GIGANTES.


Te vi grande, sereno, triste, agradecido y esperanzado. Me puse a tu lado, siempre quiero estar a tu lado, siempre. Me gusta acompañarte a todo, en todo escenario que te duela quiero estar yo, en los que sonrías, también.Tu sombra de gigante es el pilar más seguro que la vida me ha otorgado. Lo ha hecho durante años, y aún estás. Soy una privilegiada. Cuánto te quiero. Cuánto te necesita aún mi debilidad. Qué enormemente pequeña soy, y qué feliz a tu lado.

Te he visto despedir a tus hermanos con inmensa serenidad, gratitud y dolor. Las personas generosas son serenas, eso pienso cuando te veo, cuando te observo, cuando te pienso. Saben traspasar los límites de la vida, las despedidas y el dolor. Saben que cualquier límite es el inicio de algo mejor. Que hay que traspasar fronteras aparentes para llegar a lo incomprensible. Tu eres así, una atalaya que lo mira todo con serenidad. Una torre vigía que no pierde el sentido, el significado ni el tesón de sus pasos cuando el dolor parece no dar sentido a nada en el camino.

Quiero ser como tú; sólida, grande, alegre y generosa. Quiero para mí tu sombra de gigante; he de comenzar pues a ser más generosa, humilde y constante.Te quiero, papá.



EL MUNDO DE AYER




"El mundo de ayer" es el título de un libro que me gustó muchísimo. Durante estos días lo he recordado intensamente. La verdad es que leer cualquier libro de Stefan Zweig es un lujo, pero estos días ese título ha estado de forma muy presente en mi pensamiento. 
  
Stefan desde su palabra, se va despidiendo de la seguridad, del mundo aprendido. Es un conmovedor relato que se convierte en testimonio de lo que fue Europa y de lo que la vida de cada uno de nosotros es. Es la narración de momentos y circunstancias de su vida; de la pérdida de su mundo confortable, de toda certeza, de la seguridad y sus referencias. El recuerdo de ese "mundo de ayer" que ya no existe nos deja ante un totall desasosiego, ante la inseguridad, ante la ausencia de esos pilares _algunos muy silenciosos_ que apalancabann nuestra vida imperceptiblemente, que la sostenían feliz, alegre y firme. El mundo de ayer tiene siempre el sonido de la pérdida. Es un duelo. Una incógnita. Un misterio.

Estos días he pensado que independientemente de las circunstancias históricas que nos toque vivir, independientemente de que nuestro mundo social e histórico permanezca invariable o no, todos nos vamos despidiendo de nuestro "mundo de ayer" que _unas veces lentamente y otras de forma inesperada_, se va transformando en un recuerdo, en una ausencia, en un vacío. Poco a poco lo que sostiene silencosamente nuestra vida va desapareciendo. 

Llega un día en que la nostalgia por el mundo de ayer es una realidad; y entonces darías más de lo que crees por poder volver a vivir, tan solo un ratito, de nuevo allí. Yo siempre querré volver un ratillo allí, a tu casa.

No me he podido despedir de ti. No te he podido cuidar. No estaba cerca. No sabía que las cosas se iban a desencadenar así, tan rápido. Nadie lo sabíamos. Es una quemadura en el alma no haberme podido despedir de ti. 

En tu casa ya no estarás y yo necesito aún que sigas estando allí. Para sonreír, para cobijarme en el pasado que me contabas y que yo no conocí, para acercarme más aún a mi padre, para sonreir a tu lado, para ver fotos antiguas, para que me contaras cosas, para ser más yo. 

Me gustaba hablar contigo de las cosas que son importantes y de las que no. Es un dolor rotundo tu ausencia, saber que ya no estarás cerca, que no nos saludaremos a primera hora de la mañana, que ya no estarás para charlar un ratito, para reirnos un ratito. Porque si hay algo intenso que recuerdo de ti, es la risa. Conversábamos así, a ratillos y la que saltaba. 

Cómo me ha gustado siempre entrar en tu casa. Qué ganas he tenido siempre de ir a mi casa de verano cuando sabía que tú ya te habías instalado en la tuya. La palabra casa es tremenda; ahora que ya no estás yo me siento con una casa menos; con todo eso menos que la palabra casa con tan solo nombrarla nos evoca. Cómo me gustaba ir a verte, y qué angustia no haberlo hecho más. No poder hacerlo más.

Con tu ausencia se instala en mi vida una inseguridad tremenda, una inseguridad que yo no conocía. Es tremendo saber que ya no estás. Yo no sabía de esta tristeza. Todo parece más natural cuando se habla, sí, es ley de vida... pero los sentimientos no saben de leyes cuando se vive. A los sentimientos, a la realidad, le importa tres pimientos las leyes. 

