“Todo comenzó con un desatino, una torpeza completamente excusable, un gaffe, como dicen los franceses. Después intenté remediar mi estupidez, pero cuando se quiere reparar con demasiadas prisas la ruedecita de un reloj, se suele estropear todo el mecanismo. Incluso hoy, al cabo de los años, soy incapaz de delimitar dónde terminó mi pura impaciencia y dónde comenzó mi culpa. Probablemente nunca lo sabré.
Stefan Zweig.
Stefan Zweig.
Así comienza este libro, con ese párrafo que nos perfila la culpa de la compasión, la culpa de no haber sabido decir “no” a tiempo. El protagonista, arrastrado por la blandura de su mirada, cabalga por desiertos que nunca debieron pertenecerle. No es difícil identificarse con el protagonista. Saberse algo para los otros le resulta vital, descubrir que el sentido y la misión de su propia existencia está en la felicidad de los otros es algo que lo embellece, que lo adorna, pero que también lo anula. Lo arrastra fuera de su propia persona. Ensimismado ante los otros, ante la vanidad de su generosidad, se deja arrastrar por el olvido de sí mismo. Pierde la partida dejándose colocar en un escenario que jamás debió ser el suyo, un escenario que para siempre tendrá el eco de su culpa. El eco de aquello que sólo él puede decirse a sí mismo.
A lo largo de su lectura he ido desgranando muchas teorías. Y una vez desgranadas, he tenido la sensación de que se han quedado convertidas en simples palabras solas. Sin sentido. Palabras que desde su soledad buscan una nueva configuración para poder sostenerse. Teorías que se caen y se tienen que volver a levantar, a veces ocurre. Supongo que eso mismo es la vida. Caer y volver a levantarse. Así es la lectura; desconstruirse para volver a construirse. En mí mismo, y en mi espacio.
(…)
Durante estos días le ha rondado mucho a mi pensamiento la compasión… a pesar de las carreras de junio. Y por ahí, he permanecido entre perdida y encontrada. Y con retahilas varias.
La compasión sin rectitud es un peligro. La compasión a veces es simple vanidad, y ante su falta de sentido, se convierte en culpa. La compasión que no sabe de objetivos, es un despropósito. Se necesita del equilibrio entre la compasión y la asertividad para que cada paso nos lleve a nuestro espacio verdadero, a ese espacio que nos pertenezca íntimamente, espacio en el que el “yo” no se siente ahogado, silente ni herido. Hay que saber decir “no” cuando algo es claramente “no”, sin rodeos, y por mucho que al corazón le duela. Aprender a decir "no" por encima del juicio que nuestra decisión provoque en los otros. De lo contrario la compasión puede ser un arma mortal, la herramienta eficaz por la que seremos pasto de la manipulación. La compasión que sabe a dónde va jamás puede ser catalogada como egoísmo, sencillamente es hacer entender al otro (también a nosotros mismos) que aunque mi corazón es enorme, en él no cabe lo que otros proponen. La libertad es esa compasión valiente que sabe del sino de su respuesta, que reconoce el contenido de una decisión, que lo afronta, y a la que le importa muy poco el juicio externo. Y que aposentada en el alma libre, decide rotundamente, y decide no. O sí. Pero siempre es un recodo en el que se posa la libertad. La propia. Sin otra interpretación que le importe. No es fácil la compasión en libertad, y sin embargo, estamos obligados a ella. Más que nada porque lo que necesitamos es llegar a nuestro lugar, a nuestro exacto lugar. El nuestro.
Y yo quiero llegar, ahí mismo, al que es mi exacto lugar. Al lugar que yo exactamente soy. Y a él me acerco...
El mero hecho de hacer esta reflexión de forma generosa y honesta revierte cualquier síntoma de vanidad y de egoísmo. Saber que uno está perdido, y querer encontrarse es de sabios.
ResponderEliminarUn abrazo, hermana
Hola
ResponderEliminarCambio de look para la estación de verano...
Enhorabuena y un abrazo
Caer y volver a levantarse y esto repetido hasta la muerte, eso es nuestra vida, ya no albergo ninguna duda sobre ello. Eso ha sido mi vida hasta el día de hoy y me temo que lo será hasta el fin de mis noches.. Besos, ana.
ResponderEliminarHola Pesolet... la compasión es complicada... la medida del tú y el yo... uffff... cuántas veces nos hemos perdido... y cuántas nos volveremos a perder!!!
ResponderEliminarBesososososossssssss...
Un abrazo Santa... veraniego del todo. Y el cambio... bueno, una, que no puede estar en los mismos escenarios mucho tiempo... inquietud que se dice... jajajaja.
Así andaremos, Lisset, enfrentándonos a la ley de la gravedad en cada una de nuestras caídas... hasta volvernos a poner estiraditas... ;)))) Un abrazo.
Buscar ese camino de sensaciones, los sabores del pasado, recordar una caricia, encontrase para volver a perderse.......la vida.
ResponderEliminarUn texto muy interesante lleno de madurez.
Un abrazo
Gracias por tus palabras, Tony.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tema complicado, pero yo creo que viniendo del corazón, siempre acertaremos.
ResponderEliminarLa vanidad no tiene cábida en un corazón honesto.
Besos
Leí esa novela hace tiempo. Su autor es uno de mis escritores favoritos. Sin embargo, aunque participo de tu análisis ( muy acertado, por cierto), no creo que compasión sea la palabra adecuada para definir lo que sentía aquel personaje hacia la principal fuente de sus desdichas. Compasión significa que uno se pone en el lugar del otro y comparte con él el padecer para que que el doliente se sienta acompañado lo que no implica que sienta lástima por él. Lástima y compasión son términos diferentes y en la novela que citas lo que prima es la primera. La compasión es compatible con decir no y en vez de atar y esclavizar, libera.
