Cada vez que nos regalan un recuerdo, se podría sentir el soplo de la eternidad. Nada ha terminado. Es como si todo pudiera continuar, como si encontraras un eslabón en la mirada del otro para no morir del todo. Con nuestra memoria, al reconstruir el poso del recuerdo, somos de nuevo. Volvemos a ser, al lado de alguien, quienes un día fuimos. Cuando narramos nuestro recuerdo, ese algo que un día vivimos, volvemos a sentir. Reencontramos un sentimiento tal cual lo vivimos... Recreamos nuestras historias para el otro, aquellas que nos dibujan en el pasado. Y a la vez reinventamos. Para no morir del todo, puede ser. Querer dar lo que fuimos es un encuentro con el otro, ese interlocutor exacto que nos tiene que ser dado, ese que nos haga sentir que quizá, sólo a nosotros nos estaba esperando. Y cuántas veces hemos sido también ese interlocutor que espera impaciente, ese que insistentemente, tira y tira del hilo...
_ Que no me líes... que siempre me estás liando. _ decimos, o nos dicen.
Ocurre que no siempre hemos sido presencia en el tiempo de los otros, de esas personas a las que sin voluntad, y sin a veces saberlo, queremos tanto. Y no se sabe por qué. Lo que sabemos es justamente eso, que necesitamos su recuerdo. La remembranza de lo que en un pasado fueron... eso que late presentido, pero que no se sabe.
Un día te dejan una canción, y sucede. Sientes. Te recuperas. Reinventas el tiempo. El tuyo, el de los otros. Vuelves a sentir. Sí.
Qué, sería del ser humano sin los recuerdos?
ResponderEliminarEs curiosa la selección que nuestro cerebro hace de ellos, lo extravagante, lo importante y lo diferente cala hondo en nosotros; recordamos con más fuerza lo que más nos llama la atención.
Te propongo un experimento:
1º.- Relájate y piensa en el portal de tu casa; ves la calle, los establecimientos, la puerta ....y todo lo demás.
2º.- A continuación piensa que al salir por tu portal pasa la comparsa de un circo.
3º.- Ahora pasan unos elefantes que son de color rosa; sí, rosas, rosas.
Ahora si funciona deberías de recordar toda tu vida a esos elefantes rosas que pasaron por tu portal.
Saludos
Yo era una niña muy lunera, enseguida me ví subida en uno de esos elefantes rosas. Sabían hablar. Y con sus historias, le dimos la vuelta a la luna...
ResponderEliminar... Ocurrió un día al salir de casa. Una tarde de septiembre. Yo salía a jugar, a esperar a las otras niñas en la acera de mi calleja. Fue entonces, cuando los elefantes rosas me encontraron. Entonces empezamos a darle la vuelta a la luna. Y comenzó la historia más divertida jamás contada.
Los recuerdos nos devuelven a las personas, nos acercan de nuevo sensaciones y vivencias, nos hacen caer en cual es nuestra historia y cuales han de ser nuestras fidelidades.
ResponderEliminarBonita entrada, gracias¡¡¡¡.
Los recuerdos nos acercan al otro... más nítidamente de lo que podamos imaginar. En ellos somos.
ResponderEliminarQue sea un buen día, Modestino.
Anita. Podemos darle la vuelta e imaginar que no tenemos recuerdos, que cada día borra lo vivido el día anterior. Sería empezar de la nada siempre. Nada que nos sujeta, nadie para devolver al presente, desaprender y de nuevo aprender...
ResponderEliminarEntonces te das cuenta del peso del pasado y de la necesidad del recuerdo.
Los olores, los sabores, las texturas nos trasladan a todo lo que nos ha cimentado. No entendería la vida sin la remembranza...
Precioso post, como siempre.
Bsssssssssss
Un abrazo Sunsi. Y que sea así, con la remembranza... para mí sería imposible comenzar desde el cero. Prefiero la carga de su ausencia y tirar con y a pesar de lo vivido.
ResponderEliminarLos recuerdos que dejamos en los demás. Los recuerdos que los otros dejan en nosotros. Y los recuerdos que nuestro yo tiene de sí mismo.
ResponderEliminarProbablemente ninguno de esos recuerdos son fieles a la realidad. Una realidad que es infiel a todos, tal vez por ello acudimos a la fidelidad de los recuerdos.
Saludos (de regreso), Ana.
Nada es como fue... quizá, pero no podemos desprendernos de ellos. Somos y no somos. Nos reinventamos en el recuerdo, y a la vez seguimos siéndoles fieles. Paradojas...
ResponderEliminar... yo apuesto por las imágenes que te han quedado en la retina, esas, las últimas... las de hielo.
Has regresado de tu silencio.
... Vaya viajecito!!!!!
uffffffff ... que bien, esto si que carga las pilas por la mañana,... que pena que nos hagamos viejos, pero bueno el rock nunca muere, y si no, ahí quedan Teixi, Dani, Emilio y Antoñito.
ResponderEliminargracias
mil millones de besos
Sabía que te gustaría, anónimo. Un abrazo. Y sí, qué pena este ir haciéndonos mayores... aunque recuerda, no hay tiempos mejores ni peores.
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