RISAS Y PRISAS.

No todo está dicho ni está hecho, pero hemos avanzado tanto ya... Y tú diminuta, siempre habitas mi presencia como un contínuo ronroneo, incluso lo oigo en los días en que estás ausente. Te debo tanto diminuta...

LLegaste tú y la vida se convirtió en algo todavía más apasionante. Tanto, que no recuerdo ya la importancia que tenía mi vida en la otra parte que viví. Y te juro que era importante, diminuta, pero ya no la recuerdo con tanta nitidez. No recuerdo por lo que entonces sufrí, tampoco aquello que me hizo llorar. Hoy lo que es nítido es tu presencia, la alegría, la risa, tu sonido de cascabel.  También las alegrías pasadas, las de antaño. Lo que soy tiene inscrito siempre lo que quiero ser por tí, sólo soy capaz de conservar aquello que un día me hizo feliz. Yo también quiero mi alegría para tí. Para que tú la veas, te rías a mi lado, para que siempre sepas que estoy. Ese modo que tienes de estar en las horas de los dias me ha contagiado, esa manera de comunicarte con el mundo, con las personas, que es tan tuya, también forma parte de mí. Tú has hecho que no se pierda del todo. Tú la has rescatado.

A tu lado, revive la niña que fui. En tí está una parte de lo que soy, de lo que fuí, eso que me recuerdas con tu presencia, que no ha sido perdido a pesar de baches, desencuentros y pérdidas. Esa que eres tú, esa niña sonora que, hayamos pasado por un enfado o no, acaba convirtiéndolo todo en pura comedia. Porque mira que eres payasa, diminuta. Y entonces me recuerdas que yo también fui esa payasa. Mira que eres generosa, un auténtico solete en mis días. Eres la causa de que al final, todo no se haya perdido.

Regresas de tan sólo cuatro días de ausencia, y regresas enorme. A lo mejor en realidad no has crecido, pero yo siento que sí, y lo nota la casa también, quizá porque siempre se queda  pequeña cuando tú no estás. Regresas hoy y ya puedo presentir el eco de la alegría que tu presencia es. La niña mayor que ya eres. Y cuando me he querido dar cuenta, me he puesto a bailar tus canciones; esas que nos da la risa cuando nos ponemos en plan _¡¡ mamma mía!!_

Diminuta, estás dejando atrás la estela de tu infancia. Me cuesta, confieso que me cuesta enormemente tener que despedirme de ella. Algo de ello hay en lo difícil que está siendo este año para mí. Quisiera no poder dejar nunca esa manita pequeña que iba siempre de mi mano, con tu cuerpo pequeño dando saltitos para llegar a mis pasos de adulta. Y la manita allí, en el hueco de mi mano metidita, mientras lo querías mirar todo a tu paso.  Ahora cuando me das la mano, la agarro fuerte, pero ya no es tan  pequeña. En gestos así me doy cuenta que ya no eres la diminuta. Observo cómo tu mirada se vuelve severa, cómo es capaz de mirarme, y a tu lado, arrancar a reír a carcajadas porque la ironía, tu ironía, es como la mía. Y la ironía no es infantil, diminuta, la ironía es ya adulta. Habita en las miradas inteligentes, esas que ya han rodado, que saben del doble sentido, de los múltiples sentidos que las cosas de la vida pueden llegar a tener. Y eres lista, diminuta, a pesar de tus ceros en problemas. Qué grande eres. Qué grande en tus cosas. Si supieran de verdad la cadencia y el modo que tienes de moverte por los recovecos de la vida, a esos ceros le pondrían un uno a su izquierda. Pero eso el mundo todavía no lo nota. No lo sabe. Yo sí, y lo veo cuando estás en tus cosas, cuando me cuentas la interpretación de esas cosas, cuando te veo moverte en ellas, cuando con tu risa nerviosa de niña y tu aplomo de mujercita todo lo mezclas.

