PORCENTAJES, EQUIVALENCIAS Y JUSTICIA

"Las 225 fortunas más grandes del mundo representan un total de más de un billón de euros, es decir, un equivalente al ingreso anual del 47% de los individuos más pobres de la población mundial; 2.500 millones de personas. Unos pocos individuos son más ricos que estados enteros."
La catástrofe perfecta. Ignacio Ramonet.




... Y habrá quien diga que es un párrafo demagógico y manipulador. Pero yo no hago más que preguntarme qué parte de lo mío no me corresponde, por muy poco que sea, y a pesar de que yo lo veo tan justamente mío. Y que además, lo necesito.

¿Lo necesito?

(...)


ECONOMÍA Y PERSONAS.

BURBUJA; aumento excesivo de los valores de los títulos que cotizan en los mercados bursátiles que lleva necesariamente a un vuelco brutal (estallido de la burbuja).

CRISIS; Bloqueo de los mecanismos habituales de funcionamiento o de adaptación de la economía, que se produce en un sector de actividad o afecta a un sistema económico en su conjunto. Los sectores económicos afectados, o la economía global, no pueden sortear esta dificultad sin verse transformados.

CRAC; derrumbe repentino de las cotizaciones bursátiles.

Del Dictionnaire de l´economie.
Pierre Bezbakh y Sophie Gherardi
París, Larousse-Le Monde.

(...)

Y me quedo pensando en la situación actual. Y en las personas. Porque las personas somos también así, como la economía. Que nos embarcamos en valores cotizados al alza, cuyo valor es excesivo, y que conllevan necesariamente a un derrumbamiento, el personal. A veces nos ocurre, que estalla nuestra mirada igual que esas burbujas bursátiles; con un golpe seco que se dejará notar en cada una de nuestras inspiraciones, en nuesro ritmo y en la manera que tendremos de enfrentar la rutina.

Las personas también sufrimos auténticos bloqueos, nos vemos en algún momento de nuestra vida sin capacidad de adaptación, y nos quedamos atónitos al ver todo ese sistema que son nuestros puntos de referencia caer en picado. Nada sirve ya. Todo ha de ser construído, reestructurado. Pocas cosas, y también pocas personas, se salvan en esa caída que es siempre vértigo. Ocurre a veces. No podemos sortear las dificultades, los escenarios en los que la vida nos ha ido a posar se vuelven demasiado hostiles. Y sabemos que no será posible salir al camino con lo de antes, que tendremos que levantar nuestros pies del suelo desde el cero en que se ha convertido nuestra vida. Que hemos de dejar de sostenernos en el muro que nos daba fuerza porque ya no la tiene, se ha derrumbado, y que desde la debilidad que supone estar desnudo, volveremos de nuevo a caminar. Comenzamos. A veces sucede. Y lo hacemos desde la nada.

Hay quiénes lo llaman fracaso. Yo no, yo no lo llamaría así. Es simple y llanamenete, renovación. La posibilidad de esa ilimitada capacidad de transformaciòn que siempre habita el ser humano cuanso decide valientemente, sostenerse en su verdadera esencia; la libertad. Es dura la libertad, es una conquista de años. Pero su panorámica hace posible que cualquier precio, sea el necesario. Es infinita la libertad.

** Te deseo valentía en los momentos difíciles de tu vida. Que no decaiga la fortaleza que un día te empujó a perseguir un sueño.



TRABALENGUAS


Qué enorme capacidad tiene nuestra mente para trabajar cuando nada la ata, cuando nada ocupa su ensimismamiento, cuando ella sola sin otra música que cantar, se va posando sobre el trabajo, sobre las cosas de cada día, sobre la construcción teórica del paso de estos días, y de los otros. Y qué inmensamente solos estamos, cuando nada nos despista. Es mágica a veces, la soledad. Quizá ser despistado sea sólo eso, estar un poco solo.

Pero sin el ruido de los otros, nos quedamos pronfundamente aislados. Estamos sin sonido cuando no oímos esa cantinela que aunque nos merma, y a veces incluso nos deja sin aire, es la que no nos deja caer. Ese ruido de los que nos rodean, y a quienes tanto, tanto, estamos queriendo, ese ruido y su recuerdo es lo que nos da brillo, consistencia y alegría. Quizá sea lo que nos sostiene. Y aún así, en estos días de construcción solitaria, qué bien se está. ¡Pero qué bien!

Icoherencias que se disfrutan. Trabalenguas de soledades acompañadas, así son estos días. Un trabalenguas de idas y venidas a través del tiempo; por estos días, y por los de antes. La vida puede ser que sea simplemente eso... un trabalenguas. Y me gusta la vida así, tal y como está, navegando en sus coherentes incoherencias.



*Echo de menos tu ruido, diminuta. Y no veas... no veas la cantidad de cosas que he podido hacer. Pero es peor estar así, estar echándote de menos. Permanecer sin el desorden de tu mirada, y sin elcaos que siempre habita en tu estancia... qué poco me gusta así tu habitación, tan silenciosa. Y mientras te recuerdo, me paseo a menudo por tus colores, y por el descanso que al final me ha podido conquistar.

**Pintura floral realizada por diminuta.

EL JARDINERO FIEL

... SI ESTÁS AL LADO DE ALGUIEN QUE NO TE HACE MEJOR PERSONA, ESTÁS AMANDO A LA PERSONA EQUIVOCADA.
 

