Te presentaste quietamente, como si con tu llegada se sintiese el arropo de una brisa serena. Tus palabras se acercaban con una sonoridad sorprendente. No había imaginado tu presencia tan serena. Incluso me sentí un poco ridícula ante la mía; tan diferente, tan intranquila y nerviosa. Y luego los ojos; serenos, como perdidos en un infinito que parecías tocar en ese momento. Me hubiera gustado saber en qué color descansan cuando se pierden así. En tu presencia se notaba el reposo de la palabra amigo, de la palabra amor, de la palabra imposible. Los inicios siempre nos descolocan un poco, me dije, nos sentimos extraños y no sabemos muy bien cómo hablar ni de qué. No sabemos muy bien cómo colocar nuestro semblante, tampoco las manos saben donde reposar. Incluso sentimos que no estamos, que nuestra presencia cotidiana en ese momento no nos acompaña, que nos ha traicionado ese yo que normalmente nos habita.
Entonces empezaste a hablar, comentabas cosas triviales, con tu tono, con tus palabras, y lo vi. Eras verdad. Y hoy, cuando laten esos traicioneros momentos de tristeza, de soledad y desencuentro, echo de menos la presencia de tu mirada. Y más aún, la brisa de tu presencia. Hoy, pocas personas son ya lo que parecen. Así que, muy a menudo, te recuerdo. Amigo inesperado. Nadie, nadie es tan verdad así, en ese primer momento, en ese instante en que se mira al otro por primera vez.
Entonces empezaste a hablar, comentabas cosas triviales, con tu tono, con tus palabras, y lo vi. Eras verdad. Y hoy, cuando laten esos traicioneros momentos de tristeza, de soledad y desencuentro, echo de menos la presencia de tu mirada. Y más aún, la brisa de tu presencia. Hoy, pocas personas son ya lo que parecen. Así que, muy a menudo, te recuerdo. Amigo inesperado. Nadie, nadie es tan verdad así, en ese primer momento, en ese instante en que se mira al otro por primera vez.
's wonderful! 's marvelous!
You should care for me!
's awful nice! 's paradise!
's what I love to see!
(...)
Tu entrada me ha recorddo a una persona; de esas que hacen el bien sind arse cuenta, seguramente sin intentarlo, porque les sale solo.
ResponderEliminarDe esos que tienen una mirada que no engaña, una sonrisa que anima ... que tras estar con ellos te dices: "éste/a no me va a engañar, de este/a me fío".
A veces tocas extrañamente, Ana, pequeña;-)
ResponderEliminarPareces haber visto fragmentos de mi vida por un agujerito. Supongo que porque todos, íntimamente, sentimos cosas muy parecidas.
Un beso.
"Y hoy, cuando laten esos traicioneros momentos de tristeza, de soledad y desencuentro, echo de menos la presencia de tu mirada. Y más aún, la brisa de tu presencia"...
ResponderEliminarAy! Anita... qué malos son esos momentos de tristeza, traicioneros como bien dices, en que echamos en falta tantas cosas, tantas presencias, tantas miradas...
Besos, guapa. Disfruta del puente!
Modestino, y no se olvida... la persona que se nos regala así, no se olvida.
ResponderEliminarSucede así Olga. Los sentimientos son universales, quizá lo que cambie es el escenario, la persona... pero ahí estamos todos. En los sentimientos es cuando nos reconocemos. Un abrazo.
Ahí estamos Rocío. Manteniendo el tipo. Y sí, está siendo un estupendo puente. Un beso. Me alegra leerte de nuevo... pues ya nos preocupaba a todos tu descanso.
;))