Te admiro en esos momentos en que crees que no te observo, cuando te acompaño a tus cosas y te metes en ellas sin saber que yo aún no me he ido. Adoro la mirada cómplice que nos cruzamos cuando algo nos sorprende en el mismo instante. Me gusta  llevarte conmigo y observar como te comportas, esa manera de comportarte que te convierte en una pequeña adulta, olvidada ya de todas esas tonterías que haces cuando estamos solas en casa. Me gusta verte envuelta en tu pequeño traje de mujercita, ese modo que tienes de hablar con la gente que me rodea, tus gestos de mujercita tímida y a la vez rotunda. Sonrío. Eres una mezcla de cosas tan bonita...

Siento una gran añoranza por tu infancia, pero ver la mujercita que asoma detrás de tu mirada es tan apasionante, tengo tantas ganas de descubrirla, que esa tristeza por el adiós de tu infancia se convierte en pura alegría por lo que está por llegar. Y por este presente que es hoy un puente hacia algo nuevo, algo por estrenar en tu mirada.  Eres el ser más maravilloso que la vida me ha podido poner al lado. Dirán que es pasión de madre, pero yo sé que no es cierto. Me encantas toda tú incluso en esas horas en que me pareces la más pesadita del mundo, incluso en esas horas en que me digo que ya no puedo más y que ya está bien. Porque mira que le he echado horas a tu presencia; tantas y tantas. Esas horas, diminuta, en mi memoria, son el mayor tesoro. El mejor, y también el más inesperado. Porque jamás pensé que alguien, pudiera llenarlo todo tan así. Tan como tú lo haces, tan rotundamente y con tanta alegría.

En un par de horas llegarás. Y no leerás esto, porque nos iremos corriendo al pueblo en el que tan felices somos siempre. Ese pueblo con el que te hago rabiar porque te digo que no es tuyo; aunque tu bien sabes que lo es. Que lo mío es de tí casi más que de mí. Anda que no eres lista, diminuta. No sé cuando leerás esto. Si lo dejo al aire es para que un día tú lo encuentres, para que sepas que detrás de cada una de mis limitaciones estaba siempre una gran pasión. Un gran cariño. Una gran emoción. Todo eso que me sale cuando tú me llamas, esa alegría que me desborda siempre que tu gritas ¡mamá! y mi mirada te busca.  Esos ojos tuyos oscuros que tienen todo el brillo del mundo. ¡Ay, diminuta!, qué mayor te estás haciendo. Cuánta emoción siento por tu mirada de hoy, esa que ya deja intuir la mujercita que serás, y qué difícil despedirse de tu infancia. Tenía ganas de contarte esto, porque entre prisas, tareas, y trabajo, se ha ido pasando el tiempo demasiado volando. Te quiero, diminuta.



6 comentarios:

  1. Juegas con la ventaja de tener que separarte de ella. Puesdes contemplarla desde una dimensión distinta. Es grande, y se hace mayor. Tiene que ser así, como estuvo escrito que tú lo hicieras.

    Ellos crecen, nosotras envejecemos (¡¡y un cuerno!! :-)

    Besos

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  2. Y así ha de ser. Hoy me he desquitado, tanta diminuta en los morros y sin la pespectiva suficiente para mirarla. Cuando se tienen tan encima, hay un momento en que nada ves.

    Se alejan un poco y oye, se te cae la baba. Donde dije digo luego es Diego, cuando la sentías tan "asín", es que la sentías preciosa... jajajajaja.

    Hoy me pude colar en esta ventana un rato... por fin.

    Un abrazo.

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  3. Qué bonito, pero no te engañes, tu diminuta para ti siempre sera una niña, es lo que tenéis las madres, que siempre nos tenéis por unos niños.

    Y eso es bueno

    Un ABRAZO (recuerdo words cuando salió de fr david, de hecho creo que es la versión que has puesto)

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  4. Sí, Sese, yo también recuerdo esa canción... jajajajaja.

    Y no lo dudes...

    DIMINUTA FOREVER!!!

    jajajajajajaja

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  5. Qué declaración de amor tan bonita.
    Será curioso ver qué siente Diminuta cuando, algo más mayorcita aún, lea estas palabras.
    Saludos, Ana

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  6. Sí, será emocionante saber qué siente... aunque seguro que le da la risa. O vete a saber... jajajaja.

    Saludos.

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