PAUSA ...
Let it be. A veces es mejor dejarlo estar. A veces uno no sabe qué contar. A veces, mejor el silencio.
(...)
Y SI PUDIERA?...
... eh?
¿Por qué no podré yo decir lo mismo? Justo en ese momento de rabietas, de chulerías chinescas, de afrentas que aplastan cualquier paciencia... en ese momento en que notas que se siente la reina de Saba.
_ Francamente, diminuta, me importa un bledo.
Y poder cerrar la puerta. Plom... crash... glups...
_ ¡¡¡¡!!!!
Y su cara con la perplejidad incrustada. Enterita la perplejidad. Porque mira que es chulita, la princesa.
En fin, ni siquiere puedo decir:
_ Ya me lo pensaré mañana.
Ni siquiera eso.
Hasta eso ha dejado de ser mío ya. Yo, que a estas alturas de la película, lo dejo todo pensado para ayer... que ya nada dejo nada para mañana. Quién me ha visto... y quién me ve...
VIVIENDO
THE RIVER

Y hoy recuerdas con emoción aquel tiempo, aquel sonido, aquellos días. E incluso te es posible agarrarte al recuerdo de aquella tu infancia, y de todas las primeras aventuras de ese tiempo inacabado. Y ocurre siempre. Ante cualquier sonido de la vida, ocurre. Siempre quieres regresar. Poder tocar aquella orilla; de agua entre brava y mansa. Aquella orilla, en aquel río.
¿Aún lo puedes sentir?
* imposible el no abandono a esta melodía.
PRESENCIAS
Aún estamos aprendiendo de su generosidad, de su valentía, de su risa. Nos sabemos adultos, pero aún queda tanto por aprehender. A pesar de nuestras carreras maratonianas, a pesar de querer abarcarlo todo, al final son de nuevo ellos, ese punto de referencia. Esa presencia que aún nos sigue diciendo "no corras, que te vas a caer"... esa presencia de ojos infinitamente pacientes. Ahora, las más de las veces, todo lo dicen desde sus silencios. Y si te caes, ahí van, a donde tú estás. Siempre desde su presencia poco sonora, pues pasan despacito a nuestro lado, para no molestar. Y es que nos ven siempre así, tan atareados, tan a lo nuestro, siempre de aquí para allá, ahora esto, luego lo otro. Y ellos en su silencio, se quedan esperando siempre, y siempre con una sonrisa. Y nos siguen con su mirada, y siempre en silencio. Y tendiendo una mano, que aún hoy si son algo es para que nosotros podamos seguir siendo. Para que podamos ir viviendo si cabe, mejor.
Decir padre y decir madre es pensar en un SIEMPRE.
SIEMPRE ESTÁN. SIEMPRE HAN ESTADO.
Decía Madre Teresa de Calcuta que lo más necesario será siempre haber tenido unos padres. Y qué verdad tan enorme es. Así que demos gracias por este par de héroes que nos han sido dados, mis queridas carmelitas, y porque aún están ahí... prestos y raudos siempre para tender la mano. Sus manos. Sean como sean son el más puro símbolo de generosidad. Aunque con el tiempo lleguen a ser unas manos más torpes, siempre serán las manos que nos ayudaron a seguir, a levantarnos después de cada caída, a no rendirnos. Nunca.
* tres son las carmelitas, tres son. Y ahí estamos.
*la canción de fondo está dedicada a mi querida Sunsi. Compañera de fatigas emocionales.
SOLEDAD INFINITA
Ellos nos están siempre esperando, siempre. Encuentran mil maneras diferentes para poder estar cuando llegamos al final de nuestra jornada, para vernos, para tocarnos, incluso, para hacernos rabiar un poco. Siempre se les olvida algo, se quedan como a medio camino. Lo han intentado, pero son niños. Ellos, que nos han echado de menos tan en silencio toda esa tarde que se nos pasó tan rápido. No dejemos que les reciba una mala cara por un mal día, o un mal gesto porque no han hecho las cosas como esperábamos que las hicieran. Están aprendiendo a hacerse mayores. No es fácil estar todo el día sin alguien que esté detrás, empujando. Y nosotros, nosotros hemos de saber sonreír; sus aciertos, sus errores. A su lado, y sonreír. No le dejemos al silencio las riendas de nuestra mirada. Nunca. Que sea siempre el hilo de nuestra voz cuando sonríe. Siempre una infinita sonrisa como protagonista. Incluso en ese momento, en el que se les está repasando la cartilla, bien leída... esa que su egoísmo de niños no les dejó terminar.
