DERECHO A SER DIFERENTE.

Efectivamente. Un sí rontundo a la diferencia. A la libertad de nuestros hijos para elegir positivamente lo que son por encima de lo que queremos, esperamos o necesitamos que sean, por encima de nuestras perspectivas y premisas sobre lo que han de ser la vida y el mundo. Por encima también de un sistema educativo que lejos de encontrar respuestas, sólo es capaz de poner límites a la persona. Rompamos nuestros miedos, nuestras dudas y nuestro desconcierto. Digamos sí a nuestros hijos cuando asoma ilimitable y plena su libertad. Dejémosles arrancar, salir al camino, al suyo, con la estimada guía que es para ellos saber que nunca les vamos a abandonar. Que estaremos siempre cerca, localizados y pendientes de sus pasos libres.

Te quiero diminuta, con tus más, pero sobretodo con tus menos; esos que que quizá yo, limitadita y obtusa, aún no soy capaz de comprender. Deseo que tu tiempo, tenga siempre el sonido de la libertad; la que es tuya sólamente. Que tu libertad, y la responsabilidad exacta que le vas poniendo a las cosas, sea lo que ilumine tu camino. Tu vida. Lo único que conscientemente deseo es no ser muro; tu muro. Yo, desde mi ilimitada imperfección, lo único que quiero ser para ti es manos. Las manos que te cuiden siempre.

Vuela alto, diminuta, que yo te miro.

ESPERANDO EL SOL.

Esta temporada me está regalando días muy, pero que muy apretadillos. Ahí estoy, manteniendo firme el tipo y pidiéndole al cielo que los míos me perdonen mi espíritu cascarrabias, que tiene a bien no rendirse y asomarse en los momentos de cansancio. Mira que soy bocas. Y pienso, menos mal, menos mal que estos me quieren, porque con razón me podrían enviar a la mismísima.

Qué agotamiento, ay. Y me lo digo todo el santo día; que esto no es lo mío. Que prefiero mil veces pasarme todo el santo día en el trabajo (sí, sí, señores, las señoras también preferimos estar todo el santo día trabajando duramente, pero no lo tenemos tan fácil, ustedes no nos lo ponen fácil, no, no, no, nonononó). Y hoy, después de correr por la mañana, tocaba correr por la tarde. Así se me puso la cara; larga y constreñida. Y diminuta en un suspiro, aguantando el reprís de su señora madre. Y los abuelos, observando la jugada con su infinita paciencia. Que no. Que no me gusta ir a la compra (y hoy no quedaba más remedio), que no me gusta hacer limpieza semanal (tampoco quedaba más remedio) que no me gusta tender la lavadora (impepinable, en estos momentos espero a que termine una) y... bueno, todo eso, y todo lo demás. Luego el trabajo, mi empresa tiene a bien, y como muestra de afecto a sus clientes, no cerrar los fines de semana. Tampoco cierra por las noches. Total, que en estos minutos, en los que me han pasado por encima las horas del trabajo y las horas de la casa, estoy agotada. Minutos ya de cansancio, también de silencio; toda la casa está muda. Y es ahora cuando me doy cuenta de lo rendidita que estoy, y me digo a mí misma que algo lo estoy haciendo mal, así que tengo que empezar a regestionar la agenda, colocarla mejor. En fin. Si ha esto añadimos que ha estado todo el santo día lloviendo... ¿cuándo tendrá a bien llegar?

Pero la vida es gratificante, porque en lo mejor de este día, cuando ya se ha acabado, oye, qué sera lo que tiene la música, que me siento de nuevo joven.  Qué sera lo que transmite The Boss, porque ha sido pinchar en el youtube, y no he podido evitar bailar así, como en silencio y descalza, en esta pequeña sala del ordenador. Y he empezado a sonreír, y me he dicho que por fin, ya es primavera. Aunque nadie más que yo se lo haya notado. La sigo oescuchando de fondo, y sé que mañana, mañana me va a salir mejor, aunque duerma una hora menos. Porque voy a preparar de mañana a los que ahora duermen, y que tuvieron a bien aguantarme todo el santo día refunfuñando, un desayuno de toma pan y moja.

Sí, mañana vamos a desayunar chocolate espeso. Dejaré mi mente ligera, prepararé el desayuno, y me acercaré al kiosko del otro lado de la calle a por el periódico y seguro que por alguna vitualla más. Y aunque también trabaje, me quedará ya para todo el día el sabor que tienen siempre los domingos por la mañana. Y será así, aunque me tenga que seguir sentando a esperar al sol, que mira que está tímido por aquí...


