INSTANTES PERDIDOS

De repente te dio por escribir. Decías que era el momento, tú ahí, en ese instante, lo esperado a estas alturas de tu vida. Eso era lo que tu imaginación te pedía a gritos, no dejarlo, que tenías que seguir, seguir… Te veía absorto, perdido en un infinito laberinto de palabras. Me asustaba tu ausencia de las cosas que se tocan, de esas que se pueden ver, sentir. Inventaste tres proyectos a la vez, tres universos, tres pistas para la huída. Nos decías que ahí estaban esas dos novelas que llevabas a cuestas desde hacía ya tiempo, y que había de ser ahora. Y aquel ensayo... Tenía que ser necesariamente.

_ Aquí, en estas manos están._ Entonces las mirabas como si fueran mágicas. Las apretabas y continuabas con tu certeza. _ Ahora ya todo está. Sólo necesito tiempo. _ Y lo decías altivamente. En tu mirada se podía sentir la pasión, el sufrimiento, pero también la agonía.

Te regalé el tiempo.

Tu mente iba y venía, zozobraba entre historias ajenas. Entre universos perdidos, en mundos que estaban a kilómetros del que habitábamos los que a tu lado queríamos sostener la esperanza de volverte a ver cuerdo. La escritura, ese mundo de mentes preclaras, altivas, mundo también de almas perdidas_ lo he pensado muchas veces._ Ese mundo de seres arrastrados por el desencuentro y la zozobra de su sentir. No habitar el mundo, eso me parecía, que no lo habitabas, ese mundo que te rodeaba, que te quería querer. Y tú tan lejos. Fue así de doloroso.

Te quedaste en el mundo de los que no saben de asideros reales. Perdido entre nubes de trayectorias laberínticas, de vidas inventadas, que quizá palpitan a nuestro lado, sin sentirlas, pero que tú sabías bien que estaban. Que están. Y decidiste dar el paso, ese que te acercó a ellas y te alejo definitivamente de nosotros.

Te regalé el tiempo.

Te aislaste. Sucumbiste al ruido del olvido, al ruido de lo que sólo tú necesitabas escuchar. Te regalé mi lamento. Y hoy te preguntas que a dónde han ido a parar aquellos momentos que hoy echas de menos. Entonces me quedé perpleja y mirándote como ausente, fui consciente de que ya no había significado, ya no pude encontrar el hilo que tantas otras veces me conducía a ti.

Sólo dije:

_ No han ido a ningún lado, Constant. Simplemente no existieron.

Y recordé cada una de las historias que no nacieron a tu lado, que vieron la luz en un espacio deshabitado por ti. Pienso en cada uno de los momentos que yo sí puedo sentir en el alma pero que no están en la tuya. Mis lágrimas hoy afloran desconsoladamente por todos estos instantes que habito, en los que no estás tú. Deshabitada tu vida en la mía desde ese instante en que decidiste que otro mundo vivía en tí. Te fuiste sin darte cuenta. Desde entonces tú ya permanecías en otra parte: estabas trabajando.




* Dedicado a todas aquellas personas que pierden lo "necesario" por conseguir lo "importante". Con afecto. Y para que no se haga demasiado tarde.

2 comentarios:

  1. Ana, Anita... Cuántas razones pra no huir, para no dejar dehabitado el lugar donde lo seres humanos habitan. No creo que exista una razón suficientemente poderosa para subirse a un carro irreal y dejar de rozar el suelo donde se vive, se sufre, se ríe, se comparte...

    Me ha impresionado mucho esta entrada. Voy a releerla.

    Un beso grande, como tú.

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  2. Hay muchas razones para no huir; unas sencillamente por justicia, por responsabilidad hacia nuestro tiempo y el que damos a los demás... y otras razones, por simple, pura y llana felicidad...

    Un beso.

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