Se intuyen, a veces, niños tan solos... tan olvidados.
Videojuegos, televisión, teléfono móvil y soledad... El 27% de los niños de España se sienten solos al llegar a casa tras la jornada el escolar y echan mano de la tele o el ordenador para pasar el rato, según destaca la Encuesta de Infancia en España 2008. Es significativo el alto porcentaje de chavales entre los 6 y 11 años que disponen de teléfono móvil, un 43%. El móvil es el aparato por el que unos niños que se sienten solos consiguen comunicarse con sus padres. Un 17% de los menores encuestados, tras pasar la mañana en el colegio, no ve a sus progenitores en toda la tarde. Este estudio, realizado por los investigadores Fernando Vidal y Rosalía Mota, muestra que el 74% de los niños de 6 a 11 años y el 52% de los preadolescentes cuentan con alguien de la familia que les ayuda en los deberes escolares. Mientras que hay un 1.250.000 niños que no tienen quien a los ayude en sus estudios. El estudio señala además que los niños que viven en pueblos son más felices que los de ciudad...
Fuente: El País.
TÚ, DIMINUTA...
Tú, que eres tantas cosas, que miras tantas cosas nuevas y las aprendes, las recoges, y me las regalas. Que las espolvoreas y les das la vuelta. Que giras y giras sobre tu mundo de lunas. Tú, enanita, que habitas en mi tiempo, que aún permaneces a mi lado. Te quiero. A tí, que eres además de tí misma, eso otro que yo también soy.
Y pienso en cada una de las veces en que tu mirada dibujó la mía, en que tu voz tuvo el sonido de mi voz, en que tu risa se parecía al sonido de la mía. También en cada momento en que tus rabietas eran exactitas, tan igualitas a las mías. Ay, ese genio y su figura, hija mía. A menudo me veo en tí, así, en diminuto. ¿Sabes?, ya no me he vuelto a preguntar de dónde te salió esa luna. Esa maravillosa luna, mi diminuta ana. Muy bien sé de dónde ha salido... y de su libertad irremediable.
Así son los niños, un pequeño reflejo de lo que nosostros cada día le regalamos al mundo. De lo que nosotros somos.
EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN LA CASA DE JUEGOS.

Quisiera saber cuál es el camino certero. Aquel que le de alas a nuestros hijos. Las alas que ellos necesitan. La vida nos marca un camino. En cierto sentido nos dicen quçe es lo que tienen que asumir, aprehender, memorizar. Y nosotros lo juzgamos necesario para qu epuedan alcanzar su manera propia de mirar el mundo. Lo intuimos bueno y lo aceptamos. Además pensamos que tiene que ser así. Pero a veces ocurre, a veces, nuestros hijos se pierden, parecen no estar en lo que han de estar, en ese proyecto que es bueno, y permanecen metidos en su propio laberinto. Parecieran no caminar. Y creemos que están perdidos, incluso llegamos a pensar que de seguir así, se perderán del todo.
Y sin embargo, ocurre, lo sabemos, sabemos que hay algo que nos dice que no, que da igual eso de ahí afuera, eso en que los demás sacan sobresaliente. Que nuestro hijo es diferente. Lo sabemos. Y lo queremos tal cual es. Y nos encontramos ante una disyuntiva; o forzar las expectativas rutinarias, o dejar que éstas se diluyan detrás de esa otra mirada que parece querer salir al mundo. Y no sabes muy bien, aunque en el fondo sí, sí lo sabes.
Cuando nos encontramos ante tal afrenta, las dudas son enormes. Por un lado la intuición, ese saber que él solito sabrá salir de lo enrevesado de su tiempo, del laberinto de sus emociones. Que necesita de ese tiempo. El de su juego ilimitado, creador, de colores y canciones. Que ellos al final, a nada que les empujemos, saldrán a flote. Que cumplirán las expectativas. Esas que nosotros, adultos responsables les hemos establecido. Son muchas las veces en que me pierdo entre cuestiones no sé si enfrentadas, probablemente sólo sean paralelas, pero el timepo es escaso.