ATREVERSE

Hazlo. Aquello que tienes metido entre ceja y ceja pero que no sale por los miedos que en el pensamiento se han quedado asentados. Piensa en lo que puede estar al acecho, aquello que por tu cobardía, silencias a cada momento. Atrévete. Hazlo públicamente. Nunca dejes que la palabra fracaso te anule. Que eso que late en tu interior por ser dicho encuentre las palabras necesarias para ser transmitido. Que a esa persona que amas no se le pase de largo tu mirada por la cobardía de no saber decir que te importa, por no saber hacerte notar a su lado. Que esa injusticia que te revuelve las entrañas no siga acunada más por el silencio. Pide perdón al amigo del que te alejaste, aunque nunca lo hubieras olvidado. Vete hacia el que se alejó, porque quizá lo esté deseando y no lo sepa. Da la mano a tus hermanos, a pesar de los errores, los enfados y los rencores; ellos serán quiene más consuelo te den en los momentos difíciles, pues son quienes mejor te conocen. Acércate a tus padres, porque siempre los tienes en el pensamiento aunque te dejes llevar por mil tareas, muchas de ellas absurdas e innecesarias. Atrévete a pensar, no te haces idea de lo que cada ser humano es capaz de encontrar dentro de sí. Mírate con valentía y pronuncia un sí rotundo a los ojos que son tus ojos, a esos que te devuelve el espejo cuando lo miras. Atrévete a ser, a ser tú mismo. Quien tú eres sólo lo puedes ser tú. El mundo necesita saber que estás ocupando tu exacto lugar. Y sólo una cosas es cierta; tienes la obligación de intentarlo. Atrévete. Hazlo.

CRECIMIENTO PERSONAL



"Los años de la infancia son determinantes para el desarrollo intelectual, pero lo cierto es que tener hijos, también favorece ese crecimiento"
David Servan-Schreiber. Neuropsicólogo.

El otro día, mientras diminuta andaba perdida entre sus deberes, yo estaba leyendo una revista. Me encontré el párrafo anterior, y como el ánimo estaba gracioso, pensé en todas las cosas buenas que ser madre me ha aportado. Y digo gracioso, porque si cuento esa "otra" cantidad de cosas que he tenido que dejar de hacer desde que ella nació, y los "estreses" que su solita presencia le ha dado a mi tiempo, la mueca bien pudiera haber sido otra. Ese día se imponía esta; la cara de la alegría, la gratitud, la sonrisa suave,  la mirada profunda y la de la presencia de paciencia infinita _bueno, esta última, bien sé yo que no es tan infinita, pero siempre se me escapa la palabreja, y oye, queda bonito decirlo_.

Desde que nacen, nos adelantamos a sus necesidades. La empatía se desarrolla a marchas forzadas; un bebé no habla, no dice jamás _mamá, me duele aquí, o mamá, que voy a vomitar_, pero tú lo intuyes. Aprendes a interpretar sonidos, gestos y miradas. Reorganizas todo tu tiempo, y si sobra algo, reorganizas también tus cosas para el tiempo libre; lees alguno de tus libros, ves un trozo de peli, y/o hasta tienes un blog, que no es muy dinámico, pero es tu espacio. Y sobretodo, aumentas la necesaria paciencia, y esto sí que lo digo con conocimiento de causa. Sé, que aunque sigo siendo el vivo retrato de la impaciencia, su contraria, a veces me habita. Hoy, la paciencia es algo que puedo reconocer en mí. Antes de diminuta, ni por asomo ocurriría.

Pero la generosidad de la maternidad no se queda ahí. Pasa el tiempo y aprendes algo esencial; a aceptar la crítica de los otros sin que se te despeine un solo pelo ni se te mueva una sola pestaña. Estás tan acostumbrada a que te pongan a prueba contínuamente, a que duden de tí, a que te quieran tumbar a la mínima de cambio, a que cuando te gires las cosas vuelvan a estar del otro lado a como las dejaste; estás tan acostumbrada a la presencia del enemigo que enfrentarte a la vida laboral y a todos sus momentos tensos y ácidos no te parece más que un simple juego en el que mueves ficha tan tranquilamente. Sabes de sobra que todo, todo, acaba siendo encauzado, solucionado y colocado en su sitio. Y que esa actividad laboral es tan sólo una faceta más de la vida. Y mientras, te dices a tí mismo que ya se verá. Estas cosas son las que tiene la paciencia, que no se inmuta.