El jardinero fiel narra la historia de Justin Quayle, un diplomático británico enamorado de las plantas por encima de su trabajo. Justin es un hombre un tanto retraído pero complaciente que a pesar de creer mucho en sus ideales, poco hace por revelarse contra su monótona e hipócrita vida laboral. A lo largo del film el personaje evoluciona de una manera espectacular. Rompe con toda su vida y con toda su cobardía para descubrir quién es el autor del asesinato de su querida mujer Tessa. 


Es una historia de amor inmensa, pero por encima de ella, está el dolor de Africa: el continente de silencio. Para mí África es algo especial. Nunca la he pisado, pero cuando veo sus paisajes en el cine, o en cualquier reportaje, siento que en cada uno de sus colores, en su cielo y en su tierra, hay algo que me emociona visiblemente. Y sin embargo, nunca, nunca, mis pies han estado en suelo africano. Y si por unos instantes, a lo que se enfrenta mi mirada es a unos ojos de infancia africana, entonces el silencio se queda en nada y el alma llora. Inevitablemente. Qué poco valen tantas vidas inocentes. Este es el duro transfondo de la película; denunciar la idea de que para proteger nuestro cómodo mundo hemos de pasar por la compra de muchos seres inocentes a un precio irrisorio. No es la primera vez que hablo de esta película, y supongo que tampoco será la última. Me encantan los colores de África, el modo en como la cámara va a posarse sobre cada una de ellos, y también, en cómo es capaz de recoger la complicidad que existe entre Tessa y Justin; una Tessa apasionada y vital al lado de la diplomacia y ensimismamiento que es Justin. Y de fondo, el sonido de África, su latido, que convertirá una historia de amor, en una razón de justicia para la humanidad. La humanidad doliente que es África; esa gran desconocida.


La película se rodó en los poblados de chabolas de Kibera y Loiyangalani, en Kenia. Las condiciones de pobreza del lugar llegaron a afectar de tal modo a los participantes en el filme que estos crearon una organización llamada, Constant Gardener Trust, para ofrecer educación básica en esos poblados. Weisz, Fiennes y Le Carré son patronos de la fundación. La novela estaría inspirada en unos hechos reales: unos ensayos ilegales llevados a cabo en niños nigerianos por empresas farmacéuticas en 1996. África no es una invención, y tampoco puede ser considerada un laboratorio. África es el dolor y la miseria de muchos millones de seres humanos.

** Esta entrada es un recuerdo hacia las personas que como Blanca (Malí), permanecen en el continente negro y dejan allí la esperanza que su sola presencia ya es. Personas que en en el futuro de su recuerdo, serán siempre la candela de luz que hoy son. Lo que tú has dejado allí, Blanca, crecerá, continuará, y en ello habitará la mirada infinita de tus ojos. Al lado de personas como tú, uno se siente bastante insignificante, esa es la verdad, pero también orgulloso de haber coincidido contigo. Y uno piensa también, en cuántas veces hemos permanecido perdidos, con nuestra comodidad a cuestas. A veces lloramos por auténticas ridiculeces, y eso, tarde o temprano, se sabe. Y pesa, pesa mucho. Gracias por tu candela.

LIBERTAD

"A lomo de las estaciones me elevaré a más altura que cualquiera de vosotros. Mientras vosotros sois múltiples y os abreváis de millones de veces en las ideas y las risas de los demás, yo seré adusta, algo tormentosa y enteramente purpúrea. Quedaré degradada y encadenada por la bestial y hermosa pasión de la maternidad. Sin el menor crepúsculo ayudaré a mis hijos a triunfar. Odiaré a cuantos vean sus defectos. Mentiré con descaro para favorecerles.
Y dejaré que me aislen de ti, de ti, y de ti."
Virginia Woolf



HABAS Y PIÑAS.





No me gustan las piñas. El otro día una compañera de trabajo comentó que teníamos que conseguir ser una piña, y yo instantáneamente, noté que los pelos se me erizaban. No soporto las piñas, los equipos, los grupos. La piña tropical sí, esa me encanta. Jugosa, ácida y fría es como más me gusta. Y ahora que lo pienso, yo también soy así, jugosa (entiéndase igual a ironía), y con un tanto de ácida. La conversación que tuvimos en el equipo de trabajo a raíz de ese “intentar ser piña” fue de lo más sustancial. En todos los sitios se cuecen habas y hubo un momento en que se podía sentir una estupenda calderada. Y no, aún no me he arrepentido de la ironía… no... ainsss. Lo confieso, sí. Si me pican, soy así, ácida. No como una piña, no. Más bien como un limón.

Siempre me ha sucedido. Siempre. En el momento que intuyo esa solidez de los grupos algo hace que me rebele, me entra una especie de urticaria invalidante en el pensamiento, mi presencia se pone alerta, e imperiosamente busco la salida. En silencio, los pies se me ponen “en polvorosa”… El por qué de mi rebeldía ante los grupos aún lo desconozco. No me gustan los corrillos de madres, no me gustan los equipos que van todos a uno, no me gustan los que son de Fuenteovejuna, no me gustan las consignas, no me gustan las personas que sólo se saben ser un nosotros...

