(... ante mi personal perspectiva.)
A veces es complicado recomendar un libro, uno en concreto, pero recomendar literatura eso ya es otro cantar. Te sale casi sin querer. No puedes evitarlo. Recomendar a Dostoyevski, Tolstoi, Chéjov, Balzac, Faulkner, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Ana María Matute... sus novelas, sus historias, siempre es inconsciente. Sale aunque no quieras. Ahí están, son los grandes.
El otro día leí cómo alguien comentaba que recomendar como primera lectura una de las novelas de Dostoyevski, Los hermanos Karamazov, era demasiado duro. Y me sorprendió. Yo empecé a ser lectora empedernida a mis 17 años de vida, y comencé precisamente por los rusos. En concreto esa fué mi primera novela. Y ya no pude parar de leer. De querer encontrar entre esas palabras la vida, la comprensión de la vida, esa que empezaba a ser tan dura de roer. No creo que sean novelas difíciles, en absoluto, y en ellas palpita una atracción inevitable. En Ana Karenina, en Crimen y Castigo, en Guerra y Paz... en esas historias está esa posibilidad infinita de ser, la de ser alma. Me dejé atrapar por la vida allí presentida. Por las palabras escritas que hablablan de dolor, de desesperanza, de desencuentros, de la infinita mirada de la soledad y de la incomprensión cuando queremos analizar los hechos del otro. El otro, siempre habitado por el misterio. Eso era la vida, esa humanidad doliente. Y eso sigue siendo aún. También dí con la esperanza, el equilibrio, la mirada serena, la transcendencia y la capacidad para rezar. Me enamoré perdidamente de Constantin Levin. Y aún mantengo la esperanza de encontrarño un día... Quedé para siempre atrapada en la tragedia vivificante de los escritores rusos. Aquella dureza de los acontecimientos que siempre transciende por encima de su valor material, de lo que las cosas en su simple apariencia son. Ahí estaba la vida. La profundidad de cada vida. Esa vida que yo a mis 17 años comenzaba a vislumbrar, a sentir, con toda su infinitud. Con todo su misterio. Y se me daba la posibilidad de la esperanza.
Me sorprendió y me decepcionó este comentario. Y me hice esta pregunta: ¿Es demasiado fuerte para un adolescente la literatura rusa? ¿Ese chico que habita el mundo de hoy? El mundo de hoy es violento, ellos lo ven cada día, pero nosotros nos empeñamos en seguir con algodones. Les estamos negando la capacidad de transcender. A raíz de esto, recuerdo una entrevista de Ana María Matute, en la que decía que hoy a los niños se les ha suprimido la posibilidad de pensar, de atajar por sus propios medios, de buscar salidas. Se les niega la imaginación en aras de unos algodones que harán de ellos unos peleles. Decía algo así como que Walt Disney se había cargado la esencia del cuento, esa capacidad de generar recursos en el niño ante la crueldad, lo inesperado, la incertidumbre y el dolor. Vivir en la incertidumbre es empujar a aprehender la paciencia. Como ahora son todo finales felices, y rapiditos, lo único que les regalamos es la sonrisa tontuna, aquella que no necesita aprehender, asumir, mirar el dolor de frente. Y con ello, les evitamos la dolorosa trayectoria de la transcendencia de las cosas. Les dejamos sin salida, sin el recurso de la riqueza emocional, y ésta, sólo es veraz si ha sido construída por ellos.
Pienso en qué les daremos a leer a nuestros jóvenes, estos que serán los hombres del futuro. Qué es lo que queremos transmitirles. Les estamos negando la realidad , ese saber de la vida como lo que es, una tragedia con tintes de comedia. Se ha de aprender a reir en ella, pero con la risa profunda de quien ha sabido mirar desde lo alto. Para poder reír de veras, quizá se necesite haber caído muy hondo antes, superarse en ese dolor y elevarse por encima de todas esas contrariedades que nos salen al camino. A los desencuentros es mejor mirarlos de frente. De ahí el alto valor que le concedo a la literatura, a todas esas palabras que nos perfilan la miseria humana, y que con su nitidez, hacen posible que podamos elevarnos por encima de ellas. No podemos desestimar su valor, y menos hoy. En un mundo en que los chavales asumen unos contenidos de violencia sin alma, violencia por violencia, aquella que no es capaz de generar compasión, caridad o solidaridad. Simplemente con observar el panorama del cine, los juegos electrónicos y series de TV, podemos ver que los ojos de nuestros hijos pueden estar saturados de una violencia que en sí misma no transciende, que no elabora ninguna alternativa, que no es base para la constucción de ninguna virtud, de ningua mirada elevadora del ser humano. Violencia que no da lugar a las alas de la mirada que se supera, que transciende.
Si creemos que la violencia de los argumentos de algunas novelas son fuertes, tanto como para desaconsejarlas a un chaval, es que no hemos sabido mirar muy bien el mundo de nuestros hijos. Dostoyevsky puede ser un encuentro sorprendente para ellos, sus palabras elevan la mirada por encima del kaos que nos propone. Sus palabras son la humanidad doliente, esa esperanza que no se limita a morir, sin más. Y que es capaz de elevar nuestra mirada por encima de lo vivido, por encima de las mil miradas derrotadas que la vida puede presentar.