¿Qué le quiero yo exigir a mi hijo? ¿Para qué le estoy educando?
(…)
Es entonces cuando doy paso a la certidumbre. A esa consciencia que me dice que he de vivir con esperanza ese miedo a no saber de los instantes de su vida. Que he de confiar en la mirada de mi hija, esa que me puede parecer a veces perdida, como en desencuentro ante un laberinto, pero que asimila cada una de las emociones a las que mira cada día. A cada una de las emociones que son desconocidas por mí, porque es su laberinto, su tiempo creador, de soledad y silencio, y es sólo de ella, que en él que no puedo entrar. Que he de dejarla a su manera. A veces olvidamos ese lado. Y es tan importante como ese otro lado de expectativas curriculares que hemos establecido. Y que a veces, éstas han de quedar en segundo plano, porque cobra mayor vitalidad esa mirada emocional que está madurando para poder sostener el mundo. Y cuesta parar, ralentizar todos esos objetivos de sobresalientes y notables.
Y es que ella necesita estar perdida, aparentemente perdida, mientras permanece en la casa de juegos. Esa casa que le brindará perspectiva y altura a su mirada. No lo perdamos de vista. Intuyo que pueden ser años irrecuperables para esa, su madurez emocional.
DESPERTAR
Hoy es sábado. 17 de octubre. Y descanso, puedo descansar. Puedo rodearme de las cosas que equilibran la mirada, que reposan el cansancio en un trocito de silencio, en una respiración sin desencuentros. Silencio interior, música y palabras. Y voy atravesando lentamente aquel tiempo que nos fue dado aveces en sonidos, a veces en palabras. Repaso y toco algunos de los libros que son el pequeño mundo de mi mundo. Descanso, en esta mañana de sol, a través de todas esas palabras que un día tanto me consolaron, que me hicieron mirar alto. Y me dejo llevar por nuevas palabras, las de Andrés Trapiello. Hoy es el regreso a ese tiempo de duelo, aquel que se quedó doliente Al morir D. Quijote... mientras me tumbo en un sillón solariego, calado por la luz matinal.
Mañana de café y palabras, de sol y silencio. Sonoridad de esta mañana. Luz sin minutos. Palabras y voces de otro tiempo, eternas. Un presente de silencio, me espera, en la voz de los que antes fueron. Y me preparo en silencio, otro café, y sé que siempre recordaré este día. 17 octubre. Que en mis pasos nunca habitará el arrepentimiento. Nunca ocurre, si se ha querido tanto.
LA VISIÓN, LA MEMORIA Y EL SUEÑO.

Y ahora, en este momento en que oigo su voz, en que intento descifrar la mirada de su rostro, mientras pienso en ese tren que descarrila... sólo oigo el silencio profundo de lo que ella dejó en mi alma. En mis ojos. Y retorno a cada momento de mi vida que fue atravesado por la esencia de sus historias, que fue salvado por ese mirar la vida como medio dormido, entre despistado y ausente. Y recuerdo la mirada valiente que a mi tiempo le dejó la voz de Carmen Martín Gaite.
Su palabra es un estado de ánimo, una ensoñación, es ese quedarse en el reverso de las cosas. Para mí sus historias eran la verdad. Ir cosiendo poco a poco las palabras. Ir siendo. Vivir. Como si se tratase de un tiempo de costura, ese, en el que puntada a puntada, se va construyendo la vida. Tiempo de ensamblaje. Tiempo de superación ante las ruinas de lo vivido. Ella con sus palabras conseguía que yo fuera elevándome por encima de la realidad. Ella y su sonido. Su voz. Su dolor siempre ausente, y siempre presentido. Su mirada doliente, reconocida en el eco de cada uno de sus silencios, en cada uno de los sonidos que sus palabras no dicen.