Has estado en mi vida de una manera intensa y silenciosa. Yo nunca me atrevía a decirte lo que me gustaba estar a tu lado por timidez. Me resulta muy cursi decir a la gente lo que me importa, lo que la necesito, lo que me gusta. Mi palabra era más un ir a preguntarte si querías que te fuera por el pan, de ir a hablar de cualquier tontería, de ir a buscar un poco de consuelo por pequeñas contrariedades, de buscar un libro que seguro te entretendría. Me duelen intensamente las veces que no fui, las ocasiones en que tenía pensado ir a tu lado para hacer o decir esto o lo otro, pero no fui. Me duele el tiempo que me dejé enredar por  cosas tontas, me duele el tiempo que no gasté a tu lado. Unas veces por imaginar que era mal momento, otras porque estabas ya acompañada, otras porque simplemente te imaginaba descansando, otras por no molestar.... 

Cómo me duele mi renuncio a la consciencia de la verdad. Esta incapacidad de no saber decir a la gente lo que me importa. No, yo no sé hablar de emociones sin llorar, lloro por todo. Por eso las más de las veces me callo después de haber estado un rato intentándo decir lo que siento. No quiero ser ridícula. Maldita timidez, ahora me duele a pesar de que sé que por muchos años que me dieran, nunca te lo habría podido decir. Mi incapacidad obraría de igual modo. 

Recuerdo con emoción las cosas que me decías. Me hablabas de lo importantes que son algunas cosas, y de cómo a veces luego te arrepientes de no haber hecho esto o lo otro. Yo no le daba importancia, pero claro, tu eras más sabia. Hoy a mi me duele eso mismo; no haberte dicho lo que me gustaba ir a tu casa, de loque me alegraba sentir la cercanía de tu presencia. ¿Lo notarías? Ojalá sí. Ojalá lo notaras y te callaras. Ojalá percibieses y te gustase mi alegría por tu presencia Ojalá. Que lo notaras como noto yo la alegría de mi sobrina una vez que nota mi presencia en su escenario. Pero no lo sé. Yo nunca dije nada de todo esto. Si sé de lo que nos quisiste, eso sí. Y de este tremendo dolor que es la nostalgia por tu presencia, el dolor por ir perdiendo pilares del mundo de ayer; el mundo de la seguridad. 

Los tíos y tías que son como tú aportáis con vuestra presencia una seguridad infinita en vuestros sobrinos, una seguridad de incalculable valor. Sois una casa, un hogar más. 

 El mundo de ayer... qué tremendo regalo. Mi querida tía, has sabido estar intensamente en la retaguardia; silenciosa y sonriente. Has sido un tremendo ejemplo de paciencia, solidez emocional, estabilidad, fortaleza y valentía. Has sonreído en todos los momentos difíciles de tu vida; conversadora, abierta, alegre. Has sabido aceptar las debilidades, defectos y contrariedades de quienes te rodeaban. Nos has querido a todos sin más, sin pedir más que nuestra felicidad y alegría, fuera como fuera esta. No somos conscientes del pilar enorme que es en nuestra vida tener cerca a nuestros tíos. No somos conscientes hasta que un día de silencio, ya no están. Sabes que ya no van a estar. Y sientes entonces que tienes una casa menos. 

Una presencia silenciosa sostenía mi mundo y ya no está. Sé que estarás de otro modo, pero aún no puedo sentirlo. El modo en que yo encontraba tu presencia ha desaparecido y de momento no tengo otro; sólo una angustia tremenda en el corazón. Sólo siento tu hueco y me duele demasiado. Vivimos el día a día sin ser conscientes de las personas que nos dan seguridad porque nos la han estado dando siempre con su presencia. Es tan constante, que no eres capaz de imaginar que cuando deaparezcan, con ellas caerá todo tu mundo; el mundo de ayer, el mundo de la seguridad, el que te sostenía. Siento un dolor sin consuelo y miedo. Aún me quedan hilos aquí que me sostienen, que serenan mi dolor con la palabra de la esperanza, de la serenidad, de la alegría por la vida que mi tía tuvo. Pero esos hilos un día desaparecerán, serán invisibles. Tía, quiero que sientas un abrazo muy fuerte, allá donde estés. Cuida de todos nosotros como lo hiciste aquí; desde esa presencia tuya silenciosa y alegre. Sigue cuidando especialmente a mi padre. Te echamos de menos.