Me quitan el aire las piñas. No soporto las consignas, que es la manera con la que se mueven los grupos. Siempre acaba habiendo un alguien que decide. Un uno que explica, razona y que por supuesto no escucha. Es como si el yo fuera anulado por un nosotros en el que no existe la voz individual, la mirada personal, ni tan siquiera la personalidad de cada proyecto vital. Ya no se ve a la persona. La voz es la del grupo, y es exactamente la de ese líder que se erige en absoluto conocedor de la realidad. Como si el yo no tuviera ojos. Cuando oigo la palabra piña... me es inevitabla sentirme así; me veo sin mirada. Muda de palabras me entra el impulso de salir corriendo y que ya ni miro. Oye, ni un café. Fiu… fiu… y desaparezco.

(...)

A mí me gustás tú. A solas. Me gusta tu mirada, me gusta el gesto de tu persona cuando me tira de las orejas, y lo que más, lo que más me gusta es tu risa. Cada vez que te ríes de todas mis teorías, cada vez que r0mpes... en mil trocitos mi parte más exacta, teoría convertida en un montón de palabras, que vuelven solas a casa (uys... estaba cantando), y por si mi teoría pudiera recomponerse de otro modo, en algún otro momento. Y mientras me digo... que ya lo pensaré mañana. Que ahora lo importante es estar a diez cm de tí.

Donde esté un tú a tú… que se quite cualquier nosotros invencible. Me gustas más tú, aunque te sepas derrotado. Puede que incluso me gustes más así, sostenido por tus errores. Claro que a lo mejor… a lo mejor me equivoco. Y tú y yo solo somos un desastre. Uno más de tantos que le dan la mano a la libertad, al lado siempre de eso que somos y sentimos. Pudiera ser, que seamos un desencuentro, pero en un tú y en un yo, es donde sólo cabe la risa. Y a mí lo que más me gusta es tu risa, la libertad de tu risa cuando se posa sobre la mía. Y mi libertad.



*canción para diminuta y para mqm

SO THANK YOU...

Si te hubiera soñado, no te hubiera pensado así. Nunca tu escenario hubiera sido el mío, ni tu mirada, ni tu manera de enfrentarte al mundo. Tú nunca hubieras sido posibilidad. Tienes una mirada oscura, un semblante serio y unas manos cercanas. En ti habita una risa sonora y un rictus soberbio. Si te hubiera pensado, hubiera imaginado tus manos grandes, ásperas e inquietas. Hubiera pintado también tu altura, las canas de tu pelo y la risa. Siempre la risa. El eco de tu sonido. Y todo lo que aún le queda por descubrir.

Cuando llegas, suena la melodía de un viejo piano y una voz que pudiera tener mil siglos. Una mirada que nunca nos pone a prueba siempre es un buen lugar al que regresar. Y yo regreso, siempre. Cuando no se espera nada ya, todo se recibe. Y la mirada sobrevuela todo aquello que es ya olvido. Si te hubiera imaginado, lo cierto es que nunca te hubiera pintado así. Nunca.

LA IMPACIENCIA DEL CORAZÓN




“Todo comenzó con un desatino, una torpeza completamente excusable, un gaffe, como dicen los franceses. Después intenté remediar mi estupidez, pero cuando se quiere reparar con demasiadas prisas la ruedecita de un reloj, se suele estropear todo el mecanismo. Incluso hoy, al cabo de los años, soy incapaz de delimitar dónde terminó mi pura impaciencia y dónde comenzó mi culpa. Probablemente nunca lo sabré.
Stefan Zweig.



Así comienza este libro, con ese párrafo que nos perfila la culpa de la compasión, la culpa de no haber sabido decir “no” a tiempo. El protagonista, arrastrado por la blandura de su mirada, cabalga por desiertos que nunca debieron pertenecerle. No es difícil identificarse con el protagonista. Saberse algo para los otros le resulta vital, descubrir que el sentido y la misión de su propia existencia está en la felicidad de los otros es algo que lo embellece, que lo adorna, pero que también lo anula. Lo arrastra fuera de su propia persona. Ensimismado ante los otros, ante la vanidad de su generosidad, se deja arrastrar por el olvido de sí mismo. Pierde la partida dejándose colocar en un escenario que jamás debió ser el suyo, un escenario que para siempre tendrá el eco de su culpa. El eco de aquello que sólo él puede decirse a sí mismo.

A lo largo de su lectura he ido desgranando muchas teorías. Y una vez desgranadas, he tenido la sensación de que se han quedado convertidas en simples palabras solas. Sin sentido. Palabras que desde su soledad buscan una nueva configuración para poder sostenerse. Teorías que se caen y se tienen que volver a levantar, a veces ocurre. Supongo que eso mismo es la vida. Caer y volver a levantarse. Así es la lectura; desconstruirse para volver a construirse. En mí mismo, y en mi espacio.

(…)

Durante estos días le ha rondado mucho a mi pensamiento la compasión… a pesar de las carreras de junio. Y por ahí, he permanecido entre perdida y encontrada. Y con retahilas varias.

