PRIVILEGIO

La vida tiene momentos de infinita inteligencia. Hoy lo he visto. La inteligencia de esas miradas que se enfrentan altivas a la batalla más cruel que nos puede ser dada: la de sonreír cuando se sabe finito el tiempo que nos pertenece. Esas personas saben mejor que nadie que este presente no es eterno, que aunque lo parece, certeramente saben que no lo es. Día a día hay algo que se lo recuerda, y sin embargo, sonríen. Lo hacen profundamente. Y nosotros, desde la soberbia de nuestro día a día sin interrupciones, lo hemos olvidado. Olvidamos que somos creadores de un tiempo concreto, y también, que debiéramos sonreír. Nos olvidamos de sonríer tan a menudo…

Yo quisiera poder describir cómo es esa sonrisa, la de aquellos a quienes el llanto les ha hecho infinitamente alegres, pero me es imposible. He aprendido que para sonreír de verdad, se necesitan agallas, se necesita mucho valor, pues una sonrisa así sólo puede ser sostenida por un dolor infinito que ha sido domesticado desde la esperanza. Esa esperanza que nos hace entender que aunque hayamos perdido todo, aún nos queda la risa. Que somos eternos a pesar nuestra biografía finita.

He estado a menudo al lado de personas que saben de esa ausencia de futuro, que podrían tocar con sus manos la finitud de sus días, y ahí están, con su locura inagotable, esa que quiere ganarle la afrenta a ese enemigo cruel que un día se instaló en su camino. He visto el milagro que es verlas sonreír a cada paso. He tenido el privilegio de hacerlo a su lado. Y me ha sido concedido el milagro de aprender a medir mis días como ellos lo miden, en su exacta valoración. Hoy es hoy. Y en este momento, la eternidad.

Esta mañana en una habitación de un hospital sucedió una vez más. Sonreír delante del abismo. Hoy encontré de nuevo a Cristina. Y allí la complicidad, esa compañera de viaje que nos sorprende cuando menos lo esperamos. Simplemente se habló de la peluquería, de estos pelos, de aquellos tintes, y de estas canas. Sencillamente. La vida fluía alegre. Cristina nos trajo fotos de otros ingresos. De otros momentos. De silencio, de lágrimas y risas. La vida hoy, a las nueve de la mañana en un hospital, se respiraba en un susurro, en un cotilleo de querer estar más guapas. Como si en esa habitación no hubiera entrado jamás la tormenta. Y me dije a mí misma, esto, esto es la esperanza. Los ojos azules de Cristina. Cuando lloran, cuando ríen…

Una vez más me fue concedido el privilegio. El de ver habitar la Esperanza en este fastidiado mundo. Esa esperanza de los que habiendo perdido el futuro, aún no han perdido la risa. Ahí la huella del Soplo Eterno. Silencioso se hacía sentir en aquellos ojos azules. Y sentí una honda gratitud por ello. Por el regalo que fue verla sonreír. Estar a su lado.

Mi silencio y mi oración hoy están con ellos. Con cada uno de ellos. Ellos me han regalado la esperanza que me ayuda. Su esperanza camina conmigo. Ese es mi privilegio. El que me es concedido por cada risa y llanto compartido. Ellos me han hecho mejor persona. Siempre. Y me hacen grande, ellos me hacen grande cada vez que un nuevo ingreso supone unas risas por aquello de estos pelos y estas canas… y sí, te digo que me voy a rizar las pestañas… gracias Cristina. Por las risas de hoy. Si tú no te rindes… yo tampoco lo voy a hacer.



¡HE VISTO TANTA INFINITUD EN ESAS SONRISAS!

9 comentarios:

  1. Enhorabuena por el artículo. Menudo ejemplo verdad?

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  2. Precioso, Ana, Es precioso lo que cuentas y cómo lo cuentas. Es precioso porque es verdad. Se nota que es verdad.

    "He aprendido que para sonreír de verdad, se necesitan agallas, se necesita mucho valor, pues una sonrisa así sólo puede ser sostenida por un dolor infinito que ha sido domesticado desde la esperanza" Precioso.

    Un beso. Creo que tienes mucha suerte de estar con personas así, tan cerca del dolor.

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  3. Ana, magistral tu entrada de hoy...se nota que lo has vivido en primera persona.
    Gracias por compartir tu maravillosa experiencia. Quizá a veces vivimos ciegos para descubrir a nuestro lado, lo que con tanta fuerza, nos has trasmitido.Nos has enseñado con tu testimonio, el nuevo valor de la sonrisa...
    Gracias Ana!!

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  4. Este tipo de valentía, la verdad, es que no puede ser sostenido por las palabras... al menos yo, no las encuentro. Quedan tantos matices en el aire!!!

    Gracias por leer, por comentar...

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  5. Esos momentos son los que más nos enseñan de la vida, sin duda. No debemos olvidar el milagro absurdo que es estar vivo, no debemos quejarnos tanto cuando de manera fascinante amanece un nuevo día en el que tendremos el regalo único de tener cerca a personas que amamos.

    Un beso y un montón de vida!

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  6. Que sea mucha vida!!
    Un abrazo, Lagarto. Y sí, la vida es un milagro, pero... ¿crees de verdad que es un milagro absurdo?

    (...)

    Un enorme abrazo (no-absurdo).
    ;))

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  7. Anita. Eso es, amiga. Qué bien lo has explicado. Magistral, hija... Sin Esperanza no se puede sonreír cuando parce que te falta todo.

    Un beso, preciosa

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  8. La Vida se vive igual que se conjuga: en presente. El pasado y el futuro son territorio de la mente.

    Vivir y sonreir...a pesar de que no tengamos futuro (con los días contados o no). Ese es el mayor regalo que nos podemos hacer y que podemos hacer a los demás.

    Conmovedora entrada, Ana.
    Saludos.

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  9. Hola Sunsi, eso es, sin Esperanza... mal podremos caminar algunos caminos pedregosos... Un abrazo.

    Javier, sonreir... mantener la sonrisa... el mejor regalo, sí. Encantada de saludarte. Un abrazo.

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