ResponderEliminarZambullida, es cierto. Son realidades diferentes, de ello se habla en el párrafo que antecede al inicio de la historia:
ResponderEliminar"Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es una compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere, y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá".
Debemos saber claramente cómo es la compasión que nos mueve.
Un abrazo.
Montse, es rotundo; la vanidad no tiene cabida en un corazón honesto.
ResponderEliminar:))))))))
Abrazo enorme.
Corazones de Mantequilla.
ResponderEliminarAna describes con una finura, y elegancia, las emociones humanas… bien por tu educación por tu formación o bien por tu experiencia; bien, bien, bien. Suele ser una combinación de las tres; claro está luego la impronta genética… ¡es increíble como se trasmite la forma de ser en los hijos…! ¡Tan increíble que da vértigo!...
No me hagas hilvanar que no sé, te lo dejo a ti…
…ayer hablaban de proxemia…hay que aprender a mirar con los ojos del otro (asertividad).
Compasión, sufrir con alguien de alguien...…dolor y emociones…con pasión?
Aprender a decir que No. Echar cerrojos al corazón…mmm.
Bruce: “quiero el corazón quiero el alma, quiero el control, me importan un comino las historias muertas, me importan un comino los tiempos muertos…” “el pobre quiere ser rico, el rico rey, el rey…”
Vanidad, Ana cuando hablas mencionas de una forma tan impactante los defectos humanos… mmm mmm … (mejor lo dejo)
Título de película : La delgada línea roja
Titulo de programa : Al filo de lo imposible
Título cortante : El filo de la navaja.
…y al final un deseo …el MisterioQueMola: libertad de la risa la gran duda misteriosa, ¿qué hace reír a la chica del blog?
Estoooo mmm enebro, cojo la aguja…uy! Ya me he pinchado…un lío por aquí un lío por allá…
Me uno a Bruce, paso, me lo creo y paso de todo, aunque me corte con la navaja esa, aunque duela, me paseo por la delgada línea roja…y si hago daño o me hago daño…vuelta empezar; con el corazón en la mano, ensangrentado, vale sin avasallar, que hay que cuidar al prójimo y a los de casa todavía más…pero me importan un comino las historias muertas, los cerrojos o los ricos y pobres. Quiero salir de la noche, y encontrarme en cada circunstancia de mi vida…mi vida perra o no perra, por más perra o no perra que sea…Quiero salir al día y tratar a las personas directamente al corazón…sin tapujos, vendas en los ojos o cominos de falsos buenos modales, sin los cerrojos de esto no se toca, esto no se mira…mmm.
No tengo ni idea si hay compasión, vanidad, o corazón de mantequilla…lo paso bien, disfruto las cosas, los momentos, las personas…y de los detalles. De los detalles cotidianos, y de las cosas más insignificantes; que si no los tomo así, deambulando por esa delgada línea, con el corazón en la mano, buf! Mi vida sería muy perra. ¡guau!...¡MENUDO POST!
Buscaré ese libro, chica del blog…
...¿y el ombligo? ¿a que distancia está el ombligo del corazón; chica de los hilos?
Tomae!!!
ResponderEliminarNO sé si decirte que no vuelvas a beber o todo lo contrario... que lo hagas más a menudo!!!!
(ésta es alguna de las cosas que hacen reír a la chica del blog)
Y respecto al ombligo, aunque no está muy distal del corazón... pues la verdad, no sé a qué distancia está... pocas veces me lo miro... ¿o sí?... a saber...
felizzzzzzzzzzzzz sábado!
Cuando leo entradas como estas me doy cuenta de lo mucho que tienes tú y de lo nada que tengo yo. Tu corazón, capacidad de expresar, inteligencia se expresan en tus bellas palabras que son poesía sin serlo o ¿sin pretenderlo?
ResponderEliminarEres genial, maravillosa. Besos miles, amiga.
Oye.... que no me has visto, que me desconoces... jajajajaja. Me desconoces totalmente... ya te digo. Que las palabras siempre son soberbias, y nos superan, siempre nos superan, ya lo creo que nos superan.
ResponderEliminarY lo más importante... que no eres capaz de ver todo lo que tienes. Lo que te pasa es... (ya que Tomae hablaba de ombligos)... lo que te pasa es que te miras muy poco el ombligo. Eso es lo que te pasa... y no ves lo tuyo propiamente propio y tuyo... cosa que está muy bien.
Sigamos sin vernos el ombligo, que el mundo es muuuucho más interesante... jajajaja.
... un abrazo enorme.
(Prometo que no la pago, que tampoco la he enviado un jamón, y que no es mi hermana. Lo prometo.)
smuackssss Lola.
Al fin acabé el libro y puedo pasarme por aquí para disfrutar de este post. La compasión que topa con la autoestima, que consigue engañar a la conciencia y camuflar culpabilidades. Dónde acaba la responsabilidad de uno?, donde dicta el corazón, donde lo hace la mente... Precioso tratado sobre la compasión que consigue disfrazar el verdadero quid de la cuestión, la autoestima, incluso el chantaje emocional, si me apuras.
ResponderEliminarLo dicho, felicidades por el post y cómo no por la banda sonora del mismo, ideal para la semana que Bruce está con nosotros (aunque algunos no podamos "estar con él")
Besos!!!!