La compasión sin rectitud es un peligro. La compasión a veces es simple vanidad, y ante su falta de sentido, se convierte en culpa. La compasión que no sabe de objetivos, es un despropósito. Se necesita del equilibrio entre la compasión y la asertividad para que cada paso nos lleve a nuestro espacio verdadero, a ese espacio que nos pertenezca íntimamente, espacio en el que el “yo” no se siente ahogado, silente ni herido. Hay que saber decir “no” cuando algo es claramente “no”, sin rodeos, y por mucho que al corazón le duela. Aprender a decir "no" por encima del juicio que nuestra decisión provoque en los otros. De lo contrario la compasión puede ser un arma mortal, la herramienta eficaz por la que seremos pasto de la manipulación. La compasión que sabe a dónde va jamás puede ser catalogada como egoísmo, sencillamente es hacer entender al otro (también a nosotros mismos) que aunque mi corazón es enorme, en él no cabe lo que otros proponen. La libertad es esa compasión valiente que sabe del sino de su respuesta, que reconoce el contenido de una decisión, que lo afronta, y a la que le importa muy poco el juicio externo. Y que aposentada en el alma libre, decide rotundamente, y decide no. O sí. Pero siempre es un recodo en el que se posa la libertad. La propia. Sin otra interpretación que le importe. No es fácil la compasión en libertad, y sin embargo, estamos obligados a ella. Más que nada porque lo que necesitamos es llegar a nuestro lugar, a nuestro exacto lugar. El nuestro.

Y yo quiero llegar, ahí mismo, al que es mi exacto lugar. Al lugar que yo exactamente soy. Y a él me acerco...


HAPPY

Conversación con diminuta.

_ Mamá, ¿cuándo empieza el verano?_ Y me lo pregunta tan tranquila un 23 de junio, mientras iba toda contenta y albororada porque le acababan de dar las vacaciones.
_ Pero... si... empezó hace dos días... _ Le contesto entre perpleja y pensando que es digna, dignísima hija de su mami, olvidadiza hasta extremos cómicos y desesperantes. Igualita, oye. A su madre.
(...)

There's a house upon a distant hill,
where you can hear the laughter of children ring.
Guardian angels, they watch from above
gaurding over the love that they bring.
But at night I feel the darkness near,
I awake and I find you near.
I'm happy with you in my arms.
I'm happy with you in my heart.
Happy when I taste your kiss.
I'm happy in love like this.



Y luego he pensado en la felicidad. Porque realmente para ella empezaba el verano en ese momento, en ese instante en que regresábamos del cole, yo conducía suavemente el coche, sin prisas ya. Ayer fue el último día de cole. Y en esa noche de San Juan empezaba el verano, noche en que ella, a su modo lunero, comenzaría a quemar trastos viejos. Para ella empezaba algo deseado; la libertad. Vivir sin unos horarios que tan limitado dejan siempre el espacio a su mente inquieta. Y pensé que tenía razón, que el verano empezaba ayer por la noche, en esa noche corta y de fuego que es la noche de San Juan. Y que yo habría de aprender de su mirada. Saber pasar página. Eliminar trastos. Y dejarme contagiar por la magia del fuego.


Gracias diminuta, por tus olvidos. Quiero seguir siendo como tú.

TIENES UN MAIL


Hoy he recibido el correo de una persona valiente. En él esa persona me hacía partícipe de una realidad que el creía intuir en mi tiempo; quería hacerme consciente de una circunstancia que de ser cierta me podía hacer daño. En definitiva me estaban avisando, muy educadamente, sobre lo mal enfocado que podría estar mi modo de vivir.

He sentido una honda emoción por ese mail, y también un agradecimiento inmenso. Sé que no es fácil ser valiente. Que aunque como él mismo dice _sólo se trate de darle a la tecla "enviar" y no sé si me siento como un amigo o como un imbécil_ sé que detrás de ese gesto hay reflexión, análisis y sobretodo valentía para no callar, para no dejar que alguien vaya por el camino equivocado. Y soy consciente de que detrás de esta amonestación lo que late sobretodo, es la caridad.

No. No es fácil acercarte a una persona y decirle que algo en su vida pudiera estar mal hecho, mal enfocado o mal interpretado. No es fácil decirle al otro que algo lo está haciendo mal. No es fácil hacerlo porque sabemos que incluso podríamos estar equivocados. Por eso sé que sólo la nobleza es capaz de hacerlo; sólo un corazón honesto tiene ese tipo de valentía. Sólo él.

Lo normal es darle la espalda a los defectos de los demás. Lo normal es decirnos a nosotros mismos esto: _A mí que me importa cómo decide vivir su vida esta persona, si se estrella, es su decisión, todo el mundo tiene derecho a intentar esto, aquello..._. Hoy se estila mucho esto. A mí me parece una postura muy cómoda, esa de quedarse mirando mientras alguien se estrella, quedarse quieto sin decir nada. Quedarse tranquilo pensando en que tiene derecho a intentarlo sin avisarle de que quizá tuviera que ir por otro lado, formarse más o simplemente esperar y trabajar mejor las cosas. Y sobretodo me parece una postura cruel. Muy cruel.

Yo a esa "comodidad" le llamo falta de caridad. No sé si estaré acertada o no, pero así lo veo. Y también es cobardía. La más pura cobardía que nos ahorra tener que dar la cara para ayudar a otro, para evitar que se descalabre. Es una cobardía que además se argumenta como una defensa de la libertad, que se sustenta en el respeto a la libertad que los demás tienen de vivir como quieran, el derecho que se tiene de intentar las cosas incluso a costa de un total ridículo o de un total fracaso. Y no es cierto. No es un respeto hacia la libertad del otro. Simplemente es comodidad.

