Miramos lo diferente, lo que nos contraría o lo que no se ajusta a lo que queremos oír, con sospecha. Aquello que no cuadra con nuestras cuatro coordenadas básicas lo ignoramos. Lo minusvaloramos pensando que el otro es un pobre hombre, que no tiene ni nuestras capacidades ni nuestro sentido; que no es ni tan leído ni por supuesto tan inteligente. Ocurre a veces, que incluso necesitamos pisarlo hasta que queda eliminado, buscamos terminar con toda su buena fama tan sólo porque un lado o cara de su presencia no nos gusta. O porque tan sólo uno de sus lados, silenciosamente, nos hace pequeños.
La mayoría de las veces no somos conscientes de que lo diferente nos complementa, y que también nos hace más reales y certeros. Absortos en lo geniales que somos, no vemos que frente a lo diferente, al intentar comprender su sentido en el mundo, nosotros afianzamos nuestra mirada sobre ese mismo mundo. Que nuestras coordenadas tendrán un mejor sentido y probablemente más significado si son enfrentadas a lo que la contraría; y que contrastando, conseguimos las certezas que realmente tienen peso. Las verdaderas certezas. Y que todo aquello que las acompaña ruidosamente y sin sentido, muchas veces, cae con todo su peso ante la medida de lo diferente. Es intentar separar el grano de la paja, ampliar la perspectiva de la verdad, a ello nos empuja lo diferente. Pero no, ensimismados como estamos en nuestra propia mirada, en nuestra palabra y en las cuatro coordenadas que nos mueven junto a sus ridículas sinfonías, anulamos todo aquello que es, por diferente e incomprendio, un valor para hacernos pensar. La duda es el primer paso de la certeza.
Quizá la soberbia nos haga ser así, y probablemente sea sólo un gesto de supervivencia. La soberbia lo sabe bien, sabe que al acercarse a aquello que es diferente, todo lo que somos y nos habita pudiera acabar en un fundido en negro; en la nada. Descubrir de repente, que nada sólido nos sostiene. Por eso la soberbia es tan pacata. Yo imagino la mirada de la soberbia así; despectiva, ignorante y cobarde. Me dan pena los soberbios; son pobres supervivientes nadando a contracorriente para no llegar a ser eliminados por la levedad de la mirada tan corta que sostiene su mundo. Son cobardes los soberbios. y se hacen pequeños ellos solos.
La mayoría de las veces no somos conscientes de que lo diferente nos complementa, y que también nos hace más reales y certeros. Absortos en lo geniales que somos, no vemos que frente a lo diferente, al intentar comprender su sentido en el mundo, nosotros afianzamos nuestra mirada sobre ese mismo mundo. Que nuestras coordenadas tendrán un mejor sentido y probablemente más significado si son enfrentadas a lo que la contraría; y que contrastando, conseguimos las certezas que realmente tienen peso. Las verdaderas certezas. Y que todo aquello que las acompaña ruidosamente y sin sentido, muchas veces, cae con todo su peso ante la medida de lo diferente. Es intentar separar el grano de la paja, ampliar la perspectiva de la verdad, a ello nos empuja lo diferente. Pero no, ensimismados como estamos en nuestra propia mirada, en nuestra palabra y en las cuatro coordenadas que nos mueven junto a sus ridículas sinfonías, anulamos todo aquello que es, por diferente e incomprendio, un valor para hacernos pensar. La duda es el primer paso de la certeza.
Quizá la soberbia nos haga ser así, y probablemente sea sólo un gesto de supervivencia. La soberbia lo sabe bien, sabe que al acercarse a aquello que es diferente, todo lo que somos y nos habita pudiera acabar en un fundido en negro; en la nada. Descubrir de repente, que nada sólido nos sostiene. Por eso la soberbia es tan pacata. Yo imagino la mirada de la soberbia así; despectiva, ignorante y cobarde. Me dan pena los soberbios; son pobres supervivientes nadando a contracorriente para no llegar a ser eliminados por la levedad de la mirada tan corta que sostiene su mundo. Son cobardes los soberbios. y se hacen pequeños ellos solos.
(...)
** uff... hoy ha sido un día complicado. ¿Se nota?... ay, ay, ay...
Película soberbia: EL MERCADER DE VENECIA. 2004.
Enmarcada en la Venecia del siglo XVI, esta eterna comedia dramática de Shakespeare sigue el destino y la fortuna de un grupo de nobles cristianos y de su relación con el prestamista judío Shylock.
Ana,si te sirve de consuelo, yo también he tenido un día duro. Recuerda que tú también eres que como mi ciprés.Besos.
ResponderEliminarAnita... Hoy he tenido un ataque de soberbia por puro cansancio ... y porque soy de alivio cuando mepongo brava. A veces pienso que el agotamiento nos hace más susceptibles, mucho más irascibles ... Nos crispan tonterías que en otra situación nos harían incluso reír. Pasar página y mañana será otro día.
ResponderEliminarPerdona el retraso. Sabes lo mucho que me gusta saborear tus posts. Ando desbordada. ¿Tndrá la culpa junio...? A saber...
Un beso, amiga leonesa
Mal día.
ResponderEliminarCerteras palabras.
Lo mejor de un mal día es que termina y, tras ese, llega otro que promete ser mejor.
Que tengas un buen día. Besos
Disculpa, pero , ¿por qué comparar?. Sólo se advierte la diferencia cuando se contrastan dos cosas. Son diferentes. Mira a cada una de forma individual, y verás qué maravilla tiene cada una dentro de sí.
ResponderEliminarLos días "malos" tienen cosas buenas dentro también. Seguro.
Yo siempre digo que hay personas que van por la vida con una maquinita que tiene 3 o 4 botones, y solamente saben funcionar apretando uno de ellos ... como la realidad, las vivencias, son mucho más ricas, se sorprenden ante la novedad, ante lo distinto y no son capaces de entenderlo. Conozco unos cuantos de esos y son un coñazo -con perdón-.
ResponderEliminarEn cuanto a la soberbia, la hay personal, la hay colectiva y la hay institucional.
Y tras un día malo, viene el bueno. Un abrazote.
Lo diferente se mira con sospecha porque pone en cuestión nuestra realidad...y hay quien tiene una única medida para ver, como si llevasemos un cortapastas en la cabeza, y todo tiene que encajar en ese molde...Contemplar otras realidades, ortos modos de enfocar las cosas y vivir...es por un lado enriquecededor, y por otro la piedra de toque para mis convicciones.
ResponderEliminarUn beso, todo pasa. Los malos días también.
Me gusta eso que dice Modestino de la soberbia: personal, colectiva e institucional.
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