A su lado, el estancamiento de lo cotidiano dejaba de existir. Sus palabras eran el hilo de la cometa que yo quería hacer bailar. Y ya lo creo que volaba. Libre. Absolutamente libre. Allí, desde mi ventana, desde ese mundo interior que a veces nos amordaza, yo era libre. Libre a través de sus palabras. Libre porque detrás de su eco yo era capaz de enmendar la vela de mi barco. Entonces el tiempo era mío. Mi tiempo. Mi silencio creador. Existía mi mirada, mi respiración. Ella supo darle alas a mi soledad. Ella me enseñó a ser dueña de mi tiempo; a ser consciente del tejido que se iba creando con cada trocito de tela, con cada puntada, con cada paso, con cada una de las miradas que dejamos descansar en las cosas, en cada una de las cosas que te encuentras, las grandes, las pequeñas.
Ella es la visión, el escenario interior, la mirada distanciada, la memoria, cada uno de esos objetos de la memoria, lo evocado por el sueño, la realidad punzante, la certidumbre de un paso vacilante. Ese es su legado. Y cuando me acerco a su biografía, es la valentía. Y yo... yo estuve a un paso de conocerla... pero me lo impidió la duda. La traición de la duda. Fue entonces cuando aprendí a no dudar. No volví a dudar. Deseché la duda para siempre, ya no habitó jamás a mi lado. Tantas cosas hay en mí que son de ella. Y miro sus ojos, e intuyo los míos. Siempre.
Un día, un día supe de su silencio. Fui aún más consciente de mi realidad, de todo lo que en mi realidad había de ella. Releo muchas veces sus historias, y es imposible su olvido. Y también sé que me resulta muy difícil, recogerla en un párrafo, ni en dos. Ni siquiera en infinitos párrafos. Lo infinito nunca es delimitado. Y ella era así. Más allá incluso.
CERTEZA
Habéis empujado hacia mí esas piedras.
Me habéis amurallado
para que me acostumbre.
Pero aunque ahora no pueda
ni intente dar un paso,
ni siquiera proyecte fuga alguna,
ya sé que es por allí
por donde quiero ir,
sé por dónde se va.
Mirad, os lo señalo:
por aquella ranura de poniente.
Carmen Martín Gaite
* gracias, Rocío, por el impulso.
LOS CONFINES

Acabo de leer la última novela de Andrés Trapiello, Los confines. Es una historia sorprendente; su lectura me ha regalado una sensación en la que se mezclan el desencuentro, el escepticismo y la irrealidad. La historia trabaja con personajes aparentemente bien encadenados a la realidad que viven, en armonía con ella. Pero la realidad no es siempre como se prevee. Y ahí está el giro, la certeza de la historia. La realidad a veces nos regala dentelladas, instantes certeros, confusos también, a pesar de su evidencia. Sucesos, miradas, gestos que harán que lo que hoy es comience a ser ya para el olvido. Nada volverá a ser lo que ha sido. La historia dibuja la vida, sus certezas, ese tipo de certezas ante las que no cabe pararse a pensar pues ya están ocurriendo. No puedes creerte muy bien lo que lees, necesitas ya desde el inicio un desenlace, ese que le dé a tu mirada escéptica la certeza que la historia quiere contar, una auténtica certeza, esa que la haga narrativamente posible.
Me ha sorprendido el desencuentro que para mí es la historia; en ella la desilusión, pero también la magia. Esa historia imprevisible y escéptica que con su mirada encontrada, nos regala una evidencia; la infinita vibración que el encuentro con la verdad y la belleza siempre nos provoca.
AÑO 2000
Y... si por un casual imagino a mi diminuta ana haciendo repaso de mis referencias... pues eso, emoción contenida. Es bueno dejar así de libre la imaginación a veces, pues no es fácil el camino. E imagino su voz como un engranaje más de la vida, de la rueda de la vida. Y en su voz, mi tiempo. El que le supe regalar... Ahí están de nuevo los adentros, aquello que nos mueve, que nos hace avanzar. Esos adentros que empujan nuestros pasos de silencio, con los que caminamos a pesar de la incertidumbre, con los que avanzamos libres. Sabemos que nada nos es debido. Que caminamos a ese lado porque nos da la gana, la real gana. Y entonces, entonces es cuando más recuerdo la presencia de mis padres.
TE QUIERO LIBRE
Te quiero libre... y qué nada fácil es.