La caridad siempre comienza en esa valentía para decirle al otro lo que cree que no está bien en su vida, en su tiempo, la que le avisa de lo que se intuye como el pródromo de un descalabro personal y/o emocional. Luego sí, luego ya viene el respeto hacia la libertad del otro, cuando una vez oída nuestra opinión, el otro decide libremente su camino, el que pensamos no adecuado. Y la amistad, la verdadera amistad, viene después. Es seguir ahí, a pesar de la contrariedad que sea ver al otro equivocarse a pesar de nuestro aviso. Y es estar cuando se haya caído. Sin reprimendas.

Sólo es un punto de vista, es exactamente mi punto de vista. Soy consciente de haber perdido a personas que un día estuvieron a mi lado porque yo soy una de esas personas, de las que no se calla. Soy consciente de muchas de las cobardías que me acompañan, pero sé que ésta no es una de ellas. Y no sé si equivocadamente, pero me siento orgullosa, a pesar de los malos tragos que he llevado después, de lo que he perdido y de la fama equivocada que esto me ha reportado. Aún así, no me arrepiento. Nunca un amigo mío se caerá sin saber que yo, intuyéndolo, me he callado. Nunca caerá sin saber que yo sabía que su opción era un error. Y por supuesto que en la caída me va a encontrar a su lado, con mis dos manos tendidas. Por las mismas sé que mis amigos son aquellos a los que yo amonesté equivocadamente, aquellos que después de mi aviso sonriendo me dijeron que yo era una "listilla de pacotilla", aquellos que simplemente optaron por reírse de mi patinazo; sin soberbia, sin rencor. Que supieron ver tan sólo mi intención y el hondo cariño que les brindaba mi equivocada valentía.

La vida, a través de valentías como ésta, y como sin querer, nos va regalando estupendos amigos, y también, sorprendentemente, nos va separando de todo aquello que simplemente es presencia de paja y sin fundamento. Supongo que la valentía al final nos lleva a distinguir, a saber bien qué hay detrás de cada persona. Y que nos coloca al lado de los que en el fondo, son un poco como nosotros. Es inteligente la vida, sí. Y sinceramente, me ha emocionado ese mail.



* Gracias Tomae.

LA VIDA POR DESCUBRIR.


La esperanza que mi hija es, habita en su imaginación.


Os dejo colgada esta pequeña charla. Pienso que JUNIO es el mes ideal para saborearla. Para que nos podamos sentar DURANTE TODO EL MES al lado de la esperanza que en cada uno de nuestros hijos habita. Para que podamos entender que esa incertidumbre, tantas veces incomprendida, de lo único de lo que nos está hablando, es de la originalidad de esa personita, del ser irrepetible que nuestro hijo es. Seres insuperables.

Se la dedico especialmente a Sunsi, que me ha ayudado a ver el otro lado de la realidad, y porque con sus palabras, me ha colocado del lado de la esperanza, esa que mi hija desde sus ojos luneros y su cuerpo inquieto ya es, aunque yo algunas veces aún no lo sepa.



** gracias a mi hermana diminuta, que es quien me lo regaló... que lloro ¿eh?...

LO DIFERENTE

Miramos lo diferente, lo que nos contraría o lo que no se ajusta a lo que queremos oír, con sospecha. Aquello que no cuadra con nuestras cuatro coordenadas básicas lo ignoramos. Lo minusvaloramos pensando que el otro es un pobre hombre, que no tiene ni nuestras capacidades ni nuestro sentido; que no es ni tan leído ni por supuesto tan inteligente. Ocurre a veces, que incluso necesitamos pisarlo hasta que queda eliminado, buscamos terminar con toda su buena fama tan sólo porque un lado o cara de su presencia no nos gusta. O porque tan sólo uno de sus lados, silenciosamente, nos hace pequeños.

La mayoría de las veces no somos conscientes de que lo diferente nos complementa, y que también nos hace más reales y certeros. Absortos en lo geniales que somos, no vemos que frente a lo diferente, al intentar comprender su sentido en el mundo, nosotros afianzamos nuestra mirada sobre ese mismo mundo. Que nuestras coordenadas tendrán un mejor sentido y probablemente más significado si son enfrentadas a lo que la contraría; y que contrastando, conseguimos las certezas que realmente tienen peso. Las verdaderas certezas. Y que todo aquello que las acompaña ruidosamente y sin sentido, muchas veces, cae con todo su peso ante la medida de lo diferente. Es intentar separar el grano de la paja, ampliar la perspectiva de la verdad, a ello nos empuja lo diferente. Pero no, ensimismados como estamos en nuestra propia mirada, en nuestra palabra y en las cuatro coordenadas que nos mueven junto a sus ridículas sinfonías, anulamos todo aquello que es, por diferente e incomprendio, un valor para hacernos pensar. La duda es el primer paso de la certeza.

Quizá la soberbia nos haga ser así, y probablemente sea sólo un gesto de supervivencia. La soberbia lo sabe bien, sabe que al acercarse a aquello que es diferente, todo lo que somos y nos habita pudiera acabar en un fundido en negro; en la nada. Descubrir de repente, que nada sólido nos sostiene. Por eso la soberbia es tan pacata. Yo imagino la mirada de la soberbia así; despectiva, ignorante y cobarde. Me dan pena los soberbios; son pobres supervivientes nadando a contracorriente para no llegar a ser eliminados por la levedad de la mirada tan corta que sostiene su mundo. Son cobardes los soberbios. y se hacen pequeños ellos solos.

