REGRESOS.

El olor de la lana me devuelve a la levedad de lo que soy. Lo acabo de descubrir ahora mismo; cuando he puesto sobre mis hombros esa especie de mantilla-bufanda-chal que he estado tejiendo a ratos durante estos meses. Qué maravilla sentir su calor sobre mi piel ahora que empieza a dejarse sentir el frío; ese frío que aumentado, nos acompañará durante meses.

Lo tejí con una lana muy suave, de mucho pelo, que conserva aún el olor de entoces. Así olía la tienda de mi madre. Esos ovillos los había guardado ya hace mucho tiempo, cuando mi madre cerró la tienda. Me alegro de haber guardado todo aquello que me gustaba. Rozarlos con las manos, ir tejiéndolos, es uno de los placeres que me ayudan en este hoy que se me presenta complejo. Tejer es ir hilando pensamientos, recuerdos, proyectos. Tejer es adentrarse en la esencia que el alma, sin estar herida, presiente en el dolor agazapado que la vida guarda y también, en esa capacidad de equilibrio y paz que es ir dejándose llevar por el hilo. Tejer es una actividad con muchos matices; todos ellos serenos. Hay consuelos muy pequeños que son a veces la única salida. Así es este tacto hoy, como un retorno a la mirada serena, al equilibrio, a cada una de las puntadas que lo hicieron posible. Tocar esta prenda es retornar a ese mundo de verdades que a veces perdemos de tan deprisa que caminamos. Toca parada. Es otoño.

Comienza a sentirse cada vez más, este otoño. Cada otoño es el eco de todo aquello que termina; sin quererlo y a pesar del sol, hoy mi alma se ha levantado entre confusa y melancólica. Alegría y desesperación se arremolinaban en mi pensamiento. Entonces ha surgido la necesidad de dejarse llevar por lo leve, ser algo que no importa, hacer cosas sencillas que no nos enreden más la madeja del pensamiento. Sí, es cierto, la levedad del ser es un tesoro que no entienden los eficaces, las mentalidades perfectas, aquellos que tienen la economía y rentabilidad como meta. Yo nunca he sido así; para mal o para bien... quién sabe.

Sentada en el sillón he pasado por la piel de mi cara mil veces esta bufanda que me arropa; que con su olor, me ha llevado a la estancia alegre que fue mi infancia. Hoy decía Jose Luis Cuerda en twitter; "mi infancia me acoge con generosidad cuando la necesito". Yo pensé entonces que la mía también. Y por un instante he regresado a ella de la mano del olor de esta lana. Por ella dejo abrigar hoy mis cuitas, que me tienen un poco triste y desorientada. Que no saben muy bien, por qué caminos vadear o en qué mares afrontar la tormenta. Los regresos siempre son consecuencia de una especie de desorientación. Son la consecuencia quizá, de haber perdido pie. Siempre regresamos cuando estamos emocionalmente perdidos.

Vuelvo al calor que es sentir sobre mis hombros el tacto de esta mantita... y dejo volar al pensamiento. Hoy no quiero pesar; hoy quiero ser necesariamente, esa vaguedad de la levedad del ser. Y se me ocurrió dejarlo aquí... así, tan vagamente. Siempre se vuelve.