La mirada que se sabe libre no se escuda ante nada. Camina sola. Mira de frente a pesar del miedo, a pesar de la incertidumbre con la que se dan esos pasos seguros. Mirada infinita también, clara y transparente. Mirada que vuela, altiva, con resortes invisibles. Mirada a veces asusente, esa, la de la libertad. Mirada tantas veces incomprendida. Y tan mal juzgado a veces ese respeto a la libertad; a la mía, a la del otro.
Es complicada la libertad, y sin embargo, es la única manera de poder respirarlo todo, de asirlo, de hacerlo nuestro. La libertad como medida para saber de nuestro yo, de ese mí mismo que habito. Y necesitamos hacerlo. Es preciso. Debe ser imperiosa la libertad; se trata de respirar o morir. Morir en el ahogo de la cobardía o reinventarse en el abismo de la libertad, esa es la realidad. A estas ideas me ha llevado la melodía que me dejó el otro día Alfonso. Sobretodo a la idea de la libertad del otro, de ese otro a quien tanto queremos.
Creo que el amor más grande que se puede dar es ese, el que reconoce la libertad del otro, el que busca al otro en su infinito vuelo. Amar es saber que por encima de uno está la respiración del otro; amar es ese y sólo ese "te quiero libre". Amar así se transforma en una afrenta vital. Aquella que me otorgará la medida de mí mismo, eso que realmente yo soy cuando estoy diciendo "te quiero".
Pensar en la libertad me ha llevado a querer mirar las cosas que realmente vivimos, no lo que decimos vivir, sino aquello que sentimos, también lo que presentimos. Observar atentamente lo que percibimos ante nuestros pasos por la vida, y también ante los pasos que los otros dan. Y querer posar la mirada por los desencuentros que la vida nos regala, por esos escenarios falsos que se consideran equivocadamente aciertos, y también por esos otros verdaderos pero no percibidos. Vivir es un enigma. Son muchas las incógnitas que en esta vida han de ser descubiertas. Y querer saber de ese pasear en aras de la inteligencia que es el verdadero vivir, el vivir en libertad. Saber si es posible. Pensar en aquello que nuestra mirada es capaz de dar o no dar, de ser o no ser...
¿Se podría medir el verdadero amor, eso que late en nuestra mirada cuando decimos al otro "te quiero"?
Necesitamos la libertad para poder saber de nosotros mismos, necesitamos vivirla, temblarla, asirla. Y también necesitamos la libertad el otro, saberla, amarla, poder mirar su vuelo. Estemos o no estemos en ese vuelo.... ¿podemos mirarla sin odio? Complicado a veces, ese amor. Ese saber mirar el desencuentro que es casi siempre amar la libertad del amado. Quererlo libre. Toda una afrenta la vida cuando nos hace amantes, ese quererte a mi lado con toda tu respiración, con tu vuelo, con tu mirada altiva. Sólo ahí se halla la medida de lo que yo siento que soy. Tu libertad es mi presencia, tu vuelo, la esencia de lo que yo quiero cuando te miro. Y veo mi amor incombustible, enorme y alegre. A pesar de esa aparente derrota. Deberíamos aprender a mirarnos mejor. Y ahí, en tu vuelo, está la medida de lo que soy, la exacta medida que hoy me hace grande, y libre. Libre también.
Y espero que no se rompa nunca, sea cual sea tu vuelo. Me gustas así, con ese enigma que la libertad le da al brillo de tus ojos. Yo siempre, siempre, te querré libre.
Pero tú no lo sepas, mi alma,
No sé quién estaba conmigo,
Pero tú no lo sepas, mi alma,
Yo de cierto no sé si fui yo
Pero tú no lo sepas, mi alma,
ALLA PRIMA
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
COSMOS
Todo puede ser posible si la pasión no se deja arrastrar.
Enhorabuena Diego, desde el recuerdo de hace quince años.
(...)
Diego Fandos – director.
Cosmos es una película que trata diferentes historias entrelazadas: una es de la de Oihana, la propietaria de un café, una chica muy jovencita; otra es la de Javier Uranga, un señor de cierta edad que es cliente habitual de este café y por otra parte la historia de Iñaki Larrea, que es un empresario que ha estado secuestrado durante 9 meses y luego vuelve a casa. Todos estos personajes son diferentes entre si, pero tienen en común el rasgo de la soledad y esta soledad se va a ir resquebrajando, va a perder cierta solidez bajo el prisma de la mirada de un cosmonauta soviético que está perdido en el espacio.