La maternidad también es generosa, a través de sus pasos, afrentas y circunstancias aprendes a querer más y mejor. Porque esa personita respondona, desorganizada, que cree que lo sabe todo, y a la que a ratos, hasta le estás cogiendo manía; a esa lista calista, la quieres un montón, y lo haces a pesar de todas sus actitudes chulitas, respondonas y egoístas. Porque mira tú si alguna vez, no la matarías... que ya lo creo que lo harías, no literalmente, pero sí con la más absoluta de tus indiferencias.  Pero no, no lo haces, pasas  por encima de todo ello, y te dices siempre que es tu diminuta, y que es la mejor. Y eso lo dices sólo porque la quieres, que bien sabes que de estupenda a veces, tiene muy poco. Aprendes a amar sin la necesidad de que nadie se gane tu cariño; y te das cuenta de que eso es exactamente amar. Antes no lo tenías tan claro, porque todo lo que habías amado de cerca, lo habías elegido desde la afinidad. Y que a quienes no habías elegido, aunque no fuera afín, los necesitabas.

En el artículo explicaban que la maternidad es una revolución para el cerebro. Ya lo creo que lo es. Toda una revolución. También para los principios y valores que configurarán en adelante tu mundo. Con la maternidad todo se coloca, todo llega a tener la intensidad y el tamaño que realmente tiene. Y todo, es todo. Cualquier noticia que oigas, que te sobresalte, admire o agobie, tendrá otro cariz, otra profundidad y te llevará a otras conclusiones.

El artículo comentaba un estudio de la Universidad de Virginia _ he de decir que soy muy escéptica ante cualquier tipo de estudio, pero este me hizo gracia_. Dicho estudio viene a confirmar que ciertas hormonas como la oxitocina, hacen que aumente la resistencia al estrés, que se incremente la capacidad para formar vínculos afectivos y que se optimicen la actividades relacionadas con el aprendizaje. Explicaba cómo las ratas convertidas en madres, aprendían más rápido y se acordaban mejor de sus decisiones. El estímulo hormonal de la maternidad sobre las neuronas parece ser que produce una reorganización del cerebro. El estudio me hizo gracia porque pensaba que yo, lo único que puedo afirmar, es que la maternidad produce toda una reorganización de tu vida, y la pérdida incluso, de parte de ella. Es como si tú fueras menos tú, y más otra persona que ni esperabas ser. Todo ello para mejor, eso sí.

Confieso que mientras lo leía, lo asumía como cierto. Yo muchas veces me he preguntado cómo es que ahora tengo esta capacidad de hacer tantísimas cosas a la vez, con tanta concentración y con semejante ilusión. Muchas veces he pensado que si esta capacidad la hubiera tenido a los veinte, me hubiera comido el mundo. Porque yo antes no era ni mucho menos tan flexible, ágil y concentrada. Hoy, a la hora de cambiar de escenario y emociones soy toda una experta; mi semblante es capaz de cambiar en minutos con absoluta normalidad. Soy capaz de llegar al trabajo sonriente, animada y tranquila aunque en casa haya habido una polka además de intensa y emocionante, ácida y acelerante. Esa capacidad para hacer ahora esto, luego lo otro y a la vez organizar aquello que está aún pendiente, y hacerlo manteniendo el tono y el sentimiento que se precisa en cada momento. Esto es toda una conquista para mi persona. Hoy soy menos vulnerable, más precisa, menos tímida y más eficaz.

A menudo se oye hablar de que las mujeres tenemos esa capacidad multitarea que se les atribuye a los ordenadores. Yo no sé si se debe a la maternidad o no. Desconozco si la responsabilidad que se tiene ante un ser dependiente que un día hace presencia en nuestras vidas, es la consecuencia de ser más rentable con tu tiempo, pero lo que sí sé  es que el modo y la manera en cómo te afectan es considerable. Yo, en el tiempo antes de diminuta, no era como soy, y sé que la culpa culpita de mucho de lo bueno de hoy la tiene diminuta. No, yo antes no era así; incansable, firme, tenaz. También es verdad que desconocía lo que era ponerse literalmente en el disparadero.

