Sonidos de recuerdo ante todo lo que esa corriente, entre mansa y brava, se ha ido llevando. Y sin embargo, sabes que todo está que ahí permanece, en el río. Esa esencia que se respira cuando llegas a aquel lugar, aquel que te vio llorar, reír, y que cobijó tus miedos. Y piensas en todos tus pasos. Y en todas las miradas que te han observado mirar. Y en aquellas a las que más tú has mirado; de lejos, de cerca. Aquellas que un día decidieron pasar de largo y esas otras que se quedaron para siempre. Y te ves grande y pequeño a la vez, allí, en esa orilla. Allí, donde alguna vez moriste, donde tantas veces volviste a alzar el vuelo. Aún hoy subes a lo alto para poder observar el agua traspasando el tiempo de tu mirada. Te gusta el sonido del agua. Aunque bien sabes que con su sonido, te dice adiós el tiempo. Allí, en el río. Donde nacimos, donde por primera vez nos vimos, donde el ruido era vida. Y te gusta recordar aquel puente, aquel que te acercaba a la corriente, aquel que te dejaba atónito ante el agua cuando se desbordaba. Y siempre el agua, en multitud de amaneceres. Silencio. Sólo el silencio en ese momento en que nada en el pueblo había amanecido. Nada había dado su cara aún a la luz. Y allí estabas tú, solo, en aquel río, en el agua que ya no volvería más.
Y hoy recuerdas con emoción aquel tiempo, aquel sonido, aquellos días. E incluso te es posible agarrarte al recuerdo de aquella tu infancia, y de todas las primeras aventuras de ese tiempo inacabado. Y ocurre siempre. Ante cualquier sonido de la vida, ocurre. Siempre quieres regresar. Poder tocar aquella orilla; de agua entre brava y mansa. Aquella orilla, en aquel río.
Y hoy recuerdas con emoción aquel tiempo, aquel sonido, aquellos días. E incluso te es posible agarrarte al recuerdo de aquella tu infancia, y de todas las primeras aventuras de ese tiempo inacabado. Y ocurre siempre. Ante cualquier sonido de la vida, ocurre. Siempre quieres regresar. Poder tocar aquella orilla; de agua entre brava y mansa. Aquella orilla, en aquel río.
¿Aún lo puedes sentir?
* imposible el no abandono a esta melodía.
Hay días que se admite el vuelo.
ResponderEliminarAunque estés en casa, tu mente puede transitar a 300 kilómetros de altura.
Y orbitar.
Dar vueltas a la Madre Tierra.
Y ver la bota de Italia, entre el Mediterráneo y los Balcanes.
...
Y los grandes ríos.
El Nilo es un surco africano.
Su delta parece labrado por los cinco dedos de Dios.
Y el Ganges, y el Amarillo, cortados sobre mesetas y desfiladeros.
Tocan una montaña de arcilla, y colorean del rojo el océano.
...
Hay días que se admite el vuelo.
Como la mejor opción.
La nitidez vence.
Tan sólo a 300 km sobre nuestras cocorotas.
Se admite el vuelo, ese que a veces nos hace regresar, o ese otro, que nos lleva muy lejos. Un abrazo Driver.
ResponderEliminarCon el sonido del agua te dice adiós el tiempo...y siempre te dice hola. Porque el agua solo pasa si llega otra.
ResponderEliminarAlgo atávico hay en los ríos para que nos atraigan desde la niñez. Conozco muy bien esa sensación-relación. Mi río es el Arlanza burgalés, que apenas vuelvo a ver aunque siempre irá conmigo.
Lo dijo Jorge Manrique: "nuestras vidas son los ríos...". Por algo será.
Fluviales saludos, Ana.
Hola Javier, mi rio es el Esla. La foto de mi río es esa que acompaña al texto. Y sí, es inolvidable. Y cierto... el agua se renueva... ;))
ResponderEliminarQué bien que te pases por aquí. Saludos.
Mi río es el Tormes... y me recuerda a mi infancia, a la mesa y las sillas de camping y una tortilla de patata. A una pelota de plástico. A bañadores de flores y zapatillas cangrejeras... Recuerdos...
ResponderEliminarRecuerdos... y la sonoridad de aquel río. Es imposible que no resuene a su lado el eco de la infancia...
ResponderEliminarUn abrazo Rocío.
LXXVI
ResponderEliminar¡Oh tarde luminosa!
El aire está encantado.
La blanca cigüeña
dormita volando,
y las agudas al viento dorado,
y en la tarde risueña se alejan volando, soñando...
A. Machado
"... se alejan volando,
ResponderEliminarsoñando..."
Que tengas felices sueños, Ginesillo. ;))
Y gracias por estas palabras que me dejas, son como un susurro, un eco alegre en la difícil tarde de hoy... que por fin... se aleja... se aleja... y yo me quedaré soñando...