EL OLVIDO, LA AUSENCIA Y LO INESPERADO.


He estado colocando papeles. ¡Madre mía, la de papeles que tiene una vida! Papeles del médico, del colegio, el hospital, las declaraciones de la renta, mil tipos de facturas, escrituras, hipotecas, resguardos bancarios, el ticket de la carnicería... Tengo papeles, luego confieso que he vivido. Ordenando y ordenando  me dí de morros con parte de los apuntes de mi vida. Los he metido en una caja impermeabilizada. Mientras los colocaba dentro he pensado que lo adecuado sería enviarlo todo al contenedor del reciclaje. Sin embargo no he podido. A lo mejor si tiras los apuntes de tu vida, dejas de existir, nunca se sabe. Me pregunto qué es lo que habita mi inconsciente que no me permite tirar algo que segura estoy de no volver a mirar en la vida. Y he imaginado a mi diminuta ya adulta, enviándolos ella misma al contenedor. Es lo que tiene guardar; que si no lo tiras tú, lo tirarán otros.

Y pensé que esos apuntes, bien reflejaban la vida. No por su contenido; fundamentalmente son de estadística y economía de la salud. También de empresa. Recuerdo la ilusión con la que empezé el máster y el curso de especialidad. Me gustaba. E imaginaba cómo algún día me dedicaría a esa especialidad. Nunca más tuve necesidad de revolver o regresar a esos papeles; mi ejercicio profesional en nada tiene relación con la economía de la salud, la empresa, la salud pública o la epidemiología. Ahí, en esa caja, se representaba parte de la vida; todos esos futuros que esperamos, futuros que no llegan jamás. En ella, toda la ilusión de aquella espera en el porvenir. Proyectos que colocaste en las estanterías, a los que de vez en cuando quitas el polvo y sobre los que nunca más vuelves a pensar. Ni pensarás. Y me digo, _ ¿por qué guardar tanto y tanto dato en una caja que se quedará ya para siempre en el trastero?_ Aun así, aun sabiendo todo esto, no la puedo tirar. Aunque como bien me conozco, el arrebato puede saltar en cualquier momento. Y no lo presiento lejos, esa es la verdad.

Esperamos, deseamos, trabajamos en un porvenir que luego nunca llega a estar en nuestras manos. Nos despedimos casi inconscientemente de proyectos que un día imaginamos con ilusión. Pienso que es curisoa la vida. En cómo hay deseos que se van olvidando, frutos que nunca llegan, y que se olvidan lentamente y sin dolor. Hoy, al ver y ordenar todos estos apuntes, he sonreído. Su olvido y pérdida jamás tuvieron una sensación ingrata. Son ese tipo de frutos que aunque esperados, no duele su pérdida. Se olvidan sin más. Sin tan siquiera ser conscientes de que un día fueron tu sueño. Esos son tus frutos olvidados.

Pensé entonces en esos otros proyectos esperados. En esas otras ilusiones y metas en las que se puso verdadero esfuerzo, emoción y tenacidaz. Una gestión de horas, trabajos y días que te llevarían a conseguir el objetivo anhelado. Mientras lo vivías no tenías duda alguna. Y así, te pasabas horas embebida por tu empeño, en tu esfuerzo, en todas esas horas que fueron a convertirse en nada. Todas ellas son el fruto no conseguido,  y su vacío aún hoy se posa en tu alma. La notas un poco coja a tu alma, cuando lo recuerdas.

La ausencia de frutos; esa es una cara de la vida. Después de todo el anhelo encuentras que ni tan siquiera te está permitido acariciar un atisbo de lo que deseaste, porque ya ni tan siquiera recuerdas lo que esperabas.  El dolor obliga siempre al olvido, la mente anula aquello que elimina su capacidad de renovación. Tampoco sabes en qué momento el olvido fue a posarse sobre tu mirada. Sólo sabes que olvidaste, y que a veces, todavía duele. Nada más.