DE LIBROS Y LECTURAS

El otro día leí cómo alguien comentaba que recomendar como primera lectura una de las novelas de Dostoyevski, Los hermanos Karamazov, era demasiado duro. Y me sorprendió. Yo empecé a ser lectora empedernida a mis 17 años de vida, y comencé precisamente por los rusos. En concreto esa fué mi primera novela. Y ya no pude parar de leer. De querer encontrar entre esas palabras la vida, la comprensión de la vida, esa que empezaba a ser tan dura de roer. No creo que sean novelas difíciles, en absoluto, y en ellas palpita una atracción inevitable. En Ana Karenina, en Crimen y Castigo, en Guerra y Paz... en esas historias está esa posibilidad infinita de ser, la de ser alma. Me dejé atrapar por la vida allí presentida. Por las palabras escritas que hablablan de dolor, de desesperanza, de desencuentros, de la infinita mirada de la soledad y de la incomprensión cuando queremos analizar los hechos del otro. El otro, siempre habitado por el misterio. Eso era la vida, esa humanidad doliente. Y eso sigue siendo aún. También dí con la esperanza, el equilibrio, la mirada serena, la transcendencia y la capacidad para rezar. Me enamoré perdidamente de Constantin Levin. Y aún mantengo la esperanza de encontrarño un día... Quedé para siempre atrapada en la tragedia vivificante de los escritores rusos. Aquella dureza de los acontecimientos que siempre transciende por encima de su valor material, de lo que las cosas en su simple apariencia son. Ahí estaba la vida. La profundidad de cada vida. Esa vida que yo a mis 17 años comenzaba a vislumbrar, a sentir, con toda su infinitud. Con todo su misterio. Y se me daba la posibilidad de la esperanza.
Me sorprendió y me decepcionó este comentario. Y me hice esta pregunta: ¿Es demasiado fuerte para un adolescente la literatura rusa? ¿Ese chico que habita el mundo de hoy? El mundo de hoy es violento, ellos lo ven cada día, pero nosotros nos empeñamos en seguir con algodones. Les estamos negando la capacidad de transcender. A raíz de esto, recuerdo una entrevista de Ana María Matute, en la que decía que hoy a los niños se les ha suprimido la posibilidad de pensar, de atajar por sus propios medios, de buscar salidas. Se les niega la imaginación en aras de unos algodones que harán de ellos unos peleles. Decía algo así como que Walt Disney se había cargado la esencia del cuento, esa capacidad de generar recursos en el niño ante la crueldad, lo inesperado, la incertidumbre y el dolor. Vivir en la incertidumbre es empujar a aprehender la paciencia. Como ahora son todo finales felices, y rapiditos, lo único que les regalamos es la sonrisa tontuna, aquella que no necesita aprehender, asumir, mirar el dolor de frente. Y con ello, les evitamos la dolorosa trayectoria de la transcendencia de las cosas. Les dejamos sin salida, sin el recurso de la riqueza emocional, y ésta, sólo es veraz si ha sido construída por ellos.
Pienso en qué les daremos a leer a nuestros jóvenes, estos que serán los hombres del futuro. Qué es lo que queremos transmitirles. Les estamos negando la realidad , ese saber de la vida como lo que es, una tragedia con tintes de comedia. Se ha de aprender a reir en ella, pero con la risa profunda de quien ha sabido mirar desde lo alto. Para poder reír de veras, quizá se necesite haber caído muy hondo antes, superarse en ese dolor y elevarse por encima de todas esas contrariedades que nos salen al camino. A los desencuentros es mejor mirarlos de frente. De ahí el alto valor que le concedo a la literatura, a todas esas palabras que nos perfilan la miseria humana, y que con su nitidez, hacen posible que podamos elevarnos por encima de ellas. No podemos desestimar su valor, y menos hoy. En un mundo en que los chavales asumen unos contenidos de violencia sin alma, violencia por violencia, aquella que no es capaz de generar compasión, caridad o solidaridad. Simplemente con observar el panorama del cine, los juegos electrónicos y series de TV, podemos ver que los ojos de nuestros hijos pueden estar saturados de una violencia que en sí misma no transciende, que no elabora ninguna alternativa, que no es base para la constucción de ninguna virtud, de ningua mirada elevadora del ser humano. Violencia que no da lugar a las alas de la mirada que se supera, que transciende.