Son muchas las cosas buenas que diminuta le ha aportado a mi carácter; la paciencia, la generosidad y el tesón que hoy tiene mi tiempo. También la extraordinaria dimensión que hoy tiene mi sentido del humor. Todo ello, además de su risa, sus ojos, su sonido,  sus peloteras, y el modo trepidante en cómo ha ido a imponer su presencia, porque ella vale un potosí, eso lo ha dejado claro. Lo veo toditos los días. Y aunque  mira que la niña es puñetera a veces, cuánto, cuánto, cuánto la quiero. A estas alturas, decir diminuta, es decir mucho. Es sacar a la palestra todo ese tipo de cosas que para mí son necesarias en la vida, y que quizá antes, ni tan siquiera presentía.

Hacía tiempo que no lo soltaba, ¿verdad? Y eso que mira que me tiene "jjjaarrrrrtaaaaaaaá". Pues eso, que te quiero, diminuta, mucho.


POR EL CAMINO DE LAS GRULLAS











"Y mientras tanto siente desfilar el camino, paso a paso, piedra a piedra, ¡cuántos pasos y cuántas piedras! Porque el Camino continúa, ¿hasta cuando, hasta dónde?, abriéndose paso entre escollos y zarzas, prolongándose en un recodo interno, incorporado a ella, adherido, ese impulso que no la abandona, que no le permite instalarse en la debilidad, que no cesa".



La novela de Cristina Cerezales tiene como escenario el Camino de Santiago; en él se da el encuentro de numerosos peregrinos que cada uno, a cuestas con los escenarios de su vida, busca un punto de inflexión en su tiempo. El Camino es el escenario de la búsqueda; de ese ir a recogerse en uno mismo a través de lo que primariamente somos, a través de ser sólo ese alguien que camina de la mano de sus instintos más básicos; caminar, comer, dormir. El Camino, en la búsqueda que propone, nos hace regresar a lo básico, libres de toda atadura que no sea esa capacidad de dar un paso detrás de otro; a veces plácidamente, y otras, con el peso emocional del mundo. Eso sí, la mochila siempre ligera.

No he podido evitar el recuerdo; aquel Camino que también anduve, aquel camino que desde la perspectiva inicial de simple experiencia, me sorprendió con la magia, el dolor y la afrenta. Camino de Santiago; ese punto de inflexión que la mirada va encontrando paso a paso. La naturaleza y tú; nada más. Fueron muchos los pasos solitarios; en los que el dolor de tus pies tan sólo representaban una parte insignificante del dolor que es sentirse vivo a veces. La alegría de la llegada; esas cenas y ratos de descanso al lado de los otros peregrinos, unas veces en silencio, otras metidos en la vereda de la risa, mezclando alegremente las palabras y los gestos a falta de un idioma común. Al lado de personas tan diferentes te haces consciente de la humanidad que nos iguala; el dolor, la esperanza, la alegría, el descanso. El Camino nos regala la integridad de lo que somos a cada paso. Cada etapa era el encuentro de un matiz diferente, de una esencia clara y desconocida. Cada etapa era respirar. Sólo respirar. Y al final, en cada albergue, el descanso, el encuentro con los otros; a veces entre risas, otras, en absoluto silencio. Y cubriéndolo todo, una especie de magia que no llegabas a descifrar, a medir, a contar; simplemente la notabas como notas el tacto de una tela, o la alegría de una mirada. Una magia imposible de atrapar.  

El Camino, punto de inflexión, la mirada reposada en el pasado; los pasos que se van dando son el recuento de lo que has sido. También son la esperanza, eso que esperas ser, aunque no sepas muy bien cómo, cuándo o dónde acontecerá eso que poco a poco has ido a descubrir que eres. El Camino es nacer de nuevo. Es tu paso solitario que nota el eco del paso de los otros. No estás solo aunque camines solo; solidaridad, alegría, serenidad. Siempre sabiéndote cerca de los otros peregrinos, aunque te separe toda una colina, o todo un bosque, tu sabes que están. Y que te esperan.

El Camino es encuentro con uno mismo y con los demás. Todo esto lo refleja magníficamente Cristina Cerrezales en su novela. Un coro de miradas que salen al Camino; al encuentro de sí mismos. También del otro, de lo que tuvieron, de lo que esperan, de lo que son. Es la medida del yo frente a la magnífica naturaleza. Una medida primaria, instintiva, básica. Una medida valiente y firme.

