descubierto, nos enfrentamos a los gigantescos molinos de viento.
Y eso amigo es lo que recordarás.
Ya que ese día, sí que alcanzamos la gloria.
Porque fue el más intenso de nuestra pobre existencia.
El día que perseguimos algo que merecía la pena.
...
Un sueño.
Tomo nota del libro y de un autor al que tendré que empezar a hacer caso.
ResponderEliminarAnita... Es que hay que estar como una "cabra" para vivir sacando la cabeza y los brazos y , encima, poder gritar: Pues me gusta vivir.
ResponderEliminarOtras locuras:
http://www.youtube.com/watch?v=1f4OE78IH38
Besos, leonesa
"Con lanza en ristre y a pecho descubierto, nos enfrentamos a los gigantescos molinos de viento". Y yo creo, Driver, y lo creo firmemente, que nosotros también nos hemos enfrentado a molinos de viento, y que no vimos tampoco, que eran simples molinos de viento. Ahí la vida, casi nada. Y venga retos, y molinos... y sueños. Afortunadamente. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarModestino, toma nota... pero no olvides nunca tu olfato. El sabe mucho mejor sobre lo que te atrae, los demás, sólo apuntamos cosas que nos gustaron. Así que, estupendo que tomes nota, pero primero siempre, tu olfato. ;))
Sunsi... lo sabemos bien ¿eh?... eso de que estamos un pocoa así... jajajaja. Quijotescas y a la vez sanchescas... Un abrazoa enorme.