(...)

** uff... hoy ha sido un día complicado. ¿Se nota?... ay, ay, ay...




Película soberbia: EL MERCADER DE VENECIA. 2004.
Enmarcada en la Venecia del siglo XVI, esta eterna comedia dramática de Shakespeare sigue el destino y la fortuna de un grupo de nobles cristianos y de su relación con el prestamista judío Shylock.

AGENDAS FRÁGILES QUE DEJAN HUELLA


Hoy era mi día libre. Había programado la mañana para mí; un tiempo de lectura, un paseo, ir a una librería y tomar un café con una amiga. Yo en mi mundo y la diminuta en el suyo. Luego a la una del mediodía iría a buscarla al cole, comeríamos juntas, sestearíamos alguna lectura y nos pondríamos manos a la obra con los deberes. Todo ligero y con buen tono. Sí, había planeado un día estupendo; un día de compartimentos estanco. Olía a libertad y todo...

Al final no los hubo, no estuvimos cada una en su compartimento, no hubo estanco. Este martes… ¡juntitas las dos! Que para eso somos unas Gilmore… ¡olé!

(...)

Diminuta ha estado destrozada por la alergia, no ha pegado ojo en dos noches tanto toser y tanto respirar mal. Que si ahora bebo agua y luego me levanto al baño a hacer pis. Toda la noche sin descansar, como dice la canción, pero reír, no reíamos, no. Así que de mañana, a las ocho, ¿quién la despertaba? Su madre lo tenía claro; ella no. Así que se quedó durmiendo. Por un momento recordé la agenda que había diseñado y le di la vuelta. Cambié rauda y veloz la hoja que ponía: Martes ocho de junio, mañana libre.

Lo primero que hice fue hacer café. Luego abrir persianas; día nublado pero luminoso. Nubes blancas. Hice mi cama, me agarré un libro y aproveché esa tranquilidad mañanera. Me quedé sentada en el sofá sin llegar a abrir el libro. Nube blanca en el salón. Enseguida se notó el olor a café y me lancé sobre la cafetera; desayuno. Un sol estupendo en la cocina. Pausa. Silencio. Y ocurrió, ahí estaba, la escritura. Salían, salían las palabras.

Oigo uno pasos perezosos. Diminuta despertó. Se coloca detrás de mi silla, se fija en la pantalla del ordenador y apoya su cabeza en mi hombro. Sus ojos son preciosos cuando despiertan. No parece haber rastro del cansancio que ayer le arrastraba por los suelos. Preparamos su desayuno y le acompaño mientras lo saborea. Le gusta mucho el desayuno. Yo me deleito en el segundo café de la mañana. Recogemos la cocina. Diminuta empieza a protestar, sabe que ahora toca la parte que muy a su pesar, no es negociable.

_ No mami, estoy enferma, no quiero hacer los deberes ni estudiar… Los niños enfermos ven la tele…_ Lo dice simulando un cansancio del que no se encuentra sombra. Miro y miro, pero sus ojos son esplendorosos. Y su rostro una rosa.

_ No hija, hay que trabajar algo. Hoy no vas al cole porque has tenido que descansar, y has dormido muy bien, así que ahora toca hacer algunas cosillas. _ Saco el libro de cono y el de inglés. Ella me mira con cara de pocos amigos. Lo sé, su mamá es la más fea y mala del mundo. Eso lo sabemos todas las madres.

Acabamos instaladas en el salón no sin sus insistentes protestas, en eso es tenaz, y tras una pequeña discusión consigo que se siente en la mesa. No hay rendición, así que acabamos estudiando. La vida de los seres humanos hace miles de años. Prehistoria, Roma y Edad Media. Me fijo en como lee y en mi interior le digo adiós a mi mañana de compartimentos estanco.

Soy feliz. Muchas veces pienso en ese pequeño (¿pequeño?...) saco de proyectos futuros que tengo en algún lugar de mi cabeza. Pienso en todo lo que se ha quedado en el camino. Pero cuando miro las huellas que he pisado en ese camino, no puedo menos que sonreír. Es un camino que se me figura de arena, de esa arena fina que tienen algunas playas. En él hay dos huellas chiquitinas acompañando las mías, y conforme avanzan en el camino, se van haciendo más grandes. Las miro una y otra vez. Luego sigo imaginando. Pienso en el día en que esas huellas, ya más grandes, giren hacia algún lado, hacia ese lado ya habitado por la libertad. Un giro que es vuelo. Y me gusta imaginar que a esas huellas que crecieron a mi lado se unen otras huellas diminutas. Así, hasta dejar en la arena la marca de huellas infinitas que siempre están enlazadas en un antes y en un después. Cuando las imagino, veo la esencia narrada de mis pasos, esos que ahora doy. Y la narración de los pasos que me precedieron. Y si me giro un poco, puedo incluso ver los pasos que no di. Están ahí, en el saco de proyectos que se queda en mi memoria, que no se sabe si algún día podrán ser huella. Vuelvo a mirar mis pasos. Los que di. Los que doy. Y los que, probablemente, nunca daré...

