Ahí está el mundo, en esos ojos, en ese brillo, en la profundidad, en esa presencia que sonríe. Miradas en busca de un espejo que las pueda sostener, siquiera un ratito. Qué poco solemos mirar de frente a los ojos que nos hablan, sobretodo, a aquellos que sabemos esperan algo de nosotros. Una parte de lo que somos se esconde ante unos ojos así. Miedo a que los otros sepan de nuestra insignificancia, por eso no miramos. Ojos que miran, que nos interrogan. Ojos a los que ignoramos. Mirada huidiza, no profunda, lejana. Mirada cobarde la nuestra, esa que se entorna para no tener que responder, que se recoge en sí misma sostenida sola, en la soberbia. Miradas sin punto fijo, escondidas en el abismo.
Ojos inocentes. Para mirar así, con ese brillo, se necesita mucha presencia escondida. Se necesita reconocerse pequeño. Sólo los ojos que miran desde lo insignificante son así de grandes. Ojos de infancia. Ese saberse sin grandezas, ser uno más, sin más brillo que la dignidad de lo que es humilde. Belleza. Ese mirar que no es otra cosa más que una llamada al el otro, una sencilla invitación a la sonrisa. Pero a nosotros, de no saber mirar de frente, se nos ha encojido el alma. Y no, no nos brillan así los ojos. Y ya a veces, ni siquiera recordamos sonreir. Sólo los niños pueden. Así son esos ojos. los de quienes sabiéndose nada, son capaces de darlo todo.
Y sólo la sabiduría es capaz de mirar así.
La mirada es una ventana del alma.
ResponderEliminarHay ventanas oscuras como casas deshabitadas...
Otras son un puesta de sol en un mar rodado de otoño; lleno de colores...
Los ojos no pueden mentir, por mucho que se disfrace el alma bajo una piel trajeada...
Besos
Es cierto... en los ojos estamos. Siempre. Un abrazo Santa.
ResponderEliminarMadre mía ...¡qué ojos! ¡qué mirada, Ana!
ResponderEliminarNo es ningún tópico eso de que los ojos son el espejo del alma. A través de lo ojos se descubre todo un mundo interior. Quizá por eso las miradas esquivas te dejan con algo de desasosiego...
Bssssssssss
... dejan desasosiego, sí. Deberíamos enfrentar siempre nuestra mirada ante el otro. Pero no siempre podemos... Un abrazo.
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