Yo no entiendo muy bien lo que es vivir obsesionado por una persona. Por lo que hace una persona. Pero sí sé lo que es obsesionarse. Tengo mis obsesiones, sí. ¡Cómo no! Y lamento decirte que entre ellas no estás tú.
Sé lo que es estar obsesionado por las lágrimas de los otros. Por su dolor. Por esa finitud que se lee en los ojos de quien se despide, de quien sufre una enfermedad. Sí, vivo obsesionada por la humanidad doliente; esa que sólo ha tenido tiempo para respirar dolor. Me obsesionan rotundamente los niños enfermos. A menudo he tropezado con esa humanidad. Navego normalmente entre aguas tan turbulentas, tan rotundas, que muy pocas veces pienso en las personas como tú. Es más, si en algún momento tuviste interés para mí, ahora careces de él. Absolutamente. Normalmente mi pensamiento si se queda colgado de algo, es del dolor que observo en las personas que cuido, y mi mirada, siempre se llena de lo que su presencia me regala cada día. Son gestos de una eterna sabiduría. Sí, hija mía, sí. La eternidad tiene rastros en esta tierra. Y rostros. No sabes cómo siento que no los puedas percibir. No sabes lo que se pierde tu persona por ello, por no ser capaz de sentir ni la infinitud, ni lo eterno en las cosas que cada día te va regalando la vida. Dices bien; te quedan grandes estos conceptos. Para intuirlos, se necesita una mirada firme. Ojos brillantes. Ojos que se sepan quedar en lo pequeño. Tú has nacido para ser súper; la reina del mambo.
Saber estar, saber sufrir, mantener la dignidad incluso en esos momentos de tan sublime angustia es algo que probablemente no hayas visto jamás. A mi me obsesiona. He tenido ese privilegio. Creo que podrás entender que los que hemos estado ahí, frente a ese abismo, subimos un peldaño. Podemos ver más. Ese peldaño se sube después de muchas lágrimas, y no es nada fácil estar ahí, en ese inmenso campo de batalla que es el dolor. Sé lo que es sentir la eternidad en el brillo de unos ojos que dicen adiós. Sé lo que es mantener el tipo cuando alguien sabe que todo ya está, que lo que está hecho, está. Ausencia de futuro. Lo he visto al lado de los otros. Y vas tú con todo el equipo y te crees mi obsesión. Sólo una persona muy soberbia puede pensar algo así. ¡Anda que no es grande el mundo! ¡Qué ridiculez tan… INFINITA!
Alguien un día me dijo que vivía obsesionada por la muerte. Y no, no es cierto. Vivo obsesionada por la vida. Aunque si lo miramos bien, viene a ser lo mismo, ambas son una misma moneda. Pero quizá mi obsesión venga más por el dolor, el dolor en el ser humano. No es tanto el final de una vida lo que me bloquea, es el dolor, el inmenso dolor que es saberse en determinadas circunstancias. Y permanecer allí sólo con mi silencio, mi impotencia y mi rabia me hace obsesionarme mucho. ¿Cómo se podría ayudar ahí… en ese momento? Esa es mi obsesión, y también donde me siento límite. Por eso a veces me resulta imposible reír algunas gracias, o embarcarme en algunas vanidades como las tuyas, aunque también es cierto que me ayuda notablemente a superar mis pequeños fracasos. Le debo mucho a cada una de las personas dolientes a las que he acompañado sólo con mi silencio. Así que mira tú, el tiro que te ha salido…
Hoy de ti, me queda una percepción más bien triste. Dejo en el silencio mi juicio y lo hago por respeto hacia ti y hacia los que te quieren. Mi juicio es algo así como un adiós tajante y decepcionado. Bye.