… sí, soy feliz.


** (...) lo sé, demasiada Gilmore... pero... estamos en junio. Y no hay rincón de silencio que la supere... :)))) Aunque si lo pienso, si no fuera junio, daría igual. Estaré. Te quiero, diminuta... por si a esta alturas, aún no te has enterado.

SIEMPRE

_ ¿Me olvidarás?
_ No. Nunca.


LA VIDA CON LOS OTROS

Permanecer al lado de alguien siempre nos transforma. Una de las aficiones que se ha consolidado en mi persona al lado de mi diminuta es la de hacer collages. Surgió cuando un día me puse a pensar en qué puedes invertir tu tiempo al lado de una niña pequeña. Ahora que no es tan diminuta, sigue siendo para nosotras una buena manera de pasar el rato. Nos sentamos en la mesa del salón, y comenzamos a recortar cosas que nos gustan. Esos recortes, si no son utilizados, se guardan en una caja de colores para otro momento.


El collage siempre acaba desenmascarando algo; un tema, un sueño, un deseo. Mientras recortamos, lo más fascinante, es la conversación. Ya en las primeras ocasiones observé que una vez sentadas con toda esa mesa enorme para nosotras, metidas entre revistas, recortables, pegamentos, tijeras y colores, la conversación sale sola. Y es algo que me emocionó, porque mi diminuta, en circunstancias rutinarias, por mucho que la preguntes, nunca contesta. Y si contesta sobre lo que le preguntass, lo hace a cachos, y te sientes como tensando una cuerda tira que te tira a ver si puedes construir algo. Cuenta las cosas a empujones, como en viñetas, y sin orden, así que no te enteras de nada. Algo le empuja a no hablar. Quizá se sienta inconscientemente obligada, nota que estoy tirando forzosamente de un hilo que a ella no le apetece deshilar. Y no hay algo más insoportable que tener que hablar cuando no te apetece, es incómodo hablar por hablar, así que suelo no preguntarle demasiado. Me quedo esperando a que salga.

Las tardes de collage compartidas en el salón han sido todo un descubrimiento. Si bien es verdad, la pista de todo esto me la dio una tarde de cocina; una tarde que empleamos en hacer albóndigas. Exactamente, dos kilos de albóndigas. Observé que si tenía algo entre manos (le encantaba sobar bien las bolitas de carne), mi diminuta te contaba la Biblia en verso, tan calladita como es habitualmente ante las cosas de su mundo, con lasmanos ocupadas, te contaba las viñetas todas ordenaditas.

Me encanta hacer collage a su lado. Es una actividad en la que ella empieza a soltar la melena de las palabras. Yo entonces procuro permanecer en silencio, escuchándola sin perder el hilo, alentándola en su narración, pero con el ojo metido en cada recortable, así, como si la cosa fuera una leve conversación que no tiene mucha importancia. Y a lo tonto, cuántas cosas se han quedado en mi recuerdo de la mirada de mi hija sobre el mundo. Qué bonita es su presencia en el mundo. Fue un gran descubrimiento perder el tiempo haciendo collages. Hoy es una estupenda afición. Es un orgullo para mí presentaros una de nuestras más apreciadas creaciones, una de las primeras. Así, como sin importancia, poco a poco vamos recortando un mundo que sólo nos pertenece a nosotras.

No sé por qué, hoy necesitaba colocarlo aquí. Quizá pueda servirle a otras personas que tienen hijos silenciosos. Pero sé que en el fondo, lo que me mueve, es su presencia, saber que un día ella, con sus ojos ya no diminutos, posará su mirada sobre todo esto que escribo, que no es más que un trocito de esa aventura apremiante que es dejarse transformar al lado de los otros.
Gracias diminuta.

RINCONES DE SILENCIO


Siempre hay un lugar donde el silencio se habita conscientmente. El espacio al que el alma suele ir a recogerse. Y ahí, es donde puedes sentir el ritmo de tu vida. Abordar la consciencia de tu yo. Es el lugar donde repasas tu presencia en el mundo; donde intentas recoger el dolor, enumerar las sonrisas: el lugar en el que tu memoria abre sus cajones, a veces tan desordenados, y comienza a repasarlos. Es importante el espacio físico para el recuerdo, qué forma tiene el espacio en el que dejas caer el telón de tu vida, y te quedas entre bastidores. Sola. Sin más ruido que el que tu interior provoca.

Llorar en ese espacio, reir, pensar, leer… ordenar todo aquello que eres tú, aquello que piensas eres tú. Recolocarte en el mundo. Pensar cuántas veces hemos tenido que volver a empezar. Y siempre todo empieza en un rincón, en ese lugar al que vas a guarecerte con momentos de silencio. Es serena la soledad en un rincón así.

Me gusta mucho ver las casas de los demás. Unas me gustan más que otras, supongo que a todos nos pasa. Y he observado algo personal; las casas que me gustan son aquellas que albergan rincones así; de abstracción y silencio. Casas que tienen espacios para la introspección, para la reflexión, para poder estar ausente. Las casas que más me han emocionado, suelen tener latido, un ruido acompasado, un ritmo de silencio, y esto ocurre aunque sea una casa habitada por mil chiquillos. No sé, es algo que permanece indestructible. Esas asas que se sienten habitadas, donde la desolación no tiene espacio, me gustan. Mucho. Nada más entrar en una casa, soy consciente de las sensaciones que me provoca. Y esa calidez o frialdad, la suelo asociar a la estela de su dueño. La casa en la cual vivimos siempre habla de nosotros; necesariamente.