Un día, sin saber muy bien qué es lo que te empuja, sales al Camino. Y sales consciente de tus pasos. Firme, te levantas cada mañana a dejar que el Camino, cada uno de sus escenarios, traspasen tu piel; quieres que el tramo de la etapa que recorres paso a paso se imprima en tu alma con lo que te tenga que decir. Y te dice, ya lo creo. Habla clara y firme. Tu movimiento físico, es el acicate que te hace respirar, que hace despertar a tu mente, a tus emociones, a tu espíritu. Y en esa soledad en la que tu yo grita, se alegra o llora, encontrarás la enorme alegría que es la capacidad de ir al encuentro del otro, que te espera, al que esperas, aunque sólo sea para descansar; dejar que el sol se esconda mientras te sientas en una silla a observarlo. Sin sentir nada más que la presencia de la luz, y de la compañia del que se ha sentado a mirar la luz y el silencio; el final de una jornada.

Ha sido una lectura de la que he disfrutado enormemente; por el recuerdo, y por todo eso que la magia del Camino le dejó pegado a mi mirada. La medida de quién soy, y de lo que espero encontrar. Hoy, aunque muchas veces me he perdido, me he olvidado, he caído y me tenido que volver a levantar, lo recuerdo especialmente. El Camino es como la vida. Etapa a etapa. Y siendo quien eres. La lectura de este libr, me lo ha vuelto a reafirmar; tú eres aquella jovencita que entre bosques de eucalipto recortaba el mundo, lo pensaba, lo estructuraba y lo quería narrar. Inmenso el Camino. Indescifrable, libre e ilimitable la vida.

The way the rivers belong to the seas,
well hey, that's the way you belong to me...

COMETAS EN EL CIELO

Una película para comprender, y para sentirse si cabe, aún más impotente, y un millón de veces más pequeño. Una gran historia en el escenario del dolor, la crueldad, y la incomprensión.




La infancia y los ojos de Hassam tienen demasiada fuerza, tanta, que nos aplastan; son la medida de nuestro egoísmo. No se me quitan sus ojos del recuerdo; su carita dulce, su confianza, su nobleza. La fortaleza de su espíritu es tan libre y colorida, como cualquiera de esas cometas. Firme. Incombustible. La fe absoluta en el amigo. El padre de Amir es firme;  inescrutable, imperturbable e inutitivo. Tiene un gran amor por su hijo. Su mirada lo mide tal cual es. Y lo ama por encima de su propia dureza, de su posible decepción. El padre de Amir es una  muralla infranqueable, una incógnita, un proyecto, la seguridad y la valentía. Amir, inseguro, débil, desconfiado, y cobarde, no alcanza a saltar hacia esa muralla que es su padre; lleno de miedos insondables, camina silencioso observando estático a su padre. Imperceptible ante su inseguridad, sus ojos los absorben todo.

Y por encima de los personajes, las cometas. Y esa lección por aprender que lleva toda una vida, hasta comprender por fin el grito alegre y firme que es siempre la amistad.

_  ¡Por tí lo haría mil veces!_ dice Hassam.




Os la recomiendo, ha sido la película del sábado.

OBSERVANDO EL MUNDO...

... o el hilo que se inicia en la entrada de Colombine.

(...)




Billy _ Y la gente le preguntaba: Entonces… ¿qué debemos hacer?
Guy _ ¿Quién dijo eso?
Billy _ S. Lucas, capítulo 3, versículo 10. ¿Qué debemos hacer?... Tolstoi preguntó exactamente lo mismo. Incluso escribió un libro con ese título. Estaba tan indignado por la pobreza que veía en Moscú que una noche fue a los sectores más pobres y repartió todo el dinero que tenía. Usted podría hacer eso ahora. Cinco dólares son una fortuna para cada una de estas personas.
Guy _ No serviría de nada, no sería más que una gota en el océano.
Billy _ Ahmmmm… a esa conclusión llegó Tolstoi. Y yo no estoy de acuerdo.
Guy _ ¿Y cuál es la solución?
Billy _ Bueno, en mi opinión uno no deber ver los problemas de manera global, debe hacer lo que puede para aliviar las pequeñas miserias que se le presentan cotidianamente.
Guy _ ah…
Billy _ ¿Le parece ingenuo, verdad?
Guy _ Sí.
Billy _ La mayoría de los periodistas piensan así.
Guy _ Hemos de mantener nuestra objetividad.
Billy _ Típica respuesta de un periodista. Le deseo suerte. Mañana la va a necesitar. Váyase a casa y procure dormir.

Diálogo extraído de la película El año que vivimos peligrosamente.