Quizá sea ese olvido una manera de resilencia, de sobreponerse a las piedras de cualquier camino. Y aunque la ausencia de lo que esperabas aún la puedes sentir, tienes que ponerte a pensar en cómo ocurrió aquello, a preguntarte conscientemente eso de _¿qué quería yo entonces?, ¿cómo eran entonces las cosas?_  Eres consciente de la pérdida, pero olvidas su daño. Ya no duele todos los días. El tiempo siempre es consuelo. Con el tiempo es inevitable que aquello que perdiste, tenga sobre sí la pátina del olvido. Y sólo cuando el alma llora y no sabes exactamente por qué, rememoras esos frutos ausentes. Cuando me ocurre, recuerdo a Ana Maria Matute, a esa niña sabia. Los frutos ausentes tienen siempre un precio. Creo que son en sí mismos todo un misterio, una presencia que aún no sabría bien explicar.

Pero todo en la vida se equilibra. Llegan los frutos no esperados.Todo aquello que te sale al camino, aquello por lo que jamás luchaste, aquello que tu imaginación no alcanzó nunca ni tan siquiera a perfilar. En esos frutos inesperados está lo que esperabas, pero con unos colores y un brillo que por desconocidos jamás hubieras ido a buscar. La vida, nos descubre tal cual somos, nos sorprende, y le da un giro a toda nuestra arquitectura vital. Frutos inesperados sin los que ya no concibes la vida, presencias que te hacen pensar _¿cómo era la vida antes de esto?, ¿cómo podía ser vida sin ello?_ La vida se amplía, sonríe, grita. Eres feliz, sobretodo porque no lo esperabas. Así son algunos frutos. Incluso los más ácidos. Inesperados, vibrantes y necesarios. Frutos que te dan la medida de tu ignorancia, y también la medida de tu gratitud por haberlos encontrado.

En la vida hay de todo; frutos olvidados, ausentes e inesperados. De todos ellos, el latido más vibrante es el de los que por no esperados te sorprenden. Son los que tienen la condición inmediata de ser un regalo. Aquello que tienes, y que jamás de los jamases, hubieras esperado tener. Todo aquello que en un murmullo continuo  te hace siempre decir  _ gracias... gracias.... gracias... gracias... _.





*Toda esta retahíla tuvo su origen en la ventana de Ars Vitae.

4 comentarios:

  1. Sí, Ana...Los apuntes y otras cosas. Yo tampoco los he tirado. Cuando me sumerjo en ellos la vida da un retroceso y , a la vez, un futuro pensado entonces que no ha existido nunca. Melancolía... ¿Por qué no aceptarlo?

    Y luego resulta que lo que jamás fue futurible... ni en sueños, te acompaña cada día. Historias de robos y regalos. Miro la balanza con perspectiva. "No está mal", pienso ahora. Seguro que más adelante acabaré convencida de que ha estado muy bien...

    Gracias, Ana.
    Un beso enorme, leonesa

    ResponderEliminar
  2. Cuando no esperas, todo es bien recibido porque no lo imaginas ... pero lo importante es desear, no perder nunga la ilusión de desear, luego está que se consiga, que se olvide o que no se consiga... el camino es lo mejor... Y si lo has conseguido, vivirlo es maravilloso... Yo hace tiempo deseé vivir, y en ello estoy...tira lo que no te sirva, solo tu sabes el valor que tiene.

    ResponderEliminar
  3. Miedo me da abrir cajones de papeles. Siempre acabo llorando.
    Lo que tú dices, esos papeles son la prueba de que hemos vivido. De que hemos pasado por la vida dejando un rastro...
    Muy bonito.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Ufff Sunsi, eso de la balanza... yo, a veces la veo estupenda, pero otras, otras tremendamente descalabrada. Difícil equilibrio el de la perspectiva adecuada. Besos.

    Noemi, ojalá no perdamos nunca la capacidad del deseo. Un abrazo.

    Montse, los papeles... esos que afirman que hemos vivido, sentido. Y que lo seguimos haciendo. Un abrazo.

    ResponderEliminar