He cerrado la puerta al llegar, he soltado todo mi cargamento sobre la mesa de la cocina, y no he podido evitar reírme hasta la saciedad de mí misma. Mi hermana me observa medio contrariada, y sin soltar a reír del todo. Desconcierto y risa se mezclan en su rostro. Me mira y quiere reír, y busca con su rostro la respuesta a un por qué.
Me tienen que suceder cosas así, a veces. La vida tiene muchas, muchas caras. El blog es sólo una de ellas. Porque yo no soy esta transcendencia pausada y serena, tranquila, exacta, que a veces se pasea por aquí. Yo no soy así. No, no. Yo más bien soy un poquito de caos mezclado con cierto orden caótico también. Bueno, a decir verdad, no tengo ni idea de cómo soy. Es lo de menos, realmente.
Pues bien, hoy, mañana de sábado, día tranquilo y lleno de luz, tocaba poner un poco de orden a la casa. Llegó mi hermana, y le ofrecí un cafelito. Una vez hecho y servido, me he bajado al trastero para reemplazar los enseres que a lo largo de la semana se habían ido agotando. Una vez requisados regreso, vuelvo a llamar al ascensor con la barbilla, las manos no me quedan libres, pero no es problema. Soy habilidosa.
Se abre la puerta del ascensor y yo me quedo con un estupor disimulado por una mueca en mi rostro, un "ainssss" velado por una incipiente sonrisa. Ahí está, impecable, mi vecino. Tan impecable como cuando va con su maletín y su traje de chaqueta oscuro. Agradable. Amable. Me saluda. Yo me veo reflejada de frente, en el inmenso espejo del ascensor, y me pregunto por qué causa tienen que poner unos espejos tan grandes, lo bien que hubiera estado hoy en esa pared, un panel totalmente opaco. Me lo digo a mí misma, y me lo repito interiormente mil veces. Por qué… por qué...
_ Hola, buenos días… _ Él viste un chándal, impecable, también, como su amabilidad. Lleva una bolsa de deporte en la mano, y me comenta que viene de nadar.
_ Hola, hace un día estupendo ¿verdad?_ Y mientras hablo me veo reflejada en el espejo. Me veo sin manos libres. Ni una mano libre de lo ocupaditas que están. Y él que se percata, amablemente pica en el número de mi piso. Yo he quedado estupefacta ante mi propia imagen, y procuro que no se me note, porque lo único que quisiera es poderme reír a mandíbula batiente de esa estampa que se refleja en el dichoso espejo, esa que protagonizo yo en ese momento, hoy, un sábado 16 de octubre de 2010. Un sábado como otro cualquiera. Un sábado en que mi vecino regresa de nadar.
_ Ah, muy bien, está genial. Nadar está muy bien...
_ Sí, sí, algo hay que hacer. ¿Hoy te toca trabajar?_ En mi bloque los vecinos nos conocemos bastante, ya sabes, profesión, familia… y la conversación es amable siempre.
_Pues sí, sí, tienen la mala costumbre de no cerrar en sábado_ Y sonrío, y noto que ya se acaba mi trayecto, por fin, porque el ascenso hace una especie de pausa, y yo dejaré de verme ahí, tan... y observando que ambos mantenemos ese rictus previo a la risa soberana.
Se abre la puerta y salgo al rellano, amablemente nos despedimos. Yo sigo sonriendo y conteniendo la risa porque me veo claramente saliendo del ascensor, el espejo lo retransmite todo con exacta veracidad. Ahí mi chándal azul marino, mi camiseta de rayas, bueno, no está mal, podría haber sido aún peor… mi pelo recogido en un gracioso moño despeinado, mis gafitas, mi sonrisa amable, siempre amable… hoy más amable si cabe… y las manos sujetando cinco, cinco rollos de papel higiénico, cinco rollos de edición super-mega-extra para que dure más… sólo me ha faltado que viniera detrás de mí el perrito tan mono del anuncio. Me despido con un simple adiós que tiene una sonoridad previa a la carcajada. Mi vecino sube un piso más a la vez que mi autoestima baja diez puntos. Si casi lo oigo reírse. Eso sí, viviré diez años más. Los dos viviremos diez años más. Soy generosa, me digo. Soy altruista con mi especie, regalo vida… ainnssss.
He llamado a la puerta, con la barbilla, he entrado en la cocina y he soltado mi amable carga sobre la mesa (lo cierto es que no pesaba, sólo abultaba) y no he podido evitar reír hasta las lágrimas. Mi hermana, que estaba aún tomando un café me mira. Se sirve el segundo riéndose, la risa es contagiosa. Y me observa mientras entre risas, apunto el primer recado de la semana. _ Bajar numerosas bolsas al trastero para poder subir con ellas cargada y sin que se note._ Es lo primero que voy a hacer, cuando ella se vaya.
* banda sonora del momentazo...