Si creemos que la violencia de los argumentos de algunas novelas son fuertes, tanto como para desaconsejarlas a un chaval, es que no hemos sabido mirar muy bien el mundo de nuestros hijos. Dostoyevsky puede ser un encuentro sorprendente para ellos, sus palabras elevan la mirada por encima del kaos que nos propone. Sus palabras son la humanidad doliente, esa esperanza que no se limita a morir, sin más. Y que es capaz de elevar nuestra mirada por encima de lo vivido, por encima de las mil miradas derrotadas que la vida puede presentar.
Sólo ellos han podido llegar al nivel de mis padres; esa capacidad de saber ser constructores de mirada.
*Constantin Levin, esta canción es para ti. Sólo la bailaría contigo
CERCANÍA

Me lo he preguntado a mí misma, y querría conocer cuántas veces te dejé sin respuesta, cuantas mi presencia fue de silencio, por la distracción, por el ruido de mi mundo de carreras. Cuántas veces no te oí, atareada como estaba en cosas que, quizá, o casi seguro, no eran tan importantes como tú. Y pienso en los silencios de tu mirada. En cómo se quedarán tus ojos si de nuevo, vuelvo a estar distraída.
Quiero que no me pase, que no me ocurra, que tengas la insistencia suficiente para tirar de mi manga, las veces que sea. Que si un día me preguntas, mi respuesta se quede revoloteando a tu alrededor. Puede que no sea la mejor respuesta, y puede que tampoco esté muy acertada, pero tiene voz. La voz de tu madre; que lo sepas, y que no lo olvides.
PERSPECTIVA

Hoy ha sido un día completo. Conciliación familiar y profesional; cada vez que oigo esa idea tan utópica sonrío, procuro no dejar de sonreir. Yo sé que otros hilos invisibles la sostienen. A veces, hay coincidencias mágicas: ese enfermar de la peque cuando estoy de descansos, o cuando tengo días libres y le coincide un cumpleaños, o que toca día de no cole en esas tardes que yo me voy al trabajo y llego tan tarde a casa, cuando la peque ya está en los prolegómenos del sueño. Días mágicos. Hilos invisibles. Y toda una carrera de fondo que aún no ha hecho más que comenzar.
Miro al futuro y cambio de perspectiva. La soledad para siempre será sonido. Hoy comienza una nueva andadura en casa de las Gilmore; chicas fantásticas ellas donde las haya. Y sigo proyectando con la mirada, aquí en presente, tus cosas, las mías, y recoloco en medio de la magia todo lo que aún nos queda por vivir. Y me digo a mi misma, bien... bien... nos está saliendo bastante bien. Eres una chica estupenda.
GILMORE SONG
Hoy , lo he visto. A través de tus largos cabellos lo he visto. En un guiño, tu guiño. Tu escorzo me lo insinuó a la hora del desayuno. Tu falda voló al ir a la escuela. Y voló un buen rato.... Y luego, cuando volvistes, cómo volvistes. Lo rápido que ya te vistes.... Y te adivino sin hablar; hasta calladas nos reímos. A trocitos no me entero, pero si lo junto todo... cabellos, guiños, escorzos, faldas y risas... Entonces sé, que por fin, lo que suena al fondo, es una canción verdadera....
TU PALABRA
que no encuentran reposo
en ninguna mirada
Risas que no nos dicen nada,
esos sonidos que retumban
sin ser entendidos por el alma.
Mi casa habitada por el silencio
y por la sencillez de tu palabra
que sigue teniendo el mismo eco
desde el día en que fue pronunciada.
Silencios que son miradas,
Y detrás, tan sólo una palabra,
de sencillez arrolladora.
Me gusta tu silencio,
ese, el que habitas con tu mirada.
WHERE DO THE CHILDREN PLAY?

