¿Cómo late el presente ante la ausencia de futuro? ¿En qué se posaría nuestra mirada si un día, de repente, presentimos nuestra ausencia en las cosas que ahora tocamos? ¿Qué esencia tendrá tu alma cuando lo único que queda es este presente, este aquí, este ahora? Todo eso, todo eso que late cuando ya no hay futuro, todo eso que sale necesariamente ante la ausencia del tiempo, todo eso, es lo que tú eres. ¿Lo podrías pensar?
Ante ese llanto ilimitado, conmovido, atrapado por la ausencia de futuro, late toda nuestra querencia. Nuestra permanencia se quisiera quedar en las cosas que observamos, en las personas que acariciamos… querríamos la eternidad para ese tacto, para esa mirada. Esa sensación de prisa que a veces sugerimos cotidianamente de una forma tan banal, se tornaría algo ridícula. Cuando ya no hay tiempo para abarcar la posibilidad, de repente, sientes que eres; y necesitas la brisa, el aire, el horizonte. Necesitas ampliar la percepción exacta de tu tiempo. Despiertas.
Queremos ser. Queremos permanecer. Dejar con sonido las palabras que sostienen nuestro mundo. Enlazar nuestra presencia a las cosas que fueron importantes para nosotros. Trabar el brillo de nuestra mirada a los ojos de las personas a las que tanto queremos. Pronunciar cada palabra en su exacto significado, ese que necesariamente tienen para nosotros. Hacer aquello que no debiera esperar. Aquello que de no ser realizado, se quedará sin tiempo, sin espacio, sin sonido. Y sin presencia nuestra alma. De repente, esa eres tú. Esa que busca el espacio de lo verdadero, de lo que necesariamente ha de ser interiorizado, de lo que has de llevarte en tus manos inmóviles, todo, todo aquello que ya no puede esperar. Ese momento en el que al llegar al Todo, ya no necesitas esperar nada. Eres, esa eres tú.
Ante ese llanto ilimitado, conmovido, atrapado por la ausencia de futuro, late toda nuestra querencia. Nuestra permanencia se quisiera quedar en las cosas que observamos, en las personas que acariciamos… querríamos la eternidad para ese tacto, para esa mirada. Esa sensación de prisa que a veces sugerimos cotidianamente de una forma tan banal, se tornaría algo ridícula. Cuando ya no hay tiempo para abarcar la posibilidad, de repente, sientes que eres; y necesitas la brisa, el aire, el horizonte. Necesitas ampliar la percepción exacta de tu tiempo. Despiertas.
Queremos ser. Queremos permanecer. Dejar con sonido las palabras que sostienen nuestro mundo. Enlazar nuestra presencia a las cosas que fueron importantes para nosotros. Trabar el brillo de nuestra mirada a los ojos de las personas a las que tanto queremos. Pronunciar cada palabra en su exacto significado, ese que necesariamente tienen para nosotros. Hacer aquello que no debiera esperar. Aquello que de no ser realizado, se quedará sin tiempo, sin espacio, sin sonido. Y sin presencia nuestra alma. De repente, esa eres tú. Esa que busca el espacio de lo verdadero, de lo que necesariamente ha de ser interiorizado, de lo que has de llevarte en tus manos inmóviles, todo, todo aquello que ya no puede esperar. Ese momento en el que al llegar al Todo, ya no necesitas esperar nada. Eres, esa eres tú.
Atrévete a caminar bajo la lluvia. ¿Podrás sentir su tacto?
** Película de permanencias: Mi vida sin mí, de Isabel Coixet.
Me aterra. No quiero ni imaginarme mi vida sin mi. No puedo.
ResponderEliminarEs imposible imaginarla Ana. Para mí también. Pero sólo ese pensamiento, nos hace quedarnos al lado de lo que verdaderamente importa. Puesto que somos finitos, esto sí lo sabemos, dejemos nuestra presencia infinita sobre las cosas. Sé presente. Prioriza. No dejes lo necesario por lo importante. Eso quería decir...
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte, princesa.
Aterradora esa posibilidad de perder nuestro "yo".
ResponderEliminarY sí, por supuesto, no debemos dejarnos llevar por lo superfluo. Las circunstancias de mi vida me obligaron hace unos años a entender que todo se puede acabar en un instante, todo. Por ello vivo el momento, el día, sin hacer planes, respirando, disfrutando lo que tengo y evitando anhelar lo que podría ser...
Reitero -y seguro que ya soy pesá- que escribes muy, muy bien. Tocas el corazón con tus palabras. Eso es un don.
Besos miles
Gracias Lola, muchas gracias.
ResponderEliminarNosotras... que tantas veces lo hemos visto, sabemos cuánto importa el aquí y el ahora ¿verdad? Un abrazo.
Bien.
ResponderEliminarSólo hay una pregunta.
Tal sólo una.
...
Palmas, vas al Juicio.
El Señor te lo preguntará una vez.
Tal sólo una vez.
Y de tu respuesta depende el resto de tu vida.
El barbudo Señor se te acercará.
"Bien. ¿La perseguiste?. Cuenta".
...
Y tú, impresionado ante la presencia del Jefe, tragarás saliva y desembucharás.
"Mira, hice lo que pude. La perseguí con afán. Creo haberla alcanzado en un par de ocasiones. Se a ciencia cierta que me quedé cerca en una docena de ocasiones.
Y mira, para ser sincero, te podría contar que en el resto de los intentos, tuve más abollones, frenazos, golpes de chapa, alcances y zamorrazos, de los que me gustaría haber sido protagonista.
-Bien, chico. Ahora cuéntame esas dos ocasiones en las que la alcanzaste.
Y entonces, si cuentas una buena historia, tal vez te tires el resto de tu existencia en el cielo.
Porque le habrás arreglado la mañana al Jefe.
Contándole como te rompiste las meniges persiguiendo un sueño.
El de la eternidad.
Y será la gran pregunta Driver...
ResponderEliminar... lo perseguiste????
El viaje de un sueño. Eso es la vida. Un abrazo fortísimo.
¡Qué magnífica película! Hace unos días me vi por TV "La vida secreta de las palabras", me la había perdido en el cine ¡Me encanta Isabel Coixet!
ResponderEliminarPor otra parte, no tengo miedo a la muerte. La muerte forma parte de la vida. Lo mejor, como alguien decía en un comentario, el aquí y el ahora.
Si perdemos el yo, pero no nos percatamos, no creo que sea tan aterrador... Lo malo es darse cuenta ¿No?
ResponderEliminarUn abrazo y,
¡Buen texto!
Sí, a mi también me gustan mucho las películas de Isabel Coixet. Y tengo alguna pendiente. Un abrazo Zambullida.
ResponderEliminarAmig@mí@... hablar del proceso que es despedirse, nos llevaría unas cuantas entradas. O mejor, una buena tertulia en un café tranquilo. Un abrazo.