La literatura, a ella le debo muchísimo de lo bueno que ahora soy. A ella, y a mis padres. Todo lo bueno que hay en mí me lo prestaron, nada me es propio. La gran literatura sigue ahí, esperando a ser aprehendida por nuestra mirada. Y hacia esos autores, siempre, mi mayor gratitud.
Sólo ellos han podido llegar al nivel de mis padres; esa capacidad de saber ser constructores de mirada.
*Constantin Levin, esta canción es para ti. Sólo la bailaría contigo
¡Qué bonita la imagen de la joven sentada y leyendo!
ResponderEliminarLos libros...
Tengo una reflexión.
Todos buscamos respuestas.
Pero lo realmente interesante son las preguntas.
Veamos.
¿Qué harías en mitad de Siberia con tan sólo un hacha y una brújula?
¿Dónde vamos cuando el amor se queda tirado en el andén de una estación y el tren parte?
¿Qué se puede hacer con una niña llorando de calor en mitad de Venecia un día de verano?
¿Dónde vuela un pensamiento en una playa desierta?
...
La Gran Literatura no da ni una respuesta.
Ama tu alma, y te ofrece tal variedad de preguntas, que tú solo puedes crecer al intentar buscar una supuesta respuesta.
...
"...¿Dónde se posa la ilusión en medio de una tormenta?
La lluvia me empapaba el rostro y el alma.
Y a pesar del frío, me quedé mirando la Osa Mayor.
Esa noche quería sentir un punto fijo.
Tan sólo uno."
Yo me enamore de la musica escuchando romaticismo Sovietico..Gente como Prokofiev, Rachmaninov, Chaikovski. En abosoluto me parecio para nada duro. Supongo que con la literatura sera similar aunque yo me confieso mas melomano que literario.
ResponderEliminarun abrazo
Ufff... desencontrados estamos, Driver, esa frase tan lapidaria... La Gran Literatura no da ninguna respuesta... esto necesita una sobremesa... como mínimo. Y piensa, piensa en Resurrección, eso que te quieres decir a ti mismo, eso que los demás también quieren decirse... eso es literatura. Y respuesta.
ResponderEliminarUn abrazo, gavioto.
Me tendrás que dar un poco de esas alas, las de la música de ese romanticismo soviético; yo a cambio te presto historias, las de las palabras que un día nos fueron regaladas.
ResponderEliminarUn beso, Alfonso.
¿Te llegó el capítulo primero?
ResponderEliminar¿Me llegará el capítulo segundo?
Sí, llegará, una vez que me arreglen el ordenador... no puedo abrir archivos... y no he podido leer... no tengo correo... sólo blog... y este en breve me da que plofffff... ¿podrás tener paciencia?.
ResponderEliminarClaro que sí.
ResponderEliminarLa paciencia es una de las pocas virtudes para las que no hay que esforzarse.
Cuanto más esperas, más paciencia tienes, y mejor sabe la paella después.
Un beso, socia.
Pues ahi va un anticipo...
ResponderEliminarProkofiev " Pedro y el Lobo "
Es un cuento, en el que cada personaje se identifica con una melodia ( los patos, pedro, el lobo ).
http://www.youtube.com/watch?v=ILI3s7Wonvg
Espero que te guste
Muchísimas gracias... lo colgaré en el blog de mi peque... ;))
ResponderEliminarMe ha encantado este regalo... y como soy una caprichosa... espero más.
Mil gracias, de nuevo.
Creo que tengo una deuda con los rusos... mmm, mal. En cuanto acabe con el portugués, que me tiene completamente enganchada...
ResponderEliminar¿Puedo proponer una autora que me encanta? Mi paisana, Carmen Martín Gaite...
... ainsss... Rocío. Carmiña es una de mis debilidades, una infinita debilidad. No te preocupes, caerá por aquí. Caerá todo lo que de ella se quedó en mi mirada. Hay unos cuantos autores que están siempre en ella, en esa mirada mía que mira al mundo. Tiempo al tiempo. No es fácil transmitir lo que uno siente hacia algunos autores. Van saliendo, poco a poco. Es una herencia que a mi modo quiero dejar aquí... para los lectores anónimos... para los no anónimos (entre ellos tú)... y especialmente para mi hija. Sé que parte de mi herencia serán esos libros, porque aunque parezca mentira, lo que es su madre está en ello. Y en estas tardes de deberes... y de enfados... y de risas.
ResponderEliminarEn fin... que me pongo transdendente... pero es hablar de Carmiña... y ocurre. Esta bitácora es una especie de Cuaderno de Todo. Ahí ya se puede encontrar la herencia de Carmen Martín Gaite... y en tantas otras cosas...
Un beso, Rocío.
No sé si te servirá, Ana... Pero lo cierto es que mi padre empezó y se convirtió en lector empdernido a partir de los rusos que tú mencionas. No concibe que hoy día se les haya aparcado.
ResponderEliminarUna buena opción. Por supuesto también para adolescentes.
Besos
Me alegra igualar-me en algo a tu padre... yo un día, también comencé por ahí, y me convertí en lectora infinita...
ResponderEliminarY también me parece imperdonable el olvido de los rusos. Esas voces que claman por la humanidad doliente.