Sé lo que es estar obsesionado por las lágrimas de los otros. Por su dolor. Por esa finitud que se lee en los ojos de quien se despide, de quien sufre una enfermedad. Sí, vivo obsesionada por la humanidad doliente; esa que sólo ha tenido tiempo para respirar dolor. Me obsesionan rotundamente los niños enfermos. A menudo he tropezado con esa humanidad. Navego normalmente entre aguas tan turbulentas, tan rotundas, que muy pocas veces pienso en las personas como tú. Es más, si en algún momento tuviste interés para mí, ahora careces de él. Absolutamente. Normalmente mi pensamiento si se queda colgado de algo, es del dolor que observo en las personas que cuido, y mi mirada, siempre se llena de lo que su presencia me regala cada día. Son gestos de una eterna sabiduría. Sí, hija mía, sí. La eternidad tiene rastros en esta tierra. Y rostros. No sabes cómo siento que no los puedas percibir. No sabes lo que se pierde tu persona por ello, por no ser capaz de sentir ni la infinitud, ni lo eterno en las cosas que cada día te va regalando la vida. Dices bien; te quedan grandes estos conceptos. Para intuirlos, se necesita una mirada firme. Ojos brillantes. Ojos que se sepan quedar en lo pequeño. Tú has nacido para ser súper; la reina del mambo.
Saber estar, saber sufrir, mantener la dignidad incluso en esos momentos de tan sublime angustia es algo que probablemente no hayas visto jamás. A mi me obsesiona. He tenido ese privilegio. Creo que podrás entender que los que hemos estado ahí, frente a ese abismo, subimos un peldaño. Podemos ver más. Ese peldaño se sube después de muchas lágrimas, y no es nada fácil estar ahí, en ese inmenso campo de batalla que es el dolor. Sé lo que es sentir la eternidad en el brillo de unos ojos que dicen adiós. Sé lo que es mantener el tipo cuando alguien sabe que todo ya está, que lo que está hecho, está. Ausencia de futuro. Lo he visto al lado de los otros. Y vas tú con todo el equipo y te crees mi obsesión. Sólo una persona muy soberbia puede pensar algo así. ¡Anda que no es grande el mundo! ¡Qué ridiculez tan… INFINITA!
Alguien un día me dijo que vivía obsesionada por la muerte. Y no, no es cierto. Vivo obsesionada por la vida. Aunque si lo miramos bien, viene a ser lo mismo, ambas son una misma moneda. Pero quizá mi obsesión venga más por el dolor, el dolor en el ser humano. No es tanto el final de una vida lo que me bloquea, es el dolor, el inmenso dolor que es saberse en determinadas circunstancias. Y permanecer allí sólo con mi silencio, mi impotencia y mi rabia me hace obsesionarme mucho. ¿Cómo se podría ayudar ahí… en ese momento? Esa es mi obsesión, y también donde me siento límite. Por eso a veces me resulta imposible reír algunas gracias, o embarcarme en algunas vanidades como las tuyas, aunque también es cierto que me ayuda notablemente a superar mis pequeños fracasos. Le debo mucho a cada una de las personas dolientes a las que he acompañado sólo con mi silencio. Así que mira tú, el tiro que te ha salido…
Hoy de ti, me queda una percepción más bien triste. Dejo en el silencio mi juicio y lo hago por respeto hacia ti y hacia los que te quieren. Mi juicio es algo así como un adiós tajante y decepcionado. Bye.
** Esta entrada sí va por ti. En ninguna otra apareces tú. A pesar de tus obsesiones nada de lo que hubo antes aquí te menciona. Y desde hoy, eres puro olvido. E intenta reírte un poco de todo esto, de estos cabreos (en el fondo nunca dejamos de ser niños) y también, de este blog tan ¿eterno?, ¿infinito?... Ríete serenamente. Ni siquiera sé de dónde me viene esta vena... y es que me ha dado por sostener el mundo, ya ves… tan diminuta, y tan chula yo… sosteniendo la eternidad del mundo. ¡Qué le vamos a hacer! Y anda que no se han reído aquí, en mi casa, a causa de mi imaginada diminutez. ¡Qué vida esta... así, tan irónica! ¿Y tú, serás capaz de sentirla así, tan ridículamente irónica y sin acritud? ¿Serás capaz algún día de no ser ombligo?
P.D.: No hay posibilidad de comentarios, entenderéis que no procede. Por cierto... se me pasan enseguida los cabreos. ;))
P.D.: No hay posibilidad de comentarios, entenderéis que no procede. Por cierto... se me pasan enseguida los cabreos. ;))