Hace ya tiempo leí la biografía de Annemarie Schwarzenbach; escritora, periodista, y reportera gráfica nacida en Zurich, en 1908. Murió trágicamente en 1942.
Siempre he sentido mucha atracción por la lectura de biografías. La vida de otro ser humano es siempre una obra, constituye por sí misma una obra. Una biografía es siempre la narración de un tiempo creador, y su eco siempre tiene algo que susurrarnos. Leer el tiempo de otras personas siempre nos regala algo, una mirada diferente, el descubrimiento de lo que yo también anhelo, o la certidumbre de lo que siento ser, a pesar de las diferencias tan infinitas entre mi tiempo y el presentido durante la lectura. Annemarie me cautivó. La honda profundidad de su mirada es algo que ya no supe olvidar. Sus ojos en esas fotos me parecen inmortales, infinitos, insondables. Como sus palabras:
Mas cuando me despierto de noche, y
mi mirada,
atravesando la oscuridad,
suspendida en el espacio denso,
parece ciega y
aniquilada,
y entonces empieza a tejerse
esta malla
y mis manos están
lacias y mis pies distantes y ya no
me pertenezco,
y, solitario, mi corazón
palpita
murmurando
como las fuentes de la infancia.
Cuando, sometida a tales tribulaciones, debo
permanecer a la escucha, entonces
se eleva la muerte, por encima de las
mágicas orillas del mundo, sumido ahora en un profundo sueño
y dejo de
existir.
mi mirada,
atravesando la oscuridad,
suspendida en el espacio denso,
parece ciega y
aniquilada,
y entonces empieza a tejerse
esta malla
y mis manos están
lacias y mis pies distantes y ya no
me pertenezco,
y, solitario, mi corazón
palpita
murmurando
como las fuentes de la infancia.
Cuando, sometida a tales tribulaciones, debo
permanecer a la escucha, entonces
se eleva la muerte, por encima de las
mágicas orillas del mundo, sumido ahora en un profundo sueño
y dejo de
existir.
He vuelto a releer los libros que se asoman a su vida. Lo he hecho y me he parado a ratos en cada rastro de lápiz que dejé en la hojas durante aquella primera lectura. El novelista francés Roger Martin du Gard identificaba a Annemarie Schwarzenbach con la imagen de un hermoso ángel inconsolable.
Y es cierto, pudiera ser cierto, que fuera ese ángel devastado. Sus ojos tienen posos de infinita incertidumbre, y también de una insondable tristeza. He leído dos libros sobre ella; es una presencia inquietante. Desde su mirada se acaba intuyendo que su existencia quizá no fue más que una búsqueda, la búsqueda del Absoluto. Ella, la búsqueda de ese único que queremos encontrar, de ese único que somos ante los demás, ante la mirada de los demás: saber habitado mi nombre en los ojos que me miran.
Ella, Annemarie, fue valiente, extremadamente valiente a pesar de todo lo que ella sentía como límite. Se intuyó siempre irremediablemente condenada al fracaso, sintió latir atormentadamente su alma frágil en esa vida esencialmente trágica que le tocó vivir. Siempre se vio sumergida en esa sentida incapacidad para existir en la realidad. Pero no se rindió, buscó siempre su presencia a pesar de los miedos que habitaban su vivir. Su pasión, su lucha, su necesidad era moverse, viajar. Vivir... vivir era eso que no le dejaba tregua, vivir era ese dolor que ella siempre afrontó.
Ella, el ángel devastado, un ángel inscrito en un tiempo atormentado de por sí, de crisis palpablemente latente, luego real, arrolladora. Aquel tiempo de Europa que le tocó vivir era un profundo desgarro, el mundo entero era un conflicto sin resolver, un paisaje devastado. Así era su mundo. Y así era ella. Sus ojos sólo eran espejos, espejos que recogían la verdad de un mundo roto, una realidad que ella misma sentía también ser. Esencia rota, y aún así, mirada que nunca renunció a ver. Sus ojos seguían observando, buscando, luchando por ese único que ella sentía latir. Ojos serenos que decidieron descansar en la infinita tristeza. Ojos insondables de atracción serena.
Sí, quizá los otros nunca comprendieron… nunca pudieron ver lo que ella sabía… “entonces surgió, al fin, la única imagen capaz de serenarla; ante sus ojos empezó a crecer un árbol, un árbol que había visto a orillas del río Congo una noche… presente, intacto y de una belleza imperecedera.”
* Annemarie Schwarzenbach. Dominique Grente- Nicola Müller. Editorial Circe.
* Ella, tan amada. Melania G. Mazzuco. Editorial Anagrama.
He de reconocer mi más absoluta ignorancia sobre la existencia de esta mujer.
ResponderEliminarPero me ha entrado curiosidad con tu post y he estado leyendo algo en internet.
Parece una mujer muy muy interesante... una viajera incansable al parecer.
Como bien dices, tiene unos ojos tristes, muy tristes... en todas las fotos que hay en google.
Gracias por dármela a conocer, me ha parecido muy, muy interesante!
Buen fin de semana!
Ana, me encantan las biografias también ... me veo reflejada en algunas actitudes, en otras aprendo cosas nuevas, las vivencias de cada uno, son únicas pero parecidas a las de los demás seres humanos. Me encanta poder compartír con los personajes su vida.
ResponderEliminarUn beso y feliz fin de semana
Hola Rocío, también te deseo un buen fin de semana. Sí, Annemarie tuvo una vida muy interesante. Fue una persona valiente a pesar de sus miedos, y una gran viajera.
ResponderEliminarMarypaz, las vivencias de cada persona siempre nos enseñan algo de verdad, sobre ellos, y sobre nosostros mismos. Es atractivo leer la vida de otros, sí. Un beso.
Chicas: como os veo muy curiosas con el tema de las biografías, os recomiendo un libro
ResponderEliminar"Señoras sin fronteras" (Las mujeres y la aventura)
Es de Bárbara Hodgson.
Editorial Lumen.
Copio un fragmento del capítulo:
"Oceanía: donde confluían las que daban la vuelta al mundo"
"...Ida Pfeiffer..., como autora se sintió halagada cuando el rey de las Célebes, que había oído que Ida estaba escribiendo un libro, le ofreció cien rupias por un ejemplar traducido a su propio idioma.¡Qué rey tan galante!-exclamó la escritora-.¡Qué no habría hecho yo, y cómo se habría ampliado mi plan de viajes, si hubiera podiso inducir a los europeos a pensar así sobre mí!
Corría el año de 1.851, Ida tenía 54 años.
Hay biografías que absorven... sí. Y desde luego apunto tu recomendación.
ResponderEliminarQue sea un buen sábado!