Libertad para saber de cunetas, callejas y atajos; de lugares misteriosos, historietas y leyendas; de caídas, golpes y heridas. Caídas que nunca contabas. Escenario infinito para saber enfrentarnos al camino. Para saber de nuestro orgullo y volvernos a levantar, así, heridos pero chulitos. Aquella libertad del aire que se respiraba en esa sensación de velocidad, esa que sentías en la cara cuando a volandas casi te dejabas caer por las afueras, allá, en aquella carretera de antaño tan mágica, con tu bicicleta nueva.
(...)
Oh, I know we've come a long way,
We're changing day to day,
But tell me, where do the children play? ...
* Imagen: dibujo de Picasso.
INTUICIÓN

Ana María Matute.
Y así es. La ausencia de imaginación empobrece cualquier paso. La mirada es opaca, y el camino supongo que muy largo. Peligrosa andadura la de aquella mente férrea, estricta, escrupulosa, firme y poco habitada por la luna. La luna, lunera, cascabelera. O que al menos, sepa sonreir ante ella, aunque no la lleve en la mirada. Ojos de luna. Imaginación, inocencia, restos de infancia. Siempre al lado de todos esos trasgos que viven entre uvas, a lado de esas ondinas infinitas, que nos remueven la mirada, nos la envelesan, hasta hacernos dar con los pies en las nubes. Y el olor del vino. Nunca olvidé a ese Trasgo del Sur. Ni su mirada perdida ante el olor a vino. Ni a esa princesa tontina. Y siempre que estoy en buena compañía, en una terraza, con una cerveza, o un buen vino, y una alegre conversación, profundamente brindo por tí. Y por mis amigos.
Recuerdo un día en una entrevista en que oí que lo que más te hubiera gustado es ver a esa gente que lee en el metro leyendo un libro tuyo. Y yo pensaba, pensaba para mí, lo estupendo que sería conocerte, poderte hacer saber que yo iba a todos los sitios con tu querido Olvidado Rey Gudú, ese que no es tan pequeño... subir y bajar con él en los brazos, en uno de eso veranos de calor, piscina y risas. Y yo quería que me pudieras ver así, con tu libro a todas partes.
Sí, nunca me acercaré a nadie que no tenga imaginación, y que tampoco sepa dejar llevar por las ondulaciones de los Trasgos del Sur. Ni por el olor infinito del vino. Ay, si yo te lo puediera contar...
... Y no, no, jamás nos fiaremos.
De MUÑOZ ROJAS

Y por mi parte, ahora, voy a seguir buscando las gafas... toda la santa vida buscando las gafas, y así, sin ver.
* gracias Suso. http://susomendive.blogspot.com/
MAL DÍA
Pues va a ser que sí, que un mal día lo tiene cualquiera, así, sin ton ni son, sin esperarlo, en cualquier parte, en cualquier situación. Cuando menos lo imaginas, zas, va y salta. Así que será mejor dormirlo si es que no puede uno reirlo. Bueno, eso si te dejan dormir... Pero sé que éste no será insalvable. Eso seguro. Siempre que medie la risa. Y es así, contigo. Ya ves. Al final siempre ocurre, resulta que el mérito es de otro, nunca de uno, y sí, el día es malo, pero te veo, y sé que ya sonrío. Y claro que lo sé, claro, que hay días peores, incluso en Africa.
(ainssss)
*el inesperado efecto de una sonrisa (mqm)
Sometimes the system goes on the blink
and the whole thing it turns out.
You might not make it back
and you know that you could be well oh that.
... I'm not wrong
* gracias Alfonso.
MUNDO MARAVILLOSO
I see skies of blue and clouds of white
the bright blessed day, the dark sacred night
and I think to myself:
What a wonderful world.
* Sunsi, para ti también esta canción.
(palabras volanderas de Driver)
"Rosas azules,
hoy es el día,
puedes encontrar una rosa azul.
Maravilloso día.
No me hagas preguntas,
no por favor,
sólo veo colores,
hoy no tengo ni una respuesta
para tí, para mí.
Sé que tienes tus sueños, sí.
Unos sueños claros que se elevan.
Rosas azules,
hoy es el día,
puedes encontrar una rosa azul.
Maravilloso día.
... y escuchar una canción."