No me gustan las casas elaboradas, esas que han sido pensadas hasta en el más mínimo detalle: esas que parecen no haber sido nunca habitadas, que aimplemente han sido diseñadas. Son muy frías. A mí me gustan las casas de silencio sonoro. Y especialmente me fijo en las mesas que llenan su espacio; siento pasión por las que son grandes, macizas, de madera vieja y gastada. Mesas viejas de verdad. No la imitación de esos sentimienos, el diseño adquirido; hoy se puede imitar casi todo. Me gustan las mesas que son realidad, que han pertenecido a tu abuela y que conservan la solidez de su material, el paso del tiempo, y el brillo gastado que dejaron las manos de quien en ella se posaron. Una mesa así puede ser suficiente en un salón para crear un todo. Una mesa así hace de un espacio vacío un rincón de silencio. También construirá un espacio de bullicio; donde se permanece el ruido de todas las personas que un día se sentaron a su alrededor, y el ruido de los que hoy se sientan. Qué importantes son las cosas que tienen vida propia. Sencillas y solitarias, llenan el espacio. Son capaces de hacer un todo, llenan el espacio. Hay personas que son así, como esas mesas.

La casa más maravillosa que yo he visto hasta hoy está en un pueblo de Navarra. La casa de Marga. Es una casa centenaria. Nunca he vuelto a salir de una casa con aquella sensación de plenitud, emoción y serenidad como cuando salí de la casa de Marga. Allí permanecía la esencia de algo que no te sabías contar, era imposible limitarlo a un sentimiento, a una sensación o simplemente con un nombre. Algo se instalaba en tu mirada, en tu pensamiento, y te podías ausentar. En silencio. Al lado de un libro. Sin pensar. El color de sus tapices, la ausencia de muros, la amplitud de las estancias y aquella mesa de principios del siglo pasado sugerçian algo certero. Profundo. La mesa más impresionante que he visto estaba allí. Sencillez y trascendencia habitaban en aquel espacio; en ese lugar amplio, sin apenas tabiques; en ese taller lleno de telas de colores, de lienzos por ser descubiertos; en el espacio amplio de colores, telas, pinturas, lapiceros, libros y luz. Había mucha claridad. Y te hubieras querido quedar para siempre en aquella austeridad de silencio y luz.

Nunca he olvidado la casa de Marga, y ahora que lo pienso, creo que ella no lo sabe. No sabe que su casa para mí fue un rincón de silencio; un recuerdo que si lo pienso un poco, ha querido plasmarse en mi casa, en mi pequeño espacio de tabiques, aunque yo no tenga una mesa centenaria, ni sus tapices de colores. En nada se parece mi espacio al suyo, pero cuando lo miro, sé que algo de aquella casa permanece en este lugar. El espacio, la luz y el color. Algo de lo de entonces ha sabido plasmarse aquí, de eso soy consciente. Permanece en cada uno de los rincones de silencio que hoy, disfruto especialmente. Me siento profundamente arraigada a este espacio que es mi casa; el espacio al que, ocurra lo que ocurra, viva donde viva, y pase lo que pase, siempre querré regresar. A este rincón de silencio que es capaz de ordenar cada uno de los instantes de mi tiempo desordenado. Mi rincón de silencio. El espacio donde el orden de ese mi desorden siempre tiene sentido.


GOLPES DE LA REALIDAD

(... en tiempos de mentiras.)





Me pregunto muchas veces cómo se navegará sobre la mentira. Qué equilibrio puede tener el pensamiento sobre la ruindad que toda mentira, siempre consciente, provoca. En la búsqueda del desprestigio del otro, el rostro mentiroso encuentra su propia ruina. La mentira desfigura lo que toca, silencia y ralentiza el sonido de la verdad. Sin embargo no es poderosa, porque la mentira no es eterna. Y aunque la mentira es manipuladora, no puede evitar que la verdad tenga mil maneras de acercarse a nosotros. La verdad es libre, y no se deja fácilmente apresar. Por eso la mentira al final, siempre se queda corta.

Hacen daño las mentiras; hacia fuera y hacia dentro. La vida te enseña que su proyección hacia el exterior, acaba muriendo. Que pierde consistencia en la medida en que la verdad silenciosa acaba encontrando el camino. Por eso quizá se ha dicho que la mentira tiene las patas cortas. Y las tiene; muy cortas. Por el contrario, la proyección interior de la mentira, la huella interior que deja, no se pierde tan fácilmente. Diríase que se instala en los mismo ojos, que deja poso. La persona que habita la mentira tiene un rostro roto, desgarrado por la acritud de su propia alma. El rastro de la mentira es muy difícil de borrar. A los mentirosos los puedes distinguir en sus propios gestos, en su rostro. Su ruindad te da la pista. Siempre. Y necesitas alejarte de ellos. Y aunque la mentira no es eterna, hace daño. Mucho daño. Por eso casi sin hacer ruido, te vas. Se quedan muy solos los mentirosos. Muy solos.


La persona más peligrosa: la mentirosa.
Madre Teresa de Calcuta.